¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE LA GLOBALIZACIÓN?: UNA  INCURSIÓN METODOLÓGICA DESDE AMÉRICA LATINA

Por José Guadalupe Gandarilla Salgado(*)

A modo de presentación.

“La metodología, que quede claro, no resuelve en absoluto el problema con el que nos enfrentamos. A lo sumo facilita el correcto planteamiento de la solución”
Antonio Negri

“La investigación comienza con la duda, no con la fe”
Ernst Bloch

Desde una postura epistemológica que se reclame crítica, se establece una relación de conocimiento en que las formas de abordar la realidad reconocen la necesidad de asumir una postura racional que potencie el ejercicio del conocer al no agotarlo en la explicación de lo real, sino al abrir las potencialidades de lo real mismo al entenderlo como campo de alternativas, donde los sujetos y las prácticas sociales tienen la posibilidad de construir historia, se trata de avanzar del conocimiento a la conciencia, o en otras palabras, del conocimiento teórico al conocimiento histórico.

La importancia de reflexionar desde una postura epistemológica crítica un objeto de estudio como el que el título enuncia toma en cuenta el desafío que representa traducir esa orientación y entendimiento de lo real al análisis de lo social y al campo de la economía como uno de los ámbitos que lo incluyen. Es precisamente en el área de la economía (entendida ésta en su acepción económica y política, desde un posicionamiento crítico y de transformación de lo real) donde actualmente es más necesario que nunca desarrollar un pensamiento que parta del reconocimiento de la necesidad de futuro. Ante el paradigma neoliberal conservador, que impone la inexorabilidad de fuerzas externas dominantes, que subyugan a su lógica las formas y el proceso económico-productivo de nuestros países, y subordinan el interés, la producción y reproducción de la vida material de las clases trabajadoras (su sistema de necesidades), a la obtención del beneficio y el mantenimiento de patrones de dominación; resulta imperioso pensar y analizar la realidad desde una perspectiva que busque transformar y construir una sociedad ‘en la que todos quepan’ (de analizar la economía no desde los aprisionamientos epistémicos y teóricos de la ‘economía positiva’ o pura), pues a fin de cuentas del modo en que se entienda y piense la realidad, depende la distinción y resolución (aún más, el tipo o los tipos de solución) de los problemas que ofrece la misma.

En los siguientes párrafos nos proponemos vislumbrar la globalización en tanto proceso histórico-objetivo, en tal sentido como contexto o escenario mundial, como ideología, y en su dimensión político normativa o prescriptiva, intentando relacionarla con el establecimiento de los llamados bloques regionales y las políticas de ajuste estructural, haciendo manifiesta la necesidad de estudiar a éstas en su complejidad económica, política y social.

A lo largo del trabajo intentamos destacar algunas orientaciones metodológicas y conceptuales que pueden resultar de utilidad para pensar el tema de las políticas neoliberales de ajuste estructural y su relación con sus determinantes: internas (domésticas y que tienen que ver con las estructuras, instituciones y actores o sujetos políticos en el seno del Estado-nación), y externas (que tienen que ver con los condicionamientos externos, que para algunos autores significa la apreciación de un contexto internacional que sobredetermina inexorablemente la dinámica interna y las políticas adecuadas a los tiempos de la globalidad), en un intento de retomar una visión que articule dialécticamente los espacios nacional y global.

Hacia un concepto de la globalización.

“...busqué varias veces la conversación con distintos responsables para tratar de ir haciendo una labor de convencimiento contra ella. Fue imposible; es reconocida como un artículo de fe. Los más evolucionados políticamente dicen que es una fuerza natural, material...”
Ernesto ‘Che’ Guevara

Como apuntó el sociólogo británico y director de la London School of Economics Anthony Giddens, globalización es un término que usado con tanta frecuencia, sin embargo, está muy pobremente conceptualizado. La orientación analítica y la disposición ideológica separa entre “hiperglobalizadores” y “escépticos de la globalización” (Giddens, 1996).

Entre los primeros (ligados sobre todo al ambiente de los negocios y con gran influencia en las elites económicas y políticas que orientan las políticas macroeconómicas y la gestión del Estado) la globalización se entiende como la expansión del mercado a escala mundial, el avance del proceso es tal que no sólo los Estados-nación han perdido una gran parte de su poder sino están a un paso de su aniquilamiento. Dentro de esta corriente, Kenichi Ohmae (en obras como “The Borderless world”, o “The end of the nation state”) argumenta que en el futuro la nueva economía mundial tendrá como núcleo no a los Estados-nación sino a muchas regiones entrelazadas, al modo de Estados-región, ciudades-Estado o ciudades–globales[1]. El modelo del estado-región es un modelo abierto a la economía mundial (“los estados-región son puntos de entrada tan eficaces para la economía mundial porque las características que los definen están conformadas por las exigencias de esa economía”). Aunque pareciera que este escenario es poco probable no puede ser ignorado, en los hechos es la ideología en boga o el proyecto del sector empresarial transnacional. Esta concepción de la globalización deriva no sólo de una noción analítica, sintetiza una orientación ideológica y una idea de futuro.

Para los segundos el hablar de la globalización como un fenómeno nuevo o sin precedentes es faltar a la verdad, con apoyo de gran cantidad de estadísticas argumentan que lo que hoy se ha dado en llamar globalización estaba más desarrollado entre los años 1900 a 1910 e incluso a fines del siglo XIX, para éstos la “globalización es un mito”. En esta corriente podríamos ubicar las aportaciones de Paul Hirst y Grahame Thompson en “Globalization in Question” y las de Paul Bairoch y Richard Kozul-Wright en “Globalization Miths”. Quizá la crítica a la escuela de la hiperglobalización deba avanzar más allá de alcanzar una historización del fenómeno (terreno en el cual las dos obras anteriores han hecho aportes significativos) y tratar de abarcarlo en sus alcances políticos, económicos, sociales y culturales.

Podríamos coincidir con Giddens quien sugiere que elaborar una “conceptualización adecuada de este fenómeno debe diferir de ambos enfoques”, y poner atención en varias cuestiones: a) esta sacudida fundamental de la sociedad mundial “tiene numerosas causas y no una sola”, b) es un proceso sumamente contradictorio; “no debe entenderse tan sólo como un concepto económico ni como un simple desarrollo del sistema mundial o como un desarrollo puramente de instituciones mundiales a gran escala ... no es un simple conjunto de procesos ni tampoco va en una sola dirección. En algunos casos genera solidaridades y en otros las destruye. Tiene consecuencias muy distintas según sea la ubicación geográfica  mundial de que se trate ... genera algunas formas nuevas de integración que coexisten con formas nuevas de fragmentación”, c) “la fase actual del proceso no es solo extensión de las fases anteriores de la expansión del mundo  occidental”. Sin embargo, tenemos una gran  salvedad con el ideólogo de la ‘tercera vía’. El sociólogo británico concluye afirmando que la fase actual de mundialización “se distingue porque nadie la controla” (Giddens, Ibid), conclusión que lo emparenta como veremos más adelante con los ideólogos de la globalización; y no sólo eso, Giddens se erige en entusiasta globalizacionista, al construir los slogans publicitarios e ideológicos de la tercera vía, desde una ‘postura positiva ante la globalización’. Por nuestra parte, preferimos la advertencia que Hugo Zemelman formula  y que constituye una toma de posición  y  el punto de partida para el establecimiento de una relación de conocimiento:  la globalización “a pesar de constituir un problema de macrológicas  económicas, que tienen sus fuerzas a veces inexorables, no son inamovibles; dependen también de la capacidad de resolución que a esas macrológicas les presten los individuos desde su muy empobrecida subjetividad” (Zemelman en Dieterich, 1997, 105).

Pensar entonces el gran tema de la globalización (que se erige al parecer en el nuevo Leviatán de las ciencias sociales contemporáneas) exige pensarlo en cuanto proceso y en cuanto dinámica, pero no sólo en esa dimensión de su complejidad sino además incluir la capacidad y potenciamiento de actores políticos y económicos transnacionalizados y la represión o mediatización de otras modalidades de ejercicio y constitución de subjetividades que intentan construir o transformar el mundo.

El Fondo Monetario Internacional define la globalización como “la interdependencia económica creciente en el conjunto de los países del mundo, provocada por el aumento del volumen y de la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al mismo tiempo  que por la difusión acelerada y generalizada de la tecnología”; dos cuestiones aparecen como claves en esta visión encubridora y mistificadora  de la globalización: el concepto de interdependencia (que oculta los procesos de explotación, dominación y apropiación presentes en la lógica del capital mundial) y el quedarse en la forma de manifestación del fenómeno o proceso sin interesarse por los actores políticos y económicos que lo impulsan (en este caso las multinacionales, los Estados  desde los que se impulsan globalmente y los organismos e instituciones supranacionales que actúan en el ámbito mundial como garantizadores y creadores de consenso para las medidas económicas y políticas que acompañan a la globalización neoliberal).

Desde la tradición del pensamiento crítico latinoamericano Pablo González Casanova intenta recuperar algunas dimensiones poco socorridas en este debate y  propone “pensar que la globalización es un proceso de dominación y apropiación del mundo”. Dominación tanto de Estados como de mercados, de sociedades como de pueblos, que se ejerce “en téminos político-militares, financiero-tecnológicos y socio-culturales”. El proceso de apropiación de recursos naturales, de riquezas y del excedente producido se realiza de “una manera especial, en que el desarrollo tecnológico y científico más avanzado se combina con formas muy antiguas, incluso de origen animal, de depredación, reparto y parasitismo, que hoy aparecen como fenómenos de privatización, desnacionalización, desregulación, con transferencias, subsidios,  exenciones, concesiones, y su revés, hecho de privaciones, marginaciones, exclusiones, depauperaciones que facilitan procesos macrosociales de explotación de trabajadores y artesanos, hombres y mujeres, niños y niñas” (González Casanova, 1998).

Ahora bien, el proceso no se desarrolla ex nihilo o como una fuerza natural, la globalización “está piloteada por un complejo empresarial-financiero-tecnocientífico-político y militar que ha alcanzado altos niveles de eficiencia en la estructuración, articulación y organización de las partes que integran al complejo, muchas de las cuales son empresas o instituciones estatales también complejas” (Ibid). En una argumentación como ésta destacan varias articulaciones y mediaciones conceptuales o categoriales que nos permiten una apertura más amplia del tema de la globalización, y nos exige recuperar la discusión del todo y de las partes, de la complejidad, pero también de lo abstracto y de lo concreto.

De la conciencia de globalidad a la totalizaci{on totalitaria del automatismo de mercado. La globalización, triunfo del universalismo abstracto.

“La interpretación del acontecer histórico-social en términos de un acontecer orgánico natural va más allá de los resortes reales (económicos y sociales) de la historia y entra en la esfera de la naturaleza eterna e inmutable ... es una ‘totalidad’ que consiste en el total dominio de todos. La explicación teórica de esta totalidad la da el universalismo ... el universalismo en el campo de la teoría social ha asumido rápidamente la función de una doctrina de justificación política ... Al desplazarse la totalidad desde el punto final al inicial, se corta el camino de la crítica teórica y práctica de la sociedad, que conduce a esta totalidad. Se mistifica programáticamente la totalidad: no se la puede tocar con las manos ni verla con los ojos externos”
Herbert Marcuse.

Los últimos años han sido testigos no sólo del emerger del discurso de lo global, de la globalidad, o de la globalización, sino de su imposición como verdadero paradigma dominante. Para el pensamiento crítico ha sido cuando menos difícil y constituye un reto importante el establecer un distanciamiento de un paradigma que tiende a ser asumido como la razón establecida. Lograr superar estos aprisionamientos aparece como una necesidad para intentar avanzar en la construcción de alternativas teóricas y prácticas. Distanciarse del concepto de la globalización y de su discurso, o cuando menos evitar una apropiación a-crítica del concepto, exige hacerlo no sólo desde el nivel teórico, o a partir de un corpus teórico, sino desde una disposición cognoscitiva, epistemológica, profundizando en el nivel o ámbito de los presupuestos que permiten su construcción categorial.

El tema de lo global o de la globalidad no ha sido ajeno al desarrollo de la filosofía y de las ciencias sociales, se puede afirmar que el problema de la globalidad acompaña al desarrollo del discurso de la modernidad y a su propia crítica[2]. Si bien es cierto que en los años ochenta comienza un uso más extensivo e intensivo del término globalización, no por ello significa que ésta sea la característica fundamental de ‘lo novedoso del mundo’; ya desde la segunda posguerra y en especial de los años sesenta en adelante existe lo que podemos calificar como una conciencia de globalidad, o bien conciencia de las dimensiones alcanzadas por los problemas o amenazas globales.

Tal conciencia no es sólo teórica o analítica sino incluso existencial y se relaciona en su momento con la primera amenaza mundial; la bomba atómica con sus posibilidades de destrucción masiva y global, a este desarrollo desproporcionado y depredador del excedente social ligado a los intereses del complejo militar-industrial norteamericano, lo acompañan la desenfrenada competencia armamentista y el desarrollo de un mercado global de medios de destrucción y un mercado de ‘seguridad global’, así como de una auténtica campaña global de intervención y penetración imperialista. Continúa en un segundo momento con la conciencia de la gravedad de la crisis ecológica y los problemas del medio ambiente, discutidos a profundidad después de la Conferencia de Estocolmo y la publicación de “Los límites del crecimiento”, tal y como en su momento lo afirmó Edgar Morin a pesar de las insuficiencias de estos debates y sus restricciones disciplinarias, el desarrollo de la conciencia ecológica constituyó “un primer paso que podría llevarnos a una nueva forma de pensar, la del punto de vista global, y ello es absolutamente esencial” (Morin en Oltmans, 1975: 447). Seguirán posteriormente temáticas tales como el desarrollo de la tecnología genética, la exclusión de la población como amenaza global, etc., problemas éstos que al tiempo que van adquiriendo consenso como problemas de la globalidad dan pauta de la crisis sistémica. Pero incluso desde este punto de vista, en alguna ocasión las ciencias sociales tendrán que dar cuenta de la apropiación casi automática o religiosa de un termino que se crea en los medios empresariales, las escuelas de negocios y los estudios del marketing y del management empresarial de los Estados Unidos[3], pues como intentamos ver a continuación no se trata sólo de reconocer una dimensión global del acontecer y pensar humano, sino de evitar o distanciarse de su mistificación e ideologización.

Para este cometido de distanciamiento[4] nos será de gran utilidad recuperar al menos dos ejercicios del pensar crítico que intentan discutir un uso abstracto y mistificador de las categorías de totalidad y de universalismo, nos referimos al trabajo que Herbert Marcuse publicara a fines de los sesenta con el título “La lucha contra el liberalismo en la concepción totalitaria del Estado” (Marcuse, 1970, 89 – 131), y a una de las más recientes aportaciones de Franz Hinkelammert “Determinismo y autoconstitución del sujeto: las leyes que se imponen a espaldas de los actores y el orden por el desorden” ” (Hinkelammert, 1996, 235 - 277). Nuestra intención es recuperar su argumentación en el ánimo de relacionarla con lo que creemos constituyen los supuestos y aprisionamientos presentes en la construcción discursiva de la globalización.

Herbert Marcuse en el ensayo citado inicia la crítica de la doctrina del estado total – autoritario, pero demostrando que el propio liberalismo comparte los supuestos del totalitarismo, es así que nos será de utilidad para ilustrar lo que podemos calificar como la totalización totalitaria del automatismo de mercado, que no sería sino otro nombre para hacer referencia a la globalización, aunque no se trata sólo de una diferencia terminológica sino –creemos– conceptual. Para Marcuse “El estado totalitario exige la obligación total sin admitir que se cuestione la verdad de tal obligación” (Marcuse, 1970, 127), lo mismo puede plantearse con respecto al predominio del mercado total. Siguiendo a Karel Kosik estamos en presencia de una totalidad (abstracta), entendida de manera unilateral y no dialéctica, heredera de las corrientes idealistas del siglo veinte que reducen la triple dimensión de la totalidad como principio metodológico, a una sola dimensión “la relación de la parte con el todo”; lo que desemboca en dos trivialidades: “que todo está en conexión con todo” (la globalización como totalización del automatismo del mercado todo lo modifica) “y  que el todo es más que las partes” (siguiendo nuestra analogía, la globalización no puede ser modificada por nada, antes bien exige la adecuación de las partes) (Kosik, 1967: 54).

La preeminencia del todo con respecto a los ‘miembros’, las partes o los individuos, se justifica en la medida en que “las formas de la producción y reproducción de la vida por ‘lo general’ están dadas de antemano a los individuos” (Marcuse, 1970, 108), consolidando un concepto del todo que carece de sentido concreto en la teoría de la sociedad pues está “separado de su contenido económico-social” su corolario es una concepción organicista de la relación entre la totalidad así entendida y los miembros que la componen. Las relaciones entre la totalidad y los miembros son entendidas como orgánico-naturales, “la existencia humana” queda a merced de “fuerzas ‘inviolables’ dadas de antemano” (Ibid, 91), esta concepción conduce a una naturalización y deshistorización de los procesos sociales. El camino recorrido por el universalismo abstracto, en el sentido de que el todo al que hace referencia “no es una unificación impuesta por el dominio de una clase en una sociedad de clases, sino una unificación que unifica a todas las clases y que ha de superar la realidad de la lucha de clases y, de esta manera, la realidad de las clases mismas” (Ibid, 109) se complementa con la teorización organicista que conduce “a través de la naturalización de la economía en tanto tal, a la naturalización de la economía del capitalismo monopolista y de la miseria masiva que esta última provoca: todos los fenómenos son sancionados como naturales” (Ibid, 114). Ahora bien el predominio del universalismo abstracto exige de otra complementación pues si en una primera etapa “la economía es concebida como un ‘organismo vivo’ al que no puede cambiarse ‘de golpe’ ” (Ibid) en un segundo nivel necesita apaciguar  la politicidad del sujeto y reprimir su corporalidad, al alejarlo de la satisfacción de sus deseos y necesidades; la lógica autoritaria del estado o el mercado total, exige una concepción del hombre como “un ser cuya existencia se realiza en sacrificios cuyo sentido no cuestiona y en una entrega incondicionada, cuyo ethos es la pobreza y para quien todos los bienes materiales desaparecen en aras del servicio y la obediencia” (Ibid, 118). Marcuse concluye su crítica haciendo un llamado a la recuperación de la dimensión histórica, a la recuperación de una ‘auténtica historicidad’. Conclusión que expone en tres niveles: en el primero demuestra que la “deshistorización de lo histórico pone de manifiesto una teoría que es la expresión del interés por estabilizar una forma de relaciones humanas que no puede ya ser justificada frente a la situación histórica” (Ibid, 112); en segundo lugar, Marcuse  hace un llamado a tomar en serio la historia, lo cual nos es de gran utilidad en el cometido de conceptualizar a la globalización como forma social, como totalización totalitaria del automatismo de mercado, pero sin asimilarla como el desarrollo natural de fuerzas tecnológico-productivas materiales que responden a lógicas inexorables e inamovibles, nuestro autor plantea: “si se tomara en serio a la historia, ésta nos indicaría que aquella forma es el resultado de una decisión y nos recordaría las posibilidades de modificación, que resultan de su génesis ... Esta forma ...[social]... queda eternizada ideológicamente al considerársela como ‘orden natural de la vida’ ” (Ibid, 112 – 113). Por último, Marcuse recupera la dimensión concreta e histórico-objetiva de la totalidad y plantea que “en la estructura económica de la sociedad capitalista y monopolista, residen los fundamentos fácticos del universalismo” (Ibid, 109), la crítica al universalismo abstracto que afirma un orden social deshistorizado, es rematada al afirmar que por el contrario estamos en presencia “de un orden que se mantiene gracias al poder de un enorme aparato, aparato que puede representar al todo, por encima de los individuos, porque los oprime; es una ‘totalidad’ que consiste en el total dominio de todos” (Ibid, 92).

Del análisis de Hinkelammert quisiéramos recuperar tres ideas que nos parecen sustantivas en el ánimo de hacer un distanciamiento de los supuestos del discurso de la globalización como totalización totalitaria del automatismo de mercado. La primera de ellas tiene que ver con el ambiente cultural; el pensar crítico ha pretendido reprimirse desde la propia afirmación de que vivimos el tiempo de la crisis de los grandes relatos, de que estamos en presencia de la crisis de los paradigmas, sin embargo, Hinkelammert plantea que el discurso de las crisis de los paradigmas encubre la afirmación de un conocimiento inauditamente dogmatizado y lleno de irreversibilidades o forzocidades de la historia: el paradigma del mercado. “Es en nombre de este paradigma que se arroja en contra de todo ser pensante la tesis de la crisis de los paradigmas” (Hinkelammert, 1996: 237).

En segundo lugar, la propia crisis de los paradigmas se plantea como la pauta para desechar criterios universalistas del actuar ¿Pero es real la pérdida de estos criterios?  A la luz de constatar el hecho de que “un solo criterio universalista se ha impuesto: el universalismo de los criterios del mercado” (Ibid), más adelante nuestro autor complementa su afirmación “se trata de un universalismo del ser humano abstracto, detrás del cual, como siempre, se esconde/proyecta la dominación de una minoría que se impone por medio de los criterios de su universalismo abstracto práctico. De nuevo se revela el hecho de que los universalismos abstractos son posiciones de intereses minoritarios o, si se quiere, posiciones de clase de clases dominantes. Nuestra pregunta tiene que ser por un criterio universal frente a este universalismo abstracto. Este es precisamente el problema actual” (Ibid: 238).

En tercer lugar Hinkelammert llama a tener conciencia “de que a la lógica de un universalismo abstracto como la del sistema presente” (Ibid) no es posible oponer otro sistema de universalismo abstracto, sin embargo, sólo se puede contestar mediante una respuesta universal. “Tal respuesta universal tiene que hacer de la fragmentación un proyecto universal ... fragmentarizar el mercado mundial mediante una lógica de lo plural es una condición imprescindible de un proyecto de liberación hoy” (Ibid). Para Hinkelammert “La fragmentación/pluralización como proyecto implica ella misma una respuesta universal” (Ibid), la fragmentación no puede ser fragmentaria, pues sería relativista, se transforma en criterio universal cuando para la propia fragmentación exista un criterio universal. Para este autor tal criterio universal no puede ser otro que el enarbolado por los zapatistas de Chiapas: “Una sociedad en la que todos quepan. Lograr tal meta universal, es precisamente la interpelación del universalismo abstracto en nombre de un criterio universal. Pero este criterio universal, en su aplicación en efecto pluraliza sin fragmentar en estancos a la sociedad y tiene que hacerlo” (Ibid: 239).  De tal modo, la construcción de alternativas tendría que ser planteada en el marco de la recuperación de criterios universales concretos, tal como el que enuncia Hinkelammert, en ello coincide también Edgar Morin para quien “la pérdida de un universalismo abstracto resulta para muchos la pérdida de lo universal ... pero, en el proceso mismo por el cual todo se vuelve mundial y todo se ubica en el universo singular que es el nuestro, se da por fin la emergencia de lo universal concreto” (Morin, 1994: 121). Hecho este paréntesis filosófico y epistemológico podemos pasar a otras dimensiones envueltas en el concepto de globalización, y los riesgos de su ideologización.

La ideología de la globalización y el ‘pensamiento único’
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“La ideología es la máscara que cubre el rostro de los intereses materiales. Se utiliza para manipular a la gente pero en realidad nunca es asumida por los dirigentes, que pueden desecharla cuando ya no sirve a sus intereses ... Para las clases dominantes, los pragmáticos hombres de negocios, es sólo cuestión de interés material y se puede encontrar una nueva ideología que se amolde a sus nuevas necesidades”
Joyce Kolko

Para algunos autores el proceso de globalización (asumido como un episodio sin precedentes, o más bien como un conjunto de fuerzas con vida propia y con un carácter inexorable[5]), no sólo resta los márgenes de maniobra política (capacidad de autodeterminación) y de intervención económica (posibilidad de afirmar la soberanía de la nación), sino condena a la extinción del Estado como aparato de gestión que cede su lugar a los mecanismos de mercado y a la sociedad global.

En un ensayo que tuvo una gran acogida Ignacio Ramonet[6] –director de Le monde diplomatique– alertaba sobre la consolidación de lo que él denomina el pensamiento único (en un contexto social de gran penetración y dominio por parte de los medios masivos de comunicación, en la “sociedad mediática ...[donde]... repetición vale por demostración”[7]), constructo ideológico que pretende siempre poseer la razón y ante el cual “todo argumento –con mayor razón si es de orden social o humanitario– tiene que inclinarse”[8]. Se trataría. pues de la traducción a términos ideológicos de pretensión universal “de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas en especial, las del capital internacional”[9], sus conceptos o definiciones clave, que actuarían como una especie de principios formadores de consenso; tanto en el seno de algunos centros de investigación, asesores gubernamentales recién educados en las universidades norteamericanas, intelectuales financiados por fundaciones privadas extranjeras o nacionales, medios de comunicación, noticiarios y comentaristas ‘de opinión’, ‘editorialistas de prestigio’, etc., serían en una apretada sintesis –siguiendo a Ramonet–, los siguientes: La mano invisible del mercado que corrige las asperezas y disfunciones del capitalismo; en especial las señales que ofrecen los mercados financieros orientan y determinan el movimiento de la economía –en palabras del especulador bursátil George Soros, “los mercados votan cada día obligan a los gobiernos a adoptar medidas ciertamente impopulares, pero imprescindibles. Son los mercados quienes tienen sentido del Estado”[10]–; la competencia y la competitividad que estimulan y dinamizan a las empresas colocándolas en una permanente y benéfica modernización; el libre intercambio como factor de desarrollo no sólo del comercio sino también de la sociedad como un todo; la mundialización tanto de la industria manufacturera como de los flujos financieros; la división mundial del trabajo que modera –o exige moderar–, las reivindicaciones sindicales y abarata los costes salariales; la estabilización macroeconómica, la desreglamentación, la privatización y la liberalización que configuran un escenario de menos Estado, pero el que queda efectúa un arbitraje en favor de los ingresos del capital y en detrimento de los del trabajo.

Carlos Vilas[11], en un análisis pormenorizado, sintetiza, en primer término, las pretensiones discursivas de la globalización en un conjunto de enunciados (en un segundo nivel este autor demuestra la falsedad y dosis de error presentes en cada una de las proposiciones): 1) La globalización es un fenómeno nuevo, 2) un proceso homogéneo, 3) al mismo tiempo un proceso homogeneizador, 4) conduce al progreso y al bienestar universal, 5) La globalización económica conduce a la globalización de la democracia y 6) acarrea la desaparición progresiva del Estado o una pérdida de su importancia.

Para Camdessus (Director General del FMI), los dos acontecimientos que han cambiado la orientación de la economía mundial; la caída del muro de Berlin y los inicios de la dinámica de la globalización “anuncian un mundo futuro unificado, caracterizado por una economía a escala planetaria, más habitable para los hombres”[12]; con relación al ‘poderoso conjunto de fuerzas’ que impulsan la mundialización Ruggeiro (Director General de la OMC), sostiene que aunque algunas de ellas son el reflejo de políticas gubernamentales, “más fundamentalmente se trata de fuerzas que tienen una vida propia”[13], se trata pues de un conjunto de procesos determinísticos, en cuya lógica inexorable[14] es difícil si no imposible influir, ante los que es mejor adaptarse.

En el seno de las concepciones globalistas se asume el proceso de globalización como algo homogeneo y homogenizador, en tal sentido nos encontramos con una representación del proceso histórico que incluye no sólo la globalización financiera (que objetivamente es el ámbito en el cual más ha avanzado la ampliación y profundización del dominio capitalista), sino también una “globalización de la demanda”[15], con “posibles compradores situados en cualquier parte del planeta”[16], argumentación en la que los avances tecnológicos y los sistemas informáticos borran de suyo las diferencias salariales, la polarización global, y la dramática situación de sectores de población cuya conversión de necesidades absolutas a necesidades solventes ha sido más que dificultada o anulada por la homogeneización de las políticas neoliberales de globalización, que estrangulan el crecimiento y disminuyen la demanda efectiva[17].

El proceso de globalización en dimensión histórica. ¿Nueva etapa del capitalismo o nueva forma histórica?

“Le dije que había una cosa llamada historia que se compone a partir de muchos datos fragmentarios y puede ser tergiversada”
Ernesto ‘Che’ Guevara

“La auténtica historicidad presupone una conducta cognoscitiva del hombre con respecto a las fuerzas históricas y la crítica teórica y práctica de estas fuerzas”
Herbert Marcuse

Tal y como en su tiempo Marx lo afirmó, las crisis capitalistas inician y promueven procesos de reconstitución histórica, que dan nueva forma al proceso de dominación y explotación a través de recomponer los equilibrios, las pugnas y las mediaciones de las fuerzas sociales, esto tanto en el terreno interno de la economía nacional como, sobre todo, en el contexto del sistema mundial o inter-estatal:

“El mercado mundial constituye a la vez que el supuesto, el soporte del conjunto. Las crisis representan entonces el síntoma de la superación del supuesto y el impulso a la asunción de una nueva forma histórica” (Karl Marx, Grundrisse, 1857 – 58, cursivas y negritas nuestras JGGS)

Ahora bien, el siglo XX ha sido precisamente un espacio histórico de sucesión de crisis capitalistas y de recomposiciones o reestructuraciones capitalistas. En nada se justifica que la reestructuración mundial del capital iniciada en los ochenta (o aún antes) signifique una ‘modificación estructural histórica del capitalismo’[18], algo así como una nueva etapa, o peor aún una nueva totalidad histórica, expresada en la globalización neoliberal, en la dominación neoliberal globalizadora. El capitalismo es global (mundial) desde su origen y desde sus inicios estuvo asociado al colonialismo y al saqueo de las colonias, lo que no sólo retardó sino impidió su desarrollo económico y social ya como Estados-nación, de hecho conforme maduraba su economía desarrollaban su subdesarrollo (como en reiteradas ocasiones lo ha explicado Gunder Frank), desde el siglo XIX, el imperialismo y el intercambio desigual son características básicas del capitalismo mundial.

La crisis contemporánea del capitalismo mundial, cuyo inicio numerosos analistas ubican en los años de 1973 - 1975, constituyó una ruptura general y abrió una reconstitución que aún hoy no termina, la profundización y prolongación de la crisis y los senderos que reconoce su solución se transformó –para un conjunto de autores y desde diversas perspectivas– en el paso a una etapa superior de desarrollo del capitalismo[19]. Los elementos que están en la base de esta transformación son los cambios profundos de los procesos productivos, del comercio mundial y de la intermediación financiera, que se instrumentan a partir de una verdadera –pero en ningún modo definitiva– derrota mundial del trabajo. El paso a esta nueva etapa (si concedemos que se trata de una nueva etapa), o la asunción como dice Marx de “la nueva forma histórica”, exigió del capital cumplir tres condiciones, que sin duda alguna, dan el signo a la década de 1980 como espacio de transición y como década perdida para los países latinoamericanos, lo que está detrás de este proceso es el traslado de la crisis de los centros a la periferia capitalista, con sus particularidades regionales y sus consecuencias intra-estatales. Estas tres condiciones, requisitos o exigencias para el capital, consistían en: a) Acentuar la explotación del trabajo en todo el sistema, para aumentar la masa de plusvalía apropiable y disponible para la inversión; b) Intensificar la concentración y centralización de capitales en las economías centrales para financiar las extraordinarias inversiones en desarrollo tecnológico y modernización industrial; el reverso de la moneda es la transferencia de volúmenes impresionantes de valor, de la periferia al centro[20] y que trae como resultado la auténtica descapitalización en América Latina, lo que agudiza su marginalización y miseria; y c) Ampliar la escala del mercado para dar viabilidad a estas cuantiosas inversiones[21].

Sin duda, gran parte del éxito logrado por la burguesía en este ajuste mundial a costa del trabajo, se debe a la formidable operación de propaganda al imponer la ofensiva ideológica neoliberal que sustenta el dogma de la restricción de la intervención del Estado, el ataque al sindicalismo (como elemento que no permite ajustar el mercado de trabajo), la restricción de los derechos sociales, así como la reprivatización de la economía; más recientemente la ideología de la globalización como cuerpo conceptual, paradigma de interpretación, categoría de análisis, o elemento de dictaminación científica. Es tal la eficiencia de esta ofensiva ideológica que el lugar común tiende a identificar el neoliberalismo con la nueva etapa del capitalismo, apareciendo éste como imprescindible o necesario.

En el caso de las sociedades latinoamericanas el pensamiento dominante y el que se gesta en las organizaciones del Estado supranacional (FMI, Banco Mundial, BID, OCDE) no se interesa en destacar e identificar las distintas formas en que se acomete la llamada globalización capitalista (en lo que tiene de proceso histórico-objetivo) y tiende a identificar y promover la forma neoliberal de globalización económica[22] como si fuese ésta la única posible o viable, para la cual no existe alternativa; con ello no sólo se encubre y favorece los intereses del gran capital transnacional y de los grupos de poder al interior de las lumpenburguesías autóctonas, también se ocultan los efectos sociales que trae consigo la economía globalizada, lo oscuro o el lado no destacado de la globalización y las tragedias humanas a ella asociadas[23], no se hace la distinción –como paso importante para hacer la historización de la globalización– sobre qué es lo que se globaliza y qué no, sobre quién cae toda la carga de la globalización y que grupos sociales son favorecidos y la impulsan.

La necesidad de comprender este cúmulo de acontecimientos, como ampliación y profundización de procesos que se vienen experimentando y encuentran en la propia lógica del despliegue del capital mundial su estructura fundante; y que en ese sentido acompañan al capital desde cuando menos la afirmación hegemónica de Occidente como centro del sistema mundial desde 1492, requiere problematizar la imagen que entiende nuestro contexto histórico como “una nueva totalidad histórica”[24] en que se recompone, reconfigura o prescinde de la lógica de movimiento y valorización del capital internacional, para ceder su sitio al encadenamiento de las economías nacionales, los Estados-regiones[25], o las ciudades globales, a la lógica inexorable de las fuerzas de la sociedad global.

La diferencia conceptual no es –desde nuestro punto de vista– sólo semántica (entre, por un lado, nueva etapa, nueva totalidad histórica y, por el otro, nueva forma histórica), hace referencia a una distinción epistemológica fundamental[26]. Mientras en la primera categorización las fuerzas inexorables o incontenibles de la sociedad global actúan sobredeterminando heteronómicamente, erosionando las capacidades de modificar la posición que se ocupa en el sistema inter-estatal o ante los grandes corporativos multinacionales (la escala jerárquica que se ocupa en la aldea global, como provincias de la misma). En la segunda, se intenta plantear que es la particular forma y proceso que asume la (cor)relación de fuerzas o actores sociales (sean estos, clases, movimientos sociales, político - populares, naciones, o coaliciones e instituciones internacionales) y las potencialidades de la lucha, resistencia o insubordinación (ejercida por los distintos actores o clases); la que sanciona la forma en que se acomete la inserción o subordinación de la economía nacional en el mercado mundial, y decide la asignación de perdedores y ganadores tanto en el seno del Estado-nación, como al nivel del mercado mundial en la forma de polarización global, y reedición de políticas de corte imperialista o de un llamado ‘colonialismo global’[27].

El período de 1975 - 1992 cierra el ciclo largo de la posguerra, al registrar el hundimiento de los 3 pilares sobre los que descansaba el orden mundial, y el resquebrajamiento del equilibrio entre ellos. Los tres subsistemas del sistema mundial registran una profunda crisis en el ámbito económico (ésta se abre con la crisis en occidente del fordismo central, al mismo tiempo manifiesta la imposibilidad de cuajar una opción de izquierda -después de las esperanzas de 1968-, y la emergencia de la ofensiva neoliberal -desde 1980, o incluso antes, en el contexto de los regímenes dictatoriales en América Latina-; en segundo lugar, la crisis en el seno del desarrollismo y el asentamiento del ajuste estructural en el Tercer Mundo -a partir del llamado consenso de Washington-; y en tercer lugar, el estrepitoso hundimiento de los regímenes de tipo soviético). En el terreno político el ciclo se cierra con el desgaste del sistema de la bipolaridad mundial, que verá sustituir al enemigo comunista por los enemigos de “las democracias liberales de mercado”, el terrorismo, el narcotráfico, y los nacionalismos, como elementos que permitan mantener los impresionantes gastos militares y el mantenimiento de los intereses del capital ligado a la expansión armamentista y al complejo militar-industrial norteamericano.

La articulación dialéctica entre la emergencia en el mundo capitalista, desde fines de los años setenta, de un orden económico tripolar (cuyos centros se sitúan en Estados Unidos, Japón y Alemania, o la Unión Europea toda), y la pervivencia de un orden militar claramente hegemonizado por los Estados Unidos, apareciendo éstos como el único poder con la capacidad y la voluntad de ejercer la fuerza a escala global; es destacado por Noam Chomsky[28] quien afirma que Washington en el episodio de la guerra del Golfo, que dicho sea de paso propiamente inaugura –junto con la estrepitosa caída del “socialismo realmente inexistente”–, el ‘nuevo orden del desorden mundial’, prefirió trasladar la confrontación al escenario de la fuerza y eliminó posibles salidas y oportunidades diplomáticas, e incluso expresó preocupación de que la comunidad internacional precipitara una solución a la crisis por cauces diplomáticos, que quizás hubiera tenido los mismos resultados pero sin una demostración efectiva del poderío militar y de la resuelta actitud de EE UU. En cuanto a los costes de la aventura bélica concluye Chomsky que para el gobierno norteamericano era “claramente ventajoso ... que fueran compartidos, pero no al precio de sacrificar el papel de único defensor del orden”[29].

Samir Amin sostiene -a nuestro juicio con razón- que no existe una regulación sistémica en el plano mundial, ésta se reduce al ámbito de actuación de los capitalismos nacionales. La escuela regulacionista ignora que en el capitalismo desarrollado de los centros la distribución del ingreso tiende a estabilizarse y dar salida al proceso de sobreproducción (al vincular el incremento del salario real con el incremento de la productividad), mientras que en las zonas periféricas la desigualdad social crece con el propio desarrollo del capitalismo (al no efectuar tal vinculación) y despliega la polarización social y la exclusión tanto al interior de los capitalismos nacionales como a escala global del sistema mundial. No puede, pues, haber regulación sistémica que rija a nivel internacional pues significaría la interconexión de políticas nacionales de desarrollo, lo cual se opondría a la idea misma de un sistema como el capitalista que se rige por la competencia internacional. El único equilibrio que rige la actuación de los tres subsistemas del sistema mundial se realiza mediante el ajuste estructural de las regiones más débiles a las condiciones de acumulación de los más fuertes. Lo que es más, la regulación en el centro reproduce la relación desigual entre los centros y las periferias y al interior de los mismos.

No se puede sostener que la globalización o mundialización sea enteramente novedosa, pero es necesario avanzar en su periodización, la cual no puede establecerse sin tomar en cuenta la manera en que el capital acomete las posibilidades de resolución de la crisis mundial, y el despliegue global de las políticas de ajuste estructural asociadas al neoliberalismo. Desde esta perspectiva la mundialización puede ser caracterizada como el desarrollo más contemporáneo del proceso de internacionalización del capital y el relanzamiento de una nueva división internacional del trabajo. El surgimiento de un sistema productivo mundializado (en sus fases de producción, circulación, distribución y consumo) que toma el lugar de los sistemas productivos nacionales, manifiesta la vocación mundial del capital. Como lo planteo en su tiempo Trotsky desarrollando una tesis de Marx, “cada capitalismo nacional ...(en mayor medida los hegemónicos)... se dirige a las reservas del ‘mercado exterior’ es decir de la economía mundial, ... para luchar contra sus propias contradicciones interiores” (Citado en Chesnais, 1997). Toda discusión sobre la regionalización del capital (la llamada nueva regionalización de la economía mundial con predominio de los bloques regionales de la tríada, acompañados por procesos de sub-regionalización a manera de redes productivas, comerciales y financieras de los territorios que pertenecientes a determinados Estados-nación son incorporados a los flujos de información, tecnología, capital y mano de obra de las grandes corporaciones multinacionales) y los procesos de integración de los sistemas productivos o comerciales debiera ser ubicada en este punto de partida. En ese sentido más allá de una institucionalización del proceso de integración, los procesos subregionales (como en el caso latinoamericano) tienden a ser subsumidos por el proceso mayor de regionalización y mundialización capitalista, en mayor medida si se acude a la dimensión normativa del discurso globalista.

La globalización en su dimensión normativa.

“Ella determina lo que los gobiernos pueden –y deberían– hacer”
Martin Wolf

En cuanto al concepto mismo de globalización debemos decir que se trata de un anglicismo; en el ámbito intelectual franco parlante se ha preferido utilizar el concepto de mundialización[30] en el contexto de este trabajo los hemos utilizado como sinónimos, sólo con la finalidad de no repetir.

El despliegue económico mundial del capital no prescinde del Estado. Para los partidarios de la globalización, los principales actores o hacedores de la historia son las transnacionales y el gran capital con sus estructuras e instituciones supra-nacionales; los sujetos, organizaciones, movimientos y pueblos sojuzgados, no hacen sino presenciar los acontecimientos y ocupar el lugar que les fijan las estructuras omnipresentes del mercado y el capital global; la historia no se construye por ellos, se presencia, se les impone una ideología según la cual no hay alternativa al neoliberalismo y la globalización.

En una perspectiva radicalmente distinta y crítica del globalismo extremo, otros autores han planteado que para discernir la implementación y profundización de las políticas neoliberales de globalización, el papel del Estado-nación no es hacia su desaparición o desplazamiento, sino que éste actúa como inductor, gestor o sancionador de las mismas (a través del “desmantelamiento del marco constitucional y jurídico ... para suprimir los derechos de la nación sobre el subsuelo y el espacio aéreo, las antiguas formas de la tenencia de la tierra, las garantías de los trabajadores y los sindicatos (del salario mínimo remunerador a los contratos colectivos de trabajo), los sistemas de seguridad social”[31], etc.), como afirma Vilas “el Estado interviene en favor de los grupos mejor articulados a los procesos de globalización para fortalecer su posición en el mercado y promover sus intereses”[32], las políticas neoliberales de globalización modifican las relaciones entre las clases, éstas se impusieron y ejecutaron por determinados actores e intereses, e implicaron acciones específicas del Estado y sus representantes, y la renuncia a otro tipo de políticas, a otra forma de acometer la inserción al mercado mundial capitalista (el proyecto neoliberal dominante se ejecuta en una particular correlación de fuerzas sociales, y con una determinada actuación del Estado y sus instituciones.

Si en un primer momento la globalización se asocia a la apertura de mercados, la competitividad, la promoción de exportaciones, la atracción de inversiones y flujos de capita; en una segunda arremetida, ésta pretende impugnar la institucionalidad y urge por reformas radicales en los ámbitos de la legislación laboral, tributaria, bancaria, comercial, financiera, de cobertura y prestaciones sociales provistos por el Estado; y al parecer, termina por instalar no sólo a los actores gubernamentales y los líderes políticos, sino a la ‘opinión pública’ toda en la ‘encrucijada de la globalización’[33], donde esta última se presenta, por un lado, como la fuerza exógena que exige apresurar y profundizar las reformas, y en caso de que se cuestionen sus devastadores efectos sociales, la misma los asume como sus secuelas o fenómenos inevitables[34], los costos del progreso y la modernización. Es en este marco de imposición y aplicación de políticas económicas que deben ser situadas las políticas que subsumen el proceso de integración latinoamericana, y lo incluyen en la agenda neoliberal para beneficio del gran capital multinacional.

Proyecciones regionales y globales. La geopolítica del mundo.

“... en el mundo contemporáneo la preponderancia de un imperio no se mide ya únicamente a escala geográfica. Además de los formidables atributos militares, ésta deriva esencialmente de la supremacía en el control de las redes económicas, los flujos financieros, las innovaciones tecnológicas, los intercambios comerciales, extensiones y proyecciones (materiales e inmateriales) en todos los órdenes ... Nadie domina tanto la Tierra, sus océanos y su espacio medioambiental como Estados Unidos”.
Ignacio Ramonet

El establecimiento o consolidación de los llamados “bloques regionales” no sólo es producto de la reciente arremetida de la mundialización capitalista, o no sólo tiene que ver con la índole económica del desarrollo capitalista con proyección mundial, la regionalización es heredera de todo un proceso de despliegue  de la geopolítica del capital y del establecimiento duradero, endeble y a ratos precario de la disputa hegemónica entre Estados Unidos y las otras potencias económicas con proyecciones globales.

Desde nuestro punto de vista, lo que la llamada globalización manifiesta –al menos para el caso de la región latinoamericana– es la consecusión, en un determinado contexto histórico, del conjunto de finalidades que podemos asociar a las políticas de corte globalista que el imperio del Norte experimenta en el último siglo; es decir, en el terreno de la geopolítica y la diplomacia imperial, la geoeconomía de la globalización manifiesta la consolidación del globalismo norteamericano, de ahí que prefiramos asociarlo con intereses y políticas de orden intervencionista y expansionista, que nos hacen recordar al imperialismo clásico. Para el caso latinoamericano la proyección mundial del capitalismo estadounidense está asociada al establecimiento del proyecto hemisférico del ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), del que el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) es –digamóslo así– sólo el primer paso.

El globalismo norteamericano encuentra sus orígenes y se relaciona estrechamente con las prácticas de un Estado pragmático, que busca la consecusión de finalidades de expansión global que aseguren el despliegue de sus grandes corporativos en términos de producción, distribución y consumo pero que, sin embargo, aseguren su mercado nacional o regional y lo protejan de la amenaza real o ficticia de la competencia externa. Según el politólogo José Luis Orozco[35], especialista en el tema del pensamiento político norteamericano, la fusión entre pragmatismo y globalismo se encuentra presente ya en las opiniones visionarias de Walter Weyl, prototipo de la élite liberal agrupada en torno a The New republic, quien sintetiza las finalidades de lo que Orozco llama la pax corporativa, para Weyl “en la economía mundial actual ...[escribe en el año de 1917]... la nación es la unidad y la fricción internacional la regla ... el movimiento tiende hacia el mundo de los negocios ... nos hallamos ya en los primeros comienzos del internacionalismo del capital”[36], el paso de la industria nacional a la industria supranacional o internacional hace pensar a Weyl el inicio de una coordinación no sólo económica sino política, sentando los cimientos a un imperialismo, según Weyl, “dilatado, abrumadora y ostensiblemente pacífico”[37], donde no importa la pérdida de independencia económica de otras naciones, si se permite el sano flujo de las finanzas norteamericanas, hacia donde los salarios sean bajos. Tal y como concluye Orozco, las tendencias globalizadoras e integradoras apuntan más al imperialismo que al internacionalismo.

A lo largo de este siglo, después de la desaparición del dominio hegemónico de Gran Bretaña en el siglo XIX, el mundo paso poco a poco a convertirse en un sistema de bloques económicos apoyados en barreras arancelarias, apoyándose en sus inicios en la política de ‘preferencias imperiales’. En el proyecto geopolítico alemán de inicios de este siglo, estas proyecciones regionales estaban vinculadas en un inicio a la doctrina del espacio vital ‘lebensraum’, y después se percibieron desde una perspectiva más global, interpretando a las regiones económicas en clave de ‘panregiones’ (‘una especie de doctrina Monroe multiplicada por tres’). Después de la segunda guerra mundial y teniendo a Estados Unidos como el gran vencedor de la conflagración bélica, la política de bloques regionales entró en desuso y hubo una gran promoción de una política con proyecciones globales, con instituciones que actuaban en un marco multilateral (ONU, GATT, Instituciones de Breton Woods, etc), en este período bipolar la doctrina norteamericana de las ‘grandes áreas’ estuvo asociada a la política de contención. Actualmente en el período de posguerra fría la política de bloques económicos vuelve a cobrar una gran actualidad e importancia (Taylor, 1994, 45 – 58).

Desde 1945 el mundo comenzó a moverse en un contexto de dos superpotencias, y primo la estrategia de la contención y la política de alianzas antisoviéticas que se pactaron tras la guerra (la OTAN en Europa, el CENTO en Asia Occidental, y la SEATO en Asia Oriental). Habría que reconocer el mérito de la categorización que utiliza Raymond Aron en su texto –que data de 1973– La República Imperial[38], quien ya califica precisamente como “globalismo estadounidense”[39] la practica geopolítica y de diplomacia imperial asociada a la contención del comunismo y la derrota de los ensayos revolucionarios que durante la década de 1950 y 1960 tuvieron por escenario al Asia-Pacífico. De este modo resume Aron su planteamiento: “la diplomacia ... de Washington se ha dado como objetivo contener el comunismo, limitar las zonas a que se extendería el poder soviético o el de los países en que se instaurarían regímenes marxistas-leninistas”[40]. Para Aron “la fórmula ... de la contención ...[condujo a]... la ‘globalización’ y a la ‘militarización’ ...[cuyo acontecimiento fundante fue]... la campaña de Corea”[41].

Aún cuando Aron se sigue moviendo en su argumentación en el terreno del sistema de bipolaridad ya argumenta según sus propias palabras lo siguiente; “en el régimen planetario ... sólo hay dos potencias globales sin que el sistema sea global, si por Globalidad entendemos la formación de dos bloques o campos, cada uno en torno de su potencia global. El Japón, por falta de armamento ... así como Europa Occidental, por falta de unidad y de resolución, a causa de la proximidad física de una potencia global, continuarán dependiendo de la alianza y la protección de Estados Unidos”[42]

Ahora bien, en detrimento del argumento de Aron habría que decir que el globalismo intervencionista de los Estados Unidos no se restringe al terreno de lo político-militar, sino articula la geopolítica del globalismo intervencionista, con la geoeconomía de la expansión y conquista de mercados. Desde el período de entreguerras y con mayor fuerza después de 1930 la geoeconomía de los Estados Unidos se mueve en la lógica de las grandes áreas como espacios geoestratégicos de aseguramiento de recursos, mano de obra y mercados que den viabilidad a un capitalismo en crecimiento, en el caso de Alemania este proceso de expansión se vincula a la ideología y la doctrina del ‘espacio vital’ y las ‘panregiones’ globales, y en Japón a la doctrina de la ‘esfera de coprosperidad’, que atienden –los tres procesos– a la ampliación de soberanía o de cuasi-soberanía, y en tal sentido constituyen el origen fundante de los actuales procesos de regionalización ahora ya en proceso de consolidación[43].

A manera de conclusión, o nuestra tarea

“El verdadero límite histórico del capitalismo es, con toda exactitud, éste: el mundo polarizado que crea es y será cada vez más inhumano y explosivo ... el socialismo tiene el deber de proponer otra visión de la mundialización, y los medios de completarla en el verdadero sentido del término, al darle un carácter humano y de auténtica universalidad”
Samir Amin

Ante el planteamiento dominante, según el cual el capitalismo ha ingresado a una nueva etapa de su desarrollo, conformando “una nueva totalidad histórica”, en la que las fronteras se nulifican o se anulan y donde el Estado-nación y la soberanía se tornan “anacrónicos” y “quiméricos”, pues tanto éstos como la economía y la sociedad nacional funcionan como provincias de la sociedad global; se impone la necesidad de pensar y repensar un razonamiento alternativo que busque la verdadera novedad de los tiempos que nos ha tocado vivir y las consecuencias de un planteo según el cual las fuerzas inexorables de la autorregulación por el mercado presentan como imposible o utópico cualquier razonamiento que cuestione el automatismo o determinismo del globalismo homogeneizante.

Para los partidarios de la globalización, los principales actores o hacedores de la historia son las transnacionales y el gran capital con sus estructuras e instituciones supra-nacionales; los sujetos, organizaciones, movimientos y pueblos sojuzgados, no hacen sino presenciar los acontecimientos y ocupar el lugar que les fijan las estructuras omnipresentes del mercado y el capital global; la historia no se construye por ellos, se presencia, se les impone una ideología según la cual no hay alternativa al neoliberalismo y la globalización, para el globalismo “la globalización capitalista debilita las posibilidades de estrategias nacionales”. Ante este desvanecimiento de la subjetividad, se impone la necesidad de observar las transformaciones históricas que experimenta el capitalismo mundial: como la profundización, ampliación o afianzamiento de procesos y estructuras del modo de producción específicamente capitalista (que quizás no sean tan novedosas); procesos éstos que se impusieron y ejecutaron por determinados actores e intereses, y que implicaron acciones específicas del Estado y sus representantes, así como la renuncia a otro tipo de políticas, a otra forma de acometer la inserción al mercado mundial capitalista (el proyecto neoliberal dominante se ejecuta en una particular correlación de fuerzas sociales, y con una determinada actuación del Estado y sus instituciones).

En las páginas anteriores hemos intentado alertar sobre actitudes de notable indiferencia, a-críticas, sorprendente escepticismo o aún eclecticismo, que en nada contribuyen a la reformulación, imaginación y desarrollo no sólo de un pensamiento crítico mejor capacitado para explicar (en términos causales o de determinación), pero también para crear un mundo más justo y para todos (en el sentido de descubrir y desarrollar las potencialidades y lo indeterminado de la realidad, incorporando la dimensión de futuro).

La aparente dicotomía que nos planteábamos al inicio: crisis capitalista o recambio, restitución y dominio del capital, dicho en otros términos, globalización como reconversión y restructuración del capitalismo, o imposición de la crisis y del trabajo de crisis, a través de imposición de políticas que en el terreno de la geoeconomía y la geopolítica internacional parecen reeditar el ejercicio de políticas imperiales y de explotación y exclusión articuladas.

El recurrente cuestionamiento a que –en un contexto como el anteriormente vislumbrado– son sometidas las relaciones o articulaciones dialécticas entre los espacios; mundial, nacional, o local, o mejor, la dinámica de funcionamiento de un capital global mundial, cada vez más libre de ataduras, pero que, sin embargo, no puede independizar su funcionamiento de la pervivencia del Estados-nación que asegure la lógica de transferencia de excedentes de los sectores asalariados al capital; sancione la asignación de ganadores y perdedores, producto de los reacomodos en las relaciones Estado - Mercado, Estado - Sociedad, y Estado - Capital, y ejecute las modificaciones de los marcos institucionales y legislativos vigentes, y mantenga en los márgenes institucionalizados (y en el espacio fijado por las fronteras territoriales) el acentuamiento del conflicto social (teniendo cuidado de no caer en orientaciones estadocéntricas); así como el reconocimiento de que la globalización del capital no se reduce a la ampliación de los intercambios y valorización del capital–dinero y capital–mercancía, sino que incluye también el ámbito de globalización o mundialización de la experiencia vivida, como pobreza, hambre y exclusión de la mayoría de la humanidad; manifiestan que la dinámica globalizadora no está sujeta a una sola dimensión temporal, sino que puede incluir procesos sociales, o ejercicios de constitución de la subjetividad, que al manifestar a la historia como el terreno de enfrentamiento, incluyen distintos ritmos de temporalidad y maduración de la respuesta y la protesta de los distintos sujetos y de las fuerzas sociales.

Automatismo, inexorabilidad y determinismo de las leyes del mercado y el capital o imposición violenta autoritaria y excluyente de la gestión capitalista de la crisis, que pone en riesgo las dos fuentes fundamentales de la riqueza en éste y cualquier tipo de socialidad posible (la naturaleza y el sujeto), curiosa o paradójicamente esta disyuntiva o dialéctica puede plantearse del siguiente modo: El renacimiento y desarrollo del pensamiento crítico se fincará en la globalización o mundialización de la crítica o la crisis de la ideología del globalismo excluyente.


(*) El autor,  José Guadalupe Gandarilla Salgado es profesor de Economía en la UNAM, México
      E-mail: joseg@servidor.unam.mx

Notas

1. Véase Michel Camdessus “Vivir en la ciudad global” en Capítulos, Núm. 45, Enero - Marzo de 1996, págs. 7 - 14, y desde otra perspectiva Carlos González Martínez, “La ciudad global del planeta urbano” en Cuaderno de Nexos, Año 19, Vol. XIX, núm. 224, Agosto de 1996, págs. 24 - 25.

2.Véase Oliver Kozlarek “Simulación, realidad y desafío de la globalidad” en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, núm. 167, enero – marzo de 1997, pp. 35 – 50.

3. Tal y como afirma Robert Boyer desde 1983 Theodore Levitte propone el término para “designar la convergencia de los mercados del mundo entero”. Levitte, Theodore “Globalization of Markets”, Harvard Business Review, May – June, 1983. Citado en Robert Boyer “La globalización: Mitos y realidades” en Gutierrez Garza, 1997, p. 21.

4.Construir un razonamiento fundante que determine nuevos ángulos desde donde saltar los límites de lo dado hacia lo inédito incluye una exigencia de distanciamiento que “consiste en el movimiento de alejarse del problema para no quedar atrapados por una situación cristalizada como producto, en forma de poder abrirse ya sea como simple reconocimiento de posibilidades de otros discursos, o bien, lo que es más difícil, conformando un contenido nuevo para el mismo discurso” (Zemelman, 1998: 23 – 24)

5.Véase para una atinada crítica a este enfoque, Joachim Hirsch “¿Qué es la globalización? en Realidad Económica núm. 147, págs. 7 – 17.

6.  Ignacio Ramonet. “Pensamiento único y nuevos amos del mundo” en Noam Chomsky e Ignacio Ramonet “Cómo nos venden la moto”, Barcelona, Icaria, 3a. edición, 1996, págs. 55 - 98.

7. Ibid. pág. 59.

8. Ibid. pág. 57.

9. Ibid. pág. 58.

10- Citado en Ibid. pág. 63.

11.Carlos Vilas, “Seis ideas falsas sobre la globalización. Argumentos desde América Latina para refutar una ideología”, en John Saxe-Fernández (Coord.) Globalización: Crítica a un paradigma, México, Plaza y Janés, 1999, págs. 69 – 101.

12. Michel Camdessus, op. cit. pág.  9. (cursivas nuestras JGGS).

13. Renato Ruggeiro, “La política internacional en la hora de la OMC”, Capítulos, Núm. 47, Julio - Sept., 1996, págs. 7 - 16.

14. Para Octavio Ianni cualquier tentativa de proyecto nacional “está sujeto a las determinaciones globales que adquieren preminencia creciente sobre las determinaciones nacionales”, en Ianni, “Estado-nación y globalización” en El Cotidiano, año 12, núm. 71, septiembre de 1995, págs. 93 - 94. La debilidad fundamental del argumento consiste en que fueron determinaciones precisas de los sectores de la burguesía nacional que hegemonizan el control del aparato estatal, las que impulsaron las políticas neoliberales de globalización, y en rigor estas últimas como en repetidas ocasiones ha afirmado Hinkelammert, constituyen la renuncia a cualquier política de desarrollo, véase Hinkelammert, “Cultura de la esperanza y sociedad sin exclusión”, Ed. DEI - Caminos, San José Costa Rica, Sept. de 1995, págs. 131 - 156.

15. Charles Oman, “Globalización: la nueva competencia” en Las reglas del juego. América Latina, globalización y regionalismo, Argentina, Corregidor, 1994, pág. 22.

16. Ibid.

17.Véase Arthur MacEwan “Globalización y estancamiento” en El mundo actual: situación y alternativas, Pablo González Casanova y John Saxe-Fernández (Coords), México, 1996, Siglo XXI, págs. 59 - 73.

18.Véase Joachim Hirsch “¿Qué es la globalización? en Realidad Económica núm. 147, págs. 7 – 17. A quien pertenece esa afirmación.

19.Véase Sergio de la Peña. “América Latina frente a la globalización” en Dialéctica, Nueva Época, Año 18, Núm. 27, primavera de 1995, y Toni Negri “Fin de Siglo”, Paidos, Barcelona, 1992, en especial capítulo 3, 4, 5 y 6.

20.Tan sólo por concepto de pago de intereses de la deuda y por la remisión de utilidades netas, según datos del “World Debt Tables” y del “Balance of Payments Statistical Yearbook” editados por el Banco Mundial y el FMI, América Latina traslado un promedio de 45000 millones de dólares anuales en el período de 1982 a 1995.

21.Véase Ruy Mauro Marini, Prefacio al libro de Adrián Sotelo V. México: Dependencia y modernización. Ed. El Caballito, México 1993, págs. 9 - 12.

22. Véase Arthur MacEwan op. Cit.

23.Véase nuestro “La globalización: efectos y tragedias sociales” en Memoria, núm. 105, nov. de 1997, págs. 21 – 24.

24.Véase Octavio Ianni, op. Cit., y Francis Fukuyama “Capital social y economía global” en Este país, núm. 59, febrero de 1996, págs. 2 - 9. Publicado originalmente en Foreign Affairs, septiembre - octubre de 1995.

25.Kenichi Ohmae “The rise of the region state”, citado en María Cristina Rosas, México ante los procesos de regionalización económica en el mundo, México, IIEc - UNAM, 1996, pág. 19.

26.Retomamos el argumento ofrecido por James Petras y Howard Brill , “The tyrany of globalism”, en Petras, et. al., Latin America: Bankers, Generals, and the Struggle for Social Justice, Rowman and Littlefield, 1986, págs. 3 - 20, y el desarrollo que del mismo hace John Saxe Fernández “La globalización: Aspectos geoeconómicos y geopolíticos” en Heinz Dieterich (Coord)., Globalización, Exclusión y Democracia en América Latina, México, Joaquín Mortiz, 1997, págs. 53 - 73, y la preocupación expresada por Luis Javier Garrido en su “Introducción” al libro de Noam Chomsky y Heinz Dieterich, La Sociedad Global, México, Joaquín Mortiz, 1995, págs. 7 - 14.

27.Véase Pablo González Casanova “El colonialismo Global y la democracia” en Samir Amin y Pablo González Casanova (Coords) La nueva organización capitalista mundial vista desde el Sur. Tomo II. El Estado y la política en el Sur del mundo., Barcelona, Anthropos, CEIICH, 1996, págs. 11 – 144.

28.Véase Noam Chomsky, El miedo a la democracia, Barcelona, Crítica, 1992, Introducción, págs. 11 - 19.

29. Ibid, pág. 14.

30.No cabe duda que el momento y el contexto histórico que se vivió en las décadas del sesenta y el setenta, es muy distinto al que nos ha tocado presenciar después de la transición conservadora de los ochenta. En un ensayo publicado en francés en 1972 y en castellano en 1975, Anouar Abdel Malek afirmaba que los “círculos –endógeno (clases y grupos sociales), exógeno (naciones, culturas, civilizaciones)– constitutivos del movimiento mundial en la época contemporánea” (infra, pág. 11) eran agitados finalmente “por los procesos de mundialización” (ibid.), lo interesante o paradójico es que en aquellos años para Malek esos procesos eran, en primer término “los grandes movimientos de liberación y de revolución”, y la convergencia de “las revoluciones nacionales y sociales con la revolución científico-técnica” (ibid.), como resulta evidente las fuerzas impulsoras de ‘los procesos de mundialización’ en nuestros tiempos son otras muy distintas, aunque la técnica se encuentre presente en ambos enfoques. Véase Anouar Abdul Malek, “La dialéctica social. La restructuración de la teoría social y de la filosofía política”, México, Siglo XXI, 1975, 404 págs, en especial 11 - 56.

31. Luis Javier Garrido “Introducciòn”, op. cit. pág. 8.

32.Carlos Vilas, “Seis ideas falsas ... op. cit. pág. 21.

33. Retomamos el argumento de Rafael Agacino “La anatomía de la globalización y la integración económica”. Ponencia presentada al seminario Integración Internacional, organizado por el Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello, La Paz, Bolivia, 31 de marzo a 4 de abril de 1997.

34 Para Enrique Iglesias, presidente del BID, la creación de nuevos pobres producto de la aplicación de las políticas neoliberales de globalización y la profundización de esas reformas es un “fenómeno transitorio e inevitable”. Véase La Jornada, 14 de Marzo de 1997, pág. 55.

35.Véase José Luis Orozco, “Pragmatismo y globalismo: el primer ensayo” en José Luis Orozco y Ana Luisa Guerrero, Pragmatismo y Globalismo, México, Fontamara, 1997, págs. 15 - 40.

36. Walter E. Weyl, “American World Policies 1917”, citado en Orozco, op. cit. pág. 18.

37. Ibid.

38. Raymond Aron, La república imperial, Madrid, Alianza Editorial, 1976, 389 págs.

39. Ibid. pág. 360.

40.Ibid. pág. 253.

41. Ibid. pág. 331.

42.  Ibid. pág. 171.

43. Véase John Saxe Fernández, op. cit., y del mismo autor “América Latina-Estados unidos en la posguerra fría: Apuntes estratégicos preliminares” en Problemas del Desarrollo. Vol. XXIII, Núm. 90, Julio-septiembre 1992, págs. 135-179, así como la argumentación y la ilustración histórica de Noam Chomsky, “Lo que realmente quiere el tío Sam”, México, Siglo XXI, 1994, 136 págs, en especial 9 - 33.

Referencias Bibliográficas

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