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EL DESASTRE

Federico García Morales

En la trágica situación que comienza a vivirse a partir de los pavorosos hechos del martes 11, sólo podemos reflexionar sobre lo que sabemos y separar muy claramente lo que suponemos o lo que intencionalmente se nos intenta hacer pensar.

La revista Time preguntó en su edición de la primera semana de septiembre, cómo "nos sacaría Bush Jr. de la llegada del desastre económico". Se refería a la recesión mundial que estaba esperando su momento más dramático en el crack del mercado americano. Y la situación llegó del cielo, de una manera inesperada y espeluznante. Por unos momentos se pudo pensar que el estallido del sistema financiero americano se estaba mostrando ante nuestros ojos de un modo demasiado evidente.

Es igualmente evidente que el Presidente Bush y el establecimiento militar/ industrial han empezado a explotar los sucesos del 11 de septiembre para imponer un programa reaccionario máximo, y así la crisis económica que se veía venir "de modo natural", se transformó en los mensajes sucesivos del sistema, en el "resultado" del reciente Apocalipsis terrorista. En cierto modo, el avionazo adelantó los relojes.

En adelante, las tareas de recuperación económica se vienen a transformar en tareas militares. Sólo que en este caso al "enemigo" no se le alcanza a distinguir muy claramente.

Lo cierto es que hubo un fuerte impacto en las bolsas centrales, que dejaron adivinar una proclividad hacia el desastre y la quiebra, más o menos en el orden de su susceptibilidad.

¿Cómo pudo ser posible que el allanamiento de unas cuantas cuadras, y la liquidación de gente inocente, en su mayoría trabajadores, hubiera podido generar, en el mundo al que nos estábamos acostumbrando, una corrida de bolsas hacia la baja?

¿Cómo pudo ser posible que el país hegemónico, que se preparaba para la guerra de las galaxias, fuera súbitamente tan vulnerable? ¿Cómo puede entenderse que después de una larga colaboración con la gente de bin Laden, y después de una extensa investigación de sus movimientos, la inteligencia americana hubiera estado al margen de todo conocimiento sobre las organizaciones islámicas, y que sólo súbitamente, después del atentado, abundaran en información detallada? ¿De qué modo se dio esta prolija conspiración, perfecta en todos sus detalles, y que sin embargo, de pronto, deja detrás rastros ingenuos como Coranes, manuales infantiles de manejo de avionetas, y arma una operación con gente que lleva consigo sus identificaciones reales de la Unión de Emiratos? ¿Acaso no les preocupaba el futuro de sus clanes , familias o países?

Habrá tiempo para encontrar respuestas. Entretanto, los ejecutores materiales se evaporaron, y si hubo más allá algún centro organizador, será el que elija, de acuerdo a sus conveniencias estratégicas, el imperio americano.

El dato real es hasta ahora que grupos de comandos de alto entrenamiento se apoderaron de varios aviones de pasajeros más o menos simultáneamente, y los dirigieron con gran decisión, y manejando estos aviones con la pericia de aviadores de guerra hacia blancos precisos, realizando maniobras difíciles, en tiempos cuidadosamente elegidos y con un profundo conocimiento de las estructuras del objetivo y de las características de sus máquinas.

De ahí en adelante todo es hipotético: ¿Quiénes fueron? ¿Desesperados aislados? ¿grupos fanatizados que actuaban por encargo de algún poder del Medio Oriente o de los propios EEUU? ¿En estos casos, hasta dónde independientes de los aparatos de inteligencia? ¿O se trató de una conspiración enteramente armada dentro del sistema y el estado americano?

En la prensa internacional asoman estas dudas.


Ahora, lo cierto y positivo es que el Presidente de los EEUU está invitando al mundo a polarizarse y a avanzar hacia una serie de conflictos. E instala la nueva regla: "el que no está conmigo, está contra mí".

Es importante considerar algunos aspectos del nuevo deslizamiento de la situación mundial.

Con respecto a la primera pregunta: ¿Cómo es posible que actos terroristas generen como severa consecuencia, la recesión mundial? La respuesta más obvia es que en todas las regiones, centrales o periféricas de la economía mundial, se estaba viviendo una fuerte depresión. Es lo único que ya preocupaba en los círculos económicos. Los gráficos muestran curvas a la baja sin remedio. En las últimas semanas Dow Jones, Bovespa, la Bolsa de Londres, de Alemania, de Japón, qué decir de Turquía o de Argentina, mostraban el constante y sumado declive que iba cobrando fuerza. En lo que iba del año ya había bajas cercanas al 30%, y en las semanas recientes la postura depresiva ya era insoslayable.

Mr. Greespan ya cada semana ofrecía la desgastada prueba de su magia financiera. Simplemente se había entrado en un callejón recesivo sin indicaciones de rumbo alguno que pudiera reenderezar a esta economía capitalista, transnacional y globalizada. Muchos de estos apelativos se veían empalidecidos. La condición capitalista sólo adelantaba a los analistas su peligrosa condición cíclica; los aspectos transnacionales, señalaban sólo los riesgos de una también azarosa concentración, que podía acentuar todavía más rápidamente los declives y las corridas depresivas, mientras la "globalización" se transformaba sólo en una manera de estallar, o de exponer un mundo económico disfuncional, horriblemente polarizado, en donde ya el tema "globalizante" de la expansión y el crecimiento se había desvanecido. No era extraordinario, entonces, que en unos días más ,hubiéramos presenciado el surgimiento del atascamiento global de la economía con una dramática presentación en las bolsas centrales que habrían dado la clarinada de la caída del sistema, la que mostraría a las claras las incapacidades del capitalismo y la ineficiencia de sus modelos. Entonces, no es extraño también el profundo efecto alcanzado por los hechos del 11 de septiembre. El mundo financiero entendió muy a su manera el derrumbe de las Torres de Nueva York, y hasta el momento, la tragedia que allí se dio se ha estado interpretando más que nada en los términos de los deseos económicos, de cómo utilizarla para "levantar los stocks". Con esto, hubo un giro, que ya señalábamos más arriba: la crisis que estaba golpeando la puerta, se viene a presentar ahora como un "resultado del terrorismo que impide el buen funcionamiento normal de los negocios". Pero a la par, el visitante viene ahora con casco, fusil y mochila, y urbi et orbi, tronando por encontrar soluciones bélicas y represivas a problemas que él mismo ha generado.

Y emergemos, entonces a un mundo nuevo y enrarecido en donde-como señala Chomski en otro artículo de esta edición—"lo peor queda por verse". La única promesa que emerge del discurso del presidente americano, es la guerra. Pero la guerra más curiosa de la historia: una guerra en la que todavía no tiene contendiente definido. Claramente el contendiente (y víctima en adelante del poder desatado de los poderes centrales) está por ser establecido de acuerdo a los intereses estratégicos del imperio. Y aquí vale la pena dar una mirada al trayecto reciente de la potencia hegemónica:

A nivel mundial, se ha movido buscando objetivos como:

  • Asegurarse el control de los recursos mundiales, particularmente los energéticos.
  • Impedir a toda costa la reemergencia de un centro de poder eurasiático al estilo de la ex Unión Soviética.
  • Desarrollas proyectos que favorezcan el emplazamiento de nuevas alianzas, como el del reparto de las zonas de Asia Central.
  • Sujetar el desarrollo de otros polos económicos (China, Japón, Europa, Islam) a las condiciones de la hegemonía imperial americana.
  • Sostener la hegemonía americana saliendo de los tratados de limitación de armamento nuclear y destruyendo el sistema de las Naciones Unidas.
  • Gran parte de estos puntos se fueron ordenando a través de una fuerte actividad diplomática, financiera y militar que ha tenido sus momentos climáticos en las guerras del Golfo, Yugoslavia, etc.

Coincidentemente, el mando que se constituye en la Unión Americana y que dirige el desarrollo actual, está conformado por los hombres de las guerras del Golfo y de Kosovo. Es difícil imaginar que sean capaces de tornar la cabeza de sus preocupaciones anteriores e intentar crearse nuevos frentes en la búsqueda de "la primera guerra del milenio". Quizás por eso suena tanto Afganistán como el lugar elegido para el despliegue de los talentos estratégicos del novel presidente. Este es un proyecto que lleva más allá en las regiones del Caspio, y en los que hay ya mucha coincidencia con los aliados europeos.

Pero esta nueva guerra, que implica un fuerte endurecimiento político y psicológico sobre las poblaciones y el recurso a nuevas maneras de gobernar, viene a establecer nuevos recursos que indican el carácter profundamente autoritario de este sobresalto del sistema.

Y tampoco es esto algo que venga a aparecer como consecuencia de los "cuatro pilotos del Apocalipsis". Desde hace ya bastante tiempo, el complejo industrial/ militar de los EEUU venía transformándose en el principal proveedor de armamentos en el mundo, y prácticamente todos los países de su periferia habían acentuado su tributación (ya inmensa en términos de pagos de intereses de deuda y remesa de utilidades por IED) sumando nuevos endeudamientos por compra de armamento y mantención de ejércitos y policías.

En América Latina el tema más ridículo que se ha incluido en las campañas electorales en donde se ofrece todo menos seriedad y preocupación por los problemas reales de los pueblos, es... Seguridad. Y entonces, desde el Río Grande a Tierra del Fuego se puede apreciar el afanado trabajo de los representantes de la democracia renovada intentando crear nuevos esquemas de Inteligencia, y nuevas propuestas para aumentar el poder represivo de esos estados que según sus otros discursos "estaban desapareciendo al ritmo del avance de la globalización". Lo que de hecho han estado haciendo es preparar la entronización de nuevos períodos duros y de nuevos militarismos, de acuerdo a las demandas del Estado Imperial que ve llegar tiempos duros. Los ejércitos de América Latina se entrenan, mientras, para futuras ocupaciones de sus propios territorios, para guerras internas, y también, para "guerras humanitarias". Posiblemente ahora se esté creando la ocasión para que sirvan de carne de cañón. Y gente como De la Rúa no trepida en ofrecer la sangre de sus conciudadanos en la campaña junto al gran aliado, a cambio de algunas facilidades en el pago de su deuda.

Ahora todo esto se transforma en tarea urgente. No en vano, el Jefe va a la guerra. Y los de este lado ya entienden que esa guerra es la condición para "recuperar" las economías.

El primer acto que veremos en los próximos días será el intento de originar un "rally" que levante a las Bolsas norteamericanas. Para eso, todo se prepara y se orquesta en gran espectáculo. El escenario lo empieza a tender la propia Reserva Federal que baja nuevamente sus tasas y va extendiendo préstamos a a la Unión Europea para que se pliegue a la producción del "momentum" asegurando la liquidez. También el Banco Europeo abre sus arcas en un acto de generosidad inusitada. Mientras, las bolsas norteamericanas extienden su período de cierre, por una semana, "a la espera de que todo marche bien, en todos sus detalles". Lo que va a marcar bien es que el día de la apertura posiblemente va a ser acompañado por una opertura de bombardeos en alguna región del globo y de ofertas belicistas que darán su aspecto triunfalista al retorno de las ganancias... por unos días. Ya que, obviamente todo este alboroto no cura a la economía de su enfermedad. Después veremos a dónde conduce esta guerra. Con la compañía de la crisis, probablemente a escenarios todavía más trágicos.

Quizás es por eso que muchos columnistas no dejan de alarmarse y de implorar a Bush por algo difícil de encontrar en estos tiempos, y en los medios en que este Presidente se mueve: uso de razón. Con lo que libradas a las inercias, los dilemas del desastre que acaba de ocurrir, sólo pueden ser otros desastres.

Si se mira solamente ese aspecto insuflado en estos días en gran parte de los ciudadanos norteamericanos, el sentimiento de venganza, es bueno recordar a un estudioso de esos procesos, el profesor René Girard, que señaló que los ciclos de la venganza sólo conducen a la venganza infinita, a la destrucción sin fin. Un lugar en donde no se puede edificar una sociedad.

La sociedad norteamericana debe reflexionar qué cosas horribles son éstas que ocurrieron el 11 de septiembre, y que no llegaron a darse gratuitamente, sino como consecuencia de profundos errores que han comprometido a su sistema con operaciones igualmente infames en demasiados lugares del mundo. Sería conveniente que sopesaran la clase de maquiavelismo que impregna a los aparatos dirigentes. . Es por eso que hoy día les cuesta saber donde está su enemigo. .

Pero hay una crisis que avanza, y en esta crisis se alza como hecho central, inesquivable, la completa bancarrota del pensamiento único y del establecimiento globalizante, corporativo y privatizador. En este ambiente, el desastre puede fácilmente reciclarse en procesos más pavorosos, más venenosos.

La línea de acción que se está tomando, impulsada además por las turbias complicidades de tantos negociantes y grupos de las llamadas "clases políticas", conduce a la completa desestabilización del sistema internacional . Inevitablemente lleva a la quiebra de muy difíciles equilibrios en el Sur de Asia, el Medio Oriente y Asia Central. Ya se ve en estos días cómo, antes de que suene un disparo, se va ordenando una situación muy problemática en Pakistán, que puede originar una corrida dramática hacia India y China. Para agravar las cosas, el grupo del Presidente Bush ha desahuciado unilateralmente los tratados sobre limitación de armamentos nucleares con Moscú. Lo menos que se está garantizando con la línea aventurera, y supuestamente vengativa, de la Casa Blanca, es el estallido de guerras de muy largo recorrido, ajustadas en marcos difíciles, señalados por la presencia de armas de destrucción masiva y nuevas áreas de conflicto.

Es una ingenuidad suponer que las guerras pueden a esta altura proveer "la sana recuperación de las economías". Estarán estallando justo cuando revienta la gran burbuja financiera y productiva. Y las readecuaciones sólo son posibles en plazos muy largos, y ya no serán significativas para las economías arrasadas de la periferia.

Viene esto también a darse en el espacio creado en gran parte por la globalización (que en paz descanse); un espacio que en sus inercias propietarias provoca gigantescas polarizaciones sociales y, a la par, fuertes incapacidades para la renovación del ciclo. De modo que la aventura que comenzó con el estallido infame de las torres, y que continuó con las promesas de "recuperación" en la medida que progrese la industria armamentista, sólo puede llevar a un descalabro mayor, en un ambiente hobbesiano de los hombres convertidos en lobos de los hombres. Esto es , nos llevan de la pera hacia una experiencia de barbarie y de horror, que si nos queda algo de inteligencia y humanidad, no debemos aceptar.

El avance de la crisis—porque ya no es sólo recesión o depresión--- el fin de la globalización y de sus promesas, y el fin de los modelos económicos en que ésta descansaba, obliga a repensar la necesidad de alternativas. ¿Vamos a seguir mansamente aceptando las privatizaciones? ¿Vamos a poder pensar en proteger la alimentación y el desarrollo de las poblaciones sin nacionalizar nuestra producción? ¿Vamos a aceptar mansamente el desempleo, la rebaja salarial, la escasez a que nos conduce la aventura suicida del capitalismo central? ¿Hasta cuando vamos a continuar admitiendo como razonable la expresión esperanzada de los gobernantes adulones con respecto a "la pronta" recuperación de los EEUU? ¿En vez de la gran alianza para defender al explotador de todos, no será más conveniente aliarnos entre nosotros para defender nuestros mercados, nuestra producción, nuestra particular manera de vivir? Y sobre todo, para disuadir las aventuras guerreristas , genocidas, y sus engendros autocráticos. El capitalismo y su búsqueda obsesiva y alienada de ganancias, no es una promesa. Se alza hoy como un asesino maloliente.

Queremos citar unas líneas del libro de Shirer: Ascenso y Caída del Tercer Reich (p. 268 de la edición inglesa):

"Quizás nunca se sabrá toda la verdad acerca del incendio del Reichstag. Casi todos lo que algo supieron de eso, ya están muertos, la mayoría asesinados por Hitler en los meses que siguieron. Ni siquiera en Nüremberg se consiguió revelar enteramente el misterio, aún cuando hay suficiente evidencia para establecer más allá de toda duda razonable, que fueron los Nazis los que planearon y llevaron a cabo el incendio, para sus propios fines políticos..."