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La cuestión ideológica en México en el 2006

María del Rayo Sánchez

Hay algunas observaciones de Terry Eagleton sobre la ideología que nos proporcionan un buen punto de partida a nuestras reflexiones. Señala, por ejemplo que los años recientes han sido testigo de abundantes movimientos ideológicos. Y si, podemos señalar la renovación del islamismo, el asenso de la globalización, una derecha integrista, a la par de una izquierda moderada que ya no maneja un discurso socialista.

También nos lleva a entender que el término mismo de “ideología” se presta a diferentes definiciones, entre las que señala “el proceso de producción de significados, las ideas que caracterizan a un grupo o clase social , y las ideas falsas que contribuyen a legitimar un poder político dominante, siendo también una expresión de intereses sociales y un pensamiento de identidad.” Todo eso y algo más. En el fondo, en la discusión ideológica subyace la visión de Marx, sobre un sistema de ideas relacionada con intereses de clase que sostiene una visión invertida de la realidad. Lo que llamó en algún momento, conciencia falsa. ( Terry Eagleton, Ideología, una Introducción., Ed., Paidós, Bs. Aires 1995)cap-1)

Otro autor que nos sirve de apoyo es Paul Ricoeur. Si la ideología puede en general ser definida como pensamientos que dan coherencia a un estatus o animan las aspiraciones de un grupo social, esta definición general contiene una clara llamada a una relación con la realidad, pero a la vez la limita a ser particularizada a la visión de un grupo y a sus intereses. Lo que podría afectar su objetividad. La ideología, entonces, como visión particular o parcial, podría contener la “inversión” de la realidad, al modo como lo expresa Marx en la Ideología Alemana. Como producto de conciencia situada, carece de autonomía -la ideología o las ideologías son relativas al movimiento social, un proceso de significaciones abierto, interesado, en despliegue, dinámico, que puede contener a más de representación, deformación. Paul Ricoeur, ha señalado precisamente, la riqueza y ambivalencia que contiene este concepto “Llamar algo ideológico nunca es formular meramente un juicio teórico, sino que antes bien implica cierta práctica” (P. Ricoeur, Ideología y Utopía, Gedisa ed. BARCELONA 2001, pp.191 ss).

También Ricoeur nos enseña ese saliente aspecto dinámico del paquete ideológico:
“ La indagación de la ideología y de la utopía revela desde el comienzo dos rasgos que comportan ambos fenómenos. Cada uno de ellos tiene un aspecto positivo y uno negativo, un papel constructivo y uno destructivo, una dimensión constitutiva y una dimensión patológica (…) La ideología designa inicialmente ciertos procesos de deformación, de disimulo, en virtud de los cuales un individuo o un grupo expresa su situación aunque sin saberlo o sin reconocerlo…” (Id. P. 45) Esos aspectos dinámicos, transformistas, ambiguos y patológicos vienen a surgir con fuerza en las manifestaciones ideológicas y sus turbulencias de la clase política mexicana. Hasta confluir en una fase de potenciales destructivos. En esta ideología hay escenarios ideales y mistificados que con mucha fuerza se invocan y determinan sus discursos, escenarios donde destaca la inmediatez a-crítica y la falta de objetividad.

Sobre estas líneas, analizemos el proceso ideológico que se enmarca en la política y los políticos mexicanos. En esto también nos apoyamos en algunos antecedentes, provistos en trabajos de Lorenzo Meyer (Liberalismo Autoritario, las contradicciones del sistema político mexicano, Océano, Mex. 1995 y Fin de Régimen, Democracia Incipiente, ed. S. XXI, Mex 1998) ) y de Octavio Rodríguez Araujo (Derechas y Ultraderechas en el mundo. Ed Siglo XXI, Mex.2003) Los primeros, muy anteriores a los hechos que tratamos, y los otros, más cercanos al proceso actual.

También tomamos en consideración una serie de sucesos recientes que llaman a meditar. Por ejemplo, que Calderón halla proclamado la necesidad de tener una política energética (y petrolera) donde no se privatiza, sino que se moderniza y fortalece -que viene a ser lo mismo--, o que ilustres perredistas como Muñoz Ledo, Camacho Solís y Ebrard hayan asistido a una cena de gala donde compartieron copas, delicatessen y sonrisas amables (además de discursos de unidad mexicana) con Fox, Calderón, Creel, el Embajador norteamericano, Carlos Slim, el Cardenal Norberto Rivera, el desacreditado Ugalde, jefe del IFE, y las “bellísimas damas de compañía”, por supuesto, las esposas.

Eso, después de la resolución de la Convención Democrática de desconocer a Calderón, y mientras se sabe de noches de trincheras en Oaxaca.
Todo esto es parte de un escenario que tambalea.
En relación a lo dicho por Eagleton, la clase política mexicana ha sido bastante conservadora en este último año preelectoral, nada nuevo parecía tener programado, salvo claro esas mansas aceptaciones del modelo, que ya venían un poco de atrás.

La clase política se ve que no ha podido a lo largo de este largo año donde hemos estado examinando sus discursos, no ha podido proponer nada que lastime ni siquiera levemente la operación capitalista. Con lo que se viene a expresar que los que gobiernan o son candidatos a gobernar están convencidos que deben hacerlo al servicio del nuevo momento capitalista, con los centros de acumulación que tenga, y al precio que le cueste al pueblo mexicano. Lo que venga a ocurrir después está fuera de su horizonte.

Sin embargo, los resultados del proceso electoral condujeron a una presentación inesperada de la verdadera distribución de fuerzas en el país, y el sector político amenazó ser rebasado desde comienzo de la crisis, por la súbita presencia de multitudes insatisfechas. El mes de julio a agosto del 2006, cuando cierro esta investigación, es el mes donde se dan en la ciudad de México las mayores manifestaciones callejeras de la historia del país. Una situación que tiende a cobrar una dinámica que pone fuera de equilibrio a todo el sistema de dominio y a los grupos que acaparaban el poder. Todo lo cual ha afectado a una esfera ideológica que cobra inestabilidad y amenaza explotar.

Y en el estremecimiento, surgen radicalizaciones, hasta pujos de una utopía por nacer, que pudiera no sólo describir el mundo de otra manera, sino también generar impulsos antes inimaginables. Pero también hay radicalizaciones que inducen, sobre todo en la Derecha, movimientos aberrantes y potencialmente destructivos. Es conveniente notar que gran parte de esta sacudida ideológica y de estas polarizaciones no previstas, responden, son en su comienzo reactivas al accionar aventurero de esa Derecha que desembocó en el fraude.

De todos modos es bueno anotar que el sustento histórico de la clase dirigente en México está en una clase burguesa permanentemente en ciernes o a punto de fenecer, en todo caso de corta duración, y más recientemente con tan fuertes lazos de sometimiento al capital trasnacional, con lo que se acentúa ese oportunismo, esa inmediatez que es más que nada una mezcla entre visiones estrechas y la autoreferencia arribista.

La ideología que atenaza al político procede de esa búsqueda personal, amoral y carente de responsabilidad (en un sentido weberiano) , de espacios ventajosos en “la carrera polìtica”, y atrae los discursos que favorecen esa oportunidad, como fue en las dos últimas décadas su aceptación de la dogmática neoliberal y su fariseísmo religioso. El fetiche central de esta clase es el Estado, y en tanto el Partido es su forma de despegue, también el Partido.
Partido, Estado, Iglesia, Milicia, hasta la Coparmex , la CTM y hasta el ejecutivo maquilero, junto con él mismo, son para el político, LA INSTITUCIÓN. Y su proceso obedecido y santificado, es el Orden.

Los mitos centrales redundantes, son pues, la institucionalidad y el orden, a los que ahora sumaba modernización, democracia y globalización. Parecía que esta tríada se incorporaba bien a su bagaje ideológico. La modernización permitía encubrir la dependencia, el reacomodo del estado colonial a las necesidades de la globalización, ésta bien pulida por la democracia. El problema que se le abre ahora a ciertos sectores sería el de seguirse sosteniendo en la globalización sin el lustre democrático: la Democracia, como otros mitos cristianos, a lo mejor ya fue crucificada.

Pero también hubo otras características faccionales en ese ascenso, ya que también se suman los misterios del Yunque (organización secreta ultraDERECHA que ha entrado a dominar al PAN), de los Chuchos (del PRD) o de la Masonería. Además se suma su dogmática propietaria, y en general las estructuras del dominio por donde transita. El panista, el perredista, el priista, o el panalista o verde, retienen aspectos del “verdadero creyente” de otras épocas, sólo que su creencia es una expectativa clientelar en relación a un Jefe o grupo de Jefes igualmente fetichizados, soberanamente capaces.

La actual distribución partidaria de la “transición prolongada”, parcela la antigua adoración monolítica por el Presidente, único dedo. Pero mantiene su efectividad. La gran extensión de la “clase política” recibe su empuje de viejas prácticas de dependencia caciquil y de corrupción , que todavía en el año 2000 venían a dar con la manera de participar en política de casi el 25% del pueblo mexicano más miserable. ( Nota. Véase: Schedler, Andreas "El voto es nuestro". Cómo los ciudadanos mexicanos perciben el clientelismo electoral . Revista mexicana de Sociología, enero 2004.)

Citando a Wayne Cornelius, en el 2000…”Con un electorado que ascendía
a cerca de 58 millones de ciudadanos, esto implica que entre tres y quince millones de votantes pueden haberse beneficiado de la distribución
clientelar de bienes de campaña. Los sondeos de opinión atribuyen
más de la mitad de todos los casos de intentos de clientelismo al
PRI y el resto a los demás partidos” (pg. 62)

Esa práctica, de fuerza cultural, tiene sus agentes y su contrapartida en el interior de la máquina política. De ese modo llega a existir, y sus miembros avanzan, descubriendo sus nuevos horizontes, pero siempre recayendo en el espacio tan estrecho a que los condena una historia colonial.

La clase política explota al Estado, pero a un Estado que existe como estado dependiente, estado subdesarrollado, estado colonial. Y entonces, la clase política se autolimita en una “ideología dominante” que establece su dependencia en los marcos de un capitalismo enclenque en lo interno y poderoso globalmente. También por eso, se ha ido posesionando de la clase política (posesión en sentido diabólico) la ideología de la globalización, con la que todos comulgan, cual más, cual menos.

Son diversos los aparatos ideológicos que ocupa. Al educativo, por ejemplo, lo ocupa (parte de la clase política se empodera de los espacios administrativo educacionales que son peldaños para otras posiciones) y los moldea (realizando reformas, la mayoría nefastas, para hacerla servir al modelo con el que va asociando su predominio). En cuanto al Aparato eclesiástico es una historia ya las buenas relaciones con la jerarquía, retazo político que es lo que vale. Los aparatos de Defensa y Seguridad les guardan las espaldas. Y el Judicial, continuidad. Pero, como la singularidad de la clase política mexicana ha reposado no sólo en su ambición de poder, sino también en la conquista de la riqueza, es sólida su participación en los aparatos empresariales, de donde provienen muchas de sus convicciones más aguerridas y “modernas”.

Sus reiterados intentos de compactación entre riqueza, corrupción y poder, la ponen fuera de cualquier proyecto de país, y se ve constreñida a sonambulizar tras los ecos de quienes conducen la globalización, y se ve restringida en su capacidad de lograr consensos. En ese sentido, las llamadas a acuerdos, en cada uno de sus polos, son la expresión de su incoherencia, de su propia incapacidad para encontrar bases sólidas en la propia sociedad, a la que cada día se ve obligada a traicionar o a intentar engañar mediante dobles juegos o la utilización de un lenguaje oblicuo, en lo que también participa la Iglesia.. En el extremo, su sentido del poder para obtener riqueza y riqueza para obtener poder queda encallado en la corrupción o en la inefectividad.

La clase política que actualmente se ventea, tiene pecados originales, tiene ancestros autoritarios en diferentes matices y en sus nuevas continuidades o modos de estacionarse -en el propio PRI, en el PRD, y en el PAN y sus “nuevas alianzas”. Y hasta ancestros cristeros y franco-fascistas, en el caso del PAN. Para ella es más fácil ante situaciones de crisis el giro hacia la Derecha, sobre todo si es auspiciado por el Imperio, y ejemplificado o encubierto por otras derechizaciones latinoamericanas. Su izquierda santifica todavía a Stalin. Y todos retienen aspectos ideológicos y prácticos de esas trayectorias.

Situada en la esfera en que debe responder por los movimientos profundos de la sociedad, o desaparecer, la vemos flotando sobre las “inseguridades de la economía mexicana”. Eso que se ve o se siente como “crisis de la plusvalía” : inseguridad en la tasa de ganancias, por el lado corporativo, o desempleo y deterioro salarial, del lado laboral. Inseguridad con relación a sus propios mitos de inserción reciente, como su sentido de ser “socia” del imperio.

Y se ve a horcajadas en una sociedad que se divide, viéndose entonces ella misma desgarrada, y llamada a una radicalización de sus posiciones. Y la alianza con el modelo, se torna hecho radical para la Derecha, y la búsqueda de una alternativa, necesidad radical para la “Izquierda” que vacila en dejar de ser Centro. Con lo que quiero decir que los movimientos ideológicos de la clase política mexicana, en su explosión, conducen ideas muy agresivas sobre todo en el terreno de la desigualdad y la explotación, y en lo que viene a aparecer como izquierda,--una izquierda que ya no puede ser Centro-- una cierta afectación por la igualdad, pero todavía sin instrumentos ni verdadera voluntad para cumplirla. La izquierda mexicana se había llegado a crear una meta no en el socialismo, sino en un capitalismo embellecido. Eso a pesar de las presiones de abajo. No se explica de otra manera, que tras un año de campaña, y de un examen muy extendido de las realidades tan penosas de las mayorías mexicana, los jefes de la Coalición por el Bien de Todos, no hubieran podido desprenderse de su programa neoliberal original, y acceder más claramente a un Plan Alternativo -que quedó remitido para la Convención Nacional Democrática post electoral. También es saliente que su lucha se hubiera replegado a la cuestión de la democracia, que se veía claramente encaminada a una situación sin salida. Sin embargo, ideológicamente, los jefes de la Coalición tuvieron una clara disposición a creer bastante ingenuamente en las instituciones electorales, por donde vendrían a descubrir demasiado tarde, discurría un gigantesco fraude.

Por su parte, la Derecha, que conducía su actuación bajo una dirección hoscamente ultraderechista, sabía callar esa postura íntima. Nunca se perfiló que tras el intento de candidatura de la Señora Martha Sahagún, estuviera la organización extremista de derecha, Los Legionarios de Cristo, ni que la estrategia fraudulenta final para imponer el triunfo de Calderón, fuera organizada por el Yunque y obscuras asociaciones con el PANAL, grandes empresarios, y aparatos de inteligencia internacionales. Hacia delante se echaba a jugar el discurso blando, pragmático y jurídicamente democrático del candidato Calderón. Este discurso enmascarado, no era la presentación de la apuesta real de la Derecha, giraba en torno a “las reformas estructurales”. Se consagraba al mito de la contienda limpia: “Tengo las manos limpias”.

Una ideología completa el paquete de una clase. Nuestra investigación nos permite acceder a las expresiones centrales de esa ideología, propuesta sea como conciencia falsa, o como autoreferencia ideal. Y llegamos a la conclusión de que esta gente en sus diferentes estratos y alas, y en el momento de su mayor realización, piensa el mundo y se piensa a si misma de manera diferente pero con algo de sustantivo en común, que es precisamente lo que los constituye en un grupo identificable para sí y para otros.

En esta ideología hay escenarios ideales y mistificados que con mucha fuerza se invocan y determinan sus discursos, escenarios donde destaca la inmediatez a-crítica y la falta de objetividad. Un México borroso que no muestra visos de realidad, con una realidad económica inexistente, absoluta falta de contextos, situaciones de clase deformadas, donde los propios candidatos o proponentes se desdibujan y dejan de ser actores históricos -sus biografías se ocultan-- , en un escenario que también carece de dinámicas históricas, se ve evolucionar hacia una impresionante búsqueda de anclajes sociales y de fuertes polarizaciones. Sus programas electorales son paradigmas de indefinición. Y eso es compartido institucionalmente.

Bastó un año y medio, por ejemplo, para que las quedas manifestaciones de Luis Carlos Ugalde, un oscuro funcionario que gusta citar a Giovanni Sartori en lo que se refiere a la no conversión de la política “en un juego del homo videns, donde será sólo el juego de publicistas, mercadólogos y encuestólogos, que empobrece enormemente la democracia” (Proceso, 9 de enero del 2005), para que el mismo personaje se convierta en un agresivo mago de la tecnología cibernética y en declarador televisivo de un presidenciable aparentemente triunfante. Desde julio del 2006 será el acérrimo defensor de la causa panista, pero en enero del 2005 decía que “no existe dudas sobre la imparcialidad y legalidad de los funcionarios”. Subrayaba entonces que a su posición a la Presidencia General del IFE se ascendía “por méritos, por concurso y por la ayuda de la participación ciudadana”. Callaba por entonces su relación con Elba Esther Gordillo, que amadrinó-luego se sabría-su nombramiento.

Pero ya que citamos a este último personaje, va a verse sobresalir en ella otras características del juego ideológico que la harán traspasar vallas desde la más ilustre militancia priísta al encuadre con la estrategia calderonista, en un juego donde se manifiesta en instantes lo práctico (la defensa de intereses), lo patológico y lo destructivo, pero de todos modos en una combinación de acciones en donde queda en evidencia el sobresaliente interés particular del político “inmoral”.

Pero esta ideología es también provocadoramente una ideología que predica el orden, en algunos casos, la restauración nostálgica a la vieja grandeza institucional, en otros el “pegue” al nuevo orden mundial y sus hegemonías. Un manso estar clasemediero para los demás y un volátil encumbramiento del portador de la profecía marca las diferencias.

El accionar, que difunde como programa se sume en una nebulosa de propuestas contradictorias que deben ser de suyo construidos para llenar vacíos del discurso, expresión de falsas convicciones, productos para el engaño de masas. La visión económica de la clase política se extingue en la meta de sus propias conveniencias. Y descubre que puede llenar el verso con llamadas a la “inteligente” administración del orden heredado, a abrir si se puede más esa economía ya abierta, y por último a resolver los problemas “ahorrando” como buena dueña de casa. La idea de transformación se ha excluido de esta campaña.. Y el papel del actor político pareciera ser borrar cualquier duda al respecto. Hasta que al final viene a surgir el llamado a la Transformación que hacen López Obrador y la Convención.

En un momento, parecía ser conveniente convencer y convencerse que México no es un país de rebeliones. Que jamás puede llegar a ser un problema para “el amigo del norte” o para las trasnacionales. A pesar de las largas jornadas en el Zócalo, a pesar de las barricadas de Oaxaca. El problema cae a fondo, e indudablemente subyace, y tendrá su propia potencia en el diseño de las políticas que se abrían hacia la decisión de julio del 2006.

Pero cuando llega la crisis, se alzan figuras casi pontificales de una cierta izquierda, como Lorenzo Meyer, que viene a educar a los que resisten señalándoles que “ésta no es una situación prerrevolucionaria”, pero advirtiendo que de todos modos se va abriendo un abismo, Y también implora por la presencia de “muchos bomberos”. Extraño en alguien que supo destacar en su momento el modo de operar de la clase política priísta. La ideología del “socialismo renovado” de otras latitudes hace su entrada, buscando caminos para la restauración del orden, y un estar sobre todo, en el orden capitalista como lo conocemos (polarizaciones extremas de riqueza y pobreza, dependencia y lo demás). Se suman intelectuales de servicio que reclaman en tono sacerdotal y hasta de administradores del “proceso”, la desmovilización, el acatamiento de la institucionalidad y la redundancia en los ideologemas del orden, y por sobre todo, “la paz de las manos y de los corazones”.

El cuadro ideológico del 2005-2006, se suelda con una adhesión irrestricta a la dogmática del libre mercado, y con una visión atomizada del mexicano, más o menos como se le debe ver en el mercado. La idea repetida por el Caballo de Orwell en La Rebelión en la Granja, “trabajaré más” es el destino que le ponen a “los otros”. La “vía pacífica” , de lodosa prosapia estaliniana pega carteles en la ruta y grita fuerte en el Zócalo, construyendo futuras derrotas.

Pero en esto de “los otros” subsiste en la clase política mexicana una fuerte visión de estratos respetables, de necesidad de sumisión como medio para obtener objetivos, algo que se cristaliza en el reconocimiento, regionalmente, localmente y hasta federalmente, de la importancia del caciquismo. Pero que toma también el aspecto de sumisión ante la omnipotencia del capital. Que para ellos es el dato establecido y silenciado. Y así aparecen agrupados, y forman sus legiones, detrás de sus cónsules, tribunos y decuriones, que en su caso podrán ser diversos directores, Presidentes, Delegados, Rectores, Gobernadores, hasta llegar a la minucia.

Todo esto genera a veces estupor, y hace posible esa pregunta que se hace a siete días de la elección un político viejo como Martinez Corbalá:
“: ¿entendemos lo que está pasando ahora mismo?, y esto se debe a que no nos dan una idea clara de ello los planteamientos generales expresados en los debates y en la publicidad de los candidatos tanto a la Presidencia de la República como al Senado y a la Cámara de Diputados, para no referirnos a otros candidatos, que parecen preocuparse más de lucir una magnífica sonrisa, o un bello peinado, según el caso, que a expresar alguna idea en sus carteles de fulgurantes colores.” (“¿Entendemos lo que está pasando ahora mismo”, La Jornada, lunes 27 de junio del 2006).

Sin embargo, las clases de fondo, las clases vinculadas a la gran propiedad empresarial, y las clases trabajadoras -así dicho en general, pero que involucran a pequeños prestadores de servicios, a estudiantes, a maestros, a obreros, a campesinos, a pequeños comerciantes, detallistas, a desempleados…-- , van a dejar sentir esos proyectos que aparecían fondeados en el momento de la estampida de ambiciones de la clase política, tornando imposible su homogenización. A la “magnifica sonrisa” (la sonrisa, como el corte del traje o del cabello también puede ser ideológica), que alude Martínez, sucede “el ceño adusto”. Y esas transformaciones que señalábamos en los casos de Ugalde o de Gordillo, se comienzan a dar sin que medie el salto sobre barreras partidarias. Los partidos empiezan a polarizarse y a dejar ver sus otros imbricados enlaces con las agrupaciones de la sociedad global. La neutralidad es un punto cósmico imposible, aunque en momentos, el Sub Cero se esfuerce por alcanzarlo.

Así aparece en México algo no previsto: una Derecha que recupera aceleradamente enlaces históricos inusitados, con prosapias Yunque, cristeras y huertistas, con un serio amarre con los intereses trasnacionales; y una Izquierda, que pronto deja de identificarse como Centro-Izquierda, porque precisa para sobrevivir representar una fuerte resistencia al sistema y convocar o maniobrar (todavía no se sabe)las demandas fondeadas del pueblo aplastado.
El período que analizamos verá nacer también un interesante fenómeno cultural caracterizado por la pérdida masiva de confiabilidad en los aparatos de comunicación, principalmente la Televisión, que había venido siendo el principal medio de expresión unificada de la clase política en el momento anterior. Y esa crisis en el Aparato Ideológico de Estado se tiende a extender a todos sus extremos: el derecho, educación, iglesia, el estado mismo, y al encuadre neoliberal de la economía.

No podía darse un mejor ejemplo de ese aspecto transformista de los movimientos ideológicos, pero habrá que ver todavía cómo pueda pesar todavía la extensa práctica donde la búsqueda de una ubicación en el poder y en el mercado se compaginaba con la corrupción. Pudiera ser que la percepción que podíamos tener sobre los discursos del año 2005-2006, no hubiera realzado suficientemente ese aspecto señalado por Marx sobre el índice de irrealidad de la ideología. En el quiebre final del año 2006, la ideología estaría , como indicamos, entrando en otro momento, donde estaría cooptando sentidos utópicos, del deseo, y hasta de la destructividad. Caen así por su peso todas las estructuras de la institucionalidad electoral, supuesto sustento de “la soberanía”-importante y central discurso ideológico.

Fue la Derecha la que primero entendió la realidad de este proceso, y según ese criterio no dudó en lanzarse hacia la aventura de un “golpe civil”, al que podría seguir otras medidas de fuerza. La “Izquierda” se sabe que llegó a Julio con mucha ingenuidad, dudando de sus propias advertencias, como se notó en el caso Hildebrando, en su confianza en el IFE y en los tribunales. Tenía la cúpula perredista un interés en mantener una coherencia política. Y sin duda fue para ella un hecho casi increíble el desgaste de esa plataforma “institucional”. No sería raro que a medida que se avance en ese proceso hubiera un despegue más acentuado de estas coberturas, y un cese, momentáneo que fuere, del pacto social. Abriendo paso a un choque de “realidades” extremadamente polarizadas. Y he aquí que la crisis política que avanza empieza a ser una crisis de inflación de los sectores polarizados de la clase política, donde la Derecha Panista-Priísta se ve obligada a utilizar todas sus reservas de “conciencia falsa”, que son sin embargo impenetrados por las ideologías de las clases de base, burguesías, empresarios, profesionistas, pequeñaburguesía, trabajadores, campesinos, que acosan con sus propuestas, demandas, tradiciones, a los antiguos especialistas del poder. El perredismo mientras, agota las reservas de pacifismo que todavía pueden albergar masas que lo rebalsan; crea sin embargo nuevos nombres de fantasía (el FAP) que pudieran permitirle contener ese rebalse, que no entiende que no es adjetivo, sino de fondo. Y por último se va de parranda a las fiestas aniversarias de el diario El Universal con todos los otros supuestos contendores. Mientras en todas las regiones de México hay otros pensamientos que afloran.

Y comienza a darse una espesa contienda ideológica en diversos espacios de la sociedad mexicana. Y se marcan las diferencias entre proyectos de mayor desigualdad y proyectos de igualdad y equidad, avances fuertemente críticos al sistema y su sentido de realidad, hasta sus propias bases de reproducción, y alegatos quietistas, justificaciones para la resignación o para la represión, algo que trasciende el mundo político anterior.

Las marchas que siguieron a la elección, el Zócalo multitudinario, los Campamentos en Reforma, la Convención Nacional Democrática y las barricadas de Oaxaca, fueron la exposición de una crítica al discurso de la clase política. La expresión de un rechazo a todo lo que su ideología venía proclamando hasta ahora sin disenso.



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