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Producción transnacional de representaciones sociales y transformaciones sociales en tiempos de globalización

Daniel Mato *

En los actuales tiempos de globalización, la producción social de representaciones de ideas de “identidad”, “cultura”, “biodiversidad”, “sociedad civil”, “ciudadanía” y otras que juegan papeles significativos tanto en la constitución de actores sociales como en la orientación de sus prácticas, se relaciona de diversas maneras con la participación de esos actores -como por ejemplo organizaciones indígenas, cívicas, ambientalistas, etc.- en sistemas de relaciones transnacionales en los cuales intervienen también actores locales de otros países y actores globales. La diversidad de temáticas de referencia de las representaciones sociales antes mencionadas y examinadas en este texto persigue el interés de permitirnos teorizar de manera abarcadora sobre las representaciones sociales y su importancia en los procesos de transformaciones sociales en el marco de los procesos de globalización, trascendiendo las limitaciones que supondría estudiar casos referidos a un espectro temático más reducido.

Que la producción social de representaciones sociales de ideas que orientan las prácticas de actores sociales influyentes en el curso de transformaciones sociales resulte de relaciones transnacionales entre actores locales y globales, merece atención por razones tanto teóricas como políticas. Por razones teóricas, porque esta perspectiva de análisis contribuye a mostrar las limitaciones de dos tipos de enfoques frecuentes. En primer lugar, las limitaciones que surgen de estudiar las transformaciones sociales en el marco imaginario de sociedades locales o na- cionales que implícitamente se asumen como cerradas, como suele hacerse, según el caso, desde perspectivas antropológicas y sociológicas convencionales. En segundo lugar, las limitaciones de hacerlo desde el reduccionismo monocausal de teorías asociadas a ideas de imposición imperial de los cambios sociales, las cuales, entre otros factores, dejan de lado la importancia de las prácticas de actores locales y nacionales. Respecto de las razones políticas que me llevan a enfatizar la importancia del enfoque propuesto, es conveniente diferenciar entre dos tipos.

En primer lugar, porque esta perspectiva de análisis pone de relieve algo que muchos actores sociales hace tiempo han descubierto por sí mismos: la utilidad de actuar globalmente para promover cambios a niveles locales o nacionales. En segundo lugar, porque habida cuenta de la importancia de tal tipo de prácticas transnacionales,esta perspectiva nos alerta respecto de la necesidad de evaluar críticamentelas representaciones implícitas en las propuestas de los actores globales, por cuanto la apropiación acrítica de éstas puede ser fuente de frustraciones o efectos perversos en proyectos de transformación locales o nacionales. Estas posibles frustraciones y efectos perversos podrían surgir como consecuencia de que las representaciones que informan las prácticas de los actores globales no son de ninguna manera “universales”, sino que también son -a su modo- “locales”, como argumentaré más adelante en este artículo. Así, puede resultar una de las siguientes situaciones: o bien que las representaciones en que se sustentan las propuestas de los actores globales no se correspondan de manera suficiente con las instituciones locales y las prácticas de los actores locales, o bien que no se correspondan con otras representaciones con las que entrarían en relación en los espacios nacionales o locales en los cuales se impulsan dichas transformaciones.

Para avanzar en la argumentación es necesario hacer algunos señalamientos respecto de las características más generales de la actuación de los actores globales en estas redes de relaciones transnacionales. Algunos actores globales, como por ejemplo el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos y sus pares de Canadá y países de Europa occidental, así como algunas fundaciones privadas y organizaciones no gubernamentales “internacionales” (según el vocabulario establecido, y a las que llamaré “transnacionales” por razones que argumentaré más abajo) de diversos tipos generalmente basadas en Estados Unidos y Europa occidental (como por ejemplo algunas poderosas organizaciones ambientalistas), promueven sus propias representaciones sociales y las orientaciones de acción asociadas a ellas contando con recursos económicos y de otros tipos que las colocan en posiciones de mayor fortaleza que los actores locales con los cuales interactúan bilateralmente y/o en dichas redes.

Las representaciones que orientan las prácticas de estos actores globales, lejos de ser “universales” (como frecuentemente se asume), son muy “locales”, pero lo son en relación a las sociedades donde se forman las representaciones y agendas de dichos actores globales; o, a veces, ni siquiera “locales” con respecto a esas socie129 dades sino a las instituciones mismas, es decir, relativas a las comunidades interpretativas que constituyen sus propias burocracias (redes profesionales e ideológicas, comunidades epistémicas). Por otra parte, no puede ignorarse que la importancia de estos actores globales en las dinámicas transnacionales en cuestión se ve amplificada porque no sólo promueven sus propias representaciones a través de sus relaciones bilaterales con actores locales, sino también a través de la promoción de eventos y redes de trabajo con la participación de actores locales de varios países org anizados en torno a ciertas representaciones, y así se convierten en generadores de redes de relaciones transnacionales de actores locales articuladas en torno a sus representaciones, es decir, a las de dichos actores globales (más abajo presento algunos ejemplos). No obstante, la experiencia indica que lo anterior no implica que los actores locales necesariamente adopten las representaciones sociales que promueven los actores globales, sino sólo que éstos elaboran sus propias representaciones en el marco de esos sistemas de relaciones transnacionales. Así, el resultado es que las representaciones que orientan las acciones de los actores locales se relacionan de manera significativa, pero de formas diversas, con las de los actores globales. Si bien en algunos casos esto supone la adopción de ciertas representaciones y de las orientaciones de acción asociadas a ellas, en otros implica rechazo o resistencia, negociación o apropiación crítica o creativa. En fin, el estudio de casos verifica que las relaciones transnacionales entre estos tipos de actores son propias de estos tiempos de globalización, y que se establecen distintos tipos de relaciones entre las representaciones y las orientaciones de acción de unos y otros actores.

Algunos eventos y redes de trabajo transnacionales resultan altamente significativos para el estudio de estas dinámicas sociales porque constituyen una derivación y/o un estímulo para el desarrollo de importantes relaciones de trabajo entre actores globales y locales; desarrollo que también se sustenta en representaciones sociales específicas, aquellas que lo hacen posible y se modifican en su curso. En atención a esto y con el objeto de explicar estos procesos he privilegiado el estudio de estos tipos de eventos y redes de trabajo, y este artículo expone algunos resultados al respecto. Pero antes de exponer acerca de lo observado en dichos eventos y redes, me parece conveniente argumentar acerca de dos elementos característicos de la perspectiva de análisis que orienta esta investigación: la idea de tiempos de globalización, y la concepción particular de la idea de “representaciones sociales” que manejo.

Sobre la idea de tiempos de globalización Contextualizar este análisis en una cierta interpretación de estos tiempos de globalización, en lugar de hablar de manera genérica e imprecisa de “la globalización”, permite poner de relieve la importancia de las prácticas de los actores sociales y, en particular, la dimensión simbólica de estas prácticas.

Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización Demasiado frecuentemente se habla de globalización de maneras fetichizantes, es decir, de maneras que la convierten en una fuerza independiente de las acciones humanas y hacedora de nuestros destinos. Así representada hay quienes la demonizan y quienes hacen su apología. Pero lo común a ambas concepciones fetichizantes es imaginarla como una fuerza más allá de toda acción humana, a la vez que como un proceso único, “el proceso de globalización”, el cual además suele caracterizarse como un fenómeno de carácter exclusivamente económico y/o comunicacional.

En vista de esto me parece conveniente caracterizar algunos elementos que en mi opinión nos ayudan a desarrollar una aproximación analíticamente más fértil al estudio de “la globalización”. Es decir, una que en lugar de cerrar las posibilidades de interrogación, y por tanto de investigación, las abra. Y algo muy importante, una aproximación que las abra con un interés: el de estudiar las transformaciones sociales contemporáneas en la perspectiva de facilitar las posibilidades de intervenir en esas dinámicas sociales.

¿Cuáles son entonces esos elementos que facilitarían una apro x i m a c i ó n analíticamente más fért i l al estudio de la globalización?

a. Me parece oportuno comenzar por hacer notar que entre las numerosas aplicaciones del vocablo “globalización” es posible observar un elemento subyacente común. Este elemento común es la idea de que para los habitantes del planeta éste habría devenido -o estaría deviniendo- un lugar único, lo cual se expresa por ejemplo con metáforas como la de la “aldea global”, o que la relevancia de las restricciones de espacio y tiempo ha perdido importancia, u otras semejantes. En conexión con esto podríamos acordar que la idea de globalización suele relacionarse con la existencia y/o intensificación de interconexiones de alcance planetario.

b. Sin embargo, podemos notar, en primer lugar, que tal interconectividad, aunque notablemente avanzada, no es un fenómeno acabado sino en desarrollo y, en segundo lugar, que la historia de estas interconexiones es muy antigua. Si se intentara datar la historia de estas interconexiones, algunos seguramente pensarían en el así llamado “descubrimiento de América”, otros en los más antiguos lazos entre Europa y Asia, pero lo cierto es que desde este punto de vista todos los imperios y federaciones de pueblos de la antigüedad en todos los continentes también supusieron avances hacia la interconexión planetaria y, en este sentido, hacia la globalización. Lo importante, creo, no es datar el inicio de eso que llaman globalización, sino comprender que se trata de un fenómeno inacabado y muy antiguo, es decir, de una tendencia histórica. Aproximarnos al estudio de eso que se ha dado en llamar globalización de esta manera permite que nos formulemos una pregunta de investigación potencialmente muy fértil: ¿qué sentido o importancia tiene que en la actualidad se hable y escriba tanto sobre la globalización? Sin embargo, aún no intentaré responder a esta pregunta, de la cual me ocuparé unas páginas más adelante, porque antes necesito especificar algunos otros elementos de la aproximación analítica que propongo.

c. Si digo que eso que se ha dado en llamar globalización es una tendencia histórica, es necesario especificar una tendencia a qué. Y entonces, consistentemente con lo planteado, diré que es una tendencia histórica a la interrelación en - tre actores sociales geográficamente distantes y anteriormente no vinculados.

¿En qué consisten esas interrelaciones? Se trata de interrelaciones múltiples que los actores sociales construyen a través de sus prácticas sociales. Y como hay una variedad infinita de actores y prácticas sociales, entonces ocurre que estas interconexiones históricamente resultan multidimensionales, es decir, involucran lo que suelen llamarse las dimensiones “económica”, “política”, “cultural”, y “social”.

Esta multidimensionalidad no debería sorprendernos puesto que -como sabemos- estas dimensiones sólo constituyen parcelamientos analíticos de la experiencia humana y no esferas separadas de la misma.

d. Si aceptamos que las interrelaciones surgen de las prácticas sociales de los actores, entonces eso que llaman globalización, es decir, la tendencia histórica a la interconexión, es el resultado de procesos sociales en los cuales los actores se forman, transforman, colaboran, entran en conflictos, negocian, etc.

e. Un detalle importante para ir aclarando nuestra terminología: desde que comienzan a existir los estados nacionales puede decirse de esas relaciones entre actores que ellas son inter- o transnacionales, dependiendo de quiénes sean los actores involucrados. Así, serán relaciones internacionales si quienes las sostienen son los gobiernos, asumiendo que estos al hacerlo representan a las naciones o sociedades nacionales en su conjunto; y si entre quienes las sostienen hay algunos actores no gubernamentales (se trate de las así llamadas “organizaciones no gubernamentales”, o de empresas, sindicatos, etc.), entonces esas relaciones podrían llamarse, como en efecto suele hacerse, “transnacionales” (Keohane and Nye, 1971). Así, podemos decir que esas interconexiones resultantes de procesos sociales suponen el desarrollo tanto de relaciones internacionales como de relaciones transnacionales.

f. Ahora sí, retomemos la pregunta que dejé pendiente hace un momento: si la tendencia a la globalización es un fenómeno tan antiguo, entonces ¿por qué en la actualidad se habla y escribe tanto sobre la globalización? En mi opinión, que se hable y escriba tanto sobre globalización prueba de manera ineludible una sola y muy importante cosa: que el tema está en las conciencias de numerosos individuos a lo largo y ancho del globo. En otras palabras, sólo prueba que en la actualidad existe algo que podríamos llamar conciencia de globalización.

La existencia de esta conciencia de globalización es sumamente significativa independientemente de cualquier consideración acerca de si ella podría calificarse de “falsa” o “verdadera” -disquisición que carece de importancia para el presente análisis. Lo importante del caso para nuestro análisis es que esa concien - cia de globalización es un fenómeno tan generalizado que numerosos actores sociales a lo largo y ancho del planeta actúan, es decir, desarrollan sus prácticas sociales, en el marco de esa conciencia; es la asunción de la existencia de procesos de globalización lo que explícitamente otorga sentido a sus prácticas, y esto es lo importante. Ahora bien, lo que no carece de importancia es que tal conciencia, aunque sumamente generalizada, no por ello es homogénea. Podemos diferenciar entre distintas formas de esa conciencia de globalización, distintas formas de re presentarse y de representar la globalización como, por ejemplo, aquellas que anteriormente llamaba apologéticas, y esas otras que llamaba demonizadoras, ya que estas distintas formas dan sentido a diferentes prácticas.

g. Pienso que la existencia de una conciencia de globalización o, dicho de manera más adecuada, la existencia de diversas formas de conciencia de globa - lización, constituye el rasgo más distintivo del presente histórico al cual, por esta razón, me parece pertinente denominarlo tiempos de globalización.

h. El segundo rasgo distintivo del presente histórico, es decir, de estos tiempos de globalización, es que las interconexiones de las que veníamos hablando por primera vez en la historia tienen un alcance casi planetario. Y esto se debe a varios factores: a) al alcance casi planetario del sistema de producción e intercambio de mercancías; b) a la creciente difusión y utilización de ciertas tecnologías comunicacionales; c) al casi-fin de los imperios coloniales y de la división del planeta asociada a ellos; d) al casi-fin de la guerra fría y de la división del planeta asociada a ella; y e) al creciente desarrollo de organizaciones inter- y transnacionales1.

i. Este asunto de las nuevas organizaciones internacionales y transnacionales es muy importante para nuestro análisis; tanto que constituye en sí mismo el te rc e r rasgo distintivo de estos tiempos de globalización. Estas son organizaciones que desarrollan sus prácticas más allá de los llamados espacios nacionales, cuyos objetivos son las interconexiones, y cuyo desarrollo es expresión de la mencionada conciencia de globalización, y viceversa (por ejemplo, las del sistema de Naciones Unidas, pero también los bancos multilaterales, y las organizaciones no-gubernamentales como Conservation International y otras ambientalistas, o Ammesty International y otras de derechos humanos, etc.; otro tipo de casos lo constituyen las agencias para el “desarrollo internacional” de algunos gobiernos, como las de Estados Unidos, Canadá y varios países europeos). Conviene aclarar que hablo de “nuevas” organizaciones y de su creciente desarrollo, porque organizaciones de este tipo han existido desde tiempos inmemoriales, aún cuando las de otros tiempos estaban específicamente dedicadas a la religión, a la guerra, al comercio, etc. Sin embargo , hay cambios importantes: ahora no sólo hay muchas más y cada vez más, sino que además las hay en prácticamente todos los ámbitos de la actividad humana; todas ellas constituyen el rico y variado universo de los actores globales. Así, frente a la imagen hegemónica de una globalización que se nos vendría encima por una suerte de “mandato de los dioses”, esta perspectiva de análisis pone de relieve (entre otros elementos de los presentes tiempos de globalización) la importancia y alcance de las interconexiones inter y transnacionales establecidas por actores sociales (tanto locales como globales), la existencia de formas de conciencia de globalización que estimulan el establecimiento de esas interconexiones, y las prácticas de ciertos actores globales que con diversos tipos de intereses -incluso contradictorios entre sí- se especializan en incentivar y establecer tales interconexiones.

Acerca de la idea de representaciones sociales Para los propósitos de la línea de investigación en la cual se basa este artícu - lo, he definido la idea de “representaciones sociales” -de manera operativa y sin pretensiones generalizadoras- como formulaciones sintéticas de sentido, descriptibles y diferenciables, producidas por actores sociales como formas de interpretación y simbolización de aspectos clave de su experiencia social. En tanto unidades de sentido, las representaciones sociales “organizan” la percepción e interpretación de la experiencia, del mismo modo en que lo hacen por ejemplo las categorías analíticas en las formulaciones teóricas -así, en mi concepción, las categorías analíticas constituyen un cierto tipo de “representaciones”. Podemos pensar en las representaciones sociales como las palabras o imágenes “clave” dentro de los discursos de los actores sociales: son aquellas unidades que dentro de éstos condensan sentido. De este modo, orientan y otorgan sentido a las prácticas sociales que esos actores desarrollan en relación con ellas, y son modificadas a través de tales prácticas.

Aefectos de este tipo de análisis, lo más importante es cómo se elaboran esas representaciones y el papel que juegan en la formulación de los programas de acción (agendas) de ciertos actores sociales, y no tanto el grado de generalización de las mismas en el contexto de grandes agregados sociales. En el caso que nos ocupa, interesa además que estas representaciones no sólo dan sentido a las prácticas sociales de ciertos actores, sino que específicamente hacen posible el establecimiento de ciertas relaciones transnacionales y, a su vez, resultan modificadas por su propio desarrollo.

Estas representaciones pueden ser de distinto tipo (verbales, visuales, auditivas, integradas, etc.) pero en cualquier caso, y a efectos del análisis, es necesario que resulten analíticamente diferenciables y descriptibles. Si no lo fueran no resultaría posible examinar cómo son socialmente producidas y/o qué importancia tienen en procesos contemporáneos. Algunas son tan simples como una palabra, o un icono, en tanto que otras asumen formas más complejas. Pero el caso es que estas simbolizaciones envuelven, o suponen, formas de interpretación y simboli - zación de aspectos de la experiencia que producen los actores sociales (individuales y colectivos) en su participación en la vida social, es decir, en sus relaciones con otros actores, sean éstas relaciones de colaboración, conflicto o negocia- ción.

Estas representaciones se originan y a la vez inciden en las formas de “ver el mundo”, o de interpretar la experiencia. De este modo, las representaciones sociales orientan las maneras de actuar, es decir, las prácticas sociales de los actores. Pero, además, estas prácticas sociales a su vez inciden en las maneras de in - terpretar la experiencia, es decir, inciden en las representaciones. Ello es así porque el tipo de práctica que desarrolla cada actor social de una vez condiciona los tipos de contextos sociales e institucionales específicos en los cuales actúa y, junto a ellos, los marcos regulatorios de su práctica y de las relaciones con otros actores; así como con cuáles otros actores habrá de interactuar, en cuáles circunstancias (vistas éstas tanto en términos de relaciones de poder como de universos de representaciones), etc.

Acá puede resultar útil hacer una breve digresión para, a modo de ilustración, considerar brevemente el caso de los desencuentros que se han presentado (y se siguen presentando) entre dos tipos diferentes de actores sociales interesados en la defensa de los derechos territoriales de los pueblos indígenas de América Latina: las organizaciones indígenas propiamente dichas, y las organizaciones ambientalistas que incorporan en sus programas la lucha por los derechos de los pueblos indígenas. Las diferencias entre estos dos grandes tipos de organizaciones se relacionan tanto con los diferentes tipos de experiencia que miembros de uno y otro tipo de organizaciones tienen con lo que en el lenguaje de ambas suele llamarse “naturaleza”, como también con las diferentes formas en que unas y otras se representan tanto esa “naturaleza” como sus maneras de relacionarse con ella, y junto a esto las formas de lucha política que desarrollan. A su vez, las prácticas sociales en pos de esos derechos van colocando a los dirigentes de uno y otro tipo de organizaciones frente a diferentes situaciones (diferentes actores, diferentes marcos, diferentes relaciones de poder), las cuales hacen posible nuevas reelaboraciones de sus representaciones. O bien, cuando estas prácticas los colocan frente a las mismas situaciones, de todos modos desde sus particulares representaciones,estas situaciones se viven de maneras diferentes. Es decir, se conviertenen diferentes experiencias, y dan lugar a diferentes reelaboraciones de representaciones.

Sin embargo, como sabemos, las alianzas entre organizaciones indígenas y ambientalistas son frecuentes, lo cual permite inferir que tales diferencias no necesariamente han de ser incompatibles al plantearse programas de acción. Pero los desacuerdos que frecuentemente se presentan nos hablan precisamente de cómo diferentes experiencias estimulan diferentes tipos de representaciones, y diferentes tipos de representaciones promueven diferentes modos de interpretar situaciones compartidas, convirtiéndolas en diferentes tipos de experiencias. Más adelante, en este mismo texto ilustraré esto con un par de ejemplos específicos. Volviendo a la línea central de mi argumentación, es necesario reconocer que el universo de representaciones sociales de los actores sociales es vasto.

Sin embargo, las formas en las cuales los actores se representan ciertas ideas en particular resultan especialmente importantes, porque ellas inciden muy particularmen te en su (trans)formación en tanto actores sociales. En este sentido son particularmente significativas las representaciones de ideas de “identidades” y “diferencias”, ya que de ellas depende precisamente la mera existencia de los actores: la existencia de cada actor social depende de la formulación de una cierta represen - tación de identidad, y ésta está asociada a la formulación de representaciones de diferencias2.

Pero hay otras representaciones que dependiendo de las circunstancias resultan especialmente importantes en la elaboración de los programas de acción de esos actores. Además, suele ocurrir que estas otras representaciones no identitarias son asociadas a ciertas representaciones de “identidad”, conformando complejos o sistemas de representaciones. Así ocurre frecuentemente por ejemplo con las representaciones de ideas de medio ambiente manejadas por organizaciones indígenas, como lo muestra un ejemplo que presentaré más adelante en este mismo texto. Lo importante para la línea de argumentación principal de este artículo es que estos programas, a su vez, orientan las prácticas de estos actores sociales, las cuales a través de confrontaciones, convergencias y negociaciones acaban orientando el sentido de algunas transformaciones sociales contemporáneas particularmente significativas. Este es el caso de las representaciones de algunas ideas que juegan papeles clave en nuestro tiempo histórico como, por ejemplo, las de: “globalización”, “democracia”, “mercado”, “libre competencia”, “sociedad civil”, “ciudadanía”, “participación social”, “género”, “etnicidad”, “raza”, “cultura”, “medio ambiente”, “desarrollo”, etc.

La conceptualización de la idea de “representaciones sociales” es problemática, y la que aquí presento no es más que producto de un alto en el camino: es dec i r, la considero inacabada, en proceso. Esta conceptualización surge de la reflexión sobre mis estudios de casos en diálogo -no siempre consciente- con bibliografía de diversas disciplinas. Más allá de tal diálogo esta conceptualización es propia; con ella no pretendo apegarme a alguna de las elaboraciones establecidas de la idea de representaciones sociales, ni tampoco es mi propósito en este momento hacer una revisión crítica de ellas. Sin embargo, me parece conveniente señalar que los usos contemporáneos más frecuentes de ideas afines en la bibliografía académica se relacionan con el que hacen algunos estudios de psicología social directa o indirectamente inspirados en la formulación de “representaciones sociales” de Moscovici (1979) o, alternativamente, con los que se hacen de la idea de “representaciones” en diversas orientaciones de los estudios de antropología, historia, artes visuales, cine y televisión, y en el campo transdisciplinario que en el mundo de habla inglesa ha venido denominándose cultural studies3. Hasta donde han llegado mis lecturas, en estos últimos campos y disciplinas no he encontrado formulaciones muy elaboradas de la idea de “representaciones”, la cual frecuentemente es utilizada sin mayores precisiones conceptuales, y con sentidos diversos por diferentes autores. En cambio, la idea de “representaciones sociales” es cuidadosamente elaborada por Moscovici, y a partir de su trabajo por otros psicólogos sociales: incluso existe toda una corriente internacionalmente es- tablecida. Por eso me parece importante exponer una diferencia significativa entre las formulaciones de esa corriente y mi uso de la idea de “representaciones sociales”. Mientras que en esa tradición teórica la idea de “representación social” se aparea con la de “realidad”, es decir, se supone que la “representación” lo es de una cierta “realidad”, en el uso que hago de la categoría en este y otros estudios la idea de “representación” se aparea con la de “experiencia”.

Esto supone que no hay una “realidad” por “representar”, sino diversas maneras de interpretar y simbolizarla experiencia social. Por eso, y de manera consistente, sostengo que las categorías analíticas que constituyen las bases de las teorías y en general de los discursos académicos (que algunos prefieren llamar “científicos”) no son sino un tipo especial de “representaciones sociales”, aquellas que se producen en los marcos institucionales de las prácticas académicas, o “científicas”, lo cual marca otra diferencia con la idea establecida en esa corriente según la cual las representaciones sociales son propias del mundo de la vida cotidiana y no del de la “ciencia”.

Asumiendo como asumo que las características de las “representaciones sociales” específicas dependen de las peculiaridades de la “experiencia social” de los actores y que a su vez esta experiencia depende de las representaciones que modelan la forma de interpretar y simbolizar las interacciones con otros actores sociales, resulta obvio que -desde este punto de vista- lo único significativo que se puede estudiar son procesos o dinámicas, y no objetos o resultados. Por ello, mi investigación se orienta a analizar cómo son socialmente producidas esas representaciones y cómo ellas inciden en algunos procesos sociales, y no la distribución de ciertas representaciones según segmentos de población como es usual en otros tipos de estudios. Este interés por investigar procesos o dinámicas se combina con la idea de que los actores sociales están siempre en (trans)formación, y con la de que en el caso de los actores colectivos estas (trans)formaciones dependen en buena medida de las interacciones de varios individuos o colectivos dentro de ciertos marcos institucionales. Es desde esta perspectiva que he procurado analizar las relaciones entre actores locales y globales en la producción de representaciones sociales políticamente significativas, y es también desde ella que me parece necesario poner de relieve la importancia del trabajo simbólico de los actores globales en la construcción de imaginarios sociales.

He venido estudiando la importancia de estos fenómenos en relación con dos grandes tipos de redes y eventos transnacionales. Por un lado los que se organizan en torno de representaciones de ideas de identidades y diferencias articuladas como culturales, especialmente las de referencias étnicas y raciales; y por el otro, los que se organizan en torno a representaciones de ideas de sociedad civil, democracia y ciudadanía. En las páginas siguientes comentaré brevemente algunos resultados de esas investigaciones para ilustrar la tesis principal de este artículo: que en los actuales tiempos de globalización, la producción social de representaciones de algunas ideas que juegan papeles significativos tanto en la (trans)formación de actores sociales como en la orientación de sus prácticas, se relaciona de diversas maneras con la participación de esos actores en sistemas de relaciones transnacionales en los cuales intervienen también actores locales de otros países y actores globales.

Relaciones transnacionales y representaciones de identidades étnicas y raciales El Programa Cultura y Desarrollo (en adelante “el C&D”) del Festival of American Folklife de 1994, del Smithsonian Institution, constituyó una provechosa oportunidad para estudiar modos de articulación entre las prácticas de actores globales y locales en torno a representaciones de ideas de cultura, etnicidad, raza y desarrollo. Este programa fue organizado por dos instituciones estadounidenses que, dado el alcance geográfico de sus prácticas, pueden calificarse de actores transnacionales, el Smithsonian Institution y la I n t e r-American Foundation ( I A F ) , la primera de alcance global y la segunda de alcance continental. El Programa involucró además la participación de dieciocho organizaciones locales de siete países latinoamericanos: cuatro volcadas a brindar servicios para el desarrollo de base y catorce de pueblos indígenas dedicadas a establecer los derechos políticos y territoriales colectivos de sus pueblos, y/o a desarrollar programas de etnoturismo, etnoagricultura, artesanías, educación y comunicaciones. Cabe remarcar que lejos de la idea que pueda tenerse a priori de un festival como un evento acotado en el espacio y el tiempo (en este caso: la celebración pública en el verano de 1994 en la ciudad de Washington, más específicamente en un área que se extiende poco más o menos entre el edificio del Congreso y el obelisco), éste no fue el caso del que nos ocupa, y pienso que en general no lo es de ningún evento transnacional organizado.

Todos tienen un período de incepción, otro de organización, otro de realización y, finalmente, otro post-evento, los cuales deben estudiarse de manera conjunta. En el caso de este festival, su preparación involucró más de un año de acciones específicas por parte tanto de los organizadores transnacionales como de los participantes locales. Hay además numerosos ejemplos de lo duradero de algunos de sus efectos como, por ejemplo, el establecimiento de relaciones de trabajo entre algunas de las organizaciones locales participantes, algunas iniciativas negociadas -durante los días del Festival- con varias organizaciones no gubernamentales (ONGs) transnacionales con sede en Washington DC, así como con el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Departamento de Energ í a de Estados Unidos, y comerciantes “alternativos” (según su autodenominación) de artesanías y productos orgánicos. Finalmente, la experiencia de este Programa del Festival fue fundamental para que posteriormente se organizara en Quito un evento relacionado, el “Encuentro Intercultural por el Desarrollo y la Identidad Plurinacional”, realizado en 1996 por algunas de las organizaciones participantes en el C&D con apoyo de las dos agencias estadounidenses involucradas.

Mi análisis del C&D -basado en observación de campo, entrevistas e investigación documental- ilustra cómo representaciones sociales de ideas de identidad, cultura, etnicidad y raza, puestas en relación con representaciones de ideas de ambiente, desarrollo sostenible y otras, son confrontadas, negociadas y producidas en el contexto de campos complejos de relaciones transnacionales. La coproducción o adopción adaptada de estas representaciones por los actores sociales involucrados contribuye a fortalecer algunas racionalidades específicas ya existentes en particular (por lo cual otras racionalidades, competitivas con aquellas, pueden resultar relativamente debilitadas) y así a proveer marcos para el desarrollo de formas de diferenciación y programas de acción asociados a estas representaciones en términos de derechos culturales, etnodesarrollo, estrategias transnacionales basadas en representaciones de una cierta identidad racial transnacional compartida: la de los pueblos indígenas de América, etc4.

Por ejemplo, las presentaciones públicas y documentos exhibidos o suministrados por ISMAM-Indígenas de la Sierra Madre de Motozintla (cooperativa de productores de café en el Estado de Chiapas, México) y El Ceibo (cooperativa de productores de cacao en la región del Alto Beni, en Bolivia) permitían observar la importancia de redes transnacionales que vinculan a productores, intermediarios y consumidores de productos agrícolas producidos mediante técnicas que se representan no sólo como de agricultura orgánica, sino además como de carácter “indígena tradicional”.

Es irrelevante para este análisis que estas técnicas sean ono “tradicionales indígenas”, cualquiera sea el sentido que pudiera atribuirse a tal carácter5. Lo importante, lo significativo, es que este carácter “tradicional indígena” se convierte tanto en un argumento para la venta como en un sentido para la compra. Es la representación de estos productos como “tradicionales indígenas”, y de sus productores como “indígenas tradicionales” que responden a las presiones hacia la “modernización” de manera crítica, cuidando el medio ambiente y valorizando sus técnicas “tradicionales” de producción, lo que aquí resulta significativo.

Y arguyo que es significativo porque estimula y/o refuerza ciertos modos de auto-representación. Lo interesante para el análisis que aquí nos ocupa es que estos modos de representación se cultivan y refuerzan mediante las prácticas de todos los participantes en la red: productores, intermediarios y consumidores de cacao y café orgánico, para los dos casos en cuestión. Así, este proceso involucra no sólo la participación de las dos cooperativas en cuestión, sino también de intermediarios y consumidores “conscientes” y dispuestos a hacer valer su poder de compra para “hacer una diferencia” (“to make a difference”, como suele decirse en inglés) en el mundo. Pero además, es precisamente la valoración de lo “tradicional indígena”, ya no como conservación sino como recurso para el desarrollo, no sólo lo que ha justificado que la IAF haya apoyado a estas organizaciones por años, sino también el que éstas sean incluidas en este Programa del Festival. De este modo los representantes de estas organizaciones allí presentes ven reforzado su sistema de representaciones por la atención que les prestan tanto di139 versos tipos de público como otros participantes del Programa que visitaban sus áreas de exhibición, a la vez que sirvieron de “modelo” a otras organizaciones que participan en el Festival mostrando prácticas “tradicionales indígenas” -o “populares”, según los casos- aplicadas en otras áreas de actividad (artesanía, etnoturismo) como recursos para el desarrollo.

A su vez, estas dos organizaciones locales también reforzaron mediante su interés las prácticas de etnodesarrollo de esas otras organizaciones participantes dedicadas al etnoturismo y a la producción de artesanías indígenas o populares, mientras que estas últimas por su parte servían de modelo a aquellas, a la vez que además veían reforzado el valor de sus prácticas también por la atención que el público les brindaba.

No estoy implicando que hay algo “bueno” o “malo” en estos reforzamientos y estímulos; sólo estoy destacando este aspecto de estas relaciones.

De todos modos, aquí no terminan los estímulos y reforzamientos, ni sus relaciones con las relaciones de tipo global-local en los procesos de globalización; hay más. La IAF contrató a un experto en comercialización internacional de productos indígenas y populares para que durante el período del Festival asesorara a estas organizaciones, y con este objetivo se realizaron un breve taller y varias reuniones y consultas. El experto en cuestión asesoró a las organizaciones, entre otras cosas, acerca de cómo legitimar y hacer valer mediante aspectos de la producción y comercialización, la condición “indígena” o “popular” de sus productos, sean estos artesanías, servicios turísticos o productos agrícolas. El experto en cuestión es una persona vinculada a lo que en inglés se denominan “alternative trade organizations”, es decir, organizaciones de comercialización alternativa.

Estas organizaciones, que en la actualidad florecen en Estados Unidos y Europa, tienen incluso una federación internacional que las agrupa y están tan afianzadas en esto que este experto, aún hablando en público, utilizaba con toda familiaridad el acrónimo ATOs (que deriva de “Alternative Trade Organizations”) para referirse a ellas. Ultimamente, muchas de estas organizaciones utilizan un eslogan que simultáneamente realza su posición y critica la política del libre comercio. El eslogan es: “Support the Fair Trade Alternative”. La traducción de este eslogan al castellano sería: “Apoye la alternativa del comercio justo”. Puesto en menos palabras simplemente “Fair Trade”, que equivale a decir “Comercio justo”, lo cual se propone en oposición a la idea de “Free Trade”, es decir “libre comercio”. Así se plantea la oposición de términos “Fair Trade” vs. “Free Trade” que resulta bastante llamativa en una época en la cual diversos organismos multilaterales abogan por el “libre comercio” que se critica por ser “injusto”. Conviene resaltar acá la conexión entre esto y las protestas realizadas en noviembre de 1999 en Seattle, y desde entonces en numerosas ciudades del mundo, por lo que los medios han llamado el “movimiento anti-globalización”, (que a mi juicio sería más apropiado llamar “movimiento anti-neoliberalismo”), en las cuales también se destacaron consignas y carteles que, de diversos modos, expresaban: “No Free Trade, but Fair Trade” (veáse Seone y Taddei 2001). Esto interesa precisamente en relación con la complejidad de relaciones entre estos fenómenos y los procesos de globalización que he señalado más arriba.

Existen numerosas ATOs: una de las más conocidas es “Pueblo to People” , que se especializa en intermediar productos artesanales y agrícolas orgánicos de América Latina. Su nombre, establecido en forma bilingüe, se traduciría al castellano como “de pueblo a pueblo” pero, a la vez, implicando que el primero de estos es de hispanoparlantes, y el segundo de angloparlantes.

El catálogo “Primavera1996” de esta organización (el más reciente que ha llegado a mis manos) trae dos titulares significativos: “Una mezcla práctica de ricas tradiciones: ropa, artículos para el hogar y comida desde América Latina”, y “Una organización sin fines de lucro dedicada a vincular cooperativas agrícolas y de artesanos con usted” (mi traducción en ambos casos). Reitero que no pretendo en absoluto sugerir nada negativo en la existencia y actividad de este tipo de organizaciones; sólo ilustro cómo ciertos aspectos de los procesos de globalización en marcha operan estimulando lo que se construye como “tradicional”. Más aún, pienso que, desde un punto de vista económico, es sumamente favorable que este tipo de organizaciones existan y que un experto como el mencionado haya sido contratado durante el Festival.

Ahora bien, desde puntos de vista sociopolíticos o “estéticos”, no es sencillo sacar conclusiones, y éstas seguramente acabarían siendo sumamente polivalentes. Algunos aspectos de esta polivalencia son claramente ilustrados por las declaraciones que emitió durante el Festival Giselle Fleurant, directora del Comité Artisanal Haitien, una organización no gubernamental haitiana dedicada a facilitar a los artesanos haitianos la exportación de sus artesanías. Ella sostuvo reiteradamente durante las reuniones realizadas con ese experto, así como en numerosas otras reuniones sostenidas durante el Festival (y lo repitió también en la entrevista que le hice): “A mí me preocupa que al exportar artesanías los compradores, el mercado, van pidiendo formas y colores que modifican el producto tradicional.

Los artesanos se van transformando en mano de obra para satisfacer los gustos de los consumidores. Pero en cualquier caso está resultando una poderosa herramienta para obtener fondos para esos grupos sociales” (mi traducción).

Seguramente estas palabras de Giselle Fleurant se entenderían más claramente a la vista de los catálogos de algunas ATOs, o bien releyendo aquel viejo texto de Néstor García Canclini: Las culturas populares en el capitalismo (1982). Finalmente, veamos un último par de ejemplos que ilustran sobre otros aspectos de la polivalencia sociopolítica ya no de las prácticas de las ATOs sino, más en general, de cierta celebración del vestuario como signo de la etnicidad que el ambiente del Festival propiciaba y que, de diversas formas, promueven otros contextos y coyunturas.

El primero de estos ejemplos se relaciona con la opción productora de ingresos exhibida durante el Festival por la propuesta de la Asociación Nativos de Taquile, una cooperativa de indígenas quechua-parlantes localizada en la isla de Taquile, ubicada en el lado peruano del Lago Titicaca. Los taquileños han combinado de manera provechosa el “etnoturismo” con la producción y venta de artesanías. Para ello han adoptado un vestuario sumamente vistoso y colorido que sostienen que es pre-hispánico, afirman ser los descendientes de los Incas, y han adaptado su poderosa música al patrón de duración que permiten los festivales musicales de los que participan en Perú y en el exterior (tres a cinco minutos, en lugar de la interminable duración de estas músicas en sus contextos de origen). Algunos de ellos, como Alejandro Flores Huatta, tras tanto tratar con antropólogos y otros agentes semejantes, llegan a afirmar: “yo soy un museo viviente”. Los taquileños mueven a los turistas hacia su isla ya no en las “tradicionales” y lentas balsas de totora, sino en embarcaciones de madera que se encargan de destacar que ellos mismos construyen, las cuales impulsan con motores importados, hacia moradas donde la electricidad es provista con paneles solares, también importados. Los taquileños han hecho de este sistema de representaciones todo un circuito de producción económica, y un modo de vida.

El ejemplo de los taquileños debe tomarse en cuenta conjuntamente con la interpretación de su experiencia en el Festival que hicieron Manuel Ortega y Facundo Sanapí, representantes de otro pueblo indígena, el pueblo emberá, de la región del Darién en Panamá. Ambos participaban en el Programa como representantes de un proyecto de mapeo para la legitimación de la ocupación indígena de su territorio frente a las autoridades panameñas. Su espacio de representaciones en el Festival consistía en una sobria estructura abierta al público hacia adelante, dentro de la cual se exhibían fotos, mapas y una maqueta. Sus presentaciones explicaban cómo hacían el mapeo y cómo negociaban la legitimación de su territorio. Estas presentaciones no atraían tanto público ni concitaban tan entusiasta participación como las de los taquileños y otras organizaciones que interpretaban música, danzaban y lucían trajes coloridos. Esto causó preocupación a Sanapí y Ortega, y así este último en sus presentaciones reiteradamente expresó al público su pesar por no haber traído su “vestimento” porque él sentía que “así no represento[ aba] bien a mi [su] etnia”. Decía:
“Bueno yo estoy en cueros ajenos porque este vestido [refiriéndose a los pantalones y camisa de producción industrial que llevaba puestos, D.M.] no es mío. Esta no es mi cultura, yo estoy en cultura ajena. Mi cultura la dejé en mi casa, porque la verdad es que yo, en mi casa, yo uso mi cultura. A q u í yo, me han sorprendido, que todo el mundo, las etnias tienen su cultura, vestimenta, y yo que estoy en cueros ajenos, vestido ajeno. Eso me ha sorprendido bastante, me mortifica eso. Porque yo no represento como una etnia, me represento como una persona a la fuerza y no hablo muy bien español, lo que yo hablo español así para mí ese no es mi idioma y tengo mi propia etnia y mi propio idioma (...) no hay quien traduzca de mi idioma”. Por eso Facundo Sanapí acabó afirmando que si los volvieran a invitar ellos vendrían vistiendo su propia vestimenta. Nótese, de paso, la apropiación y uso de las ideas de “cultura” y “etnia”, las cuales, provenientes de la Antropología, han sido incorporadas por numerosos individuos de diferentes pueblos indígenas a partir de sus intercambios con antropólogos, sacerdotes y representantes de agencias estatales y de diversos actores globales.

Pero resulta más interesante aún considerar esas palabras de Sanapí junto con las de su compañero Manuel Ortega, también un dirigente emberá: “Nosotros estamos pidiendo un apoyo a cualquier organismo internacional (...) porque a ese proceso de mapeo le falta dos etapas para terminar. Por eso nosotros esperamos alguien que financie, que alguien nos ayude a nosotros en ese sentido. Porque si nosotros dejamos eso, se van a perder muchas cosas en sectores indígenas: primero, la botánica, la fauna silvestre, la biosfera, la biodiversidad, el medio ambiente, la ecología, ahí se va a perder mucho. Por eso nosotros queremos (...) un apoyo (...) porque la verdad es que somos pobres en ese sentido [financiero] pero ricos en la inteligencia y ricos en recursos naturales” [énfasis mío].

Resulta interesante observar cuántas palabras de las que en años recientes han sido claves en la defensa de los pueblos indígenas de su derecho histórico a continuar ejerciendo control sobre sus territorios ancestrales -o bien recuperarlo- utilizó Ortega en esta breve respuesta. También es instructivo observar cuáles utilizó. Notemos que no sólo utilizó las más difundidas, sino incluso otras como “biosfera” y “biodiversidad”, de uso más especializado y que forman parte de jergas utilizadas principalmente por especialistas. Según surgió en las entrevistas, Ortega incorporó estas expresiones a partir de sus intercambios con representantes de organizaciones ambientalistas del exterior y otras panameñas pero que participan de intercambios con el exterior.

Lo significativo de la incorporación de estas expresiones es que proveen de sentido a ciertas políticas y prácticas sociales del pueblo emberá y a sus organizaciones, y que orientan el establecimiento de alianzas. En este contexto resulta significativo tomar en cuenta lo que argumentó Facundo Sanapí cuando le pregunté por qué era tan importante lo de la vestimenta: “Porque así demostramos que en el Darién también hay indígenas que todavía verdaderamente conservan su tradición. (...) El trabajo que estamos presentando (...) es un proceso que verdaderamente para nosotros es un documento importante. Pero debiéramos presentar como indígenas entonces. Para que el público viera que verdaderamente es un indígena presentando en esa forma. Yo pienso que ahí sería lo más principal, o lo fundamental”. Lo más significativo de todo esto es que el C&D no es un fenómeno aislado, sino que opera dentro de universos más amplios de representaciones y experiencias. Veamos, por ejemplo, el caso de un evento transnacional de otro tipo. Se trata de la Primera Cumbre entre Indígenas y Ambientalistas, realizada en Iquitos (Amazonia peruana) en mayo de 1990, con la participación de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), las cinco federaciones indígenas nacionales que para la época la constituían (de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Brasil) y numerosas organizaciones ambientalistas y otras no gubernamentales que actúan transnacionalmente y tendencialmente a nivel mundial, es decir, lo que denomino actores globales.

Como resultado de este encuentro los participantes emitieron la Declaración de Iquitos, la cual fue firmadapor representantes de Greenpeace, Survival International, Cultural Survival, Conservation International, Oxfam-America, Fundación Ford, Inter-American Foundation, otras diecisiete organizaciones con sede en Europa y EE.UU., y una organización conservacionista peruana.

La Declaración considera que “es necesario seguir trabajando en adelante como una alianza indígena y ambientalista por una Amazonia para la humanidad”. En respuesta al “grave deterioro de la biosfera”, la alianza establece acuerdos significativos con el objeto de lograr, entre otras cosas, “el reconocimiento de los Territorios Indígenas para que dichos pueblos desarrollen programas de manejo y conservación [del ambiente]”, para lo cual es necesario “canalizar recursos técnicos y financieros”. La Declaración también establece la creación de un Comité Coordinador que analizará y diseñará “las mejores estrategias para la defensa de la Amazonia Indígena” (Chirif/García/Chase, 1991: 176-177).

Esta doble caracterización de “una Amazonia para la humanidad” y de “la Amazonia Indígena” expresa convergencias y diferencias entre las dos partes de la alianza. Pero lo notable es que subyace a ambas una idea común: la Amazonia es una cuestión que no compete a los Estados ni a otros actores de las sociedades nacionales. Esta alianza global-local, establecida en relación con una cierta representación del asunto, no es azarosa ni tampoco una traición de las organizaciones indígenas a las respectivas sociedades nacionales, como en ocasiones la han calificado los gobiernos de la región. Responde tanto a los intereses de los actores globales como a los de acorralados actores locales, en este caso organizaciones indígenas. Ante las actitudes de los gobiernos nacionales, que en el marco de una cierta representación de la idea de “desarrollo” han concedido permisos forestales y de explotación minera causantes de importantes daños a la región que a su vez es hábitat de estos pueblos -cuya situación a la vez han ignorado en el marco de representaciones racistas inconfesas-, estos pueblos han optado por organizarse y relacionarse transnacionalmente para defender lo poco que les queda.

El encuentro y la declaración son resultado de años de negociaciones entre las partes, durante los cuales las organizaciones indígenas aprendieron que esas relaciones mejoraban sus posibilidades de negociar con los respectivos gobiernos. No en balde en 1989 la COICAprodujo y difundió un documento titulado C O I C Ap o r el futuro de la Cuenca A m a z ó n i c a, en el cual enfatizaba que las presiones de los gobiernos de algunos países industrializados y de instituciones financieras internacionales sobre los gobiernos de los países amazónicos habían forzado a estos últimos a adoptar algunas medidas de protección ambiental. Señalaba además que estas presiones se habían ejercido gracias al cabildeo realizado previamente por organizaciones indígenas y ambientalistas. Yterminaba señalando: “Paradójicamente lo que los indígenas y nuestras organizaciones habíamos planteado a nuestros gobiernos, en cada uno de los países amazónicos, tuvo que esperar a ser dicho en inglés para que fuera escuchado. Los gobiernos no escuchan habitualmente las voces indígenas, será porque no conocen nuestros idiomas” (COICA, 1989: 11 - 1 2 ) . Tanto accionar global por parte de organizaciones locales -produciendo lo que podríamos llamar redes transnacionales desde abajo y así, tendencialmente, procesos globalizantes “desde abajo”- no proviene tan sólo de sus propias iniciativas, como si éstas estuvieran “flotando en el aire”. Ni siquiera se debe solamente a las de los agentes globales ya mencionados, o a las de otros semejantes. Esta globalización desde abajo es también, y al menos en parte, una respuesta a otros procesos globalizantes que podríamos considerar parte de una globalización “desde arriba”.

En efecto, estos actores locales forman parte de sociedades nacionales fundadas y fundamentadas en representaciones de identidades nacionales que han venido legitimando la represión de diferencias intranacionales6. Adicionalmente, estos gobiernos han adoptado últimamente análogos programas de ajuste estructural, lo cual se relaciona con ciertos procesos globalizantes que involucran las prácticas de estos y otros gobiernos, así como las de empresarios nacionales, corporaciones transnacionales, el BM y el FMI. Estos esquemas incluyen programas más específicos y políticas de reducción y descentralización del Estado, y de “alivio de la pobreza”.

Estos programas de ajuste y los respectivos programas compensatorios, entre otras cosas, han estimulado -deliberadamente o no, según los casos- la creación de numerosas organizaciones étnicas y locales, así como que estas org a n i zacionescrecientemente desarrollen prácticas transnacionales. El desarrollo tanto de iniciativas de organización como de prácticas transnacionales ha sido además un aprendizaje necesario para los grupos de población en cuyo seno se han gestado estas organizaciones debido a diversos factores, como por ejemplo la defensa de sus propios intereses en respuesta a procesos de colonización de tierras, construcción de represas, explotaciones mineras y otras iniciativas de sus respectivos gobiernos nacionales, actuando con créditos y asesoramiento del Banco Mundial, o de otros actores globales (agencias de cooperación bilateral, empresas transnacionales, etc.), o también en respuesta a iniciativas del Banco Mundial en busca de contrapartes con quienes ejecutar sus programas y políticas7.

Los ejemplos del Programa C&D del Festival del Smithsonian y el de la Primera Cumbre entre Indígenas y Ambientalistas no están desvinculados entre sí, ni tampoco son excepcionales. Como lo ilustran diversos estudios, numerosas org a n i z a c i ones indígenas están desarrollando iniciativas políticas y económicas en respuesta a esa globalización “desde arriba”, e impulsando proyectos políticos y económicos basados en lo que conciben como su peculiaridad o diferencia cultural. Estos ejemplos, como otros que he presentado en publicaciones citadas anteriormente en este artículo, permiten apreciar cómo estas representaciones de peculiaridad o diferencia cultural son producidas en el contexto de complejos sistemas de relaciones con una amplia gama de actores sociales nacionales (como denomino en este contexto a aquellos que forman parte de la misma sociedad nacional que las organizaciones indígenas de referencia) y con un espectro diverso de organizaciones del exterior, entre las cuales se incluyen algunas locales y otras que son ejemplos de actores globales tan diversos como redes de comercialización de artesanías, organizaciones ambientalistas y de defensa de los derechos indígenas, fundaciones privadas, el Banco Mundial, el BID y las agencias gubernamentales de Estados Unidos, Canadá y varios países de Europa occidental (véase por ej.: Brysk, 1994; Carr et al., 1993; Conklin/Graham, 1995; Mato, 1997[a], 1997[b], 1998; Rogers, 1996).

Relaciones transnacionales y representaciones de ideas de sociedad civil Desde las luchas del sindicato Solidaridad y otros movimientos sociales que a partir de la década del '70 se desarrollaron en Europa oriental, se ha venido produciendo una ola mundial de procesos de (re)organización de la llamada sociedad civil. Esta oleada comprende también importantes procesos en numerosas sociedades latinoamericanas. Más allá de la innegable importancia de factores internos a cada una de las sociedades involucradas, y más allá de que nociones de “sociedad civil” integraban el vocabulario de algunos movimientos de izquierda desde décadas anteriores, fue recién con el fin de la Guerra Fría que representaciones de esta idea comenzaron a ser utilizadas por un número creciente de organizaciones de países latinoamericanos, que de manera paulatina se han ido vinculando transnacionalmente entre sí y con los actores globales que las promueven. En tal sentido, es posible observar la influencia de una variedad de actores globales -como por ejemplo el BID, el Banco Mundial, el PNUD, la Fundación Friedrich Ebert de Alemania, varias organizaciones de Estados Unidos como la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID), el National Democratic Institute (NDI) y el National Republican Institute. Estos actores globales han venido promoviendo programas que ellos conciben como de “fortalecimiento de la sociedad civil” y “de organizaciones cívicas” en la región. Estos actores globales también han organizado o apoyado eventos y redes de trabajo transnacionales -algunas de alcance global, otras regionales- que vinculan las prácticas de numerosos actores globales y locales. Estas redes y eventos se han constituido en espacios de intercambios, aprendizajes, coproducción y disputas en torno de diversas representaciones sociales de la idea de sociedad civil.

Un ejemplo de la importancia de algunos eventos de alcance global lo constituye el caso del encuentro “Civitas@Prague 1995: Strengthening Citizenship and Civic Education. East and West” que se realizó en esta ciudad con la participación de más de cuatrocientos asistentes de cincuentidós países, incluyendo dos latinoamericanos.

Notablemente, el encuentro fue concebido por siete organizaciones de Estados Unidos y financiado en buena medida por el Departamento de Educación y la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA) (Civitas, 1995: 2). La realización de este encuentro no sólo permitió crear una red transnacional de activistas en educación cívica, sino que además dio lugar a la realización de un evento semejante en Buenos Aires en 1996, el cual se denominó Civitas Panamericano, convocado por la organización cívica argentina Conciencia, con el patrocinio de la U S I A y otras organizaciones de Estados Unidos, el cual condujo a su vez al establecimiento de una red latinoamericana de educación cívica.

Otro evento de alcance latinoamericano de importancia fue el Encuentro de Fortalecimiento de la Sociedad Civil, organizado por el BID en Washington en 1994, que contó con la participación de representantes tanto de organizaciones y gobiernos de América Latina como de varios actores globales. Significativamente, en el Reporte de este encuentro se afirma que aunque el fortalecimiento de la sociedad civil es en lo fundamental un proceso social doméstico, es necesario que sea apoyado por la comunidad internacional (BID, 1994: 3). La importancia de este evento resulta evidente al considerar la experiencia de algunos dirigentes de organizaciones cívicas de la región. Por ejemplo, según me explicó María Rosa de Martini, vicepresidenta de la mencionada organización Conciencia: “[Antes hablábamos de] asociaciones voluntarias; no-gubernamentales empezó a llamarlas las Naciones Unidas [...] Sociedad civil, hubo un seminario organizado por el BID en Washington en 1994 [que] fue muy importante. [...] Nosotras [todavía hablábamos de] organizaciones no-guberna - mentales, y cuando yo volví [de ese seminario del BID] me acuerdo patente haber estado acá en la reunión de comisión directiva y decirles bueno, la nueva cosa es el fortalecimiento de la sociedad civil” [entrevista del 16/9/97, itálicas mías]. Los eventos de este tipo producen efectos que no se limitan a una cuestión de vocabulario, sino que tienen consecuencias en la acción. Por ejemplo, según me explicó María Rosa de Martini, lo importante de la denominación “sociedad civil” -que a ella le resultaba novedosa- es que ha permitido visualizar de manera abarcadora lo que ella desde entonces denominaría “el sector”, lo cual a su vez ha hecho posible construir alianzas, formular políticas y elaborar y ejecutar proyectos de maneras que no eran posibles antes de contar con la idea de sociedad civil. Aprovecho para señalar que, como veremos más abajo, la denominación de “el sector” también se relaciona con la labor diseminadora de representaciones de esta idea por actores globales a través de redes transnacionales. Pero no es sólo a través de eventos globales o regionales que se producen y circulan representaciones de la idea de sociedad civil. Los eventos aquí comentados son posibles porque existen ciertas redes de trabajo más estables, que a su vez se conso lidan y desarrollan de este modo y que adquieren importancia por los intercambios que de manera más permanente vehiculizan. Algo semejante a lo que páginas atrás he mostrado para el caso de representaciones que asocian cultura y desarrollo. Por ejemplo, Andrés Cova, miembro del consejo directivo de la venezolana Escuela de Vecinos, explicaba en una entrevista que sus ideas acerca de la sociedad civil habían sido afectadas por los intercambios con organizaciones del exterior.

Consultado explícitamente sobre la importancia de esos tipos de contactos, respondió: “Por supuesto, para comenzar, el propio hecho de hablar de sociedad civil. Nosotros no hablábamos de sociedad civil antes de los '90. En Ve n e z u e l a sociedad civil es una expresión de los '90. Antes de 1990, o 1991, no hablábamos de sociedad civil, sino de no gubernamental” [entrevista del 6/2/97]. Nótese que nuevamente un representante de una organización con importante presencia pública en un país latinoamericano señala que el término “sociedad civil” le resulta novedoso. Y esto ocurre en países en los cuales movimientos de izquierda marxista habían utilizado la expresión abundantemente décadas atrás, sólo que entonces la repercusión de sus discursos al respecto fue mucho menor comparada con el “boom” actual que registra el uso del término. Esto es significativo precisamente de lo que vengo argumentando, en el sentido de que dicho “boom” se relaciona con las prácticas post-Guerra Fría de ciertos actores globales y de sus vínculos con organizaciones no gubernamentales de América Latina de reciente formación, independientemente de que entre la membresía de algunas de estas org a n i z acionesse cuenten intelectuales que anteriormente habían formado parte de los mencionados movimientos de izquierda. En todo esto operan además procesos de resignificación del término, es decir, de las representaciones sociales de esta idea.

Otro caso de la experiencia venezolana que muestra la importancia de las relaciones transnacionales en la formación de representaciones sociales de la idea de “sociedad civil” es el del Grupo Social Cesap (Centro al Servicio de la Acción Popular). Esta organización, fundada hace más de veinticinco años, posee un nombre articulado en torno de la idea de lo “popular”. Además, durante dieciocho años esta idea actuó como articuladora indiscutible de su discurso y acción. No es accidental que desde fines de la década de los '80 el Cesap haya incorporado a su vocabulario institucional las expresiones “gente” y “sociedad civil”, las cuales han ido gradualmente desplazando del mismo a las ideas de “pueblo” y de “popular”. Notablemente, esta reflexión no es mía, sino del padre Armando Janssens, presidente fundador y al momentode la entrevista (febrero de 1997) presidente en ejercicio del Grupo Social Cesap.

Según me explicaba, este cambio se relacionaba en primer lugar con la incorporación del vocablo “sociedad civil” al contexto de la sociedad venezolana y, en segundo lugar, a los intercambios del Cesap con organizaciones de otros países. Respecto de los modos de incorporación de la idea de sociedad civil al vocabulario público de al menos algunos países latinoamericanos, resulta interesante consi- derar las reflexiones de Silvia Uranga, al momento de la entrevista presidente de la ya mencionada organización cívica argentina, Conciencia, quien me explicó cómo había incorporado a su vocabulario la idea de sociedad civil en estos términos: “Será hará cinco años más o menos. [...] Por lo general hacés proyectos con fundaciones extranjeras, etc., entonces ya te empiezan a hablar, y como que empieza un código o como que empiezas a nombrar las cosas de diferente forma. Te digo que nosotros empezamos a hablar de sociedad civil y nadie nos entendía nada. O sea que le teníamos que mandar a nuestras sedes [de todo el país] nuestro mensaje y te lo discutían. Pero lo bueno es cómo ha demostrado que es un sector importante. O sea que el término ha ayudado también a poderlo circunscribir, a definir algo que estaba” [entrevista del 16/9/97; itálicas mías].

A propósito de la incorporación de la idea de sociedad civil al vocabulario público en Argentina, también consulté a Roberto Saba, director ejecutivo de la organización cívica Poder Ciudadano:

“Yo conozco gente que hoy es protagonista en Argentina en el tema de sociedad civil, que hace unos siete años me preguntaba qué es la sociedad civil. Y hoy está en el lenguaje cotidiano. [...] El término sociedad civil [...] se asocia mucho por ejemplo, pero creo que mal, con ONGs. O sea [se asume erróneamente que] el grupo de ONGs forma la sociedad civil. Cuando viene el Banco Mundial, o el BID, a estimular el desarrollo de la sociedad civil, buscan con qué ONG trabajar. Y creo que sociedad civil es un concepto más antiguo y tiene que ver con una ciudadanía educada, activa, participativa, que busca los canales para hacer todo esto en organizaciones. Pero las organizaciones no son la sociedad civil. La sociedad civil la forma la sociedad que ha logrado pasar de ser un grupo de individuos privados a compartir algún ideal público y común. [...] Me parece que el tema del financiamiento es muy importante. En el nacimiento de estas organizaciones hay mucha influencia internacional, positiva, no soy de los que creen que hubo una gran conspiración. Creo que hay felices coincidencias. Creo que hay como cruces de rutas. [...] A mediados de los '80 es cuando empieza a venir por algún lugar esta idea de sociedad civil. Después se mezcla con otro concepto que también viene de afuera, que es el tercer sector, o el sector independiente. [...] Empieza a confundirse sociedad civil con tercer sector” (entrevista del 18/9/97).

Pienso que las declaraciones de Roberto Saba nos ayudan a visualizar la importancia del papel jugado por algunos actores globales tanto en la incorporación como en el establecimiento de la idea de sociedad civil al vocabulario público, así como algunos de los atributos de sentido con que ha sido incorporada y, especialmente,la asociación de las ideas de sociedad civil, o rganizaciones no gubernamen -tales y t e rcer sector, al punto que se asumen como prácticamente equivalentes.

Roberto Saba también ofreció valiosas reflexiones acerca de cómo el financiamiento internacional impacta el diseño de los programas de acción de las organizaciones cívicas latinoamericanas. Él se refirió a los programas de acción usando el término “agenda”, el cual ha venido utilizándose en estos países de manera creciente en las últimas dos décadas. Si bien esta acepción del término también es apropiada en castellano, ella no era tan utilizada dos décadas atrás. Debe su creciente uso a los intercambios con organismos de las Naciones Unidas y otros actores globales que se expresan en inglés sea porque ésta es la lengua nacional de sus sociedades de origen, sea porque es la lingua franca del globo en este momento de la historia o, porque como se ha dicho, la globalización habla inglés. Pero veamos las declaraciones de Saba: “Los organismos que dan dinero, a los cuales estamos absolutamente agradecidos y creo que sin el aporte que hemos tenido hasta ahora nada de lo que se ha hecho en América Latina a nivel de sociedad civil se podría haber hecho. Pero tienen un problema, que la agenda del organismo financiador -aunque obviamente no estamos sentados en el directorio de ningún grantmaker [fundaciones y otras organizaciones que otorgan fondos para proyectos y programas] para ver cuáles son sus problemas, y hay excelentes grantmakers que se asesoran muy bien- pero quiero decir la agenda [de ellos] está en otro lugar. [No obstante] es muy común que coincidan las agendas. [No se trata de] que nosotros cambiamos agendas para obtener financiamiento externo. No. Lo que haces es alterar prioridades. Por ejemplo: si tu prioridad uno es el proyecto uno, tu prioridad dos el proyecto dos, tu prioridad tres el proyecto tres, y después este proyecto tres obtiene financiamiento externo y los otros dos no, no es que pasó a ser la prioridad uno, pero pasó a ser el proyecto que haces. En eso remarco que no estás vendiendo el alma al diablo, estás alterando tus prioridades, negociando. Pero puede ser que ese proyecto prioridad uno sea muy importante para tu organización y para tu país y que esto no se vea (...). Te imaginas que este funcionamiento, primero, te obliga a generar proyectos (...) que a veces no son los más interesantes. Pueden ser tu prioridad siete, o diez. Yo nunca haría una cosa que está fuera de mis intereses, pero hemos hecho cosas que estaban muy abajo en nuestra prioridad”.

Comentarios finales

Los anteriores son sólo algunos ejemplos significativos de la importancia de las relaciones transnacionales en la producción social de representaciones de ideas de identidades étnicas y raciales y de ideas de sociedad civil. Otros casos que he estudiado, y que limitaciones de extensión impiden comentar en este texto, tienden a verificar lo mismo que los casos aquí reseñados ilustran: la influen- cia de una variedad de actores globales en la difusión de representaciones de estas ideas, y de la formación de los programas de acción (o, como se los llama últimamente tomando la expresión del inglés, las agendas) de las organizaciones latinoamericanas que desarrollan sus prácticas en relación con tales ideas. Estos actores globales intervienen en estos procesos a través de la promoción y/o apoyo a la realización de eventos, redes de trabajo y programas de fortalecimiento de organizaciones de América Latina que resultan elegibles según sus propios criterios, es decir, a partir de sus propias representaciones de las ideas en cuestión. Estas redes y eventos constituyen espacios de intercambios, aprendizajes, coproducción y/o disputas en torno a diversas representaciones sociales de esas ideas. Las declaraciones de Roberto Saba, de Poder Ciudadano de Argentina, respecto de la influencia de las agendas de los actores globales en la formación de las agendas de las organizaciones latinoamericanas, resultan particularmente importantes.

Especialmente quiero destacar su señalamiento de que las agendas de los actores globales se forman en otros contextos sociales. Esta reflexión suya, la de uno de los dirigentes de una de las organizaciones cívicas más influyentes de su país, guarda relación con las de algunos dirigentes de organizaciones globales particularmente conscientes del papel que estas organizaciones juegan. Por ejemplo, Thomas Carroll, quien al tiempo de la declaración que reproduciré a continuación estaba dedicado al trabajo académico, pero que antes había sido funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y que ha llevado adelante numerosas misiones de campo para diversos actores globales, sostiene que: “Si quieren mantenerse en actividad, todos los donantes tienen que funcionar de modos que sus propios directorios y fuentes de fondos encuentren satisfactorios” (1992: 53) [ traducción propia]. Esto quiere decir que para mantenerse en actividad, estos donantes o actores globales deben de un modo u otro satisfacer las expectativas y modos de ver los asuntos que tratan de los miembros de sus directorios y de los directorios de otras organizaciones que les otorgan fondos, y así también, de algún modo, sus modos de interpretar (representaciones sociales) los problemas que atiendan y las maneras en que lo hacen.

Por su parte, Richard Moseley-Williams, quien ha servido como Coordinador del Programa para América Latina y el Caribe de la organización Oxfam de Gran Bretaña durante quince años, y quien luego ocupó una posición semejante en la organización Action Aid, indica que las presiones provenientes del contexto y de las fuentes de fondos han sido crecientes en años recientes y que: “Hoy en día el panorama es más complicado. Los intereses institucionales de Oxfam en recaudar fondos, en mantener un perfil destacado en los medios a los ojos del público británico en relación con otras organizaciones y en adquirir influencia sobre las élites nacionales e internacionales son mucho más importantes que antes. Estos intereses ya no son secundarios en relación con el trabajo en los programas como se los consideraba anteriormente: en cambio, ahora son prioridades que pese a las dificultades deben ser colocadas en el mismo nivel de prioridad que los mandatos provenientes de los socios y beneficiarios del sur” (1994: 55) [traducción propia]. Las declaraciones de Roberto Saba, Thomas Carroll y Richard Moseley-Williams nos ayudan a entender algo muy importante: los actores globales no son en - tes desterr i t o r i a l i z a d o s, como suele asumirse más o menos explícitamente en numerosos discursos sobre la así llamada “globalización”. Los actores globales exis - ten, se re p resentan la experiencia, producen discursos y actúan sobre ella en re - lación a contextos sociales específicos. En ocasiones estos contextos corresponden a los de sociedades nacionales específicas de las cuales forman parte, en las cuales están asentados, o más precisamente a sectores sociales de ellas. En otras, a espaciossociales transnacionales que de todos modos ni son desterritorializados, ni son tan extensos como todos aquellos espacios del globo en los cuales estos actores desarrollan sus prácticas. En uno u otro caso ellos también están expuestos a lo que ocurre en los contextos sociales en los cuales desarrollan sus prácticas. Pero la toma de decisiones y la racionalidad desde la cual se las toma no necesariamente se relacionan con los modos en que se representa la experiencia en esos espacios sociales de aplicación, y en cambio sí se relacionan necesariamente con aquellos en los cuales obtienen los fondos y se trazan los programas de acción. En efecto, en algunos casos estos contextos resultan ser los de los gobiernos y esferas públicas de sociedades nacionales específicas, como la estadounidense, la canadiense o algunas de Europa Occidental, por ejemplo en el caso de las agencias de cooperación bilateral para el desarrollo de esos países. Y aunque independientes de los respectivos gobiernos, la mayoría de las fundaciones y otras organizaciones privadas también forman su discurso institucional, así como sus programas de acción (o agendas), en el contexto de las sociedades nacionales de aquellos países donde obtienen sus fondos, y en los cuales también se forman las representaciones de sus funcionarios y miembros de sus directorios. Más aún, como lo señala Mosseley-Williams, deben preocuparse en términos prácticos por su imagen pública en esos países. Los casos de organismos dependientes del sistema de Naciones Unidas son diferentes. En estos las representaciones, discursos y programas de acción emergen de complejos juegos de interacciones entre sus respectivas burocracias transnacionales y los representantes de gobiernos. Pero la experiencia indica que algunos gobiernos y/o comunidades profesionales provenientes de algunos países y/o formadas en universidades de unos pocos países (básicamente de Estados Unidos y unos pocos de Europa Occidental) tienen más peso que otros en la producción de representaciones, discursos institucionales y programas de acción. El caso de la retirada de Estados Unidos de la UNESCO años atrás puede tomarse como un ejemplo de presiones explícitas en relación a la formación de discursos y programas de acción. Esta asimetría en el peso específico de ciertos gobiernos y comunidades profesionales en la producción de representaciones sociales, discursos y programas de acción es aún más marcada en el caso de organismos como el Banco Mundial. En el Banco Mundial esos países controlan un mayor número de votos en la toma de decisiones y en la designación de profesionales en puestos claves en la estructura. Y, por si esto fuera poco, la burocracia se compone predominantemente de ciudadanos estadounidenses, británicos y de otros países de Europa Occidental, así como de hindúes; pero más allá de este “toque asiático”, de todos modos se compone mayormente de individuos que estudiaron economía en unas pocas y emblemáticas escuelas de economía en el mundo (Cambridge, Oxford, Harvard, etc.), como lo pude apreciar mediante mi trabajo de campo en esa institución (1994-1996) y lo verifican estudios sobre ella (véase por ej. George y Sabelli, 1994).

Antes de finalizar me parece necesario advertir explícitamente respecto de un peligro interpretativo. Mi aproximación de ninguna manera sugiere que existiría algún tipo de conspiración de actores globales para promover ciertas representaciones sociales, ni tampoco que los actores locales involucrados estarían jugando papeles meramente pasivos en estos procesos. No, no se trata de eso. Existen experiencias muy diversas al respecto, tanto de adopción (consciente o no) de representaciones como de adaptación, de coproducción, de conflicto, e incluso de resistencia activa que limitaciones de extensión impiden tratar en este artículo, pero de las cuales es posible brindar referencia8. De lo que sí se trata -y es el sentido general de la línea de investigación de la cual surge este artículo- es de estudiar cómo la producción de ciertas representaciones sociales que juegan papeles relevantes en tanto articuladoras de sentido de las prácticas de organizaciones y movimientos sociales resulta marcada de diversas maneras por relaciones trans - nacionales entre actores “locales” y “globales”.Y se trata de estudiar cómo ocurre esto sobre la base de estudios de casos, y no tratando de entender las transformaciones sociales contemporáneas mediante un trabajo intelectual de tipo meramente especulativo.

Finalmente, con el propósito de sugerir algunas posibilidades de teorizar acerca de cómo las representaciones sociales y otras formas de los imaginarios sociales inciden en los procesos sociales en estos tiempos de globalización, me parece conveniente señalar que aunque este artículo se limita a mostrar la importancia de relaciones transnacionales entre actores locales y globales sólo en la producción social de representaciones sociales de ideas de sociedad civil y de identidades étnicas y raciales en América Latina, la incidencia de este tipo de relaciones no se limita a casos relacionados con estas ideas ni con esta región del planeta. En este sentido, cabe resaltar la existencia de numerosos estudios realizados en los últimos años en América Latina que permiten observar cómo las relaciones transnacionales entre actores locales y globales resultan influyentes en la producción de diversos tipos de representaciones sociales y, más en general, de discursos e imaginarios sociopolíticamente significativos, por ejemplo, en relación con las ideas de etnicidad, raza, medio ambiente, desarrollo, desarrollo sustentable, biodiversidad, globalización y otros (véase, por ejemplo: Brysk, 1994; Conklin and Graham, 1995; Escobar, 1996; García Canclini, 1990, 1995, 1999; García Guadilla y Blauert, 1994; Garretón, 1999; González, 1996; Pérez Prado, 1996; Lins Ribeiro, 1991; Rogers, 1996; Yúdice, 1996, 1998, 2000). Incluso, buena parte de los ensayos incluidos en este libro presentan argumentos que de un modo u otro abonan a esta idea (véase por ej.: Arizpe, 2001; Barbero y Ochoa, 2001; García, 2001; García Canclini, 2001; Hopenhayn, 2001; Lins Ribeiro, 2001; Richard, 2001). Pero además, también es posible mencionar la existencia de estudios análogos referidos a otras regiones del globo, los cuales ilustran acerca de la importancia de relaciones transnacionales tanto en la producción de representaciones de identidades étnicas (véase por ej. Adams, 1996, entre otros), como de ideas de sociedad civil (véase por ej. Mastnak, 1995; Zghal y Ouederni, 1997, entre otros) como, más en general, de otros tipos de representaciones y formas de los imaginarios sociales social y políticamente significativas (veáse por ejemplo Appadurai, 1996; Hannerz, 1996). Mi intención, al relacionar este artículo tanto con algunas de mis publicaciones anteriores sobre procesos semejantes a los acá analizados como con las de otros investigadores, es destacar la existencia de algunas aproximaciones convergentes a partir de las cuales es posible avanzar en la teorización acerca de las transformaciones sociales en tiempos de globalización, tarea que escapa a los límites de este artículo, a la cual espero contribuir a través de futuras publicaciones y a la cual invito a los lectores a sumar sus aportes.

Notas

1 Utilizo la expresión “(casi) fin de la Guerra Fría” por cuanto el sostenimiento del bloqueo y otros elementos de la política del gobierno y de algunas instituciones de los Estados Unidos hacia Cuba hacen un tanto problemático asumir sin más el supuesto “fin”. De manera análoga, utilizo la expresión “(casi) fin de los imperios coloniales” porque aún existen relaciones coloniales en el planeta, incluso en América Latina, donde aún tenemos una Guayana Francesa; también está el caso de Puerto Rico, tan difícil de clasificar pero en definitiva con un status demasiado cercano al colonial como para permitirnos obviar el “casi”; por último, aún existen otras posesiones europeas en el Caribe y en los mares australes.

2 El artículo de Elizabeth Jelin en este mismo libro presenta una argumentación convergente con ésta respecto del papel de las construcciones de identidad en la formación de actores sociales.

3 Utilizo el nombre “cultural studies”-deliberadamente en inglés- en primer lugar porque en este caso hago referencia a bibliografía producida en ese idioma, como producto de prácticas intelectuales que se desarrollan en el marco institucional de universidades y otros centros de producción de discursos establecidos en unos cuantos países de habla inglesa y, en particular, en Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia. En mi opinión, estos discursos no sólo están marcados por una serie de elementos característicos de esas instituciones -de suyo diversas, y no sólo de país a país, sino incluso dentro de cada uno de estos- sino, y especialmente, por una cierta tradición intelectual, crecientemente codificada, y por ciertos elementos canónicos que en general remiten explícitamente a la producción de los autores de la llamada “Escuela de Birmingham” y, en particular, a la obra de Raymond Williams y Stuart Hall. En segundo lugar, mantengo este nombre en inglés por cuanto no me parece conveniente traducir literalmente “cultural studies” como “estudios culturales”. A mi juicio, traducir literalmente el nombre de ese campo es inconveniente para su uso en América Latina, por cuanto esta traducción literal usualmente conlleva la asunción de que, aún visto en perspectiva mundial, este campo sería uno “fundado” por algunos autores de la Escuela de Birmingham, luego reinterpretado por sus seguidores en Estados Unidos y Australia, y posteriormente adoptado su ejemplo paradigmático por algunos autores de otras lenguas y, en particular, por algunos autores latinoamericanos. Así, la traducción literal del nombre de este campo frecuentemente también supone el establecimiento de un canon que se relaciona exclusivamente con la obra de esos autores y con los temas y modos de trabajo de ellos y de sus seguidores más inmediatos. El asunto es demasiado complejo como para ser tratado en esta nota: en todo caso, me he explayado más sobre el mismo en la Introducción de este mismo volumen y en la conferencia plenaria que ofrecí en la T h i rd In - 159 ternational Cro s s roads in Cultural Studies Confere n c e (Birmingham, 21 al 25/06/00), cuyo texto puede ser consultado en la página digital de ese evento: w w w. c r o s s r o a d s-c o n f e r e n c e . o rg / d a n i e l _ m a t o _ s p e e c h, o también en la del Programa que coordino en la UCV: w w w. g e o c i t i e s . c o m / g l o b a l _ c u l t _ p o l i t

4 He examinado otros aspectos del programa del C&D en publicaciones cuya lectura puede complementar lo aquí expuesto (Mato, 1997[a], 1998).

5 No es posible extenderme acá en el análisis de las ideas de “autenticidad” y “tradición”, lo cual he hecho en algunas publicaciones anteriores (por ej. Mato, 1994, 1995).

6 He tratado más ampliamente el tema de la construcción de representaciones de identidades y diferencias en otras publicaciones (Mato, 1994, 1995, 1997[b], 2000[b]).

7 He argumentado más extensamente sobre estos asuntos y presentado algunos ejemplos en otra publicación (Mato, 1996).

8 Por ejemplo, durante una reunión realizada en la ciudad de Washington en 1988 con participación de representantes de organizaciones no gubernamentales conservacionistas y dirigentes de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), se suscitó una discusión muy significativa al respecto. En esa oportunidad, tras escuchar la presentación hecha por los conservacionistas de un proyecto de intercambio de deuda externa por control sobre áreas naturales (un cierto tipo de SWAPs, como los llaman en la jerga de los organismos internacionales), uno de los representantes de la COICA reaccionó duramente y afirmó que la deuda envuelta en ese intercambio no era una deuda de los pueblos indígenas, mientras que la naturaleza involucrada en ese intercambio sí lo era, y los pueblos indígenas no estaban dispuestos a intercambiar esa naturaleza por nada, confrontándose así dos maneras de representarse el medio ambiente, la una “vacío”, la otra, habitado (citado por Wiggins, 1993: 350).

(*) Daniel Mato * Coordinador del Programa Globalización, Cultura y Transformaciones Sociales, Centro de Investigaciones Postdoctorales, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela.

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