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Octubre 2010

EL CAPITAL SOCIAL DE LAS UNIDADES DOMÉSTICA FAMILIARES, EN PROCESO DE DESPLAZAMIENTO FORZADO


RUBÉN DARÍO GUEVARA CORRAL*

Antropólogo. Mr. S.P. y Diplomado. DD.HH.

Investigador. USB- Cali

RESUMEN

Este artículo describe y explica el proceso a través del cual las familias de desplazados, organizados en ADESFLOVALLE (Asociación de desplazados de Florida. Valle del Cauca), han ido fortaleciendo y constituyendo un capital social. Dar cuenta de lo anterior, obliga, por una parte, a dibujar el esquema de gestión particular de dicha Organización y, por otra, a señalar la manera cómo actúan quienes hacen de esta un objeto de reflexión analítica, sobre la problemática que hoy los convoca, como desplazados forzados por la violencia, en Colombia.



INTRODUCCIÓN

El desplazamiento forzado en Colombia ha tenido sus facetas diferenciales, tanto por las causas que han conducido a una innumerable población civil a huir de sus territorios ancestrales, debido a la acción ejercida por grupos irregulares y regulares del Estado, como por las consecuencias de este desarraigo y las alternativas de respuesta que se dan, que son y siguen siendo diferentes, en aras de buscar la mejor manera de acceder a la recuperación de los derechos materiales, sociales y civiles perdidos en una guerra, en la cual los desplazados no son protagonistas directos.

A Florida, una población en el municipio del mismo nombre, al sur del departamento del Valle del Cauca, Colombia, la acción generada por el conflicto armado de los años 2000 a 2002 obligó a que un número aproximado de 60 familias, encabezadas principalmente por mujeres-madres, con hijos e hijas; viudas; solteras, y algunas familias nucleares de diversas etnias, se desplazara de diferentes sitios y se ubicara en el casco urbano. Ellas son las protagonistas de este artículo, en el que se va a explicar cómo las condiciones específicas y los intereses particulares las incentivaron para que, en virtud de su sociabilidad, en aras de la recuperación de sus derechos perdidos, conformaran ADESFLOVALLE: Asociación de desplazados de Florida, Valle. Esta Entidad, el mayor capital social con que cuentan, les ha permitido mantenerse y, de alguna manera, conservar el capital cultural, las estrategias familiares y las redes sociales, para reclamar y obtener tanto los beneficios sociales y económicos de las instituciones del Estado, como trabajar y generar ingresos.

La característica de estas mujeres es la de ser campesinas pobres, de escasos recursos económicos. Sus ingresos los obtienen, principalmente, como vendedoras ambulantes, en el sector informal, y por el trabajo que realizan como servidoras domésticas, en casas de familia de la localidad. Sin embargo, son mujeres emprendedoras que, como madres cabezas de familia, se constituyen en una fuente de autoridad, con una gran capacidad organizativa y de gestión de alternativas de solución para su situación, lo cual da razón de su inmenso capital humano, su mayor riqueza.

El interés de dar cuenta de esta realidad llevó a adelantar un intenso trabajo de campo, con las mujeres cabezas de hogar de las familias desplazadas, quienes facilitaron la información necesaria y requerida para conocer sus historias de vida familiar; las relaciones sociales internas y externas; las actividades organizativas; las redes sociales; las capacidades y oportunidades laborales y las demás características que permitieran dar cuenta de cómo se construyeron las estrategias y redes comunitarias que las identificaban, en su condición de desplazadas.

El trabajo de campo, la observación participante y las entrevistas, fueron las técnicas metodológicas más relevantes para fortalecer lo etnográfico y, así, mediante la descripción, llegar a la explicación del modo de vida de las desplazadas. De esta manera, se buscaba obtener el conocimiento necesario para explicar lo que es el capital social, en términos del planteamiento teórico de Bourdieu.

En este sentido, el hilo conductor del artículo está centrado en la perspectiva teórica del enfoque de capital social propuesto por Bourdieu, mediante el cual se explican las diversas formas que se propician, en la organización social, y que facilitan, a través de redes sociales y familiares, rehacer el modo de vida de aquéllos que, deprimidos por sus condiciones, buscan resaltar sus capacidades intrínsecas, para fortalecer sus propias formas de existencia sociales, económicas y culturales.

Dar cuenta de este trabajo, obligó a adelantar un razonamiento analítico intenso, el cual conviene dejarlo registrado en este ensayo. Es conveniente manifestar, de antemano, que no existen estudios referenciales semejantes, que permitan contribuir a reflexionar, de manera comparativa, sobre la problemática generada por el desplazamiento en la perspectiva mencionada y, en especial, para los desplazados en el Valle del Cauca. Por ello, éste podría constituirse en un trabajo pionero y propiciador de otros, que bien pueden ser acogidos por la academia universitaria.

El artículo inicia con la reflexión hecha sobre el capital social, en términos de Bourdieu, referida a los desplazados. Se continúa con las estrategias que éstos desarrollan, para satisfacer sus necesidades inmediatas, las cuales incrementan su capital. Este apartado se constituye en el centro nodal del ensayo, por cuanto da cuenta tanto de los significados, como de las condiciones, derivados del modo de vida y de la cultura, de este grupo poblacional. Así, se llega a descubrir que son las redes sociales, formadas a partir del parentesco, las que a través de sus unidades y hogares domésticos, consolidan la organización. De esta forma, como ya se mencionó, ellas se constituyen como estrategias, para superar de alguna manera, las condiciones de pobreza.



CAPITAL SOCIAL

Se enfrenta el Estado, y de alguna manera la sociedad colombiana, a dar una explicación válida y cierta acerca del fenómeno del desplazamiento y de los desplazados, “que son los nuevos empobrecidos”, pero también a darles una respuesta a sus organizaciones, sin desconocerlas ni menospreciarlas, pues, es lo propio de ellas; son sus expresiones asociativas y organizativas, por medio de las cuales los desplazados buscan recuperar el derecho a existir y participar, como ciudadanos del país.

Para explicar lo anterior, se recurre a algunas perspectivas teóricas. En este caso particular, se hará referencia a Bourdieu, P., quien nos proporciona una reflexión acerca de la categoría del capital social, definido como “ese conjunto de relaciones sociales que se manifiestan por esa red durable de relaciones, de conocimiento y reconocimiento mutuos más o menos institucionalizados”. (Bourdieu: 1980 b; 1994 a; 1994 b) Se agrega que el capital social también tiene que ver, además, con las actitudes en materia de comportamiento cívico; con la existencia de altos niveles de asociacionismo que indican, en una sociedad, sus capacidades para actuar colectivamente, armar redes, concertaciones y sinergias de todo orden, propios de sus interés. En este sentido, se trata de estimular la solidaridad, para superar las fallas del mercado, por medio tanto de acciones colectivas, como del uso comunitario de los recursos.

Mediante esta categoría, se quieren mostrar las relaciones que ha venido estableciendo ADESFLOVALLE con las instituciones del Estado y, en especial, ver cómo y de qué manera se ha ido ganando la confianza interna, que hoy le permite a su junta directiva, establecer direcciones de gestión, en beneficio de los desplazadas afiliados, como también enfrentarse a múltiples situaciones de confrontación social y buscar la manera de superarlas. Con estas sinergias de relación para el futuro, se enfrentan a la nueva realidad, con un conocimiento que, aunque fue desconocido, se ha ido desarrollando con otros, a lo largo del ciclo vital del desplazamiento. De alguna manera, se desarrollan como estrategias de supervivencia y adaptación comunitaria, en el ámbito de las unidades familiares.

Allí, este capital social puede adquirir diferentes formas: individual, familiar y colectivo, cada uno de las cuales podrá dar lugar a la conformación de redes, como la de intercambio y solidaridad, que es la que se está configurando en el proceso organizativo, y que constituye lo más significativo de la junta directiva actual.

Por una parte, la Asociación, internamente, está estableciendo la solidaridad, como un mecanismo para fortalecerse y enterar a los asociados sobre los derechos perdidos. También, por ser un ente colectivo, se muestra como un medio para conseguir las ayudas del Estado y las de las instituciones públicas y privadas.

Si en algún momento se manifestó una pérdida de confianza en los organismos del poder local municipal, por su despreocupación y falta de interés en la atención a los desplazados, ésta parece irse recuperando con el tiempo y, en especial, con la gestión de la junta directiva, en la medida en que, a través de su efectiva participación, ha ido mostrado tanto una cohesión interna en la organización, como también su aceptación. Por ello, están ejerciendo presión para ser recibidos y atendidos, no sólo en las oficinas de la Alcaldía local, sino también en las que funcionan en la ciudad de Cali, capital del Departamento. Afortunadamente, ya sus peticiones están siendo consideradas. Así, se empiezan a ver los inicios de lo que es el ejercicio efectivo del capital humano.

La Organización, dentro de sus principios, manifiesta que: “La mujer es la que sabe las necesidades de la casa… la mujer es más paciente para esperar, para ir de un lado a otro y para insistir. Es que, en las instituciones, atienden con más facilidad a las mujeres, que a los hombres, y eso lo debemos aprovechar…”

La confianza que empieza a tener la Asociación se constituye, entonces, en un medio para adquirir seguridad, la cual se ha buscado fortificar en todas las personas afiliadas. Ésta es una condición necesaria para que los procesos iniciados, tengan raíz, fuerte aceptación e impulso, y así se logren obtener los resultados esperados.

Lo anterior hace ver cómo el capital social de la Asociación está constituido por: “aquel que existe en las relaciones entre las personas, y entre éstas y las instituciones. Ello permite que aquéllos que lo tienen logren cumplir objetivos que, sin él, no sería posible obtener” (Sudarsky, John: 2007).

Por eso, cultivar ese capital social, en las relaciones interpersonales, se ha establecido como un principio inherente a la Asociación, en la medida en que, por el contexto familiar en que se sostiene, se logran propósitos, a través de mecanismos de participación ciudadana, como el voto popular y la participación en asambleas, lo que obliga a la intervención de todos, para exponer sus situaciones de desequilibrio o desconocimiento, y alcanzar lo que se proponen.

Conviene manifestar que, de alguna manera, en la Asociación existe un conjunto de recursos actuales y potencialmente humanos, que están ligados a la necesidad de fortalecer una red duradera, que está inculcando ciertas relaciones ya institucionalizadas y formales. En su interior, están conduciendo a un reconocimiento, por medio del cual se está creando un sentido de pertenencia a la Organización, en la que existen un asentimiento acerca de la propiedad común y unos lazos permanentes y útiles. (Bordieu, P. 1980, b:2)

Es así como el capital social de este grupo de personas se está ligando a un círculo de relaciones estables, en algunos momentos de contradicción interna, pero que es el resultado de estrategias de intervención social conscientes o inconscientes, que se orientan a la institucionalización o reproducción de relaciones sociales directamente utilizables, a corto o a mediano plazo. Por eso, este capital social se convierte en ese poder que exige inversiones permanentes, en tiempo y en esfuerzo; que busca asociarse con otros capitales y que puede aumentar o disminuir, mejorando o empeorando las posibilidades de quienes lo poseen. Su fundamento más sólido son los lazos permanentes y útiles que se fortalecen mediante intercambios, a la vez, materiales y simbólicos.

Teniendo en cuenta que los desplazados no son marginados, como ha querido estigmatizarlos la sociedad, que están en un sistema de relaciones sociales y, por lo tanto, ocupan un lugar en la sociedad, se los conoce. Ellos buscan que se les reconozca y se les devuelvan sus derechos perdidos. Como son conscientes de su situación, buscan, por diferentes medios, acumular un capital, para así alcanzar los merecimientos del poder, que les ha negado la sociedad.

Por lo anterior, podría decirse que el capital social de la Asociación es lo que les permite a los desplazados acceder o no a nuevos consumos culturales. Por eso, ellos construyen su pertenencia objetiva a un grupo de clase, alrededor de la posibilidad de acumular capitales diversos (económicos, educativos, de vivienda) que, a su vez, les permitan acceder a nuevos consumos culturales, los que marcan una distinción social entre individuos y grupos (Crompton: 1997, p. 214-215)

Entre algunos de los desplazados, hay unos tipos de capital que se reflejan en la acumulación de recursos y consumo cultural, como son: el capital escolar, la vivienda, el ingreso salarial, la vinculación a la seguridad social y la existencia de la organización, entre otros, para la supervivencia de sus miembros.

El capital humano, con respecto a la educación, es de singular importancia, en la medida en que el promedio de escolaridad de las desplazadas no sobrepasa el tercer año escolar. Este factor, aunque es precario, no ha sido causa de dispersión; por el contrario, se ha logrado superar, entre las unidades familiares, a través tanto de la comprensión y la sensibilidad, como de la flexibilidad para escoger a sus representantes, por diferentes medios. La CEPAL ha determinado, como una exigencia fundamental, para superar los niveles de pobreza, el tener acceso a una educación formal, que está entre los grados 10 y 11. (CEPAL: 2004). De esta forma, se establece un mecanismo de capital, para establecer y perpetuar la unidad doméstica, y para establecer su existencia, como grupo social. Hoy, el Sena está facilitando la capacitación y, con ella, la adquisición de cierto grado de escolaridad.

Por otra parte, la fuerza de la Organización se está dando, por las redes sociales de apoyo que están surgiendo entre las mujeres. Ya hay solidaridad entre ellas y se va fortaleciendo la red lo que, de manera especial, se observa en diversos actos, como la entrega, por ejemplo, de alimentos vegetales perecederos, regalados por un supermercado local; las gestiones para la consecución de auxilios de vivienda, otorgados por el gobierno, y la entrega de solicitudes para la obtención de los servicios de salud y educación, de manera gratuita, en el municipio.



ESTRATEGIAS PARA INCREMENTAR EL CAPITAL

Las estrategias son recursos con que cuentan los hogares familiares, para su reproducción cotidiana y los recursos de acción posibles, vinculados con la satisfacción de necesidades (Eguía, A. y Ortale, S: 2007).

Una de éstas es la habitacional, causada por la constante movilidad espacial de la población en situación de desplazamiento. Aparecen estrategias habitacionales, cuando la población desplazada efectúa recorridos interurbanos, de un barrio a otro, lo cual se asocia a la posibilidad de disminuir costos en los arrendamientos y en los servicios públicos, pero también, porque se ven obligados a huir de las deudas contraídas, ante la imposibilidad para el pago de los alquileres. El temor de descender en el nivel social los lleva a una ambulación continua por la ciudad.

Si cavilamos un poco más acerca de las estrategias habitacionales, encontramos que las familias de ADESFLOVALLE ocupan espacios habitacionales diferenciados, unas más que otras, y tratan de desarrollar estrategias para sus unidades domésticas, las cuales se condicionan a su capital económico. De allí que los que optan por una estrategia neolocal, (vivir la pareja aparte, con sus hijos) alquilan un casa para el grupo. Otras, al no tener cómo, se ubican en inquilinatos, en donde una pieza es el sitio de habitación de la familia, compartiendo algunos servicios públicos. Éstas son estrategias para residir, que responden o se relacionan con su capital económico, el que también condiciona la modalidad de estrategias de consecución de vivienda propia, incluso, cuando se tiene algún aporte del gobierno, como lo son los auxilios para vivienda, a los desplazados que hacen parte de las políticas públicas del sector.

Un caso particular de estrategia habitacional es el desarrollado por la familia Valen, residente en el barrio Brisas del Frayle, de Florida, quienes viven en una casa a medio construir, con paredes de adobe y ladrillo, techo de latas y tejas de barro, edificada en un espacio que quedó después del desbordamiento de la quebrada “El Frayle”, que arrasó con varias viviendas de la localidad de Florida. Allí, esta familia extensa ha construido un lugar para todo el grupo de 12 unidades familiares, con hijos y nietos. Han adecuado una huerta casera, y allí cultivan hortalizas, que una de las integrantes de la familia vende, semanalmente, en el mercado o galería de la localidad.

El centro aglutinador del grupo es la pareja de abuelos. Oriundos de la parte alta de Florida, de la Vereda Las Brisas. Los hijos, las mujeres y los hombres, fueron conformando parejas con otros miembros, algunas de Florida y otras de fuera. Los hombres se ubicaron, en un principio, en los sitios de residencia, mediante el uso de estrategias neolocales (las esposas o compañeras aparte, con los hijos), pero cuando la situación económica se les hizo difícil, retornaron con sus compañeras, a la casa paterna. Algunas de las mujeres salieron de Florida y regresaron, como desplazadas o víctimas de la violencia, a los lugares de donde se fueron. Hoy, allí, reclaman sus derechos, como desplazadas.

Esta situación se explica, en primera instancia, por las condiciones objetivas: las parejas son de escasos recursos económicos; la opción de compartir la unidad habitacional, con parientes, aparece como una estrategia dominante, en el momento de formalizar la relación de pareja. De esta forma, disminuyen los costos de los servicios públicos y logran otros beneficios, como compartir el equipamiento doméstico, los gastos en comida y lo relacionado con la limpieza y atención del hogar. Esta disposición económica encuentra elementos explicativos, en la interrelación de ciertos “habitus” (modos de vida), en cuanto a que son mecanismos de supervivencia que se incorporan a las condiciones objetivas, con los cuales se refuerzan las representaciones tanto de reconocimiento e identidad cultural, como también las simbólicas, acerca de lo que representa el parentesco. Por medio de estas estrategias, se busca superar las condiciones de pobreza.

La familia extensa ha dado la posibilidad de un refugio, a quienes, como desplazados, encontraron para sus núcleos de familia, el apoyo necesario para sobrellevar su nueva situación y, así, evitarles caer en la vulnerabilidad y en el desequilibrio emocional, social y económico.

De todas maneras, estas familias se constituyen en una unidad doméstica, en la medida en que han optado por una u otra estrategia de superación, frente a sus limitadas posibilidades objetivas, y con la finalidad de poder reproducirse. Ellas actúan colectivamente y no como un agregado de individuos: las decisiones que se toman y las opciones son productos de mecanismos de integración y lucha. (Bourdieu, P. 1994 a; 1994 b).

Las estrategias de esta familia extensa son de muchos tipos: laborales, de consumo, educativas (conseguir escuela para sus hijos); de recurrir a la repartición de los mercados que entregan el ICBF y el supermercado; de utilizar el tiempo libre para compartir el rebusque, en fin, hacer algo productivo.

La opción de vivir en una familia extensa es una estrategia habitacional, para reducir las necesidades. Dadas las condiciones de pobreza en que viven estas familias nucleares, las necesidades de vivienda y alimentación se solventan, con mayor facilidad, al juntar ingresos. Todo lo que obtienen como entrega gratuita se distribuye entre todos; así, el parentesco es un medio tanto para satisfacer las necesidades, como para facilitar su vida cotidiana.

Dentro de esta gran unidad familiar, compuesta por familias nucleares y madres solteras, podría hablarse de la existencia de una red de unidades domésticas, que funcionan como un “cuerpo”, en la medida en que combinan recursos entre familias, tendientes a asegurar la estrategia habitacional y la organización de la red. De allí, que compartir un techo supone una amplia red de elementos explicativos.



REDES FAMILIARES

Esta categoría hace referencia a la manera como distintos tipos de relaciones de reciprocidad, en este caso de parentesco, permiten mantener el conjunto de las unidades familiares.

La red familiar, en la familia mencionada, se compone de varias unidades o grupos domésticos. En términos antropológicos, unidades de observación de uno o más individuos, que conforman una “olla en común”.

Pero también se pueden definir unas redes familiares compuestas por ese conjunto de individuos: hombres y mujeres que reconocen y establecen, a través de varias generaciones y ciclos de vida, nexos de parentesco, de diferente tipo y grado, ya sea consanguíneo, de vecindario o de sentido de pertenencia a una misma localidad de origen, por adopción o por identidad religiosa, entre otros, que de todas maneras son propios de las familias que se han trabajado. (Urrea, F; Arboleda, J: 1999; p.183)

Esta red conformada por varias unidades domésticas se autoreconoce, entre las generaciones, no sólo por compartir un espacio geográfico, sino por su parentesco. En este sentido, es la red familiar la que entra a ocupar un lugar primordial, en las actividades cotidianas, puesto que define un modo de vida particular y diferente de la de aquellos otros que no tienen estas posibilidades, en el contexto urbano que nos ocupa. Es importante relievar el papel de la mujer, madres e hijas, que como figuras femeninas articulan el conjunto de la relación y realizan las prácticas propias del rol genérico al que las obliga su cultura. Así, juntas, van a socializar al conjunto familiar, dentro de las normas de la solidaridad propias de estos núcleos.

En su interior, el conjunto de estos hogares domésticos va construyendo, dentro de sus posibilidades, capitales diversos, por medio de los cuales acceden a los consumos sociales y culturales. De esta manera, adquieren los elementos materiales que los diferencian, los distinguen entre sí y frente a otros grupos, tanto por la educación, como por el ingreso, la misma vivienda y por los referentes simbólicos, que van dándoles estabilidad y posición. Todos estos “ingredientes” hacen parte del capital total.

Las redes familiares, existentes en esta familia extensa, permiten el intercambio de bienes y servicios personales, sin mediación monetaria, y se constituyen en un mecanismo de ayuda mutua, que contribuye a la solución de ciertos problemas relacionados con la reproducción social, en la pobreza

Las unidades domésticas se constituyen, en este caso, en ámbitos primarios de convivencia mantenidos por la cooperación, el intercambio y la ayuda entre algunos de los miembros de diferentes generaciones (Ariza, M: 2003, p.22).

Este ejemplo permite realizar una reflexión, mediante la cual se explique de qué manera, las familias de la población desplazada entran en la búsqueda de alternativas propias, y cómo las relaciones y alianzas de parentesco, parecen ser las que más justifican las mismas. La investigación adelantada con ellas mostró que el “retorno” a Florida, por parte de algunas de estas familias, se hizo posible, porque ya existían personas amigas y familiares que lo facilitaron, en la medida en que los recibieron, los ayudaron y les brindaron solidaridad.

Se podría decir, a la manera de Torrado, que estas estrategias familiares de vida entraron a ser fundamentales, en la medida en que “constituyen el conjunto de comportamientos socialmente determinados, a través de los cuales los agentes sociales aseguran su reproducción biológica y optimizan sus condiciones materiales y no materiales de existencia” (Torrado: 2003)



ESTRATEGIAS ORGANIZATIVAS PARA LA SUPERACIÓN DE LA POBREZA

Las condiciones económicas por las cuales pasan estas familias, en proceso de desplazamiento, han llevado a que ellas sean consideradas como de extrema pobreza. Por lo tanto, de atención prioritaria e inmediata, por parte del organismo estatal de Acción Social, a través de programas asistenciales, como el de “Familias en Acción” (1). Este programa de acción social del gobierno, de alguna manera, tiende a contribuir a la formación de un capital humano de familias de extrema pobreza, través de acciones de nutrición y asistencia escolar. Sin embargo, es ampliamente criticado, porque ha favorecido los intereses del actual presidente Uribe, quien se encuentra en actividad política, como candidato, para su segunda reelección presidencial.

Acciones muy dispersas, aisladas y ambivalentes, se ven en este Programa, que no cumple los objetivos previstos; por lo tanto, no favorece a las familias inscritas en el mismo, quienes se ven sumidas en peores condiciones, a medida que pasa el tiempo. Frente a esto, ADESFLOVALLE se ha ingeniado unas estrategias, que son mecanismos de reproducción social, las cuales articulan el conjunto de las familias, para poder así darse alternativas de solución, frente a las precarias condiciones de existencia. Se observa, entonces, que los recursos y servicios brindados por el Estado, a través de diversos programas que no cumplen sus objetivos, llevan a los hogares familiares a buscar alternativas que se conviertan en estrategias para mitigar, en parte, la pobreza.

Conviene resaltar una estrategia fundamental, que surgió de una necesidad común, cual fue la de solicitar a uno de los mercados locales, los productos perecederos; organizarlos, limpiarlos y repartírselos. Con ello, se buscó dar salida a la imperiosa necesidad biológica del consumo de alimentos. La falta de recursos económicos de esta población les impedía la compra de los mismos. Ello ya era un indicativo elocuente de las condiciones de vida de dichas familias, quienes estaban pasando hambre.

Pero es importante resaltar el surgimiento de una red social informal, con lo cual se alcanzaron los beneficios, y para lo cual se realizaron actividades, como las de escoger las personas que irían a recoger y seleccionar los productos al supermercado; el tipo de transporte de los mismos, y la búsqueda del sitio para limpiarlos, organizarlos y distribuirlos, entre las afiliadas. Estas entregas se hacen tres veces a la semana.

Una vivienda, la de la presidenta de la Asociación, se fijó como el sitio de recepción, limpieza, arreglo, organización y entrega de los mercados, a las mujeres, cabezas de familia, que fueron seleccionadas y programadas por días. Éstas, a su vez, entregarían un valor simbólico en dinero, para cancelar el transporte del mercado, desde el sitio de entrega, hasta la vivienda escogida para repartirlos.

Algunos inconvenientes organizativos se han presentado, en esta actividad. Algunas mujeres no reciben los mercados, porque los consideran de mala calidad; otras, porque no tiene el dinero para pagar la cuota que se les pide. También aducen que es muy distante el sitio, para reclamarlos. Las relaciones que ellas han establecido, en sus vecindarios, muestran familias en situaciones semejantes, por lo que se acordó y dispuso que los mercados que no se reclamen, por parte de las afiliadas a la Asociación, sean entregados a ellas, las vecinas, que también los necesitan.

Respecto de esa cesión y distribución solidaria de los mercados, en un principio, empezaron a surgir los prejuicios culturales, en torno a los productos alimenticios, (hortalizas y verduras, tomate, papas, repollo, piña, frutas, etc.). La necesidad de ellos superó la concepción normativa del uso cultural, para su consumo en los hogares. Así, por ejemplo, la papa y algunas verduras consumidas principalmente por las familias de la etnia indígena, ya se ven apropiadas y consumidas por las afrodescendientes de la costa Pacífica. Sin embargo, no dejan de presentarse juicios valorativos, en torno a ciertos productos. De todas maneras, lo cierto es que estos mercados se constituyen en estrategias, para superar las carencias alimentarias. Además, de manera especial, suplen la ausencia de alimentos, ante la ausencia de ingresos, ocasionada por la falta de un trabajo remunerado.



CONCLUSIONES

Hablar de un capital, con base en la reflexión anteriormente descrita, permite mostrar ese cruce de dimensiones entre el capital social de una comunidad y lo que es su capital cultural, el cual subyace bajo componentes normativos básicos, como son la identidad, la confianza, el comportamiento cívico, el grado de asociación. Además, se trata de revalorizar aquellos elementos silenciosos e invisibles, fundamentales para lograr la superación de todos ellos, como seres humanos. En conjunto, se busca propender por el desarrollo no sólo de la localidad y de la región, sino del país, en general.

En el trabajo, se observa, en primera instancia, cómo el capital abarca esa energía, susceptible de producir efectos sociales (Bourdieu, P: 1980, p.209), para ser utilizada (conscientemente o no) como instrumento de concurrencia social. Por ello, el conjunto de capitales, (sociales, culturales, económicos y humanos) constituye las fortalezas que llenan esos espacios sociales, con los cuales se reivindican las personas para hacer su vida. En el espacio y con el tiempo, se van configurando esos lugares, en donde actúan todos los agentes sociales, con sus conflictos, problemas, deseos, amores, fracasos e incertidumbres, con los cuales van surgiendo otros nuevos, diferentes y diversos, en los que el hombre y la mujer desplazada expresarán sus realizaciones.

Podría decirse que, aquí, el significado que se le da a la categoría del capital social está asociado con el que se le confiere a la organización, en cuanto ésta hace referencia a ciertas relaciones formales e informales, perdurables en el tiempo y en el espacio, que generan lazos de confianza y cooperación, para solucionar los diversos problemas.

La estrecha relación existente entre el capital social y la red social, que las familias establecen para la obtención de los recursos, obliga a poner en práctica sus conocimientos o a idealizarlos (no obstante, su escaso capital económico). Así, se consigue la satisfacción de las necesidades diarias y se facilita la reproducción social.

Por último, conviene mencionar que las estrategias desarrolladas por las desplazadas están diseñadas para satisfacer las necesidades de alimentación, salud, vivienda y educación. La unidad familiar las genera y selecciona, dependiendo, incluso, algunas veces, de las propias características culturales.

Este ensayo se propuso para mostrar y dar a conocer, desde una perspectiva etnográfica, algunas situaciones de pobreza, existentes entre la población en situación de desplazamiento. De este modo, se pretende contribuir con algunas ideas, para que la Academia supere la separación que se hace entre la práctica y la teoría. De manera especial, se quieren poner a prueba algunas categorías, que pueden ser pensadas como herramientas de análisis, para los futuros estudiosos de las Ciencias Sociales.

Para la elaboración de este ensayo, se contó con los resultados de la investigación que se adelantó con mujeres desplazadas, en Florida, Valle del Cauca, Colombia, gracias a la colaboración institucional de la FIUC-USB-Cali, que nos permitió, dentro de la Academia y con los estudiantes, hacer reflexiones mucho más precisas y explicativas, acerca de lo que es la pobreza, entre este grupo de población, el cual, además, es muy heterogéneo, por su etnia, por su procedencia y por las actividades culturales propias, de lo cual se quiere dejar constancia.

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(1) El Programa del gobierno nacional, denominado “Familias en Acción”, se fundamenta en la entrega de subsidios, para la nutrición o para la educación, a niños menores de 18 años, que pertenezcan a familias del nivel 1 del Sisben, desplazados o indígenas. Busca tanto contribuir al incremento del ingreso de las familias pobres, como ayudar a mejorar sus condiciones de vida.



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(*) Rubén Darío Guevara Corral. Antropólogo U.N, Magíster Salud Pública y Diplomado. DDHH de la U.V. Profesor- Investigador, Universidad del Valle y Universidad San Buenaventura, Cali. Temas: Prácticas y practicantes de medicinas tradicionales; desplazamiento forzado; violencia y derechos humanos.

e-mail: rudagueco.8@gmail.com

Cel. 300-7865651



ABSTRACT

This article describes and explains the process, of an organization called ADESFLOVALLE (Association of displaced people in Florida, Valle del Cauca, Colombia), and the social capital that they have been forming. The previous thing obliges on the one hand, to draw the plan of particular management of this organization and to indicate the networks in which they participate. The people in this organization have an analytical reflection of the problematic that meets today as people forcibly displaced by violence in Colombia.





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