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Marzo 2014

América Latina 2014: ojo con las derechas
José Steinsleger

En el periodo 1999-2013, varios pueblos del continente empezaron a revertir los estragos del capitalismo salvaje y el cepo del "Consenso de Washington", alcanzando notables logros políticos, mejoras económicas sustantivas, gran movilidad social y entusiastas reafirmaciones de lo "nuestroamericano".

Sendos triunfos políticos y diplomáticos tuvieron lugar en el primer bimestre del año: 1) la exitosa cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), celebrada en La Habana y 2) el bochorno de Estados Unidos y Canadá, cuando ninguno de sus aliados más firmes respaldó la abyecta propuesta de Panamá para que la desacreditada OEA metiera sus narices en la llamada "crisis de Venezuela".

El innegable y trascendental proceso de unidad política subregional dibuja, no obstante, algunos nubarrones en sus horizontes. Porque ahí están, fogoneados por el "máximo común divisor" y las vírgenes vestales del Partido Mediático Universal (PMU), las bandas "opositoras" de distinto pelaje que, con creciente agresividad y violencia, despliegan las nuevas modalidades sediciosas del viejo golpismo desestabilizador.

La revista The Economist de Londres advierte que "Argentina, Bolivia y Venezuela son los tres países más proclives a explosiones sociales durante 2014". Y como diría un lúcido politólogo ecuatoriano, la línea que separa a esas bandas opositoras es menos una frontera que una zona de ­integración.

Con discursos a modo y ajustándolos a cada realidad en particular, el abanico neogolpista criollo carga contra los gobiernos satanizados por el imperio, endosándoles el cúmulo de flagelos que sólo ellos, dicen, podrían conjurar: inseguridad, inflación, corrupción, narcotráfico, crimen organizado, siga usted.

A los unos enardece el "estatismo" o "populismo" de tales gobiernos, y a los otros que "apenas" vayan más allá del "progresismo". Sin embargo, es posible que también los descoloque algo más perturbador aún: la posibilidad de defender y refrendar el liderazgo democrático y popular con las reglas de la democracia formal.

Reglas que, sobra decir, las derechas jamás respetaron, en tanto las izquierdas nunca supieron qué hacer exactamente con ellas. Fuera de esto, ambas conservan la fe. Las primeras porque el fascismo siempre será una opción. Y las segundas por creer que el socialismo está escrito en las tablas del buen revolucionario.

De ambas hay que cuidarse. En un dibujo de los moneros Daniel Paz y Rudy ( Página 12, 10/3/14), el periodista pregunta a un opositor su opinión acerca del pedido de "madurez cívica" expresado por la presidenta Cristina Fernández. El opositor responde: “¿Madurez? Imposible… nosotros estamos con Capriles, no con Maduro”.

Con otro sentido del humor, el supermarxista neoyorquino James Petras asegura que el presidente de Bolivia, Evo Morales, sería "el más radical de los conservadores y el más conservador de los radicales". En tanto, según el alemán Heinz Dieterich ("teórico del socialismo del siglo XXI"), el conflicto de Venezuela se libra “…entre la facción neoliberal-pro imperialista (López-Capriles) y la facción socialdemócrata (Ma­duro-Cabello)… por el control del plusproducto petrolero”.

En los entresijos de esas "opiniones" aparecen nítidas líneas de "frontera" y varias "zonas de integración". Focalicemos el lente en los recientes comicios municipales de Ecuador.

¿A causa de qué el partido del presidente Rafael Correa (Alianza País) perdió la estratégica ciudad de Quito a manos del joven y desconocido político Mauricio Rodas, formateado ideológicamente en México? Como es lógico, sólo después del escrutinio aparecen con claridad las causas de un revés electoral.

Con respaldo de la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) y la USAID, Rodas constituyó y dirigió en México la Fundación Ethos, en cuyo consejo de asesores figuran conocidos centuriones de la democracia latinoamericana, a saber:

Jorge Quiroga, ex presidente de Bolivia; el venezolano antichavista Ricardo Hausmann (ex jefe del Banco Interamericano de Desarrollo); Moisés Naim, editorialista de El País de Madrid y ministro de Venezuela cuando promovió el paquete de medidas del FMI que llevó al Caracazo (mil muertos, 1989); el anunciante y tecnócrata mexicano Carlos Elizondo Mayer Serra; los empresarios Alejandro Ramírez Magaña (dueño de Cinépolis) y Agustín Coppel y, faltaba más, el gran demócrata con adjetivos: Enrique Krauze.

En todo caso, y a pesar de que la popularidad de Correa no ha mermado, parece que sus advertencias no fueron oídas con atención: "Entendamos lo que está en juego: no es el servicio a la ciudadanía. Es la punta de lanza para tratar de parar a la revolución ciudadana".

En efecto, durante el periodo 2012-13, el personal de la CIA en Ecuador se duplicó. La embajada de Estados Unidos en Quito cuenta con por lo menos 100 diplomáticos, y el propio Correa denunció que todas las embajadas cuentan con uno o dos agregados militares, pero en Ecuador hay "más de cincuenta".

http://www.jornada.unam.mx/2014/03/12/opinion/019a1pol







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