(Home page)
Abril 2014

Tormenta geopolítica

Por: Luis Bilbao

Cambios trascendentales se precipitan en el mapa político mundial. La prensa burguesa busca describirlos apelando a conceptos tales como “Tercera guerra mundial”, o “guerra fría”.

Error: no hay en el futuro cercano una tercera conflagración global. Y la noción de “guerra fría” no sirve para interpretar el retorno pleno de Rusia a la arena planetaria como contraparte de Estados Unidos.

“Nombrar es la cosa más importante del mundo” afirmó Confucio. No obstante, es atinado estudiar, reconocer, comprender y describir antes de poner nombres. Tanto más si para hacerlo no se apela a otro recurso que referir al pasado.

En estos mismos momentos está tomando forma algo en todo y por todo diferente a la situación que en 1939 detonó la II Guerra Mundial y después de los acuerdos de Yalta, en 1945, dio lugar a la Guerra Fría. Rige ya un mundo sin eje, sin parámetros fijos de ninguna especie, sin puente de comando, ni timón, ni timonel, pero con poderosa fuerza propulsora: la crisis capitalista.

Pruebas al canto: Washington quiso barrer a Bashar al Assad de Siria como hizo con Gaddafi en Libia: no pudo; quiso someter a Irán como lo hizo con Irak: no pudo; quiso derrocar a Nicolás Maduro como hizo con los presidentes de Honduras y Paraguay: no pudo; quiso arrebatar Ucrania y arrinconar definitivamente a Rusia: logró deponer al presidente Viktor Yanukovich pero catapultó la independización de Crimea, alentó ese camino para otras regiones hasta ayer centralizadas por Kiev (Donetsk, Jarkov y Odessa ya demandan referenda para ser autónomos) y dejó al resto del país bajo un régimen nazi y en una crisis insostenible para la Unión Europea; quiso apoderarse de una llave estratégica ocupando Sebastopol: no pudo.

Como símbolo de esta deriva resalta la muerte del G-8. Al cabo de un breve período de ensueño éste vuelve a denominarse G-7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Italia, Canadá y Gran Bretaña), no pudo deglutir a Rusia y retrograda a un bloque fragmentado, con insalvables disputas internas y con la mayoría de sus miembros en crisis sin salida. Y sobre todo, sin jefe.

Si el derrumbe de la Unión Soviética fue un cataclismo geopolítico, ahora la desaparición de Estados Unidos como inapelable centro ordenador planetario da lugar a un fenómeno análogo, aunque presumiblemente más caótico y violento para el futuro cercano.

Terminó el fugaz período histórico en el que la volatilización de la Unión Soviética pudo interpretarse como victoria definitiva del capitalismo, inalterable hegemonía para Estados Unidos y desaparición del socialismo en el horizonte para la humanidad.

Comienza una etapa de violenta disgregación durante la cual se jugará la posibilidad de que aparezca y se imponga, o no,

una fuerza en condiciones de encauzar la crisis en sentido positivo para la humanidad.

Bloques monetarios autónomos

Antes del golpe de mano estadounidense-europeo para apoderarse de Ucrania diversas voces adelantaron la intención del Kremlin de abandonar el dólar como moneda de reserva. Allí se tejen planes para marchar en breve hacia un área económica euroasiática que, además de Ucrania, se proyecta hacia Bielorrusia, Kazajstán y otras repúblicas antes integrantes de la Urss, pero sobre todo apunta estratégicamente a un bloque con una moneda común –del tipo del Sucre en el Alba– que eventualmente involucre a Irán, China e India. Desde comienzos de año trascendieron definiciones en sentido semejante también desde Beijing y se encendieron las alarmas en Washington. El propio Paul Craig Roberts, ex secretario asistente del Tesoro en tiempos de la reaganomics, alertó que eventuales sanciones contra Rusia podrían impulsar a los Brics a crear una moneda común y abandonar definitivamente el dólar como divisa.

Con prescindencia de que ese conjunto acabe integrando a China, lo cierto es que desde el colapso de 2008 esa tendencia objetiva quedó planteada con varios centros de gravedad regionales que atraen a conjuntos de naciones ante la amenaza de un dólar en coma irreversible.

Sólo el Alba tuvo la lucidez y la osadía suficientes para corporizar, ya en 2008, una respuesta práctica. Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana jugaron un papel decisivo en ese salto exploratorio; pero también los restantes gobiernos del Alba asumieron el proyecto con vigorosa decisión. Razones materiales, estructurales, pero sobre todo subjetivas, dificultaron la articulación eficiente del Sucre como moneda virtual común para los componentes del Alba. Sin embargo la experiencia quedó planteada como respuesta estratégica de transición ante amenazas sin precedentes de desarticulación económica mundial. Entre otras conocidas causas que determinan su alocada carrera contra el mundo, en Venezuela y Ucrania Estados Unidos avanza preventivamente contra el riesgo estratégico que tal tendencia objetiva encarna. En ambos casos la Casa Blanca ha fallado, como se describe con detalle en esta edición.

Pese al altísimo precio de la prolongada guerra económica y tras cinco semanas de insurgencia mercenaria, la Revolución Bolivariana derrotó una vez más el intento golpista. Sin desdeñar los costos ulteriores de la escalada, todo indica que la estrategia de transición y la Dirección Revolucionaria Político Militar salen fortalecidas del trance y en mejores condiciones subjetivas para afrontar la inexorable continuidad de la agresión. En Ucrania, tras invertir 5 mil millones de dólares en los últimos años, la Otan consiguió deponer a

Yanukovich. Pero se trata de una victoria pírrica en sentido lato: el Departamento de Estado ganó esa guerra, pero perdió su ejército. No sólo Crimea sale total y definitivamente del área de gravitación occidental: toda la población rusa de Ucrania y la mayoría de la población restante rechaza al gobierno fascista impuesto por los demócratas de Berlín, París, Londres y Nueva York; aunque la verdadera fuente de inestabilidad de aquí en más es la penuria económica, que la Unión Europea y Estados Unidos no harán sino agravar: el colapso a corto plazo sólo puede ser evitado con masiva ayuda financiera. Peor aún, como indican alarmados analistas

de la prensa imperialista, Barack Obama ha detonado una multiplicidad de conflictos: la banca inglesa se verá afectada si el flujo de capitales rusos mengua o desaparece por las sanciones de Occidente a Moscú; Francia deberá suspender la venta de armas a Rusia, con el consiguiente agravamiento de su situación interna; Alemania puede sufrir, a término, el fantasma de desabastecimiento de gas y petróleo… No se trata de anuncios de un militante antimperialista: es la advertencia que el ultrarreaccionario y cada vez más degradado The Economist hace a las autoridades en Washington.

¿Y qué ocurrirá con los tan cortejados Brics? Ya hay definiciones: durante el Sexto Foro Académico de este bloque, realizado en Río de Janeiro, hubo un rechazo al golpe de Estado en Ucrania y respaldo sin fisuras a la independencia de Crimea, según informó Viacheslav Níkonov, presidente del Comité de Educación de la Duma de Estado (Cámara baja del Parlamento ruso). Alentados por este posicionamiento, los representantes rusos transmitieron la propuesta de que la próxima reunión se realice en Yalta, es decir, en el punto de Crimea con más resonancias históricas respecto del ordenamiento mundial.

Desafíos del nuevo cuadro internacional

Allí, o donde sea, no quedará plasmado como en 1945 un nuevo orden mundial, esta vez con los países imperialistas en un polo y los Brics en el otro. Muy lejos de eso. Como lo grafica la tapa de esta edición, el mapamundi del siglo XX está desarticulado y no se avizora todavía la única fuerza potencialmente capaz de proyectar las líneas estratégicas de un reordenamiento estable: un proletariado recompuesto y reorganizado, rector de una estrategia socialista mundial.

De allí la multiplicación de formas de resistencia y de supercherías ideológico-políticas anunciadas sucesivamente como panaceas, a cuyo influjo brotan “vendedores de pasado en copa nueva”.

La ausencia de una fuerza de clase también se traduce en conceptos organizativos, en negación de la teoría y la experiencia histórica, a favor del pragmatismo y el más ramplón empirismo.

No obstante, la radicalización del combate viene a delimitar conceptos. Imposible soslayar el papel del Psuv en la fortaleza electoral y la capacidad de resistencia social en Venezuela, algo que asimiló con rapidez el presidente Correa cuando, tras el reciente revés electoral, revalidó la noción de partido como factor imprescindible. Impacta esta ratificación pese a que la persistente retracción del movimiento obrero contribuye a cimentar, en la región y más allá, nociones movimientistas, no como complemento de unificación social ampliada sino como sustitución del partido para la revolución.

Otro rasgo subrayado sin demora por Correa a partir de su dura experiencia es la intrusión de fuerzas extranjeras hasta en elecciones municipales. No fue por capricho o doctrinarismo que Chávez se empeñó en la edificación del Psuv y convocó –sin suerte, por ahora– a la creación de una V Internacional: la injerencia de poderosas estructuras políticas internacionales del capital gravita más y más en todos los planos de la vida social. Se agravará en la nueva etapa y obligará a articular respuestas efectivas en la misma escala.

Venezuela será el centro de ese desafío, porque la agresión no cesará. Alimentada desde el exterior con dinero, armas, mercenarios y propaganda masiva, la contrarrevolución pasa de los intentos insurreccionales fallidos al terrorismo liso y llano. En otros países del Alba se repite la estrategia restauradora aunque con tácticas diferentes, menos impactantes pero igualmente amenazantes para los intentos de transición anticapitalista. Tampoco será menor la agresividad imperial en países donde agonizan pujos neodesarrollistas, que en la fase anterior permitieron ilusionarse con transformar a masas ultrapauperizadas en “clase media”. La añeja esperanza de acabar con la lucha de clases desagua en fracasos capitalizados por las fuerzas más reaccionarias.

La vanguardia latinoamericana ha avanzado en su capacidad de respuesta, sobre todo frente a la manipulación mediática. También hubo muestras de voluntad para la acción en movilizaciones de apoyo a Venezuela. Esos esfuerzos hacen más evidente la ausencia de partidos revolucionarios y una coordinación internacional efectiva.

Hasta fines de julio, en el fragor de una lucha que recién comienza, el Psuv trabaja en la preparación de su Congreso Nacional Ordinario. La vanguardia latinoamericana afronta la inaplazable exigencia de concurrir organizada y consciente a este combate trascendental.