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Junio 2014

Crisis estructurales y Crisis Financieras.

Elementos para su análisis teórico

DrC. Pax. Yoandris Sierra Lara.

ysierra1981@hispavista.com

MsC. Past. Hermes Jiménez Medina.

ermesj@upr.edu.cu

Introducción

Uno de los tópicos de análisis más extendidos en el estudio del sistema capitalista es, sin dudas, el de las crisis económicas y los ciclos en que se desenvuelve la vida de este sistema. En este tipo de análisis – que se ha llegado a constituir en verdaderas escuelas, teorías, doctrinas, etc – han sobresalido un grupo de importantes científicos sociales. Entre ellos podemos nombrar a Carlos Marx, Karl Kautsky, Nikolai D. Kondratiev, John M. Keynes, Parvus, Inmanuel Wallerstein, J.A. Shumpeter, Oscar Lange, Paul Sweezy, Samir Amin, W.W. Rostow, Eric Hobsbawm, David Gordon, Arthur Lewis, André Gunder Frank, C. Freeman, A. Madisson, Robert Boyer, M. Aglietta, Carlota Pérez, Orlando Caputo, J.J. Rodríguez Vargas, Theotonio Dos Santos, Claudio Katz, entre otros.

Estos teóricos se han dedicado al estudio de disímiles facetas de las crisis y los ciclos económicos, y sus aportes han sido expuestos en diversidad de trabajos. Sin embargo, existen al menos dos variantes o modalidades de crisis en el capitalismo que, aun cuando son también altamente importantes y por ende muy estudiadas, quizás su presentación no haya sido del todo sistemática en la literatura especializada, es el caso de las denominadas crisis estructurales y las crisis financieras. Precisamente, tal situación es la que nos ha estimulado a preparar este material.

Así, el objetivo de este artículo es realizar un repaso crítico de varias de las más importantes posturas teóricas y metodológicas que existen sobre estos problemas de las crisis estructurales y financieras. Como se verá, aunque se abordan dos temas bien definidos en la práctica, las interpretaciones teóricas de las mismas difieren. Por lo tanto, este trabajo servirá para que los interesados en estas cuestiones puedan tener a mano un instrumento que les muestre el amplio diapasón intelectual que han creado estos dos fenómenos. Por demás, debe constituir un apoyo para poder comprender varios de los aspectos más críticos de la vida del organismo económico, social y político del capitalismo contemporáneo.

  1. Las crisis estructurales

El enfoque de la crisis estructural es básicamente marxista y heterodoxo, pero aun dentro de esta matriz de pensamiento existen divergencias, tanto en las definiciones mismas de crisis estructural, en la exposición de su naturaleza como en la identificación de las mismas en el tiempo. Quizás el elemento que más permita distinguir entre los enfoques sea la durabilidad y permanencia que se le reconoce a estas crisis.

Para un grupo de autores la crisis estructural es un estado permanente o crónico de estancamiento en el capitalismo, situación que vendría dándose desde los años setenta del siglo XX. Para otros autores y escuelas de pensamiento, la crisis estructural es un episodio muy complejo y de amplio alcance, pero están acotadas en el tiempo, y muy vinculadas con procesos o fenómenos bien identificados en el sistema, tales como los cambios en los regímenes o patrones de acumulación, modelos de crecimiento, modos de desarrollo, etc.

Marx no despliega explícitamente una teoría de la crisis estructural, pero seguidores de sus teorías se han apoyado en varios fragmentos de sus trabajos teóricos que indican la posibilidad de una etapa extensa de cambio económico, social y político que se correspondería con la superación de la sociedad capitalista y el advenimiento o conformación de una nueva sociedad. Esta situación o etapa extensa se equipara o identifica por dichos autores con el término crisis estructural.

Esta idea es clara en el siguiente pasaje de la obra de Marx:

Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”. 1


Por lo visto, la crisis estructural en esta versión se refiere al período crítico donde la relación histórica – fuerzas productivas – relaciones sociales de producción - encuentra un nivel que debe saltar o superar. Todos los enormes fallos del sistema (caída en la cuota de ganancia del capital social, desempleo crónico, estancamiento productivo, especulación financiera, guerras, hambrunas, migraciones, etc.), serían solo “síntomas” del mal esencial que es el agotamiento histórico del sistema. Como hemos visto, una cantidad numerosa de analistas identifica la existencia de una crisis de esta naturaleza que dura desde los años setenta, algunos la sitúan hasta mediados de los noventa, otros la consideran válida aún hoy.

En nuestra opinión, considerar que la crisis presenta un carácter crónico o permanente en el capitalismo contemporáneo, resulta poco favorable para entender la dinámica real en que se mueve este sistema, y sobre todo, las posibles salidas que pueda encontrar o procurarse ante sus problemas.

En este sentido, compartimos la idea de Leo Panitch cuando plantea que: “Aferrarse a la noción de que “la crisis de los ’70 está todavía entre nosotros” ignora olímpicamente los significativos cambios que tuvieron lugar desde principios de los años ’80 y nos llevaría a formular la siguiente pregunta: ¿Qué clase de crisis del capitalismo es ésta, cuando el sistema se está expandiendo y profundizando, incluso a través de promover otra revolución tecnológica, mientras que las fuerzas que se le oponen no han sido capaces, luego de tres décadas, de montar un desafío efectivo a su hegemonía? Si la crisis se convierte en “la norma” del sistema esto termina por trivializar el concepto mismo de crisis, impidiéndonos aprehender las nuevas contradicciones de la coyuntura actual y, eventualmente, organizar las fuerzas requeridas para superarlas en una dirección progresiva1.

Resulta tremendamente complejo poder establecer científicamente el hecho de que el capitalismo esté en una etapa de agotamiento histórico y mucho menos, siguiendo al propio Marx, argumentar que ya se hayan agotado todas sus posibilidades, especialmente de desarrollar las fuerzas productivas. Un diagnóstico que ve la crisis como un estado permanente, obviamente tiende a desconocer incluso la existencia misma de la crisis.

Pudiera ser que en un plano de tiempo histórico – universal - el sistema esté en su etapa de decadencia final, pero de ahí a conformar la ciencia económica, especialmente la economía política a este único e inmovilizador criterio, es sencillamente convertirla en una especie de mito religioso que sólo busca confirmar una hipótesis extrema.

¿Qué ciencia económica debería entonces evaluar la evolución real, perceptible, concreta, cotidiana que el capitalismo despliega y que, bien o mal, garantiza la reproducción material de la sociedad humana actual y los individuos concretos? Pueden haber en este sentido creemos dos opciones. O nos sentamos con la tranquilidad de quien espera un desenlace inevitable y no hacemos nada por captar la lógica actual del desenvolvimiento capitalista, o tomamos cuenta de que el sistema obviamente tiene límites históricos, pero nos preocupamos por entender su dinámica actual.

Preferimos así, sin desconocer para nada el carácter irracional de este sistema, el cúmulo de contradicciones que carga, y el impacto social y ambiental que genera en su despliegue, concentrarnos en el análisis de las posibles salidas que el sistema puede encontrar y la posible configuración que necesariamente mostrará en las próximas décadas. De hecho, es bien sabido que el sistema por sí solo no se autodestruirá, mientras no exista una fuerza social y política interesada y ocupada sistemáticamente en hacerlo. Sin embargo, tal análisis supera el campo de este trabajo.

Una de las escuelas de pensamiento donde el concepto de crisis estructural es fundamental es en la escuela francesa de Regulación. Sin embargo, esta escuela le da una perspectiva más concreta y acotada en el tiempo.

Robert Boyer define la crisis estructural como:

todo episodio durante el cual la dinámica económica y social entra en contradicción con el modo de desarrollo que la impulsa, es decir, aquél en el que surge el carácter contradictorio de la reproducción a largo plazo del sistema capitalista. (…) Sin embargo, es importante distinguir, desde un punto de vista analítico, dos grandes tipos de crisis estructural, dependiendo de que en su origen sea la regulación la que desestabiliza el régimen de acumulación o que, por el contrario, sea la crisis de éste último la que afecte a la regulación”2.

Acá se define régimen de acumulación de la siguiente forma:

conjunto de regularidades que aseguran una progresión general y relativamente coherente de la acumulación del capital, es decir que permita reabsorber o posponer las distorsiones y desequilibrios que nacen permanentemente del mismo proceso”3.

Esta categoría régimen de acumulación constituye una categoría intermedia entre sus conceptos de modo de producción y formas institucionales. Incluye variables como la organización de la producción, el horizonte de expectativas para la valorización del capital, la relación de los asalariados con la propiedad de los medios de producción, la distribución del valor generado y la reproducción de las clases sociales, el volumen y la composición de la demanda social, y la articulación entre el modo de producción dominante y las formas no capitalistas de producción.

Los teóricos de la regulación asumen la crisis estructural como el episodio que compromete la viabilidad de un régimen de acumulación específico existente y la necesidad histórica de su sustitución por un nuevo régimen de acumulación que garantice a su vez un nuevo modo de desarrollo capitalista. Por lo tanto, estaríamos ante una crisis estructural cuando el régimen de acumulación vigente se agota y el sistema busca configurar un nuevo régimen de acumulación.

Otro teórico de importancia en este tema es el mexicano José Valenzuela Feijoo. Según define:

Por crisis estructural entendemos el surgimiento de obstáculos a los procesos de valorización y acumulación capitalista, obstáculos que no se pueden eliminar con el simple resorte del movimiento cíclico usual. Dicho de otro modo, la restauración de la dinámica de los procesos de valorización y acumulación capitalistas, obliga a modificar algunos de los parámetros claves del sistema. Toda crisis estructural inaugura un período de transición hacia un nuevo patrón de acumulación. Es éste el que se encarga de resolver las contradicciones que provocan el colapso del patrón antiguo”4.

Esta tesis nos parece muy válida, por demás permite captar el proceso histórico – concreto– de sustitución permanente de patrones de acumulación para el funcionamiento del capitalismo, y nos permite hasta cierto punto de vista predecir las características futuras del patrón de acumulación nuevo que debe sustituir al agotado, toda vez que éste aparece como solución a los problemas de aquél.

Una perspectiva muy similar a estas últimas analizadas es la que desarrolla el economista marxista Jacques Gouverner. El autor define la esencia de la crisis estructural en contraposición con la crisis coyuntural. Según él:

Una crisis coyuntural es una situación de sobreproducción generalizada temporal (la oferta global excede a la demanda global) dentro de un ciclo coyuntural: estas crisis son seguidas por una recesión, lo que posibilita el restablecimiento del equilibrio entre la oferta y demanda. Una crisis estructural es una situación en la que ciertos problemas fundamentales impiden el funcionamiento normal del tipo prevaleciente de crecimiento”5.


Este autor plantea que a partir de 1975 se da una crisis estructural en el sistema capitalista desarrollado. Metodológicamente analiza la aparición de este fenómeno motivado por la interrelación entre el crecimiento de la productividad general y sus posibilidades económicas resultantes por un lado, y por el otro, la relación de fuerzas entre las clases y políticas económicas resultantes. Bajo este esquema se describirían tres etapas a partir de 1975.

  • En los años 70, se da un aumento insuficiente de la productividad general, manteniéndose sin embargo un entorno relativamente favorable para los asalariados, los efectos de esta combinación serían una caída en las ganancias, en la inversión productiva y una presión hacia el desempleo.

  • En los años 80, se da un aumento insuficiente de la productividad general, una situación ya abiertamente desfavorable para los asalariados, los efectos de esta combinación serían un aumento de las ganancias más la reducción de los mercados. Comienza el auge de las transferencias de propiedad y la especulación financiera en detrimento de la inversión productiva. Aumenta ampliamente el desempleo.

  • En los años 90 se da un aumento suficiente de la productividad general, aparecen condiciones aún más desfavorables para los asalariados, y los resultados de esta combinación serían similares a los del período de los 806.


La manera de poder salir de la crisis estructural, según su perspectiva, estaría entonces vinculada a la posibilidad del sistema de cambiar su modelo o tipo de crecimiento. En su opinión, esto sólo sería posible mediante una reactivación del crecimiento, implicando así una reactivación de la demanda y necesariamente un cambio en la relación de fuerzas entre empleadores y asalariados. Quedarían por demás otros graves problemas a resolver, aun si se alcanzara el crecimiento, como el desempleo, los temas ecológicos, los temas pendientes del desarrollo, la estabilidad social y política, etc.

Otro economista marxista que relaciona la presencia de la crisis estructural con los problemas del crecimiento económico es Orlando Caputo. De hecho define la crisis estructural como una etapa de crecimiento lento dentro del sistema:

Esta tasa de ganancia es mayor a la que la economía norteamericana tenía en los primeros años de la década de los setenta, período inicial de la etapa caracterizada como crisis estructural o de crecimiento lento y alcanza los niveles relativamente elevados que la tasa de ganancia logró en 1969, en torno al 23% [...] Las magnitudes de la desvalorización del capital son fundamentales para determinar el momento de desarrollo en que se encuentra la crisis de crecimiento lento o crisis estructural, el movimiento cíclico y la crisis cíclica. […]Esto ha sido considerado como un elemento esencial para que se posibilite la superación de la crisis estructural que se inició en los años 70”7.


En la academia cubana también se ha avanzado en la teorización de la crisis estructural. Según los autores Francisco García y Julia Matilde Campos “la crisis estructural puede ser considerada como un proceso de desajuste prolongado del sistema de proporciones de la estructura económica, es decir, del sistema de las relaciones sociales de producción, así como del sistema de proporciones asociadas a la determinación de la estructura técnico – productiva. Las mismas constituyen una forma de solución de contradicciones de la reproducción capitalista al más largo plazo, asociadas a desproporciones claves, decisivas, tanto desde el punto de vista ramal, territorial – nacional, como a nivel de la economía capitalista mundial, tanto de la estructura técnico – productiva como económica8.

Dos son las expresiones o soluciones principales que haya el sistema capitalista ante el problema de la crisis estructural:

  1. Los procesos de reestructuración económica.

  2. La renovación o adaptación del mecanismo de regulación económica.


Según estos autores, han ocurrido en la historia del capitalismo contemporáneo tres grandes crisis estructurales:

  • Postrimerías del siglo XIX.

  • El período comprendido entre las dos Guerras Mundiales,

  • Años 70 hasta la primera mitad de los años 80.


  1. Crisis Financieras

  1. La teoría económica convencional.

La teoría económica académica, o convencional, se concentra en dos aspectos específicos en esta área de las crisis: las crisis bancarias y las crisis financieras propiamente dichas. Metodológicamente, se caracterizan por ser análisis o enfoques más bien superficiales, en el sentido de que se explican estos episodios mayormente desconectados de los fundamentos del proceso de producción capitalista y sus contradicciones estructurales y funcionales. Sin embargo, contribuyen a captar ciertos fenómenos reales de la actividad más concreta del organismo capitalista, y sobre todo, permiten establecer elementos de política macroeconómica para hacerles frente.

Repasamos a continuación una serie de tesis de John Maynard Keynes que nos permiten captar una gran anticipación del mismo a los problemas que han afectado el capitalismo del siglo XX y XXI, siendo incluso pertinentes en el análisis de la actual crisis.

  • Sobre la necesidad de mantener estable el valor de la moneda:

¿Qué moraleja podemos extraer de todo esto? Fundamentalmente, que no es acertado ni justo combinar la organización social desarrollada durante el siglo XIX (que todavía está en pie) con una política de liberalismo en relación al valor del dinero. No es cierto que los mecanismos del pasado hayan funcionado bien. Si vamos a continuar colocando los ahorros voluntarios de la comunidad en “inversiones” debemos erigir en objetivo primordial de la política del Estado el que el patrón de valor, en términos del cual se expresan, se mantenga estable”9.

  • Sobre la necesidad de evitar las grandes oscilaciones de los precios en los mercados, para evitar los procesos especulativos asociados a ellos:

Uno de los propósitos de este libro es insistir en que la mejor manera de curar esta mortal enfermedad del individualismo es lograr que nunca exista la expectativa fundada de que los precios vayan a bajar o a subir en general; y también que no exista ningún riesgo serio de que, si se produce un movimiento, éste sea intenso 10.

  • Sobre la situación en que caían los bancos al prestar dinero contra activos que ante la no realización de ciertos precios volverían insolventes a sus clientes:

Pero consideremos lo que pasa cuando el cambio a la baja del valor monetario de los activos, dentro de un período de tiempo breve, excede de la magnitud del “margen” convencional en una amplia proporción de los activos contra los cuales se ha prestado dinero. Las catastróficas consecuencias para los bancos son obvias de modo inmediato”11.

  • Sobre el carácter sistémico de las crisis que se propagarían con facilidad en unos mercados financieros cada vez más interconectados:

Si no se hace nada, las rupturas realmente críticas se producirán entre los bancos de todo el mundo. A mí me parece que el capitalismo moderno se enfrenta con la elección entre hallar algún camino para aumentar los valores monetarios en la dirección de su magnitud anterior o ver cómo se propagan ampliamente las insolvencias, los impagos y el hundimiento de una gran parte de la estructura financiera; después de lo cual tendría que comenzarse todo de nuevo”12.

  • Sobre la necesidad de que el estado intervenga en el sector financiero a través de la regulación de una institución como el banco central:

Creo que el remedio para estas cosas ha de buscarse en parte en el control deliberado del dinero y del crédito por medio de una institución central, y en parte en la recogida y publicación en gran escala de datos relativos a la situación económica, incluyendo la publicidad completa, si es necesario por ley, de todos los hechos económicos que será útil conocer”13.

Como puede apreciarse, Keynes no señala ningún problema o contradicción propia de la esfera de la producción capitalista, su análisis queda todo el tiempo en la órbita de la circulación y en variables de índole subjetivas o sicológicas de expectativas, sin embargo, brinda claves para la regulación o el manejo macroeconómico de la actividad financiera y la crisis de esta naturaleza.

Un autor fundamental en esta área, y seguidor de las ideas de Keynes, es Hyman Minsky. Según él, las fluctuaciones económicas están en función de la ineficiencia del sector financiero. Cuando el sector financiero es sano, el mecanismo préstamo – inversión - consumo funciona, presionando a la demanda agregada hacia el pleno empleo e incrementando así, el ingreso y la tasa de crecimiento del producto. En cambio un sistema financiero frágil, formado principalmente por empresas que requieren de financiamiento sólo para mantenerse en el mercado, corre el riesgo de que cualquier impacto externo los lleve a la quiebra.

Esta percepción, usualmente crea racionamiento en el crédito y tiende a incrementar la tasa de interés, lo cual por sí mismo, incrementa el riesgo. Como resultado, el consumo y la inversión se reducen, presionando a la baja a la demanda agregada y a toda la economía hacia una recesión. Como puede apreciarse, se trata de un enfoque de inspiración keynesiana toda vez que se asume el movimiento de la demanda efectiva como base de las fluctuaciones y la estabilidad del mecanismo económico capitalista.

Debe observarse que Minsky desarrolla la tesis de la inestabilidad financiera. Según esta, las transacciones financieras en una economía capitalista sofisticada son inherentemente inciertas. Y va más allá planteando la hipótesis de “fragilidad financiera”, en el entendido de que ni la regulación, ni los mercados completos y perfectos pueden asegurar la estabilidad financiera inherente, de hecho, pueden ser una causa de inestabilidad.

Así, la explicación de Minsky no es la de burbujas racionales o manías especulativas, sino que se trata de la naturaleza de los períodos de expectativas realizadas que inducen a los individuos a ajustar sus propias defensas contra la posibilidad de la no realización de la transacción en el tiempo. La regulación sólo puede servir para que la fragilidad financiera no devenga en inestabilidad financiera, o sea en una crisis14.

En el cuerpo de la teoría económica convencional, especialmente en autores postkeynesianos, se han desarrollado tres modelos de crisis financieras. Todos ellos, como se verá, comparten la condición metodológica de ser altamente descriptivos y superficiales en el análisis.


  • Modelo de Primera Generación. Está asociado a la figura de Paul Krugman. Este modelo busca explicar las crisis financieras como resultado de un déficit fiscal insostenible en una economía, que es financiado por señoreaje del banco central. Krugman estableció que una balanza de pagos con problemas, definidos éstos como el momento en el cual el país está perdiendo gradualmente sus reservas, se convierte en una crisis de balanza de pagos debido a que los especuladores perciben que las reservas internacionales se acabarán y el gobierno no será capaz de mantener el tipo de cambio, al mismo tiempo la expansión del crédito interno se traduce en un aumento del precio relativo de los bienes no comerciables internacionalmente15.


Estos modelos de primera generación en general se definen como aquellos que explican las crisis de balanza de pagos por una incompatibilidad entre la política cambiaria de un gobierno y sus políticas fiscal y monetaria16.


  • Modelos de Segunda Generación. Según estos modelos, lo que hace que la crisis ocurra es la creencia de que ocurrirá, por lo tanto las expectativas que ex-ante son injustificadas, son validadas ex-post. Estos modelos incluyen la existencia de equilibrios múltiples debido a que el mercado actúa en base a las expectativas. El énfasis se pone especialmente en las reacciones del gobierno ante los cambios que se producen en el comportamiento del sector privado, que pueden dar lugar a inconsistencias en las políticas de fijación del tipo de cambio. Así, mientras que los modelos de primera generación se basan en que los fundamentos económicos son los que empujan a la economía a una crisis, los modelos de segunda generación defienden que son las expectativas que tienen los agentes económicos sobre cómo evolucionarán las variables macroeconómicas las que provocan una crisis financiera que podría haber sido evitada17.


  • Modelos de Tercera Generación. Esta nueva aproximación teórica caracterizada por un fuerte componente de profecías autocumplidas se combina con algunos fallos de mercado como información asimétrica, problemas de riesgo moral y de selección adversa, que producen distorsiones en las decisiones de mercado18.

Como puede apreciarse, la teoría económica convencional no ha logrado crear un cuerpo teórico que permita en verdad explicar plenamente, y menos aún predecir, el momento e intensidad en que ocurrirá una crisis financiera en el sistema. De hecho, cada uno de estos modelos han tratado de explicar situaciones reales ocurridas, y sistemáticamente sus concepciones son superadas en la realidad por nuevas manifestaciones de crisis financieras y bancarias.



b. La teoría económica crítica

Nos interesa en este punto desarrollar algunos elementos teóricos y metodológicos básicos para el análisis de las crisis financieras desde la perspectiva de la economía política marxista y de inspiración crítica en general. Para ello primero repasamos algunos conceptos y categorías esenciales en este tema. En un segundo momento, terminamos este apartado realizando una revisión de las varias interpretaciones de la naturaleza de la actual crisis que se hacen desde el denominado pensamiento económico crítico o heterodoxo.

Obviamente, Marx no vive una época signada por el auge descomunal de la actividad financiera especulativa como la que actualmente vive el capitalismo. En su época incluso, las crisis asociadas a lo que hoy podemos manejar como sector financiero, eran entendidas por él más bien como crisis monetarias o crisis de dinero, generalmente subordinadas a la lógica de las crisis industriales. Sin embargo, en su teoría económica aparecen tratamientos imprescindibles para realizar cualquier análisis científico de estos fenómenos del modo de producción capitalista en la actualidad.

Así aparece su estudio del comportamiento a largo plazo de la cuota de ganancia en capitalismo, para él, sujeto a una ley de tendencia decreciente, y que en el capitalismo contemporáneo ha demostrado tener una correlación fundamental con el proceso de acumulación del capital, tanto en su variante de acumulación productiva como acumulación estrictamente financiera; sus análisis sobre el capital financiero19 como elemento diferenciado, aunque en función, del ciclo del capital industrial; sus análisis sobre el capital a interés y su relación con el crédito como elemento esencial en el funcionamiento del capitalismo y especialmente su categoría de capital ficticio20.

Tratando de avanzar en una definición lo más exacta posible, por capital ficticio Marx tenía en mente el capital compuesto por los distintos títulos de valor que se cotizaban en el mercado financiero de su época. Entre éstos destacan las letras de cambio, las acciones y los títulos de deudas públicas. Específicamente, los títulos de deuda pública y de acciones constituyen capital ficticio debido a los siguientes elementos:

Los títulos de Deuda Pública porque:

  1. Este capital nunca se invierte (no se gasta) como capital, se usa para cubrir una deuda del Estado, hoy diríamos para financiar el déficit presupuestario del Estado sin monetizarlo.

  2. Este capital sólo cubre un gasto pretérito, un gasto en el cual incurrió el gobierno y por tanto es un capital que no mantendrá ni acrecentará su valor con arreglo a las fases reproductivas del capital industrial.

  3. El interés que devengan los acreedores del Estado es una participación en los impuestos del Estado.

Las acciones porque:

  1. Este capital sobrevive después de ser gastado productivamente, no sólo en el producto final como D + ΔD, sino en la venta de los títulos como un valor capitalizable. Esta segunda aparición del valor – capital en los mercados secundarios, es decir, en la Bolsa, es una especie de reflejo distorsionado del valor – capital primitivamente invertido y es una ilusión de papel.

  2. Derivado de lo anterior, las acciones tienen un valor comercial ficticio, es puramente ilusorio el valor capital de este título. El valor comercial de estos títulos es en parte especulativo, puesto que no depende solamente de los ingresos reales, sino de los ingresos esperados, calculados de antemano”21.

Según Ulises Pacheco:

la especulación es un atributo del capital ficticio, su propiedad esencial, sin la cual no puede ser concebido ni explicado como un órgano de la sociedad burguesa; la capitalización produce beneficios o pérdidas a los prestamistas, al indicar la variación de los precios de mercado de los títulos, estas variaciones son resultados del movimiento de las tasas de interés y de la cuota de ganancia. A su vez, el comportamiento inestable de las tasas de interés, su diferencial en el tiempo, provoca variaciones en el valor – capital de los títulos”22.


Por su parte, R. Carcanholo avanza en el análisis de las categorías capital ficticio y ganancia ficticia. Para este autor “el capital ficticio es a la vez ficticio y real, según la dimensión observada. Además, se debe concluir que ese tipo de capital exige remuneración y nada contribuye, a diferencia del capital a interés, para la producción del excedente económico, para la extracción de la plusvalía. Así, el capital ficticio es parasitario”23.

Distingue, y es algo propio de su concepción que nos parece bastante apropiado para entender la naturaleza más exacta de esta categoría, el capital ficticio en tipo I y tipo II.

  • Sería capital ficticio de tipo I el capital ficticio constituido por acciones con valor igual al del patrimonio real de empresas productivas, así como los títulos de deuda pública emitidos para financiar inversiones reales, tales como carretera, puertos, puentes, túneles, ferrocarriles, edificios, etc.

  • Sería capital ficticio de tipo II, toda valorización especulativa de activos reales o mobiliarios, así como todo incremento de la deuda pública en razón de gastos improductivos o gastos corrientes o de transferencias24.

Más allá de que se coincida o no con estas clasificaciones de Carcanholo, éstas permiten al menos establecer que el capital ficticio existe con solo existir las acciones y los títulos de deuda pública, toda vez que constituyen una especie de duplicado o reflejo de la riqueza real, pero que este capital ficticio puede expandirse aún más allá virtualmente de forma ilimitada, por vía de la especulación con estos activos en los mercados financieros. Obviamente, lo que constituye hoy la gran problemática es lo que él llama capital ficticio de tipo II.

Carcanholo también introduce el concepto de “ganancia ficticia”. En esencia, ésta es el resultado de la diferencia del precio de mercado que llega a alcanzar un activo financiero – y que se vende a dicho precio – y el valor real que este activo representa originalmente. Por supuesto que esta diferencia es fruto de la especulación.

¿Qué características presentan las ganancias ficticias, según Carcanholo? Hay una característica básica: ellas constituyen ganancias verdaderas, reales, tan reales como cualesquiera otras, del punto de vista del acto individual y aislado. Y eso queda muy claro si tenemos en cuenta que, con la cantidad de dinero correspondiente a esas ganancias, puedo obviamente comprar cualquier cosa. El punto de vista del mercado, el que permite observar un individuo aislado o un acto mercantil aislado, es fundamental en ese aspecto: en esas condiciones, las ganancias ficticias son reales y no se distinguen de cualquier otro tipo de ganancia.

Desde el punto de vista de la totalidad, de la sociedad como un todo, ¿esas ganancias son reales? ¿Tienen sustancia derivada de la acción productiva del trabajo? ¿Tienen, por detrás, la plusvalía (o excedente-valor producido por trabajadores no salariales) que le confiera realidad sustantiva? La respuesta es negativa; esas ganancias son puro humo. De la misma manera que aparecieron como por arte de magia, de la noche a la mañana, pueden desaparecer a cualquier momento, en razón de oscilaciones especulativas de los valores de los activos25.

Por lo que podemos apreciar, las categorías de capital ficticio, especulación financiera y ganancia ficticia resultan imprescindibles para entender la realidad del sistema capitalista en su fase monopolista, pero más específicamente en su etapa trasnacional actual donde la actividad especulativa financiera se ha convertido de hecho en la principal fuente de ganancias para el gran capital, generando con cierta regularidad a partir de los años ochenta del siglo pasado episodios cada vez más complejos y amplios de crisis financieras, las que pueden llegar a disiparse en el marco propio de los mercados financieros, pero que también, como en la actual crisis, puede traspasar este marco y convertirse en crisis del aparato productivo.

Para terminar este análisis queremos hacer una breve exploración por algunas de las posiciones de importantes teóricos marxistas contemporáneos en sus interpretaciones sobre la naturaleza de la actual crisis económico – financiera.

Según Francois Chesnays la acumulación de capitales que buscan valorizarse como capital-dinero a interés y el crecimiento y complejidad cada vez mayor de los mercados financieros conllevan crisis multiformes propias de la finanza. El lugar ocupado por lo que frecuentemente se denomina el “capital financiero” torna prácticamente seguro que las primeras fases de cualquier eventual crisis de superproducción pasarán por los mercados financieros y la acumulación de préstamos y deudas.

La frecuencia de las crisis financieras obedece a la incapacidad de los sistemas financieros de autorregularse. A medida que avanzan las bonanzas financieras tiende a aumentar la confianza, lo cual conduce a que los agentes financieros tomen posiciones cada vez más riesgosas, aumentando el nivel de endeudamiento, al mismo tiempo en que crecen los precios de los activos hasta que se pierde la confianza. La bonanza termina luego con un nivel de endeudamiento excesivo y escasa capitalización de las entidades financieras, lo que siembra la semilla de las quiebras tanto de los deudores como de los intermediarios financieros26.

También realiza este autor un diagnóstico más específico de la actual crisis. Como se verá, hace alusión a su concepto de régimen de acumulación de dominio financiero, el cual según él ha dominado el capitalismo mundial a partir de los años 70 del siglo XX:

Respecto a la crisis en curso, mi posición es la siguiente. Claramente hemos tenido que enfrentarnos a una crisis de gran importancia. Al mismo tiempo a la crisis de un régimen de acumulación de dominancia financiera y de condiciones históricas transitorias que aseguraron a los Estados Unidos una hegemonía sin reparto. La crisis tiene como sustrato una elevada sobreacumulación del capital y una fuerte sobreproducción. El unificado nivel de análisis realmente pertinente es mundial27.

Para Arturo Guillén por su parte, la presente crisis es una crisis de deuda – deflación:

La crisis inmobiliaria es una crisis de deuda-deflación del tipo Fisher-Minsky, como lo fueron la gran depresión de los treintas, la crisis japonesa de los noventa o la crisis del Nasdaq en 2001, y como lo han sido todas las grandes crisis financieras del capitalismo.

Esta crisis sucede después de un periodo largo de expansión que comienza en los años noventa financiado con deuda. Representa el desinflamiento de una burbuja (la inmobiliaria), que vino ocupar el lugar dejado por la burbuja anterior de la “nueva economía”.

(…)

La crisis inmobiliaria representa el colapso de la bursatilización y en un sentido más amplio, de un régimen de acumulación dominado por las finanzas. La pirámide de bonos y de derivados construido alrededor de las hipotecas, se ha derrumbado estrepitosamente. La insolvencia en el segmento de las hipotecas subprime fue solamente el iceberg de una crisis más profunda. Se trataba tan sólo del eslabón más débil de la cadena financiera”28.

Carcanholo por su parte asocia la tendencia decreciente de la cuota de ganancia con el auge de la especulación financiera:

Por todo eso, nuestra conclusión es de que la crisis económica estructural del sistema tiene como trasfondo la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y que la fase especulativa del capitalismo que vivimos es el intento del capital de darle una respuesta. Dicha respuesta es el dominio del capital parasitario, el incremento a niveles sorprendentes de la explotación y el mantenimiento de magnitudes elevadas y crecientes de ganancias ficticias.29

Palabras finales

Finalmente, queremos establecer el hecho de que aun cuando con el despliegue del capitalismo monopolista y el auge del mundo financiero han llevado a un aparente divorcio y autonomía de la órbita financiera de la esfera productiva. El sistema capitalista debe seguir enfocándose en términos de unidad dialéctica y material entre producción – circulación, donde las condiciones, leyes, contradicciones y tendencias de la producción (en el entendido de producción social), condicionan, determinan, caracterizan y limitan la estructura y funcionamiento de la circulación, incluyendo el de la circulación monetaria y financiera tan extendida como la actual.

De aquí podemos deducir, que la causa última de las crisis económicas en el capitalismo, incluyendo las de índole financiera, impacten o no en la producción, deben buscarse en los fundamentos mismos del modo de producción capitalista.

Notas

1 Panitch, L. 2007. Estado imperialista y globalización neoliberal. Programa Latinoamericano de Educación a Distancia. Buenos Aires. 19 – 20. pp.

2 Boyer, R. 1989. La teoría de la regulación. Un análisis crítico. 78. p.

3 Íbidem, 60 p.

4 Feijoo, V. 1990. ¿Qué es un patrón de acumulación? 177. p. Feijoo define patrón de acumulación como “una modalidad de la acumulación capitalista históricamente determinada”. (NA).

5 Gouverner, J. 2002. Comprender la Economía. Fenómenos visibles y realidades ocultas. 163. p.

6 Íbidem, 173 p.

7 Caputo, O. y Radrigán, J. 2002. Acumulación, tasa de ganancia e inversión en los países capitalistas desarrollados. 19, 50 y 51. p. (Los subrayados son nuestros).

8 Campos, J.M. 2002. El movimiento a largo plazo de la economía capitalista. En: Lecciones de Economía Política del Capitalismo. Tomo 2. Segunda Parte.468.p.

9 Keynes, J.M. (1923) (1996). Breve tratado sobre la reforma monetaria. 54. p.

10 Íbidem, 60. p.

11 Íbidem, 160. p.

12 Keynes, JM. (1931) (1997) Consecuencias del hundimiento de los valores monetarios en el sistema bancario. 43. p.

13 Keynes, JM. (1926). El Final del Laisses Faire. 12. p.

14 Wierzba, G; Pino, E; Kupelian R; López, R. 2008. La regulación financiera. Basilea II. La crisis y los desafíos para un cambio de paradigma. 15. p.

15 Tomado de: Moreno, E. 2005. Crisis Financieras: Antecedentes teóricos y su relación con las crisis bancarias. www.eumed.net. 11 p.

16 Marolova, A. 2012. La crisis financiera actual. Su rol en el proceso de ajuste del Modelo Global Especulativo Financiero. 6. p.

17 Íbidem, 7. p.

18 Moreno, E. 2005. Crisis Financieras: Antecedentes teóricos y su relación con las crisis bancarias. www.eumed.net. 12.p.

19 Cuando Marx utiliza el término "capitalista financiero" se refiere a los banqueros de negocios y otros "caballeros de las finanzas" que viven de operaciones que tienen como escenario la esfera financiera, en donde opera el "ciclo

corto" de valorización del capital. El "ciclo corto" es aquel en que "nos encontramos con D-D’, dinero que engendra más dinero, valor que se valoriza a sí mismo, sin el proceso intermedio entre ambos extremos”. Chesnay, F.

1999. Actualizar la noción de imperialismo para comprender la crisis en curso. 78. p.

20 Estos desarrollos teóricos se encuentran en: Marx, C. 1973. El Capital, Tomo III, Sección Tercera, Sección Cuarta y Sección Quinta. (NA).

21 Pacheco, U. 2006. El capital ficticio como categoría económica de El Capital de Carlos Marx. Revista Economía y Desarrollo. Universidad de La Habana. Número 2, Volumen 140, pp. 28 -30.

22 Íbidem, 31.p.

23 Carcanholo, R. 2008. Aspectos teóricos de la crisis capitalista. 6. p.

24 Carcanholo, R y Sabadini, M. 2008. Capital ficticio y ganancias ficticias. 4 – 5. pp.

25 Carcanholo, R y Sabadini, M. 2008. Capital ficticio y ganancias ficticias. 9. p.

26 Alarco, G. 2010. Crisis financiera internacional y patrón de crecimiento de una economía mediana y dependiente: el caso del Perú. Revista Convergencia, vol. 17, núm. 54, septiembre-diciembre. 135-159. pp.

27 Chesnais, F. 2009. Un año después del crack bancario y financiero. Revista Polis.

28 Guillén, A. 2010. La crisis global y la recesión mundial. 9 – 14. pp.

29 Carcanholo, R. 2008. Aspectos teóricos de la crisis capitalista. 9. p.


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