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Agosto 2014

FOUCAULT Y LA CRÍTICA TRANSGRESORA AL PODER DIFUSO Y PRESENTE

Federico García Morales

En este artículo tratamos algunos aspectos sugestivos sobre el poder presente en la obra de Foucault.

La lectura de Foucault --al revés de las lecturas de Hobbes o de Marx-- nos pone ante un poder anónimo o repartido (lo que no quiere decir compartido, a pesar de que podamos leerla en contextos de cohabitación): el poder que descuartizó a Damiens, que había intentado asesinar al Regente de Francia o el poder que decide las matanzas de Septiembre durante la Revolución Francesa, y todas esas dimensiones del poder de las que el Estado es apenas la codificación de un segmento.

Foucault, sin embargo, no es tan ingenuo para no entender del poder del Estado —eso queda suficientemente claro en sus discusiones con los maoistas— pero le preocupa ése que no tiene localizaciones ni límites, que se constituye en ciertas áreas ciegas de la historia. Y que todavía se fortalece en "espacios quiméricos". A nosotros, entre el autoritarismo definido y el democratismo sin definición, "los espacios quiméricos" deberían preocuparnos.

Sin embargo, aún en este esfume, es necesario precisar, ya que en una conferencia de 1976 Foucault pudo asegurar que "la razón de ser histórica del poder político y el principio de sus formas concretas y de su funcionamiento actual, habría que localizarlo en la economía..."

¿Nos está así invitando de nuevo, en otra curva del tiempo, a ver la economía como "política condensada"? Pues percibe muy lúcidamente que desde su generalidad económica o anónima, el poder excluye, reprime, somete, censura, encubre... y produce la realidad y la verdad".

Quizás nadie desde Marx y su discurso sobre la ideología, había señalado tan certeramente al poder como productor de discursos "verdaderos".

En un elocuente trabajo dedicado al estudio de los cambios en el procedimiento penal, Foucault nos muestra cómo los Juicios de Dios fueron reemplazados en el Concilio de 1215, por la tortura, en donde el poder "arrancaba la verdad". Esa verdad última que ya se había manifestado en el Cristo cuando colgaba de la cruz. El cristianismo supo realizar tempranamente una amalgama que haría historia entre el poder, el dolor y la verdad.

Pero a Foucault lo atrae también la verdad del médico, que nos expone como una fábula representativa en ciencias incompletas, de lo que a veces es más intrincado de demostrar en el resto de las santas escrituras o con el resto de los santeros, y en donde repara en sus discursos, pero sobre todo en su mirada, "la regard médicale", que también es poder, y que genera una disposición de los cuerpos, cuerpos humanos alienados de su capacidad de ser sujetos, para mostrarse como los objetos de las clases de patología o de anatomía, donde la mirada sabia y controladora permite la operación potente. Hoy en la T V nos saturamos con esa mirada y sobre la sien de Colosio, la calavera sembrada y el cadáver presunto del Señor de los Cielos, creemos resolver los problemas políticos de México. El espacio del poder se finge de pronto, espacio de Anatomía patológica, espacio de clínica y de sus soluciones.

Para ilustrar eso de la mirada, está también el cuadro de Rembrandt, aunque Foucault prefiere las meninas de Velázquez. Desde ahí, desde la figura del umbral del fondo, ya está en la posición apropiada para reflexionar sobre el Panopticón de Bentham, y sobre el poder en el espacio concentracionario, que es como decir, el poder en nuestra modernidad, donde la vigilancia (la visibilidad) permanente, confirma la renovación permanente del poder. Un paradigma que se extiende hacia los "micropoderes", a donde quiera que haya que controlar la conducta de otros. En cuarteles, en maquilas, en colegios, y ahora que está de moda, en ergástulos neoyorquinos. En todos estos lugares, la inversión potente y vigilante, produce ganancias, es economía.







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