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Octubre 2014

Cooperación para el desarrollo, modelo hegemónico y crisis sistémica: ¿círculo perverso?


Walter Chamochumbi

Desde la gran crisis económica del año 2008 a la fecha, subsisten los elementos de disfuncionalidad del capitalismo global como parte de una crisis sistémica que agudiza las brechas de desigualdad social y asimetrías de desarrollo entre los países. El modelo hegemónico impuesto por los países desarrollados y organismos multilaterales, continúa basándose en el crecimiento económico y la industria extractiva a costo de la naturaleza finita, la crisis ambiental y el cambio climático. De allí que en medio del carácter estructural político e ideológico del modelo de desarrollo imperante, la cooperación internacional para el desarrollo puede jugar un rol crucial. Pero para los sectores más críticos sostienen quehoy en día esta se ha convertido en un instrumento de dominación y soporte del actual orden político económico mundial.[1]
 
Modelo hegemónico y rol de la cooperación para el desarrollo
 
Al revisar un polémico artículo de Irene Maestro y Javier Martínez[2], sostienen que los cambios ocurridos en la cooperación para el desarrollo han estado muy relacionados con el contexto global de mercado y el carácter superestructural político e ideológico del modelo de desarrollo socioeconómico. Y es que durante las décadas de 1980 y 1990, en plena expansión del proceso de globalización y la economía de libre mercado, ya vislumbraban lo que hoy caracterizan como los rasgos principales de la llamada “nueva cooperación para el desarrollo”, que en general se refiere a una cooperación pro-sistema o reformista. Las consideraciones principales al respecto nos hemos permitido resumirlas según lo que a continuación comprenden sus seis tesis para el debate: 
 
1.     En el escenario actual de predominio del capitalismo global, la cooperación ha dejado de ser “para el desarrollo”, vinculándose directamente a favor o en contra de la dinámica del sistema. Según este análisis se presenta entonces un escenario dicotómico sobre el rol político e ideológico de la cooperación: ¿cuál ha sido y cuál debiera ser en adelante su verdadero rol en las acciones por el cambio y las transformaciones sociales? O bien dentro o fuera del sistema, pero no entre ambos.
 
2.     Dados los objetivos que persigue el capitalismo global, requiere de construir una superestructura política e ideológica que regule (controle) las relaciones sociales e internacionales para tal fin. Por lo que la cooperación para el desarrollo se vuelve un instrumento orgánico a las necesidades de este nuevo orden global. No se trataría entonces de impulsar acciones transformadoras por el cambio social sino meras acciones mitigadoras, paliativas o de carácter humanitario. Lo que en esencia significa mantener las condiciones de la superestructura global asimétrica e inequitativa de desarrollo de los países y los pueblos.
 
3.     Dadas las contradicciones que genera el nuevo orden económico global, se acentúan las brechas sociales, las desigualdades y un clima de mayor polarización entre ricos y pobres, por lo que también emergen movilizaciones sociales a contra corriente de la globalización (movimientos anti o alter globalización). En tal escenario, la cooperación pro-sistema o la reformista asumirán un papel activo para evitar una mayor profundización y extensión de los problemas y conflictos sociales.
 
4.     Dado que la globalización no es más que la universalización del modo capitalista de producir, distribuir, circular y consumir, la cooperación pro-sistema o la reformista se insertan inevitablemente en el proceso mismo de extensión e intensificación del capitalismo global. Y por tanto, se vuelve un importante instrumento de consolidación del sistema como tal.
 
5.     Ante la crisis política y de legitimidad social que el proceso de expansión e intensificación del capitalismo global viene generando entre los países y los pueblos, y al interior de ellos (“por la consolidación de las relaciones económicas e institucionales de sus mercados y de la seguridad de la propiedad privada del capital, entre otros rasgos propios del sistema económico global”), la cooperación asume un discurso de nueva institucionalidad que en realidad enmascara el profundo economicismo y la falta de legitimación social y ambiental del proyecto globalizador.
 
6.     Dado que el capitalismo global reestructura el sistema mundial perpetuando y profundizando la pobreza y la desigualdad entre los países, por el contrario, al mismo tiempo nos ofrece un discurso renovador con aparentes nuevos contenidos y oportunidades de cambio y transformación para promover el desarrollo igualitario de los países y pueblos en el nuevo orden económico neoliberal (un nuevo espejismo de desarrollo). Por lo que de lo anterior, y a contracorriente de la tendencia económica global, debiera surgir una cooperación alternativa que en efecto apueste porque “la cooperación para un desarrollo auténticamente social, humano y sostenible sólo puede orientarse contra la nueva estructura de ese sistema, y definirse entonces como una cooperación para la desconexión de ese sistema” (Op cit de Irene Maestro y Javier Martínez (2006), p.18).
 
Se sabe que el proceso de gestación y desarrollo de las formaciones sociales capitalistas es muy complejo y dispar, pero es sobre todo paradójico, porque la integración de las distintas economías nacionales en un supuesto único mercado capitalista global viene presentando en la práctica múltiples modalidades, características e imperfecciones en su estructuración y funcionamiento sistémico, muy relacionado con el marco institucional global y (des)regulatorio creado para tal fin, y a tenor del rol político de hegemonía y subordinación que cumplen los países, al norte y al sur respectivamente, además de múltiples eventos ocurridos a través de la historia de la humanidad y que han influido en ello. Son eventos o sucesos donde han primado sobre todo intereses de orden económico y geopolítico, a los cuales se han subordinado las consideraciones de orden social y ambiental, de índole cultural, ética y las relativas a soberanía, democracia representativa y participativa, libertad y derechos humanos fundamentales.
 
Los analistas más críticos sostienen que el sistema capitalista como tal –de no cambiar su racionalidad- llegará a un límite en las próximas décadas hasta hacerse insostenible, por lo que en las condiciones actuales no sería posible pensar en la construcción de un desarrollo alternativo, con acciones verdaderamente transformadoras de la sociedad, si antes no se cuestiona el mismo sistema.  
 
Prospectiva de una cooperación alternativa para el desarrollo
 
Los investigadores Maestro y Martínez, basados en los postulados de Samir Amin[3], proponen definir nuevas líneas de acción para lo que denominan “la desconexión o desvinculación del sistema”.  Concepto que no necesariamente significa autarquía, sino en esencia la supeditación de las relaciones externas a las necesidades internas del país; es decir, cambiar la lógica de la extraversión por la del autocentramiento. En ese marco se propone “la cooperación antisistema”, que propone rescatar en el proceso las prácticas bien intencionadas de la cooperación para el desarrollo (reformista o pro-sistema) pero reorientándola hacia el objetivo mayor de la transformación para la desconexión del sistema, o sea, “la cooperación para la desconexión”. Su propuesta no supone desvincularse o negar el proceso de globalización como tal, ni supone un afincamiento en el nacionalismo. Al contrario, supone un avance sustantivo en la perspectiva de construir una globalización alternativa a la actual, que sin perder de vista lo local “sea solidaria, redistribuya la riqueza, y en especial, restituya el valor de la naturaleza y lo humano”[4].
 
Desde esta perspectiva, resulta audaz la propuesta de una cooperación para la desconexión del sistema, porque supone la necesidad de redefinir nuevos marcos y parámetros de relacionamiento de la cooperación al norte y al sur respectivamente, además del imperativo de realizar una profunda revisión y análisis diferencial de las proyecciones e intereses políticos económicos, sociales y ambientales de los países y pueblos. Es decir que siguiendo una línea de base, se deberán resolver algunas cuestiones fundamentales: ¿Quién determina y prioriza los términos y las condiciones de la cooperación para el desarrollo? ¿Sobre qué términos y marcos de referencia sistémica y cultural enfocamos el desarrollo: un modelo exógeno, endógeno o dialogante? ¿Cuáles pueden ser los límites del relacionamiento y funcionalidad de una cooperación alternativa para el desarrollo? ¿Es viable una cooperación alternativa excéntrica al capitalismo global?
 
Es cierto que el capitalismo global ha venido evolucionando cíclicamente desde hace más de doscientos años, mucho antes que la cooperación al desarrollo, que emerge recién a partir de la década de 1950. Y también es cierto que las condiciones estructurales de pobreza y desigualdad de los países no serán resueltas sólo en el ámbito propio de la cooperación. De hecho se requiere mucho más que ayuda solidaria y tiene que ver en lo fundamental con voluntad y compromiso político de los gobiernos, de la clase política y de la acción de la sociedad civil organizada y movilizada para forjar cambios progresivos en el modelo de desarrollo. De allí la pertinencia de cuestionar al sistema como tal, desde un nivel conceptual, principista, organizado y activo, pero, sobre todo, enfatizando en la dimensión humana y en los derechos fundamentales de los pueblos y del imperativo de forjar la armonía social con el ambiente.
 
Puede resultar una utopía pretender aspirar a la construcción de un modelo de desarrollo alternativo, si acaso no se comienza a cuestionar y a promover cambios progresivos y profundos en las estructuras sistémicas del poder político y económico hegemónico: romper con ese círculo perverso,[5] porque es ahí donde se encuentra justamente la esencia del problema. De ello quizá dependerá la posibilidad que una cooperación alternativa para el desarrollo, a partir de su propio ideario y experiencia concreta con las organizaciones sociales, pueda recoger, reelaborar y superar los contenidos de su propuesta programática, porque de lo contrario correrá el riesgo de volverse un espejismo más de desarrollo del capitalismo global.
 
- Walter Chamochumbi es consultor en Gestión Ambiental y Desarrollo.


[1] Ver artículo “Cooperación para el desarrollo y capitalismo global”, de Walter Chamochumbi, Lima, 2006, 13 p.
[2]Ver artículo “Elementos de discusión sobre la cooperación para el desarrollo en el capitalismo global”, de Irene Maestro Yarza y Javier Martínez Peinado, Marzo 2006, GREM. Universitat de Barcelona, X JORNADAS DE ECONOMÍA CRÍTICA Barcelona, Área: Cooperación para el desarrollo elementos de discusión sobre la cooperación para el desarrollo en el capitalismo global, 22 p.  
[3] El concepto de desconexión o desvinculación, tal como lo ha formulado Samir Amin -(1988): La desconexión –IEPALA; (1999): El capitalismo en la era de la globalización. Editorial Paidos; y (1999): Miradas a medio siglo – IEPALA)-, no significa autarquía. Significa, básicamente, la supeditación de las relaciones externas a las necesidades internas, es decir, cambiar la lógica de la extraversión por la del autocentramiento.”, en Irene Maestro y Javier Martínez (2006), p. 19.
[4] La propuesta de la cooperación para la desconexión, según Maestro y Martínez (2006), supone “un cambio estructural de dos patas” que deben apoyarse mutuamente para que el proceso avance. La primera patase refiere a un “cambio estructural externo”, o sea, al reto de un nuevo orden internacional cuyo fin es romper la dicotomía entre el Centro (“mini productor caro y súper consumidor despilfarrador”) y la Periferia (“súper productor barato y mini consumidor marginal”). Y la segunda pata se refiere a un “cambio estructural interno”, es decir, en base a los postulados de Samir Amin, se refieren a un proyecto de desarrollo de contenido “democrático popular” que priorice la soberanía de los pueblos y sus necesidades internas de desarrollo a las que deberán supeditarse las relaciones externas.
[5] Irene Maestro en su análisis del papel de la cooperación para el desarrollo en el contexto de la globalización, concluía lo siguiente: “…que el actual proceso de globalización está interiorizando más que nunca la “cooperación para el desarrollo” en la propia reproducción del sistema. Contrarrestar esta perversión o círculo vicioso requerirá un esfuerzo específico para redefinir y elaborar propuestas de una auténtica cooperación que desborde sus actuales límites sistémicos.” (Op cit de Irene Maestro (2000), p.18)


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