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Noviembre 2015

De Tiquipaya a Paris, la gran batalla por la vida


Luis Camilo Romero

Otra vez el mundo ha sido testigo de un evento de los Pueblos sobre Cambio Climático, celebrado en Bolivia, donde se planteó un cambio de paradigma, del modelo industrial capitalista depredador con la naturaleza a un nuevo civilizatorio, en comunión con la Madre Tierra, en consonancia con las urgencias que asumirá en diciembre en la Conferencia de las Partes (COP21) de Francia.

Esta nueva versión (II Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático), aprobada por Naciones Unidas, propuso la creación de un garante Tribunal Internacional de Justicia Ambiental, que muchos dirán si ya se planteó hace cinco años y que no pudo llevar a la práctica al igual que el desacatado Protocolo de Kyoto de 1997.

Este Tribunal Internacional de Justicia Climática y de la Madre Tierra, como propuesta de los Pueblos, tiene que ser un órgano judicial independiente, articulado por la Convención de las Naciones Unidas, para adjudicar controversias derivadas de la interpretación e implementación de las acciones necesarias para responder al cambio climático.

Pero también deberá ayudar a resolver los problemas de acción colectiva asociados con la falta de cumplimento de los compromisos de países desarrollados en respuesta al cambio climático. “El Tribunal debe tener jurisdicción sobre cualquier controversia relativa e impacto causado por la falta de implementación en buena fe de acciones relativas al cambio climático y estar basado en la sabiduría de la justicia de las naciones de los Pueblos Indígenas", dice un acápite de la Declaración de Tiquipaya.

Es que un horizonte sombrío de degradación ambiental y catástrofes se cierne sobre la humanidad. Los temas como mitigación, adaptación, riesgo, incertidumbre entre otros, y las consideraciones acerca de qué es mejor para los países subdesarrollados y en vías de desarrollo son parte del debate en las altas esferas de la política internacional.

Para algunos la crisis climática y medioambiental se inscribe en una crisis capitalista sistémica y global, en pleno desarrollo, que compromete al conjunto del planeta y la supervivencia de la humanidad. Es decir, se trataría de una crisis de un patrón civilizatorio de crecimiento supuestamente infinito.

Los resultados de esta Cumbre reflejaron ese sin fin de preocupaciones y por ello, consideramos que ahora la batalla dentro del debate está en los siguientes días en Paris, Francia, para que las resoluciones no caigan en saco roto o los sectores opositores, que se frotan las manos al ver los fracasos del gobierno, no se alegren con otro desencanto.

Son muchos los fundamentos teóricos prácticos que se plantean para desafiar al sistema capitalista, y así como el Presidente Morales identificó como la causa de los principales males, de muerte y destrucción del planeta, es también urgente que, para salvar a la Madre Tierra tenemos que acabar con el sistema capitalista.

La Declaración de Tiquipaya, al margen de exigir que se ponga en marcha un nuevo modelo civilizatorio que valore la cultura de la vida y la cultura de la paz, también planteó la necesidad de encarar una lucha sostenida para evitar que la temperatura terrestre suba más allá de 1,5 grados centígrados, porque lo contrario pone en riesgo el planeta y la humanidad.

“El mundo precisa transitar hacia la visión holística del Vivir Bien, profundizando la complementariedad entre los derechos de los pueblos y los derechos de la Madre Tierra, que implica construir una relación de equilibrio entre los seres humanos con la naturaleza para restablecer la armonía con la Madre Tierra”, reza en otra parte de la Declaración.

Se remarcó una vez más que el Vivir Bien en armonía con la Madre Tierra, es el nuevo modelo de civilización para preservar la comunidad de vida, donde la Madre Tierra es un ser vivo sagrado y no un objeto para la explotación de los seres humanos.

Que la Cumbre de París sea sobre todo una cumbre de los pueblos organizados, de los movimientos que defienden el planeta. Una gran movilización donde se encuentre a los pueblos de Europa, de África, de Asia, de América Latina, del Caribe, de los Estados Unidos, un solo pueblo.

“Cuidar a la Madre Tierra es una cuestión moral, sobre todo en cuanto al desafío del cambio climático. Ya no podemos darnos el lujo de aspirar a la prosperidad, tenemos que transformar nuestras economías y aprovechar las oportunidades de un futuro con una baja emisión de carbono. No hay un plan B, porque no hay un planeta B”, dijo el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon en la Cumbre.

- Luis Camilo Katari, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe

http://www.alainet.org/es/articulo/173013







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