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Abril 2017

Chile vs Bolivia: lo que nos faltaba


Gabriel Jiménez Emán

Desde que Fidel Castro asumió el poder político en Cuba en 1957 --basándose en las ideas de José Martí-- para deponer la tiranía de Fulgencio Batista, buscando el apoyo estratégico de la URSS, y décadas después Salvador Allende se declara socialista luego de un triunfo limpio en unas elecciones populares, --para luego ser sacado del poder a través de un infame golpe en 1973-- y que ambos procesos declararan su voluntad de encaminarse hacia un modelo socialista, se produjo un viraje de las ideologías en América Latina: estas tienen como inspiración a la Revolución Mexicana, la Revolución Bolchevique y la Revolución China.

Se piensa entonces que estos movimientos pueden cumplirse, en el caso de América Latina, para sacar a nuestros países de la dependencia, el colonialismo y los nuevos feudalismos a que las pretenden someter los imperialismos de nuevo cuño que venían incubándose en Inglaterra, Francia o España y luego en la mal llamada Revolución Industrial de Inglaterra –de revolución sólo tuvo el nombre—la cual tomó a la máquina como nuevo motor de la producción de objetos de consumo en serie para sustituir a la fuerza humana de trabajo, hasta desembocar en la apoteosis imperialista del siglo XX en Estados Unidos, bajo los sucesivos mandatos de Roosevelt, Reagan, Nixon, Ford, Johnson, Bush, Clinton, Obama y Trump.

Desde entonces, y como respuestas a este modelo, se han producido numerosas tentativas de asumir el poder a través de estructuras revolucionarias, sin más resultado en el largo plazo que el de un reformismo sin consecuencias positivas, pues luego del infame Golpe de Estado a Allende y de los nuevos avances de la derecha internacional, no se observa durante muchos años en el horizonte social nada significativo dentro de los movimientos de la izquierda, después del trágico asesinato del Che Guevara en las montañas de Bolivia, hasta la aparición de Hugo Chávez en Venezuela a finales del siglo XX.

Luego, desde principios del siglo XXI se sumaron a la iniciativa libertaria de América Latina inspirada por Chávez los gobiernos progresistas de Nicaragua, Argentina, Ecuador y Bolivia, encarnados en los presidentes Néstor y Cristina Kirchner, Rafael Correa y Evo Morales; sobre todo estas dos últimas naciones que provienen históricamente del mismo tronco común bolivariano, basado en los legados filosóficos y políticos de Miranda, Bolívar, Sucre y de estadistas y humanistas como Cecilio Acosta, Fermín Toro, Juan Germán Roscio y muchos otros.

Luego del fallecimiento a inicios del siglo XXI de los presidentes Néstor Kirchner y Hugo Chávez, se produce una lenta escalada de la derecha en América Latina que tiene como una de sus recientes expresiones el golpe de estado asestado en Brasil a la presidenta Dilma Rousseff por el siniestro Temer, y el nefasto triunfo --por escaso margen de votos—del catastrófico Mauricio Macri en la Argentina, mientras que en Colombia sólo se logra una paz muy precaria, en medio de un ambiente ultra violento de paramilitarismo y narcotráfico, luego de más de cincuenta años de abusos de poder a las clases trabajadoras de Colombia por parte de una derecha que ha hecho de las suyas masacrando campesinos colombianos con la anuencia de los gobiernos de Estados Unidos, lo cual ha repercutido de manera funesta en la vida cotidiana de Venezuela. Y ahora para colmo de males en el Perú, además de las lluvias que han asolado a ese país, y de los infaustos gobiernos de Alan García, Fujimori y Toledo —le ha caído al Perú la plaga neoliberal del gobierno de J. P. Kusinsky, que nada bueno augura para la patria de Mariátegui y Vallejo.

Y ahora lo que nos faltaba: una disputa entre Bolivia y Chile, donde los justos reclamos de Bolivia al gobierno de Chile por la abusiva desviación de sus manantiales hacia territorio chileno y de una salida al mar, han creado un nuevo conflicto entre ambos países, que deberían encontrar una solución justa en pro de la hermandad y la unión de nuestra América, pues de otro modo seríamos presa fácil de los nuevos intereses energéticos de las grandes potencias.

“Divide y vencerás” parece ser una de las divisas del imperialismo para terminar de ejercer su dominio en la América Hispana, valiendo esta premisa lo mismo para México, Brasil, y Estados Unidos, donde hay vastas comunidades hispanas, negras e indígenas que sufren de segregación social y de malos tratos por parte de blancos racistas.

Al momento de escribir estas líneas, han hecho presos a varios funcionarios policiales bolivianos en la frontera de Bolivia y Chile --que estaban inspeccionando operaciones de contrabando-- por parte de policías del gobierno chileno. Un hecho que pudiera convertirse en algo más grave, de no saber conducirse ambas naciones con las herramientas diplomáticas correctas, en un momento álgido para la política internacional nuestra, donde somos objeto de ataques desde la OEA por parte de funcionarios que sólo desean debilitar nuestra soberanía, y nuestra capacidad de decidir nuestros propios problemas.

© Copyright 2017 Gabriel Jiménez Emán


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