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Agosto 2017

La Constituyente venezolana, el Movimiento Sin Tierra, la independencia económica y el modelo post-petrolero


Marinella Correggia (*)

Entre los objetivos presentados por la Asamblea Constituyente votada el 30 de julio, figuran el camino hacia “un nuevo modelo de economía post-petrolera, productiva, diversificada, que satisfaga las necesidades de aprovisionamiento de la población”, “la consolidación de las nuevas formas de democracia participativa, con la constitucionalización de los consejos comunales y de las comunas” (unidades organizativas de base que con frecuencia son también unidades productivas), y además “la preservación de la vida en el planeta, protegiendo la biodiversidad y desarrollando una cultura ecológica”.

A inicios del siglo XXI, con el propósito de invertir en el sector agroalimentario las rentas del petróleo de Venezuela para avanzar hacia la independencia económica, el entonces presidente Hugo Chávez creó en Barinas (su estado natal) el Instituto de Formación Agroecológica Paulo Freire. Llamó como consultor para el desarrollo rural al Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, en el marco de la cooperación Sur – Sur, y de lo que muy pronto será el intercambio paritario entre los países del ALBA: Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador.

Esta solidaridad internacional constructiva (concreta, no retórica) nunca se ha interrumpido. Desde 2005 la brigada internacionalista Apolônio de Carvalho (el MST tiene brigadas de trabajo en muchos contextos de crisis: Palestina, Haití, países africanos) hace un trabajo de formación y producción junto a campesinos y organizaciones populares venezolanas. En 2013 la brigada fue encargada por el Ministerio de la Agricultura de desarrollar un proyecto en la Unidad de Producción Social Agrícola (UPSA) Caquetíos, en el estado de Lara: 220 hectáreas. Cuatro años después (hoy) en el sitio del MST dice: “Involucramos colectivos, consejos de las comunas y movimientos rurales en la formación técnica y política, con la óptica de desarrollar también una cultura agrícola”.

Vista la coyuntura de guerra económica que el país está viviendo, “se dedica a dos frentes de trabajo: producción para el consumo, un pedido urgente, y producción de semillas autóctonas — del sector hortícola a los cereales y a la soya—, una perspectiva de estrategia para la soberanía y la independencia alimentaria a la que aspiramos”, explica Simón Uzcátegui, campesino que trabaja en la unidad; “la dificultad de acceder a fertilizantes e insecticidas nos ayuda a desarrollar sus alternativas agroecológicas. Preparamos 6 000 litros de insecticidas naturales”.

Es un trabajo lento y escondido, pero se avanza. Y mientras más se aspira a la agricultura ecológica, más los propios jóvenes se interesan en ella”. Según Verena Vázquez (de 27 años, colaboradora del proyecto), con la coyuntura adversa la población acoge mejor la necesidad de trabajar en serio en el sector agrícola. También a nivel urbano: la creación hace pocos años del Ministerio de la Agricultura Urbana ha provocado la aparición de miles de pequeños huertos; han surgido mercados comunales, circuitos de hilera corta, sistema de adquisición colectiva como la Alpargata Solidaria, etc.

Hace pocos días, en ocasión de su VII Conferencia Mundial, el movimiento agrícola La Vía Campesina (LVC) —al que se adhiere en Venezuela el Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora (FNCEZ) y la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (CRBZ) — puntualizó en un documento: “La dinámica y las tendencias harían prever una situación de crisis prolongada, cuya evolución es difícil de predecir. Es cierto que se está cometiendo un acto violento, con elementos de odio fascista. Después de meses de esfuerzo, la derecha ha entendido que no tiene fuerza suficiente para vencer, a pesar de la guerra de cuarta generación que se lleva a cabo. Su debilidad de fondo (siempre la misma) es la falta de apoyo popular en las calles y de fuerza en el terreno. Y precisamente esto hace temer una escalada de la agresión por parte de fuerzas externas”.

El movimiento agrícola denuncia el plan de desestabilización encabezado por Estados Unidos, el cual “incluye, por una parte, la acción en la economía con el acaparamiento de productos y la destrucción de centros de almacenamiento y transporte para crear escasez, incrementar los precios y aumentar el costo de la vida de las personas de ingreso más modesto; por la otra, las acciones en las calles, con el asedio de áreas, terrorismo, asesinatos, saqueos y hogueras. El movimiento de oposición está actualmente en manos de los sectores más de derecha, como Voluntad Popular y Primero Justicia”.

El documento señala al interior del país los esfuerzos de movilización del mundo agrícola, organizado en defensa del territorio y de las comunas.

(*) Autora de El presidente de la paz, Ediciones Sankara 2015 (Premio Trisol del Alba), coautora de L’Alba dell’avvenire, Punto rosso 2007, y de La lunga marcia dei senza terra, Emi 2014.









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