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Abril 2018

La estética y la cultura en los medios de comunicación masivos

Safira Velásquez

Resumen Latinoamericano / 20 de marzo de 2018 / 

Los medios de comunicación masiva alimentan ¿la cultura?, ¿un encuentro de culturas?, ¿una transculturación?, ¿una incultura?, ¿un deterioro de la cultura?

Las interrogantes pueden ser varias y diversas en cuanto el papel de los medios de comunicación en la cultura de las sociedades. De hecho, es un tema que ha estado por décadas en las mesas de discusión y debate del periodismo, la comunicación como disciplina e incluso la antropología y la sociología. Pero aunque los pensadores, académicos y científicos postmodernos quieran darle respuestas y conclusiones al rol de los medios de comunicación en relación a la cultura, hay algo innegable: los medios de comunicación son de los principales vehículos de transmisión de la cultura. Y como tales, esa trasmisión en algún momento puede ser distorsionada y entonces moldear la cultura.

La cultura como bien se sabe, no se transmite genéticamente, sino que ella es la consecuencia histórica de las formas de ser de un grupo humano y las maneras en cómo se transmite a quienes son parte de. Cada quien aprende y hace propia la cultura por pura herencia y memoria. Ella lo hace sobrevivir como especie, como parte de una comunidad, una sociedad y le provee una continuidad social. De esta cuenta, desde el punto de vista de la comunicación como disciplina, la cultura viene siendo transmitida a través de diversos espacios comunicacionales en la sociedad. Esta perspectiva obliga entonces a cuestionar si acaso los mass media creados históricamente son los que han modificado la cultura, o si la cultura determina la naturaleza de los medios de comunicación masiva.

Algunos historiadores plantean la mirada de la evolución humana como la historia de las tecnologías de la comunicación, dividiéndola en tres grandes períodos –por muchos, estudiados en los establecimientos educativos-: la comunicación oral, la comunicación escrita –imprenta- y la comunicación electrónica –postmoderna-. En cada uno de estos períodos se han creado diversos tratamientos del lenguaje y sus usos específicos, esto sin duda, ha dado forma a una nueva manera de interacción social.

Estas formas de comunicación y de usos del lenguaje indudablemente provocaron una nueva aprehensión y concepción de la realidad. A esto, Manuel Castells señala que no vemos la realidad tal cual es, sino como nuestros lenguajes permiten comprenderla, en tanto son nuestros medios de comunicación. Esto, en primera instancia, significaría que los medios de comunicación son los lenguajes que se emplean para conocer y pensar el entorno que rodea a las personas. En este proceso lo que se produce precisamente son cambios estructurales que son el armatoste de la cultura.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA POSMODERNIDAD

En los inicios es evidente entonces, que las comunicaciones son un campo para la creación y un elemento fundamental para la cultura y la transmisión de la misma. Pero qué pasa cuando las comunicaciones y el uso de los medios implican un valor económico y un poder estructural. Lo que se expone más adelante indicará que este proceso se hace más acentuado, más acelerado y menos humano y auténtico en la medida que los medios de comunicación se hacen masivos –con un valor económico implícito- a partir del fin del siglo XIX e inicios del siglo XX –Revolución Industrial-, lo cual también acelera los cambios en las comunicaciones y por consiguiente sus maneras de transmitir e influir en la cultura.

Esto provoca que no sea una transmisión auténtica de la cultura, sino más bien una correspondencia de intereses. Estos intereses serán los que correspondan al grupo que detenta tal dinero. Es fácil pensar que el interés en este grupo sea principalmente mantener tal poder económico. Uno de los caminos para este objetivo ha sido cooptar la posesión de los medios de comunicación de las sociedades. De esta manera, el dinero que ellos inviertan dará forma a los contenidos que se transmitan, contenidos que a su vez dará forma a la cultura. De ahí que no es de extrañarse que la cultura en estos tiempos postmodernos esté en decadencia y una de sus principales características sea su innegable efecto sedante en las mentes de las personas.

En este sentido, el aspecto económico dentro de los mass media es un aspecto imperante en cualquier análisis que quiera encontrar respuestas, debido a que hace posible no solo la información cotidiana de las sociedades, sino que moldea el carácter mismo de la transmisión de la cultura. De ahí que la forma cómo se hace y se ejerce la propiedad de los medios, hacen de la cultura una realidad determinada por el monopolio y las categorías conductuales que de allí se desprendan, como por ejemplo: hegemonía, autoritarismo, exclusión, superficialidad, entre otras.

Vemos entonces, que el poder económico a lo largo de los años ha logrado implementar una agenda en los medios de comunicación y estos a su vez –por correspondencia a intereses-, han logrado implementar fuertes influencias en las sociedades a través de la priorización en los ideales de desarrollo, educación, entretenimiento, belleza y en este último la estética. Pero no la estética como categoría de estudio, sino más bien una tergiversación del concepto, ubicándolo solamente en la forma de lo que transmiten los medios de comunicación y no en el contenido. Según Eduardo Galeano, vivimos en una cultura que no valora el contenido: “Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo, y la misa más que Dios. La cultura del envase desprecia los contenidos”. Desde esta mirada analítica o, quizás crítica, se cae en la cuenta que la superficialidad y la forma hace las veces de la estética en los medios de comunicación masiva y el contenido o el fondo de lo que transmiten es nulo, no es algo en lo que se detengan a trabajar, o por lo menos, eso se refleja.

Lo anterior resulta realmente irónico, ya que la estética es precisamente en su esencia una categoría de estudio de la semiología y esta última es una disciplina dentro de las ciencias de la comunicación social. En este sentido, los medios de comunicación precisamente debiesen de crear y alimentar un criterio estético en lo que transmiten y con esto contribuir a sostener la estética de los signos que utilizan. Pero lejos de eso, al contrario, la deforman con la justificación de lo alternativo, lo minimalista, lo postmoderno y lo experimental, dándole espacios a expresiones fáciles de digerir, que en ningún momento invitan al receptor –la sociedad- a una obligada autorreflexión, cuestionamiento y/o conocimiento. Con esto los medios de comunicación postmodernos coadyuvan a la formación pasiva y poco crítica de las sociedades, para entonces así, no contrariar los intereses de la élite que los sostiene. De esta cuenta, es innegable un cambio cultural gracias a los medios de comunicación, un cambio cultural negativo, porque ahora vivimos inmersos en una cultura adormecida, tan adormecida como el criterio estético de las sociedades.

Este adormecimiento suscita una desvalorización de dos movimientos cognoscitivos: la crítica y el intelectualismo. A los manifiestos de los críticos y los intelectuales se les ha tildado, en demasiadas ocasiones de exagerados, prepotentes, oportunistas y una serie de epítetos generados por los medios de comunicación y seguidos por las sociedades. Esta es una clara consecuencia de la alienación de masas y la enajenación social que desvirtúa casi totalmente las ideas, los valores estéticos y éticos y las obras artísticas y literarias, por lo tanto desvirtúa un entramado de cultura.



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