LA CRISIS: ¿Estamos viviendo la quiebra de una "onda larga"?

Federico García Morales

La inestabilidad de los mercados, que se ha traducido en el derrumbe de economías y de expectativas, se realiza entre muy dispares intentos de explicación. Explicaciones en donde con harta frecuencia se confunden los buenos deseos con la realidad, o en donde también se hace valer, y no por cualquiera, sino por responsables de carteras ministeriales o de oficinas que deberían proveer algún intento de análisis, declaraciones que exponen simplemente un argumento de ignorancia. Una ignorancia que pareciera indicar qué precio tan alto se llega a pagar cuando se han pasado años como predicadores de la sustentabilidad del sistema.

De modo que se dicen cosas de un optimismo telenovelesco como "cada vez que el mercado cae es que subirá mañana", o "esperamos que todo sea un ajuste pasajero", o "en las próximas semanas veremos un repunte y una vuelta a la confianza". O también, cuando se trata de gente de gobierno, salen esas otras frases más paternales como "nuestra economía es muy fuerte y sabrá soportar los embates" a lo que se suma el consejo de dueñas de casa oficiales :"moderando nuestros gastos saldremos adelante". El Ministro de Planificación de Brasil, define en estos días la crisis como "algo coyuntural". A veces, también dicen sentirse "sorprendidos". Y frente al desastre, contritos, todos llaman a la "unidad nacional", por supuesto, detrás del capital transnacional.

En las bolsas a veces ha habido más sinceridad, como en el caso de un distinguido analista que declaró ante las agencias de noticias: "No sé qué está pasando". U otro que dijo: "No sé dónde diablos terminará esto". Todos parecieran dar a entender que la ciencia económica ha llegado a un punto en donde debe cederle el paso a la psiquiatría. Personalizando un poco, Miyazawa, el Ministro de Finanzas de Japón, declara: "Lo importante es no caer en el pánico". Un analista del Santander, dice: "la gente está muy nerviosa y asustada por lo que está ocurriendo en los mercados". Y el inefable Menem: "Ni loco que devalúe". En Chile se llegó al colmo de reunir todo un congreso de psiquiatras para discutir las homologías entre las depresiones psíquicas y las depresiones económicas, y dar con el tratamiento conductista apropiado. Allí tendrá su lugar el Presidente del Banco Central de ese país que dice ser "maníaco depresivo". Sienten que la crisis los pone a todos "frente al reajuste de su personalidad". (El Mercurio, Santiago, 21 de agosto de 1998:"Factores Psicológicos influirían en Expectativas")

Puede decirse que hasta ahora, el repertorio neoliberal para diagnosticar la difícil situación, se queda en estas frases. A sus especialistas de tiempo completo, les es más fácil guardar silencio y dedicarse a una reingeniería de porciones del sistema enfermo. De lo que piensen se sabe por los resultados. Unos resultados nada de halagadores.

En todo caso está abierta la discusión sobre lo que está ocurriendo. Y es posible que con el tiempo, sobre todo a medida que nuestro dinero vaya encontrando una equivalencia cero, todos salgamos convertidos en buenos economistas o, mejor, en buenos críticos de la economía política. De eso hay alguna experiencia.

Lo que parece estar en el tapete de discusión, en casi todas esas opiniones revisadas más arriba, es desde la partida un reconocimiento (algo extraordinario en todo caso para gente criada en el ambiente teórico neoliberal) de que la economía oscila, se maneja según un cierto comportamiento cíclico, en todo caso ciclos cortos en donde se advierten momentos con mayores o menores ventajas para la inversión, la toma de utilidades u otras funciones. Al parecer ciclos, según se deja advertir en algunas opiniones, con un lapso en su recorrido de días o cuanto más de semanas. Hay claro, excepciones, y se nos advierte que al parecer operan también ciclos más pesados y extensos, digamos, de unos pocos años, en donde se suceden etapas de crecimiento y de recesión. La recesión la diagnostican toda vez que en una economía se suceden dos trimestres con crecimientos negativos. Hasta ahora las declaraciones de "estado de recesión" que han formulado los dirigentes de Japón hace un mes, y hace unos días los de Hong Kong, parecen fundarse en esta visión de los ciclos.

¿Estos escenarios de corto o muy corto plazo, permitirían explicar lo que está ocurriendo? ¿O habrá que recurrir a otras fórmulas, tomadas de prestado del "maldito marxismo"?

El recurso del esquema del ciclo corto, de estabilidad/ ligera y local inestabilidad/ nuevo crecimiento, al aplicarse en la situación actual se encuentra con las dificultades del zapato de la Cenicienta, que no calza con todos los piececitos. Hay demasiados factores entramados en esta disputa por deflactar los mercados; hay una muy fuerte resonancia entre todos los mercados; hay atrás un largo espacio histórico que reclama también explicarse al menos en algunas de sus tendencias, en lo que está ocurriendo. Por ejemplo, y hablando de ciclos, tenemos inmediatamente hacia atrás muchos booms, muchos milagros, la inmensa tendencia al crecimiento de la esfera financiera, al menos desde los últimos nueve años. Solamente a mediados del año pasado, el Banco Mundial ponía el acento sobre el extraordinario crecimiento de los Tigres del SudEste de Asia. E incluso un marxista braudeliano como Arrighi ponía a esa zona del mundo en el arranque de un crecimiento centralista que substituiría a los EEUU en la hegemonía mundial en las próximas décadas.

En el zapato de Cenicienta no caben juntos todos los desbarrancamientos de los países del Asia desde octubre de 1997 a la fecha, en donde nada de lo predicho en el momento del auge parece ya funcionar. No cabe tampoco el aplanamiento en el crecimiento de Japón, que viene arrastrándose desde 1991. No calza la nueva caída de México ni el desastre pendiente en toda Latinoamérica. ¡Cómo abrocharle el botín de los ciclos cortos al desastre transnacionalizante de Rusia? O a lo que puede ya significar en sus causas y más todavía en sus consecuencias, la pérdida del 30% de los valores bursátiles mundiales? Las causas y las consecuencias nos sacan definitivamente del ciclo corto y de la coyuntura. Y nos llevan a "la onda larga", que es lo mismo que decir: "el maldito marxismo".

Las ondas largas

Ya en las antiguas sociedades agrarias se observó la existencia de ciclos. En América precolombina llegó a constituirse esto en razón de cosmologías, rituales y calendarios. Y diversos investigadores han podido establecer en base a datos bastante precisos la evolución cíclica de la agricultura en Europa occidental o en Asia.

A lo largo del desarrollo capitalista también se observa un entrelazamiento de oscilaciones expansivas y contractivas en la producción y en la realización de la plusvalía. Se distinguen a este respecto, ciclos de cuatro años (el ciclo Kitchin), el ciclo juglar (de 9 a 10 años) y la "onda larga" o ciclo Kondratieff, de 54 años. No son repeticiones estrictamente mecánicas, manejan particularidades, pero suelen tener una duración aproximada. Y las ondas cortas o medianas suelen armonizarse con el largo y más poderoso transcurso de la onda larga.

"Las ondas largas" nos conducen inevitablemente a colocar los hechos recientes en un escenario más amplio, que tiene como trasfondo la historia de la economía capitalista por lo menos durante los dos últimos siglos, en donde se puede observar, con abundancia de información estadística el desplazamiento de una onda secular que tiene fuertes momentos de ascenso, apoyados en gigantescas reorganizaciones del trabajo y de la producción, y que se han sostenido en grandes transformaciones tecnológicas, seguidos de momentos de declive, de gran destrucción de valor y de fuerzas productivas, con situaciones sociales y políticas cataclísmicas.

Diversos estudios desde Marx a Mandel, de Kondratieff a Wallerstein, han contribuído a esclarecer el carácter de esta oscilación secular. Y la explicación ha reposado en la articulación que han tenido con el problema de la tasa de ganancias, esto es, el funcionamiento del sistema de reproducción del capital. Generalmente el momento de quiebre entre el ascenso y la caída es precedido por bruscos recalentamientos económicos, una alta fiebre inversora, que, como en la última ocasión, de los años 80 en adelante, condujo a la hiperinflación de la esfera financiera. De pronto, este empuje deja de tener sustento, y sobreviene el derrumbe en medio de la carrera.

Mandel explica este fenómeno: "Los movimientos de ascenso y descenso de la acumulación capitalista en el curso del ciclo industrial pueden ser caracterizados de la siguiente manera: en el período de auge, hay un aumento en la masa y en la tasa de ganancia y un ascenso tanto del volumen como del ritmo de la acumulación. Inversamente, en una crisis y en el período subsecuente de depresión, tanto la masa como la tasa de ganancia declinarán, del mismo modo que lo harán el volumen y el ritmo de la acumulación. El ciclo industrial consiste por tanto en la aceleración y desaceleración sucesivas de la acumulación."(Mandel,E.: El capitalismo tardío, Era,Mexico 1979, p.106-144).

Marx ya había establecido el tiempo del ciclo con relación a la renovación del capital fijo, una reconstrucción de valores que precisa de entre 7 a 10 años, que luego venía a definir el momento de la acumulación ampliada, el de la aceleración en la acumulación de capital. La renovación de capital fijo cobraba fuerza con la presencia de nuevas tecnologías.

Sobre estas bases teóricas habría de operar posteriormente el alcance de Kondratieff sobre los ciclos largos, y los trabajos posteriores de Schumpeter, Wallerstein , Arrighi, Frank, Modelsky, Metzler, Goldstein, Grossmann y otros.

Kondratieff planteó su provocativo trabajo sobre la estructura cíclica del desarrollo capitalista en los primeros años del régimen soviético, cuando en 1920 la III Internacional empezaba a afirmar el dogma de la decadencia irreversible del capitalismo, una decadencia sin retorno. Kondratieff planteó un punto de vista diferente y basó sus estudios en el análisis de la conducta de los precios durante el siglo XIX, en donde pudo observar una alternancia semisecular entre expansiones y contracciones de una onda larga que se cumplía en un lapso de entre 54 o 55 años. Una onda que continuaba en el siglo siguiente, marcando una situación de ascenso precisamente para esos años veinte. Kondratieff también diseña su célebre figura de la onda, con sus lineas de ascenso, su pico principal, su caída, el nuevo ascenso corto, la meseta y la caida casi vertical hacia la depresión.

Ernst Mandel, que ha discutido y criticado diversos aspectos de la tesis de Kondratieff, adoptó también el modelo, anclándolo en las revoluciones tecnológicas y en los procesos de revalorización del capital. Y señala cuatro ondas largas, de la duración de las ondas de Kondratieff que se desplazan, la primera desde fines del siglo XVIII hasta 1847; la segunda, desde 1847 hasta 1890, y la tercera desde esa fecha hasta la segunda guerra mundial; la cuarta desde la posguerra hasta el fin del siglo XX. En cada una de estas ondas, se puede descubrir la alternancia entre aceleración y desaceleración. De acuerdo a esta visión estaríamos ahora entrando en la fase de caída ,hacia una contracción de la última onda.

A lo largo de estos doscientos años, la onda larga en su transcurso ha originado cambios de centro en el desarrollo capitalista, la consolidación de nuevas hegemonías.

También las fases de crecimiento han sido dinamizadas por la introducción de nuevas tecnologías. De nuevas formas de organización del trabajo. Por ejemplo, la fase de crecimiento después de la primera guerra se benefició de una mejor organización del trabajo, y de una mayor intervención del Estado.

En el último período el ascenso se ha definido por el establecimiento de la hegemonía norteamericana, apoyada en los resultados de la segunda guerra, la caída del Este, la industria de armamentos y la informática,

Esta onda completa un ciclo entre sus puntos de quiebre de más o menos 50 años. Así, tiene sus puntos bajos a principios de la segunda década del siglo XIX, hacia 1870 y tantos, y luego en 1930. Después de la segunda guerra comienza un nuevo ascenso, y el nuevo punto de caída vendría a darse poco antes de 1999. El espacio entre la caída y el inicio de una nueva onda ascendente, ha sido variable en los últimos cien años, dependiendo mucho de las condiciones de destrucción y de reorganización social. De modo que la caída que recién comienza podría alcanzar sus puntos más bajos hacia el año 2003 o 2005, y arrastrarse por algunos años más en busca de un crecimiento. No se sabe con qué actores., ni bajo que condiciones de acumulación.

Lo que ha ayudado a confundir un poco a los analistas, ha sido el hecho de que el sistema también muestra ciclos u oscilaciones de más corto alcance, en el mismo canal de su ascenso, un canal porque como en un tubo se aprecian limitados los puntos de tope hacia lo alto y lo bajo de pequeños ciclos, ciclos por ejemplo que se cumplen a lo largo de cuatro años. Tanto en EEUU como en México, se da una coincidencia de períodos de baja con los períodos de sucesión presidencial. Eso sin embargo ha acompañado a un crecimiento generalizado de la economía desde 1945 a 1997. Mostrando puntos bajos, que no llegaron a quebrar al movimiento ascendente de la onda larga, en 1954, en 1970, en 1975, en 1980 o 1990. Y entonces, muchos políticos y tecnócratas, absorbidos entre el juego de sus intereses acumuladores y el análisis de los ciclos cortos, han tenido la fuerte tendencia a imaginar recuperaciones a la vuelta de la esquina. Acompaña a esto una sobreconfianza en los "mecanismos anticíclicos" que decían haber inventado.

La excesiva confianza de la tecnocracia neoliberal en la "sustentabilidad del crecimiento", los lleva posiblemente a cometer el mismo error de los militantes de la III Internacional, pero con signo opuesto. Los comunistas de los veinte no sabían reconocer el ascenso de la curva, mientras los tecnócratas de hoy no están preparados para imaginar siquiera el quiebre y la caída.

El efecto del quiebre de la onda larga se reconoce, sin entrar al difícil problema de alta teoría económica, por una constante baja en el volumen y la tasa de ganancias y por la extensión de la contracción. Es aquí en donde vale la pena señalar otros sofismas de estos tiempos: cuando se dice que los mercados caen por influencia y que sólo ahora los mercados pueden resonar ya que se encuentran interconectados por el internet. Ya desde 1860, cuando se tendieron los cables del telégrafo existía esa interconexión, y esa semisimultaneidad. Y los mercados son "susceptibles" cuando los propios resortes internos de captación de valor se encuentran dañados. En las etapas de crecimiento de la curva, los engranajes que conforman el valor han sido también globalizados. Al llegar a su momento de quiebre, la onda larga se muestra deprimiéndose a nivel global, a nivel de la economía mundial, donde los capitales se revuelven sin encontrar cuotas de ganancia. Claramente en ese tiempo surgen los problemas de sobreproducción y fuertes tendencias deflacionistas. Y el período que sigue es de depresión.

Viene también a darse el comienzo de una destrucción masiva de valores, incomparablemente mayores de los que pueden haber encontrado sólo frenos en el caso de las ondas depresivas de corta duración. El ejemplo hoy en día está a la mano: en pocas semanas los mercados han perdido porcentajes equivalentes al 30% de su valor. En pocos días hay países en donde el valor de los signos monetarios se han depreciado en más de un 100%. El desbarajuste de los sistemas monetarios es mayúsculo. La caída de la inversión es sorprendentemente alta, masiva y a nivel mundial.

El peso de la depresión se hace sentir en un cese del crecimiento --tema al que se alude en estos días cuando se habla de recesión-- y en una descomposición generalizada de las relaciones económicas y financieras. Ese peso genera un desequilibrio mundial. Se debe apreciar que desde el estallido del Sud este de Asia en octubre de 1997, los países más afectados (Asia, América Latina, Rusia) representan el 30% del producto mundial. Y si uno ha de observar como toca esto a regiones más fuertes, como Europa o los EEUU, se debe ver el desequilibrio que se ha originado en sus balanzas comerciales con las desaceleraciones consecuentes. La detención en el crecimiento sólo de EE UU, que representa más del 20% del PIB mundial está cargada de consecuencias a largo plazo.

Estos movimientos aunque generalizados, son espasmódicos, y tienen más o menos presencia en unas regiones que en otras, sin que ninguna pueda quedar indemne. Si en estos días se considera a regiones débiles, puede verse lo que pasó en Indonesia o en Rusia, en donde nos encontramos con descalabros inmensos. Pero, cuidado, en EEUU, que es una plaza fuerte, los valores en bolsa, se han conducido de tal manera que desde mediados de julio a fines de agosto, han experimentado un severo hundimiento que importa varios millones de billones de dólares, sólo en eso de ir de un tramo bursátil a otro en Wall Street, de 9400 puntos a 7500. Ni hablar de Japón donde en las dos semanas recientes el Nikkei atravezó con gran facilidad "la barrera psicológica" de los 15 000 puntos y luego "la barrera psicológica" de los 14 000. Por momentos se han construído, es cierto, recuperaciones de papel: en Malaysia mediante la utilización bursátil de los fondos de pensiones; en EEUU,amenazando con una baja de los intereses; en Japón, comprando yenes y acciones con los dólares de la reserva. Pero sin nada que pueda llegar a alterar las causas profundas que empujan hacia el desastre. Se puede prever que sacudidas inevitables en Asia, Europa Oriental y América Latina, en los meses de septiembre y octubre, apoyarán el envío de este mercado americano por debajo de los 6000 puntos, y que no será difícil que Japón siga en su trasmigración "psicológica" hacia abajo.. .

En las circunstancias de una crisis mundial como la que estamos presenciando, un desastre tiende a amarrar otros. Rusia, arrastra a Alemania y a los países del Este de Europa. América Latina le importa a España y a EEUU. El Asia le cuelga al Japón.

Y EEUU depende de todos. Todo con traducciones bursátiles, monetarias, bancarias, de comercio y de producción, debatiéndose en la caída hacia una depresión histórica. Este es el escenario que se trata de explicar.

El diseño gráfico de la onda larga que realiza Kondratieff merece también reflexionarse, ya que muestra una serie de coincidencias con los fenómenos recientes: primero un ascenso, sigue una quiebra con una caída de corta duración, a lo que sigue un nuevo ascenso muy rápido y breve, seguido de una corta meseta y la caída. Merece especial cuidado retener que el período de depresión suele durar entre diez o quince años.

Se puede examinar esta situación según el comportamiento de la economía en los años previos al crack de 1929, (de alguna manera previsto por Kondratieff ), y en los años de profunda depresión que siguen, en donde se definió una curva con características muy semejantes a la actual. Y en donde el hundimiento de la economía sigue empujándose bien entrados los años treinta, no dándose un claro ascenso hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Los efectos sociales de la caída de esa fase de la acumulación son historia aparte.

El paralelo (para considerar sólo dos puntos bajos de la onda) puede servir para aquilatar la gravedad de la situación actual y poder caracterizar los tiempos que vienen.

 

Puedes encontrar interesantes estudios sobre los ciclos, y abundante información estadística, apuntando:

Economic & business cycles-list of link

http://www.kcbbs.gen.nz/users/af/cys_econ.htm

Sobre Nikolai Dmitriyevisch Kondratieff (1892-1938):

http://www.ivc.de/offen/theorie/kondrati.htm

http://mindlink.net/knowware/kondlink.htm

Kondratieff Wave 1780-1986 and Beyond:

http://www.nmr.banfcentre.ab.ca/WPG/KonJob/html/Kondratieff.html

http://www.philuni-sb.de/FR/Infowin/Fachschaft/EuFaTa/stock2/

Discusiones sobre la historia larga en:Fernand Braudel Center.

http://fbc.binghamton.edu/papers.htm

Visita también en http://rcci.net los recursos sobre Ciencias Económicas y las áreas financieras en Agencias de Noticias.