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GLOBALIZACIÓN, CULTURA Y COMPLEJIDAD:

MIRADAS DESDE UN NODO PERIFÉRICO.

Víctor Manuel Andrade Guevara (1)

Introducción

Un escrito sobre la globalización a estas alturas puede ser únicamente un ejercicio más de megalomanía ante el alud de artículos, libros y discursos que existen sobre el tema al que, no sin cierta razón, algunos conciben como un significante vacío.

No obstante esta variedad de textos y abordajes –nos referimos exclusivamente a aquellos que se ubican en el campo de las ciencias sociales– parece ser que la mayoría de autores y tendencias han insistido en la practica errónea de analizar el fenómeno desde una perspectiva unidisciplinar, ignorando o, en todo caso, articulando de manera acrítica e incoherente las elaboraciones en otros campos disciplinares o en otras escuelas o corrientes teóricas distintas a aquella a la que se inscribe el autor en cuestión.

Desde un punto de vista epistemológico este abordaje es equivocado ya que establece una asincronía peligrosa entre los cambios paradigmáticos que se están dando en el campo de las ciencias sociales y el surgimiento de ese nuevo objeto que algunos denominan globalización y otros mundialización.

En efecto, podemos decir que el objeto teórico "Globalización" es un objeto "complejo" cuya recursividad y autorreflexión están cargados históricamente, mostrándose como un momento más en el proceso de cambio de las diferentes formas de objetivación de la especie humana cuya conciencia genérica empieza a abrirse paso. Esto implica que la globalización tiene al mismo tiempo una dimensión económica, una dimensión política, geográfica y cultural, o como diría Wallerstein, citando a Bruno Latour es un hecho natural al mismo tiempo que histórico y narrativo.

Roland Robertson se acerca al problema cuando plantea que la globalización es un fenómeno multidimensional; sin embargo, a pesar de la agudeza de su enfoque, no acierta a integrar esa multidimensionalidad en una construcción holística. Su multidimensionalidad es más analítica que real. Desde el punto de vista de los sistemas complejos – que por definición incluyen una dimensión histórica y, por lo tanto, la autonomía de los actores, los sistemas complejos no pueden ser deconstruidos analíticamente. Por el contrario, cada una de las dimensiones está en las otras y viceversa.

Por ello, se requiere un mayor intercambio entre historiadores, economistas, sociólogos, geógrafos, teóricos de la cultura y antropólogos, para construir una explicación–comprensión del fenómeno de la globalización que procure ser completa, tratando de ser fiel al principio expuesto por Hegel cuando afirmaba: la verdad es lo completo.

Esperando contribuir de manera modesta a tan desmesurada tarea, a continuación trato de establecer algunas coordenadas que nos ubiquen acerca de la relación entre globalización –considerada desde una perspectiva social y económica – y la teoría de la cultura.* Se repasa entonces, de manera muy somera, a los autores más significativos acerca del tema de la globalización en el plano económico y societal junto con aquellos que tocan el tema en relación con el mundo de la significación y las prácticas simbólicas cotidianas; es decir, la cultura.

El objetivo de este ensayo consiste en mostrar las principales aportaciones de estos teóricos así como señalar los déficit en sus análisis para, a partir de ahí, sugerir algunos elementos teóricos acerca de las posibles direcciones que puede tomar el intentar construir una explicación acerca de la globalización apoyada en el paradigma de la complejidad desde una perspectiva espaciotemporal situada en la periferia latinoamericana.

Es decir, se pretenden establecer algunas coordenadas para observar las relaciones entre el funcionamiento del mercado global –tanto el mercado de mercancías físicas como el mercado de dinero y de capitales como el mercado de fuerza de trabajo que son los hombres y las mujeres, y cuyo proceso de reproducción está sometido a una lógica de extracción de plusvalor y de intercambio desigual- con los procesos de significación y generación del sentido y las maneras en que estos procesos, a su vez, inciden en las relaciones de poder a escala global y local.

La Emergencia del Paradigma de la Globalización

La presión exitosa de los capitales y las instituciones financieras internacionales para promover la apertura de los mercados nacionales, el derrumbe de las sociedades de Europa Oriental y del paradigma del socialismo autoritario, las políticas privatizadoras y, de manera simultanea, la revolución en las tecnologías comunicacionales e informáticas y en los sistemas productivos, junto con la modificación en los hábitos de consumo y formas de vida que esto trajo consigo hicieron que se empezara a hablar de la llegada de una nueva etapa denominada Globalización. En la mayoría de los casos dicho término asumió un uso que podemos llamar "comercial"; término del que no pretendemos dar cuenta en este escrito. Por desgracia, ese parece ser el concepto más utilizado en los discursos políticos y en las conversaciones cotidianas, es, como acertadamente lo califica Jhon Saxe Fernández(2000), el concepto pop de la globalización. Este uso del término es el derivado del lenguaje utilizado por los académicos –principalmente economistas- que conciben como normal una economía de mercado extendida a todo el planeta en el que es posible un intercambio de equivalentes que no debe ser distorsionado por externalidades como el estado o las barreras étnicas o comunitarias. En general, para este tipo de autores, no existe una diferenciación entre lo que es el mercado y lo que es el capitalismo como modo específico de producción, mucho menos consideran como parte de los costos del crecimiento económico y la obtención de utilidades la destrucción del hábitat por la energía degradada para sostener el ritmo de acumulación o los impactos que debieran tener en el análisis cuestiones como la cultura, las formas societales y políticas o la construcción de identidades.

En esta teoría, desprendida de las determinaciones externas al discurso económico, se ha utilizado el concepto de globalización desde una perspectiva más bien descriptiva que hace alusión principalmente al fenómeno creciente de la apertura comercial y la determinación de los factores externos para la formulación de las políticas económicas nacionales y, principalmente, la mundialización del mercado de capitales; en especial, el capital financiero que excede en proporciones estratosféricas el intercambio de mercancías y de capital productivo. Esta literatura económica elude la explicación teórica, compensando a menudo esta deficiencia con sofisticados instrumentos modélicos y cuantitativos (2)

De igual forma, en su análisis económico privilegia los momentos de la circulación y el intercambio, dejando en segundo lugar los aspectos productivos y de distribución de rentas.

Esta visión se manifiesta igualmente de manera significativa en el lenguaje de Kenichi Ohmae (1997) quien con la globalización, ve demasiado prematuramente el fin del Estado Nación. Esta concepción también se ve reflejada en el lenguaje tecnoempresarial (3) que trata de sacar -como era de esperarse– un uso estratégico para diseñar las nuevas fórmulas mercadotécnicas y organizacionales orientadas a la administración de las empresas globales. Semejante concepción de la globalización es en buena medida derivada de la idea que difundiera Francis Fukuyama acerca de que, con el derrumbe de los regímenes comunistas de Europa Oriental, se habría manifestado una victoria final de la forma económica capitalista y la democracia liberal como forma política llegando así al "final de la historia".

Hoy, con motivo de las transformaciones que está provocando la ingeniería genética y los nuevos productos farmacológicos capaces de eliminar la depresión y el sufrimiento, este autor nos habla de la llegada de una era "posthumana".

El discurso tecnoempresarial sobre la globalización se fue gestando al mismo tiempo que los políticos conservadores llegaron al poder en la década de los 80’s promoviendo privatizaciones y utilizando un discurso que insistía en la importancia de mercados abiertos como único principio regulador de la economía, generando con ello una discusión en el ámbito académico de las ciencias sociales.

Dada la evidencia de una tendencia simultánea a la integración económica regional en la comunidad europea, en América del Norte y en el Sudeste Asiático, junto con la exclusión de los intercambios sufrida por vastos segmentos de la geografía mundial, el concepto de la globalización fue inmediatamente cuestionado. En su lugar, se dice, lo que existe es una integración dividida en bloques regionales a lo sumo. Paul Hirst y Graham Thompson (4) han sido los autores más significativos de este cuestionamiento a la globalización. Se apoyan para ello en la presentación de una serie de datos como la evolución del comercio mundial, en la que se demuestra, por ejemplo, que el porcentaje del comercio exterior en 1900, en relación con el total de esa época, comparado con el porcentaje actual, es significativamente menor. Asimismo, se manifiesta el hecho de que la economía mundial estaba unificada en ese entonces por una red de comunicaciones como el telégrafo o las redes telefónicas. Lo que han ganado las actuales tecnologías de la comunicación en todo caso es una multiplicación asombrosa de la velocidad en la circulación y, con ello, como diría Marx, aumentos en la tasa de plusvalía debido a la mayor rotación del capital.

En ese mismo sentido, autores como Ricardo Pettrella (5) hablan más bien de una triadización en la que se excluyen del intercambio mundial de mercancías y capitales bastos segmentos poblacionales de África, América Latina y Asia.

El reiterado uso del concepto se convirtió pronto en un campo de batalla recuperado por los marxistas quienes adujeron en todo caso la paternidad de la explicación de dicho fenómeno y la confirmación de una tendencia que está registrada en el cuerpo teórico marxista.

Ciertamente, es Marx el que habla en "La Ideología Alemana" de la existencia empírica en un plano histórico universal de los hombres, orillada por el desarrollo de las fuerzas productivas, misma que tiende a superar su vida puramente local.

En la Ideología Alemana habla así de cómo el mercado mundial y sus vaivenes transforman el modo de vida de los hombres de acuerdo a la dinámica de los precios internacionales y la interconexión entre los diferentes sistemas productivos.

El Espíritu del Mundo –dice- se nos revela como mercado mundial.

Tanto la Teoría de la dependencia como la teoría del intercambio desigual intentaron explicar la dinámica de la lucha política en los países periféricos a partir del vínculo internacional entre Centro y Periferia.

Destacadamente, autores como Samir Amin(1976), o Arghiri Emmanuel(1972) utilizando la teoría marxista del valor, hablaban ya de la acumulación a escala mundial y de las diferencias en el desarrollo originadas por el pago desigual del trabajo y la transferencia de valor desde la periferia hacia el centro. En esa misma perspectiva, se ha analizado la globalización como una era en que el capitalismo mantiene una serie de monopolios en las sociedades centrales, a saber: el monopolio financiero, el monopolio científico y tecnológico, el monopolio militar, un monopolio sobre los recursos naturales junto con un mercado mundial trunco, que posibilita el intercambio global de mercancías y capitales pero no de la fuerza de trabajo (Amin 1997 y 1999).

Desde los años 70’s, utilizando una mezcla entre la teoría marxista y la teoría de la Historia de Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein (1979) construye su teoría de los Sistemas Mundiales argumentando que la unidad de análisis que permite un estudio objetivo de los procesos históricos de la sociedad es el sistema mundial, dada la interconexión e influencias que reciben desde fuera unidades más pequeñas como las sociedades nacionales.

Así, para Wallerstein como para Marx, la lógica de acumulación del capital contiene una tendencia intrínseca a la ocupación espacialmente cada vez más extendida del mercado de fuerza de trabajo y los recursos naturales debido a que esta es la única manera de que se pueda reproducir, de manera expandida, la economía capitalista.

Asimismo, Wallerstein retoma la teoría de los ciclos de Kondratieff que sostiene la existencia de una tendencia del capitalismo a alternarse en fases depresivas y expansivas de 50 años aproximadamente. En esta lógica, es esta dinámica de la acumulación lo que determina en todo caso las formaciones de clase en los distintos Estados Nacionales y las formas estructurales que adoptan los aparatos estatales en cada una de las regiones y las naciones.

Una condición limitada de esta teoría de sistemas mundiales la constituye el hecho de que pone énfasis en la acumulación de capital en la perspectiva del trabajo industrial clásico sin analizar si existe una diferenciación sustantiva con respecto de la moderna producción basada en la informatización y el conocimiento.

Así las cosas, para los teóricos del sistema mundial el nuevo proceso de globalización no es un fenómeno novedoso sino la continuidad de una tendencia a la expansión continua que tiene el capitalismo histórico. Por ello, más que de globalización, tanto los marxistas más ortodoxos como los teóricos del sistema mundial prefieren hablar de Mundialización. (6)

Existe pues, un tratamiento prioritario por parte de los marxistas del aspecto económico para explicar el fenómeno de la globalización. Al mismo tiempo, algunos marxistas que sí se ocupan de analizar los aspectos culturales, subordinan la lógica de la producción y el intercambio cultural a la lógica de la autorreproducción expandida del proceso de valorización del capital concibiendo a esta como un mecanismo ideológico funcional que busca la reproducción del sistema. (7)

En el plano de la comunicación, neomarxistas como Armand Mattelart (1997) o Herbert Schiller(1995 y 1998) hablan de un mercado mundial de imágenes o de un "definitional control" que ejercen las agencias informativas norteamericanas como CNN en la percepción cotidiana de la realidad mundial. La comunicación, vista desde este enfoque, es analizada a partir de las determinaciones económicas que se dan en función de la lógica de acumulación del capital y la circulación de mercancías involucradas en la constitución de las corporaciones mediáticas antes que en el contenido semántico de las propias imágenes.

La otra vertiente que explica la globalización, si bien, la incluye como parte de esta tendencia económica del capitalismo a expandirse, considera otras dimensiones institucionales propias de la modernidad como las instituciones políticas y militares, el desarrollo científico y tecnológico que posibilita las transformaciones habidas en la tecnología de las comunicaciones, particularmente la tecnología satelital, el uso de la fibra óptica y el internet, que permiten veloces intercambios de mensajes y, sobre todo, de capitales y mercancías que ejercen efectos inmediatos en todo el planeta. (8)

Así, para autores como Beck (9) y Giddens(1994 y 2000), la globalización no sería el resultado de una tendencia de largo plazo que se inició desde los orígenes del capitalismo sino una etapa específica del momento actual que se caracteriza por la posibilidad de establecer comunicaciones e intercambios de capitales en tiempo real a escala planetaria. La tendencia de la modernidad a expandirse globalmente no opera pues, como un proceso de continuidad con etapas anteriores, como pensaría por ejemplo Roland Robertson, sino en una relación de discontinuidad.

Para estos autores es más bien el flujo comunicacional y la importancia que tiene la sociedad del conocimiento para la nueva configuración de los sistemas productivos y el entrelazamiento de las redes sociales, lo que define la globalización. En la versión de Giddens – sin duda la más acabada y completa en esta tendencia- la globalización implica un proceso no sólo de interdependencia global sino la penetración de estos procesos en los aspectos más íntimos de la individualidad; es decir, la transformación de la intimidad, que forma parte de la construcción permanente y reflexiva del yo.

Los sistemas expertos generados a partir de los grandes complejos científico-tecnológicos y las grandes estructuras de diferenciación social propician la posibilidad de los que Giddens y Beck llaman "modernización reflexiva": una modernidad plástica que autorreproduce sus estructuras y responde a los problemas (riesgos) que se le van presentando, al tiempo que posibilita la expansión reflexiva del yo.

Si bien Beck y Giddens parten de reconocer la mundialización del riesgo; esto es, que vivimos en una sociedad donde ya no cabe la seguridad sino que el riesgo se manifiesta como una cualidad inmanente de la sociedad global contemporánea, centra su atención en los cambios que se han producido en las sociedades del norte sin reparar mucho en los cambios que ocurren en las llamadas sociedades periféricas ni en los efectos polarizantes que provoca la globalización.

Una postura muy interesante que retoma aspectos tanto de la visión marxista que pone énfasis en el sistema productivo y de intercambio mundial como de esta visión centrada en la planetarización por efectos de la tecnología comunicacional e informática es la que sostiene Manuel Castells(1999). En sus tres volúmenes de la "Era de la Información" Castells da cuenta de la estructura de la economía global, el papel que guarda la información y el conocimiento para la integración de las nuevas formas de producción e intercambio así como las modificaciones en la configuración del espacio-tiempo. La velocidad de las comunicaciones –incluida la transferencia de grandes masas de capital- da lugar a una configuración y una percepción distinta del espacio-tiempo que Castells llama el espacio de los flujos.

Lo central ya no son los lugares sino los puntos de inflexión espacio temporal en permanente movilidad. De forma simultánea, el tiempo cronológico es sustituido por una experiencia de la temporalidad-atemporal que elimina la continuidad de las duraciones. Frente a ello –dice Castells- la única alternativa para reencontrar la continuidad temporal -y por lo tanto, la posibilidad de darle sentido a proyectos colectivos- es pensar en el tiempo glacial; el tiempo de la muy larga duración que mencionaba Fernand Braudel, el tiempo en el cual piensan los movimientos ecologistas.

Castells usa todavía el lenguaje marxista -después de todo fue uno de los grandes teóricos del fenómeno urbano que se identificó con la tradición del marxismo estructuralista creada por Luis Althusser- para hablar del capitalismo como un modo de producción cuya etapa específica está definida por la constitución de un "Capitalismo Informacional" que depende en alto grado de la generación de información y conocimiento. Para ello, hace un minucioso análisis sobre las relaciones entre tecnología, capital y estado para determinar los niveles de productividad y la gestión de la reproducción económica.

Así, llega a la conclusión de que, por más que haya las condiciones para un avanzado cambio tecnológico, este no redundará en una mayor productividad – y por lo tanto, en una mayor rentabilidad necesaria para el capitalismo- si no existe una adecuada promoción y regulación por parte del estado para vincularla al sistema productivo. De lo anterior se desprende que se requiere aún del papel promotor y organizador de este último para la investigación y la aplicación tecnológica.

Llega a estas afirmaciones una vez que se ha puesto a analizar el proceso de surgimiento de la tecnología informática y su sincronización con la crisis de rentabilidad que tuvo el capitalismo de bienestar desde los años 70´s para dar lugar al proceso de acumulación llamado flexible.

Si bien Castells habla en el segundo volumen de un Estado cada vez más impotente, lejos está de suponer la pronta desaparición del Estado-Nación como forma fundamental de regulación política. Se ocupa en señalar, eso sí, que a diferencia de lo que planteaba Nicos Poulantzas en los tiempos en que el estructuralismo marxista era un discurso influyente, el estado ya no necesariamente ocupa un lugar central en la regulación de la vida de las gentes.

Castells satisface los requerimientos en información empírica e histórica para brindarnos una visión de conjunto del capitalismo informacional, si bien, se hecha de menos un modelo teórico explicativo más coherente que permitiría tener una idea más acabada de la sociedad global contemporánea. La descripción detallada de los procesos que ocurren en las diversas áreas del planeta –incluida la emergencia de los nacionalismos, el quiebre de los regímenes comunistas de Europa Oriental y los cambios en las estructuras familiares y los roles sexuales- no encuentra una forma teórica coherente ya que es más bien descriptiva.

El Enfoque Multidimensional.

En sentido estricto, uno de los pioneros en cuanto a trabajos sobre el tema de la globalización desde un enfoque nítidamente sociológico, ha sido Roland Robertson (1992 y 1998), quien cuenta ya con una larga bibliografía al respecto.

Utilizando una versión renovada de la teoría estructural funcionalista de Parsons, Robertson construye un enfoque multidimensional del proceso de globalización que incluye los aspectos económicos, culturales, políticos y de valores que permiten la integración de una sociedad que tiene como referencia espacial el planeta entero.

Como procedía Parsons para el caso de las sociedades nacionales, Robertson reconstruye la ligazón entre pautas culturales, dinámicas económicas y configuración de un orden político, incluyendo la extensión de un conjunto de valores que se universalizan, para explicar la globalización.

La globalización –dice Robertson- significa la particularización de lo universal y la universalización de lo particular.

Es esta sin duda, una caracterización muy aguda que recoge elementos que por igual se refieren tanto a los aspectos económicos como a los políticos y culturales. El comercio mundial y la división del trabajo se extienden por todo el planeta interconectando los procesos económicos locales; por otra parte, las decisiones políticas que ocurren en el seno de los Estados-Nación se ven cada vez más determinados por los procesos que ocurren en el exterior a la vez que se ejerce influencia de adentro hacia fuera. La dimensión cultural, relacionada siempre con un referente espacial –la localización- se ve sujeta también a un intercambio universal que hace que las representaciones simbólicas particulares cobren una importancia global y que las tendencias universalizantes –entre ellas los patrones de consumo generalizado que impone la cultura capitalista o las tendencias hacia una racionalización universal de la que hablaba Max Weber- se adapten a los usos particulares: Ugr. Los diferentes usos que le dan a la Coca Cola en Rusia, Chiapas o los Estados Unidos.

En esa perspectiva, Robertson pretende encontrar los orígenes de la globalización con el advenimiento de las religiones y los valores universalistas y defiende una visión del nacionalismo como una tendencia universalista, que no se orienta al aislamiento sino que contempla la apertura a los otros salvaguardando diferencias específicas que no excluyen el reconocimiento de una relación abierta universalmente, que reconoce los derechos y las pretensiones de otros nacionalismos que, sin embargo, comparten un proyecto de ciudadanía común.

El enfoque de Robertson es interesante porque analiza de manera conjunta -multidimensional, dentro de la teoría neoparsoniana- los procesos económicos, políticos y culturales, evitándole caer en un determinismo económico o cultural.

Sin embargo, este esquema no le ayuda a diferenciar mucho de manera regional el peso de cada uno de los factores, ni tampoco, como previenen con acertado énfasis los marxistas, los efectos polarizantes que genera la acumulación de capital en la esfera económica.

Capitalismo, Posmodernidad y Diferencia.

Una versión interesante de la globalización que reconstruye el esquema marxista reformulado tanto en términos del modo de producción como en sus aspectos culturales es el formulado por Fredric Jameson y David Harvey. Jameson, quien ha abordado el tema de la posmodernidad concibiéndola como el producto de la lógica cultural del capitalismo tardío (Jameson 1998), insiste en que la critica de los metarrelatos universalistas y el relativismo cultural, así como la constitución de una sociedad que virtualmente elimina la historia, que construye nuevas formas de ordenación espacial tanto en la configuración de las ciudades como en el diseño arquitectónico, y que reproduce estos cambios formales en las estética de las artes visuales, obedece a los cambios que se producen en el capitalismo multinacional.

Así, la expansión del consumo - incluyendo el consumo cultural de la tradición y la mercantilización de las artes – confiere a las mercancías de un sustrato sígnico que se aleja de los esquemas funcionales y de las estructuras lineales de relato. En su lugar surge la superposición de imágenes y épocas tanto en el video como el cine o la arquitectura regional que se alejan de los viejos cánones modernistas. De esta manera se amplía el viejo proceso de inversión que denunciara el viejo Marx, al aparecerse el inmenso arsenal de mercancías en su apariencia sígnica sin tomar en cuenta los procesos de producción ni la historia que esto conlleva.

Jameson cuestiona por lo tanto la parcialidad en que pueden incurrir los llamados "Estudios Culturales" surgidos en los últimos años como una tendencia metodológica y epistemológica dentro de las ciencias sociales que trata de rebasar las fronteras disciplinarias y las teorías de corte determinista al abordar los estudios de la constitución de problemáticas y sujetos, tales como las identidades de genero, de origen étnico o racial o de estilos de vida en ámbitos locales y particulares, poniendo por delante, además, la dimensión subjetiva de la constitución de los mismos, sin tomar en cuenta la articulación con el proceso de acumulación de capital que tiene lugar a escala global. Cuando se hace esto, se está cayendo en la trampa de buscar las diferencias en un mundo donde ya todo ha sido previamente homogeneizado a partir de la lógica del mercado capitalista.

Es necesario –dice Jameson (en Jameson y Zizek 1999)- nombrar el sistema. En esa perspectiva, la globalización –concebida filosóficamente– puede interpretarse como una totalidad destotalizandose (recurre aquí a la formulación similar que hiciera Sartre en "La Crítica de la Razón Dialéctica"). El proceso de globalización hace que se junten y se entrelazen contradictoriamente una serie de procesos opuestos: lo universal con lo particular, lo global y lo local, lo tradicional y lo moderno, las dimensiones macro y micro, que tienen como trasfondo un proceso de reproducción de las estructuras de acumulación. Vista así la globalización, seria esta una forma concreta en que se manifiesta el fenómeno de la posmodernidad, de la cual es, que duda cabe, el mejor desmontador de sus síntomas. (Jameson 2000).

Aplicando esta tentativa de explicación a uno de sus objetos preferidos de análisis como es la estética cinematográfica, Jameson hace un mapeo de la distribución geográfica de las construcciones sintagmáticas en el cine tanto del centro como de la periferia, para relacionarlas con los distintos usos del espacio determinados, no de manera mecánica sino transcodificada, con los movimientos que imprime la lógica de la acumulación del capital extendida globalmente. (Jameson 1997)

De la misma manera David Harvey, quien ve a la posmodernidad como producto del paso de un modo de regulación fordista a un modo de regulación flexible, establece la relación de los cambios en este nuevo modo de regulación con los procesos de percepción y uso del espacio que se reflejan también en las producciones estáticas de las artes plásticas y el diseño arquitectónico.

Teniendo como objeto fundamental de investigación los procesos de urbanización en relación con el proceso de acumulación de capital en un principio, Harvey ha hecho un uso interesante del lenguaje geográfico para analizar los cambios en la configuración urbana. De hecho, en anteriores obras hablaba de la necesidad de construir un materialismo histórico geográfico, debido a la novedad que imprime el capitalismo contemporáneo al hecho de que se relacionen de manera distinta el tiempo y el espacio. El espacio concebido como una relación entre un centro y sus periferias y su correspondiente estructuración jerárquica ha sido sustituido por una serie de relaciones cambiantes y acéntricas debido a la alta movilidad que le imprime a los intercambios y a las relaciones sociales un capitalismo flexible, que muda constantemente sus formas de producción y de organización espacial según la lógica de la rentabilidad y su necesidad incesante de explotar la naturaleza, la fuerza de trabajo y las propias representaciones simbólicas.

Esta nueva sensibilidad posmoderna se expresa en obras cinematográficas como las de Wim Wenders en "Las Alas del Deseo" o "París Texas" donde hay una serie de superposiciones de planos temporales que van desde el tiempo profano de las personas hasta el tiempo atemporal del ángel que puede traspasar diversas épocas y no entiende las modificaciones en el ritmo de vida y las prisas de los hombres comunes. (Harvey 1998)

La globalización entonces, trae consigo una serie de modificaciones en la percepción espacial tanto en el plano global como en las dimensiones corporales ya que el capitalismo global y flexible somete a las personas a ritmos cambiantes de vida según las relaciones espaciales y temporales que propicia la acumulación de capital por su alta movilidad. Esto se traduce en la desestructuración de las biografías, en la eliminación de rutinas fijas y en modalidades de uso del espacio y el cuerpo que, en gran medida, están sometidos a procesos de dominación anónima, motivados por lo que Harvey llama un desarrollo geográfico desigual. (Harvey 2000)

Un aspecto que se vuelve interesante en el trabajo de Harvey es que analiza las transformaciones del capitalismo tanto en el centro como en la periferia. En este tenor, destaca el señalamiento que hace acerca del surgimiento de nuevas formas de explotación del trabajo similares a las que había en la Europa precapitalista sobre todo en la periferia. El modo de regulación global y flexible implica un intenso intercambio de mercancías, una intensa movilidad de capitales y un flujo cada vez más elevado de mano de obra, así como una estructuración del uso de los cuerpos y extracción de recursos naturales y energía. Si bien, se echa de menos en Harvey, lo mismo que en Jameson, un tratamiento más profundo y desarrollado de los efectos del cambio tecnológico e informático en los sistemas de producción, junto con sus efectos políticos y sociales.

Globalización y Cultura.

En ese sentido, la obra de Scott Lash y Jhon Urry (1997) tiene el mérito de conjuntar en una perspectiva coherente las implicaciones culturales con los cambios ocurridos en los sistemas productivos a partir de la informatización.

En primer término Lash y Urry desembrollan el camino al proceder a una conceptualización más acabada de las relaciones entre economía y cultura. Así, Scott Lash en una obra anterior muy interesante (Lash 1997) establece el concepto de "régimen de Significación" como paralelo a un régimen de acumulación, tal y como lo entienden los teóricos de la escuela regulacionista, lo que le permite construir de manera más coherente una conceptualización de la cultura, un término que ha sido abordado desde las más variadas perspectivas.

Para Lash, el posmodernismo sería un régimen de significación, lo cual quiere decir que se manifiesta exclusivamente en el plano de los objetos culturales, mismo que pueden ser analizados a partir de dos planos, a saber:

1.- Una Economía cultural específica que incluye:

  1. Relaciones de producción de los objetos culturales
  2. Condiciones específicas de recepción de dichos objetos
  3. Un marco institucional que media entre producción y la recepción y:

2.- Un Modo específico de Significación que se refiere a las distintas modalidades en que pueden relacionarse lo significado, el significante y el referente.

Con base en ello, dice el autor citado, podemos establecer las diferencias sobre las relaciones entre cultura y sociedad que se han dado en las sociedades tradicionales, las sociedades modernas y las posmodernas.

En las sociedades tradicionales, la característica central es que existe una unidad indiferenciada entre los aspectos societales, utilitarios y simbólicos. La cultura va inextricablemente ligada a las otras dimensiones sin que se pueda establecer una separación analítica entre lo real y lo simbólico.

Los objetos están cargados al mismo tiempo de atributos utilitarios tanto como rituales o estéticos.

Por contraste, en la sociedad moderna se tiende a constituir una separación entre cultura y sociedad. La cultura es vista aquí desde una perspectiva representacional donde el sistema de signos y símbolos "representan" a las realidades materiales. Los signos y símbolos ya no estarían cargados de una sustancia propia sino que serían copias o desdoblamientos de los aspectos significados.

Esto se traduce en el arte al asumir la estética vanguardista el papel de un arte representacional. Los cambios formales y estilísticos serían distintas maneras de percibir y expresar una realidad. Se establece por lo tanto, una diferencia entre el plano cognitivo y expresivo. El conocimiento adecuado de un objeto o proceso, depende de una correcta representación y una adecuada relación epistémica entre sujeto y objeto. En el plano de lo real estético -dice Lash- existe una separación entre estética y teoría.

Con la llegada de la posmodernidad en cambio, se vuelve a retornar a la antigua desdiferenciación entre cultura y sociedad, entre el aspecto utilitario y la representación simbólica de los objetos y los procesos sociales. En otras palabras, en las sociedades del capitalismo desorganizado, las mercancías son al mismo tiempo signos, lo mismo que los objetos o tradiciones culturales se trocan en mercancías. Esto es posible, entre otras cosas, por las nuevas tecnologías comunicativas que privilegian la comunicación por imágenes antes que por textos escritos. La comunicación figural privilegia la dimensión emotiva y expresiva, estética, por encima de la comunicación cognitiva o reflexiva. De ahí la inviabilidad de las teorías positivistas o dialécticas que implican criterios epistemológicos ya sea correspondentistas o universalistas; los llamados metarrelatos por los teóricos posmodernos como Lyotard (1994) o Vattimo (1992).

Es en este plano donde Lash y Urry, si bien comparten la idea de una modernización reflexiva de Giddens y Beck, se despegan al argumentar que estos últimos privilegian la reflexividad cognitiva, eludiendo la reflexividad estética, que, debido al consumo extendido mediante la publicidad que se promueve en torno a los productos, se ha generalizado modificando considerablemente las formas de vida.

Otro argumento que diferencia a Lash y Urry de Beck y Giddens es el señalamiento de que en las sociedades del capitalismo desorganizado ocurre también otro tipo de reflexividad; aquella que se da a partir de la comunicación entre diferentes comunidades que se forman de manera superpuesta a los actos comunicativos dados mediante mecanismos sistémicos de coordinación de las acciones. Llama a este tipo de reflexividad, la reflexividad hermenéutica, tomada por supuesto, de los planteamientos de los teóricos comunitaristas como Charles Taylor (2001) y Michael Walter(1994).

Esta idea de fusión entre los aspectos sígnicos y los aspectos materiales se expresa en el plano estético con el alejamiento del arte representacional. Las construcciones artísticas se funden con la realidad conformando una unidad. En el teatro, por ejemplo, el público puede formar parte del propio escenario, en la literatura, como procede Jostein Gaarder al escribir "El Libro de Sofía" o el italiano Italo Calvino cuando presenta su novela "Si una noche de Invierno un Viajero", los planos de la realidad y la ficción son confundidos.

Pero para Lash y Urry, esta confusión entre realidad y ficción, entre sustancia y representación no ocurre solamente en el plano discursivo y filosófico sino que opera también en la vida cotidiana.

Al estar dotado de un sustrato sígnico, inseparable analíticamente, las mercancías pasan a engrosar la esfera de la industria cultural. Así, en el capitalismo posmoderno o desorganizado los grandes eventos culturales, como una bienal de arte expresionista en Nueva York, son convertidos en un acto económico por excelencia. De igual forma, la edición e impresión de libros, la producción de discos compactos y de las grandes películas en la industria Hollywoodense, configuran procesos económicos de alta complejidad lo mismo que los complejos turísticos que utilizan la historia y la tradición como patrimonios culturales que se ofrecen como mercancía y sirven para la inversión y la acumulación de capital.

Por otra parte, la acumulación flexible trajo consigo el desplazamiento en la centralidad de la producción de la antigua clase obrera industrial cuyo trabajo era más bien manual y requería pocos conocimientos y trajo en cambio los sistemas de producción de aparatos y bienes de alta tecnología que concentran su principal carga de valor en el diseño y elaboración apoyados en el uso de altos niveles de conocimiento -configurando así el modelo llamado I+D-, es decir, investigación más desarrollo.

Esta nueva organización del trabajo trae consigo un desplazamiento de la vieja clase obrera concentrada en actividades manuales por la nueva fuerza de trabajo dotada de altos niveles de información y conocimiento. Con ello tiene lugar una reconfiguración del uso del espacio en las ciudades al constituirse una nueva división del trabajo y una nueva hegemonía de los sectores empresariales de las industrias de punta que, en su ubicación y relocalización, arrastran tras de sí el porvenir de los diversos suburbios y barrios. Antiguos centros comerciales de alta dinámica comercial se ven convertidos de la noche a la mañana en zonas abandonadas y marginales. Particularmente se ven afectados por esta dinámica en los Estados Unidos los trabajadores negros que, con el viejo modo de regulación fordista centrado en la fábrica de línea de montaje y un Estado benefactor, habían logrado en la generación anterior un ascenso social. Surge así lo que Lash y Urry denominan la "infraclase": el nuevo sector de trabajadores desplazados que no cuentan con el capital cultural suficiente para integrarse a las nuevas modalidades de la producción y que ya no cuentan con los antiguos centros fabriles o comerciales que, en no pocas ocasiones, han emigrado a la periferia.

Este proceso se da de manera concomitante a una reconfiguración del espacio urbano y el entorno arquitectónico que implica una nueva sensibilidad en la percepción del espacio. La alta movilidad a la que se ve sometido el diseño urbano debido a los cambios en la inversión inmobiliaria y el flujo de capitales, colonizan, por así decirlo, la configuración y percepción del espacio y el modo de vida de la gente.

La deficiencia que se observa en Lash y Urry es la falta de atención que dedica a los cambios económicos y culturales que ocurren en la periferia donde son muy pocos los lugares en los que se puede hablar de la existencia de un sector de la economía donde exista el modelo I más D. Por otra parte, el fenómeno a explicar es el hecho de que un mismo régimen de acumulación extendido a escala global sea compatible con varios regímenes de significación tanto en el centro como la periferia donde aún subsisten comunidades con patrones culturales tradicionales.

En buena medida, recuperando este planteamiento de la modernización reflexiva, Jhon Tomlinson nos presenta un impecable panorama acerca de las relaciones entre globalización y cultura, poniendo el acento sobre todo en el segundo elemento del binomio. A Tomlison le interesa analizar "como la globalización transforma el contexto de la construcción de los significados y el sentido de identidad de las personas" (10)

Tomlison recupera la idea de Giddens sobre la globalización como una "conectividad compleja" que posibilita proximidad espacial, una compresión espacio temporal y una proximidad funcional. Para Tomlinson, el concepto de cultura debe entenderse como "El orden de vida en que los seres humanos conferimos significados a través de la representación simbólica" (11). Esto nos remite a los modos de vida ordinarios en que los hombres reproducen existencialmente los significados "Todas esas prácticas comunes que enriquecen el anecdotario de vida", "las historias por las que interpretamos cronológicamente nuestra existencia en,lo que Heidegger llama: la proyección de la situación humana". (12)

Al repasar algunas concepciones sobre esta relación, Tomlison previene acerca de los determinismos reduccionistas; por ejemplo el de Malcom Waters (13) quien, efectivamente, piensa que la globalización tiene mayores posibilidades de concretarse en el plano cultural debido a que los bienes culturales tendrían más capacidad de circular en relación con los bienes materiales. Otro tanto sucede con algunos teóricos marxistas de la cultura que hablan de los peligros de la homogeneización promovida por los media o, en una posición distinta, a Ulf Hannerz quien afirma que existe una globalización de la cultura pero no un solo sistema de significados. Coincidente con esta postura es el planteamiento de Mike Featherstone (14) quien se encarga de estudiar los efectos de la cultura del consumo en los hábitos cotidianos de las personas y la variedad de usos y recepciones que se hacen de las mercancías uniformizantes en un sentido muy distinto del de Ritzer (5) que ve quizá con demasiada alarma la macdonalización del mundo.

Al final, Tomlison lo que propone es la necesidad de observar y reflexionar sobre la nueva confluencia entre la identidad local, la identidad nacional y una emergente identidad cosmopolita que surge a partir de la conciencia de que compartimos todos los habitantes del planeta los mismos riesgos y posibilidades.

Una vez revisados los conceptos de globalización y cultura, podemos plantear una serie de problemáticas que están en el centro de la discusión académica al respecto, entre las que destacan las siguientes:

  1. Las nuevas tecnologías comunicativas extendidas a escala global permiten el intercambio entre las más diversas expresiones culturales, no obstante, el predominio económico de algunos países y compañías coloca el dilema entre el monoculturalismo que aparentemente tiende a imponerse por la multiplicación del consumo de objetos materiales y sígnicos estandarizados y el multiculturalismo que se hace posible a partir de que las redes comunicativas permiten precisamente la puesta en escena de culturas subalternas que antes permanecían anónimas, dándose así, en el plano global, las luchas por la hegemonía que para el plano nacional planteaba Antonio Gramsci (1967).
  2. La reconstrucción de las relaciones entre la cultura nacional, las culturas locales y regionales y la cultura global, ya se trate de la conservación y cambio de los idiomas o de los aspectos identitarios en general.
  3. A pesar de las restricciones existentes en la economía global al libre flujo de la fuerza de trabajo, las elevadas tasas de migración están modificando los perfiles culturales de las naciones y regiones; por un lado, generando encuentros y sincretismos culturales como el fenómeno del Spanglish en la frontera México-Estados Unidos, por el otro, una consecuencia por demás relevante: la separación entre lugar y cultura.

    Los territorios han dejado de ser referentes culturales o depositarios de tradiciones e identidades ya que en un mismo espacio como Nueva York o Los Ángeles coexisten una multitud de culturas y razas (16). Además de lo anterior, la tendencia omniabarcante de los "media" hace posible que en una habitación se concentren expresiones objetuales de las más diversas culturas, trayendo la globalización al propio espacio de la intimidad.

    Ese mismo fenómeno da lugar a las múltiples identidades que puede asumir un mismo sujeto debido a la flexibilidad laboral y a las facilidades para la migración como lo estudia Michael Kearney (1997) en el caso de los indígenas zapotecos de Oaxaca que migran por temporadas hacia Los Ángeles y otras partes de Estados Unidos.

    Por otra parte, los modernos medios de transporte, cada vez más veloces, han llevado a considerar la importancia de los "No Lugares" como se refiere Marc Augé al momento de analizar las implicaciones del viaje por carretera o las sendas turísticas. Asimismo, la tecnología del internet hace posible lo que Paul Virilio llama " La Deslocalización del Arte"(1994) y, en otro lugar, el fin de la geografía(1997)

  4. Esta relación intensificada entre economía y cultura hace que ambos términos se fundan el uno al otro. Así, la memoria y la tradición histórica objetualizada en museos, centros históricos y patrimonios arquitectónicos, se convierte en mercancía a través de la industria del turismo. Ello hace que aparezca también la llamada sociedad postradicional, en la que el pasado lejos de ser un conjunto de hechos objetivos es una invención(Giddens 1997).
  5. Con ello surge también en el ámbito de la política, el concepto de ciudadanía flexible, ilustrado por autores como Aiwa Ohng (1999), al llevar a cabo un análisis de la convergencia ocurrida en China entre una economía capitalista de estado, una tradición confuciana y el intento por hacerlas compatibles con la idea de derechos humanos propios de occidente, en un espacio donde convergen altos centros financieros y comerciales como Shangai y Hong Kong con la tradición campesina y la producción intensiva con una fuerza de trabajo súper explotada.
  6. Todo lo anterior plantea para la Antropología, como lo hace ver García Canclini (2000), la necesidad de reflexionar acerca de los criterios metodológicos que representa la globalización para el estudio de la cultura. De la misma manera que Benedict Anderson sostiene que las naciones son comunidades imaginadas, la mejor manera acercarnos a la globalización es recogiendo las narraciones y las vivencias de los sujetos que la gozan y la padecen, en un trabajo etnográfico e interpretativo exhaustivo y agobiante que tiene que establecer criterios para comprender la variedad de esas narraciones y su interrelación.
  7. Pero este trabajo etnográfico, nos previene Marc Augé (1998), debe hacerse tomando en cuenta el efecto de ficción que puede encontrarse en los distintos relatos de los otros y, sobre todo, en los efectos de ficcionalización que generan los propios medios de comunicación. El ejercicio hermenéutico de interpretación de los relatos de los otros, debe llevarse a cabo considerando el contexto en que se generan esos efectos de ficcionalización que son capaces de presentar objetos virtuales como si fueran reales.

  8. A partir de los supuestos anteriores es como se puede comprender la compleja relación entre el surgimiento de una tendencia expansiva de la globalización económica y su embate cultural, con el resurgimiento de los movimientos nacionalistas y los integrismos en una actitud más bien regresiva que orientada hacia el futuro. Se puede comprender también la defensa y protección de los diversos idiomas ante la expansión del inglés como idioma universal y el futuro de idiomas como el chino que, siendo el que más gente habla, no cuenta con el número de publicaciones que corresponderían a esa proporción, siendo ampliamente superados por el inglés.

Hecho este seguimiento sobre la literatura acerca de las relaciones entre globalización y cultura, pasaremos ahora a establecer algunas conclusiones provisionales a guisa de resumen y a relacionarlas con las implicaciones epistemológicas que esto tiene en relación con el pensamiento complejo.

CONCLUSIONES PROVISIONALES.

1.- Es necesaria la construcción en ciencias sociales de un paradigma explicativo del concepto de globalización que se apoye en una perspectiva multidimensional como lo ha planteado Robertson.

Desde este punto de vista, la globalización debe analizarse con el enfoque del pensamiento complejo y de una ciencia posnormal que ya no admite la tradicional división entre las disciplinas de las ciencias sociales: economía, sociología y antropología, demografía e historia, deben constituir un corpus unificado para el estudio de los procesos globales. Asimismo, este enfoque implica alejarse de los determinismos unilaterales ya sea economicistas o culturalistas, así como de los relativismos estériles. Existe, dice Edgar Morín (1994), una complejidad empírica y una complejidad epistemológica. La primera tiene que ver con la diversidad de aspectos y elementos que entran en la conformación de un fenómeno; la segunda con las relaciones que se establecen entre un sujeto cognoscente que no está fuera de lo que se conoce y de la diversidad de objetos que no son una realidad exterior al sujeto de conocimiento. Su perspectiva va más allá del constructivismo sistémico sostenido por Maturana, por Heinz Von Foerster y Niklass Luhmann (1997), en la medida en que establece la necesidad de conjuntar los conocimientos de las distintas ciencias, tanto sociales como naturales, y definir los objetos a partir de sus determinaciones múltiples.

2.-Es importante la contribución de los teóricos de la llamada modernización reflexiva (Beck, Giddens) en la medida en que han contribuido significativamente a analizar las transformaciones del capitalismo en las sociedades centrales fundamentalmente. Fenómenos como las nuevas formas de construcción del yo reflexivo, el papel de la confianza en los sistemas expertos creados por los aparatos científico-tecnológicos, la mundialización del riesgo y la aparición de fenómenos como lo que Ulrich Beck llama "subpolítica", debido al nuevo papel que juegan los factores técnicos apoyados en los conocimientos científicos para la toma de decisiones. Sin embargo, como acertadamente critica Lash a estos dos autores, no toman en cuenta la reflexividad estética y hermenéutica posibilitada por las nuevas formas de comunicación con predominio de lo figural ni la reflexividad hermenéutica que surge a partir de la interrelación entre diferentes comunidades. Otro elemento que no toman en consideración los teóricos de la modernización reflexiva, - incluido Lash- es la forma en que se expresa el proceso de globalización en las sociedades periféricas. De hecho, no admiten como válida esa división que utilizan los teóricos del sistema mundial, ni la polarización económica que tiene lugar, debido a efectos sistémicos propios del mecanismo de acumulación.

3.- Esta misma característica atraviesa la obra de Robertson quien, si bien construye un enfoque mulltidimensional, evitando construir una visión determinista, comete el mismo error que se le atribuyera a Parsons cuando construyó su paradigma del "sistema social", a saber: el poner demasiado énfasis en los aspectos integrativos (culturales y de valor) y menos atención a los aspectos de la asignación (la economía y el poder). Empero, su formulación acerca de la universalización de lo particular y la particularización de lo universal como señal característica de la globalización contribuye de manera importante a esclarecer el debate teórico y filosófico, entre valores universales y particulares.

4.- Desde mi perspectiva, es acertado el señalamiento que hacen los teóricos de sistemas mundiales al afirmar que la globalización, al estar subordinada al proceso sistémico de acumulación de capital, conlleva un proceso polarizante entre países o regiones pobres y ricas y a diferencias de clase. Sin embargo, su concepción sobre las relaciones entre la economía global y la cultura, parece bastante mecánico y determinista. También se hecha de menos en este enfoque una orientación mas antropológica, que tome en cuenta las diferencias culturales y las identidades, al mismo tiempo que valora las identidades de clase producto de la acumulación de capital, así como una reflexión sobre los impactos en la estructura de clases que generan las nuevas formas de producción apoyadas en el conocimiento.

5.- Esto es lo que se perfila en la obra de los neomarxistas Fredic Jameson y David Harvey quienes, articulando de manera adecuada economía y cultura –particularmente el ámbito estético– y las consecuencias en la percepción espaciotemporal y el diseño y uso del espacio, orientan sobre una nueva forma de abordar tanto los aspectos económicos como los culturales. Particularmente ha sido Harvey el que, en una de sus últimas obras, ha analizado con más detalle las formas de funcionamiento del capitalismo y el modo de regulación global en relación con el uso del espacio y las nuevas posibilidades de construir un sujeto que, articulando los diferentes niveles entre diferencias de clase, género e identidades culturales, se convierta en un motor impulsor de la transformación del capitalismo.

Lo mismo hace Jameson al enriquecer su deslumbrante análisis de la estética posmoderna con el análisis de la globalización hecho por Giovanni Arrighi (1996), quien a su vez, articula espléndidamente el análisis de Braudel sobre la larga duración con el planteamiento marxista, ubicando la fase actual de la financierización como la última de un ciclo sistémico de acumulación cuyas tendencias se bifurcaran en una dirección de alta incertidumbre.

Al hacerlo, Jameson sigue recuperando el concepto marxista de totalidad y la filosofía de Hegel al manifestar que la globalización permite que se expresen fenómenos a escala global con tendencias contradictorias donde se enfrentan lo local y lo global, lo particular y lo universal, la diferencia y la identidad.

En una línea parecida trabaja Scott Lash quien tiene además el mérito de hacer un penetrante análisis sobre las implicaciones de la llamada "Economía del Conocimiento" y la doble cara de las mercancías en su función instrumental y sígnica propia del capitalismo desorganizado o global. Este análisis lo complementa con su seguimiento de lo que podríamos llamar industria cultural global. Solamente que su análisis no combina la reflexión sobre las relaciones entre economía y cultura que se dan tanto en las sociedades centrales como en las periféricas.

Ahora bien, lo que vuelve bastante penetrante y completa la visión de Lash es la inclusión de lo que, siguiendo a Giddens, llama reflexividad estética y hermenéutica.

Esto podemos explicarlo así: El predominio de la comunicación mediante imágenes favorece la dimensión emotiva y afectiva antes que la cognitiva,

-utilizada sobre todo en la publicidad comercial– dando lugar a lo que concibe como una "esfera pública figural" que altera las presuposiciones de Habermas (1998) sobre dicho concepto ya que este basa su idea de la esfera pública a partir del predominio de lo argumental y, por lo tanto, por lo cognitivo antes que por lo mimético-figural.

6.- Se puede sostener la tentativa de explicar las relaciones entre Globalización y Cultura como producto del ensanchamiento de la lógica de la acumulación del capital en su etapa financiera en conjunción con el encuentro de múltiples racionalidades y culturas.

En esa perspectiva, la prospectiva realizada por Marx se habría mostrado superior a la de Weber ya que, mientras la lógica de la acumulación se ha extendido globalmente, el racionalismo occidental y la ética protestante se ven acotadas o fundidas con el confucianismo, el islam o el shintoismo, religiones todas ellas compatibles con el capitalismo que las subordina a su lógica.

Utilizando los conceptos de Habermas presentados en su teoría de la Acción Comunicativa(1987), podemos decir que el sistema económico globalizado ha impuesto su dinámica inclusive al sistema político en la medida que el medio dinero (que aquí seguimos utilizando como una expresión del funcionamiento de la ley del valor) (17) opera de manera mucho más abstracta y veloz, convirtiéndose así en el medio que impone el ritmo de las transformaciones en las relaciones espacio temporales. La capacidad que posee el dinero como medio abstracto, universalizante y homogeneizante de atravesar espacios y culturas le hace superar las capacidades del medio poder ya que este, por definición, debe quedar anclado en espacios localizados que, cuando trascienden el estado-nación, constituyen a lo más imperios apoyados en el control militar que pueden ser utilizados excepcionalmente pero que de ninguna manera pueden constituir una matriz hegemónica de dominación global.

De esta manera el sistema económico global coloniza la pluralidad de los mundos de vida y se superpone a la acción comunicativa emprendida lingüísticamente o, por los medios electrónicos conectados también globalmente, debido a que impone su dinámica aún a los subsistemas que debieran ser más autónomos como el propio subsistema científico.

La reflexividad hermenéutica de que acertadamente habla Scott Lash referida al intercambio comunicativo entre diversas comunidades sólo podría poner freno a los imperativos del mercado y la acumulación si a su vez se apoya en una reflexividad cognitiva capaz de develar esta colonización de la cultura y los mundos de la vida por el sistema económico.

Esto implica operar –como sugiere Jameson– una transcodificación en la que los códigos estéticos y culturales puedan ser interpretados en relación con el código que rige al capitalismo en la era del modo de regulación global valiéndose para ello ya sea de las cartografías cognitivas que propone Jameson o de un materialismo histórico geográfico de acuerdo con Harvey. En el lenguaje de Lash y Urry, se tendrían que analizar las correspondencias y diferencias entre el régimen de acumulación y los regímenes de significación que son variados, incluyendo las diferencias entre las sociedades posmodernas y las tradicionales.

A este fenómeno holístico complejo e histórico que es el capitalismo global sólo puede hacer frente una pluralidad de sujetos que articulen las demandas por más bienestar, recuperación de la biodiversidad, equidad de género y democracia política en una estrategia unitaria cuyo diseño, por supuesto, requerirá de un gran derroche de energía y tolerancia para construir un nuevo modelo de configuración del orden mundial.

Un modelo explicativo que recurra al paradigma del pensamiento complejo para explicar y comprender la globalización podría integrar de manera coherente la idea de sistemas históricos que articulan en un todo complejo estructurado distintas temporalidades (la larga duración, la corta duración y el acontecimiento) con la idea de sistemas desarrollada por el pensamiento complejo donde los actores, a través de múltiples formas de significación y la construcción de mundos de vida, pueden desconectar la colonización del mundo de vida por los sistemas, retomando la idea de "conciencia genérica" de Lucaks (1978) como conciencia de la especie que puede abrir paso a nuevas creaciones y a la objetivación de nuevos imaginarios sociales.

Es decir, se requiere recuperar la constitución ontológica de la sociedad como un espacio donde cabe la creación, la constitución de nuevos mundos ya que la sociedad no es únicamente un sistema que se autorreproduce maquínicamente, para usar un término construido por Felix Guattari (1994), sino un lugar en el que hay capacidad de objetivar nuevas formas societales, nuevas redes de sentido, nuevas ontologías y cosmologías, cuyo espacio de definición es el sentido y la política. En este esquema, cabe también el planteamiento que hiciera Cornelius Castoriadis acerca de la sociedad como producto de la praxis instituyente que, a través de la creación de significaciones imaginario-sociales, genera un orden instituido ontológicamente, haciendo posible así la superación de la lógica conjuntista-identitaria propia de la matemática contemporánea que se extiende al campo de todas las prácticas científicas.

Esta tentativa remite por supuesto a un basto Programa de Investigación que articule diversas tradiciones teóricas y una inmensa masa de investigación empírica, base sin la cual, difícilmente puede ser abordado un estudio desde el paradigma de los sistemas complejos e históricos.

Asimismo se requiere situar este programa de investigación colectiva reconstruyendo las mejores tradiciones teóricas del occidente desarrollado moderno y posmoderno para insertarlas en un proyecto civilizatorio democrático, dialógico e igualitario que recoja las mejores tradiciones comunitarias, de amor por la naturaleza y solidarias que se han dado en América Latina y otras partes del planeta.

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Notas

1) Sociólogo. Profesor de la Facultad de Sociología en la Universidad Veracruzana.
2) Vease Por ejemplo, entre algunos de los estudios más serios sobre las implicaciones monetarias y financieras de la globalización el de Erik Swingedow. Producing Futures. Global Finance as a Geographical Project. en: William Leecer And Peter Daniels. The Global Economy in Transition. Edit.Longman. Edinburgh. 1996. pp. También, Andrew Leyshon. Dissolving Difference: Money Dissembeding. And the Creatión of Global Finance Space. En Ibid. Pp. 61-133
3) Desde la perspectiva del discurso de la Administración de las Empresas Globales vease Peter. F. Drucker. La Sociedad Post Capitalista. Edit. Diana. 1996.
4) Paul Hirst y Graham Thompson. Globalization In Question. Polity Press. Cambridge. 1996
5) Ricardo Petrella. "La Mundialisation et le Technologie et de Léconomie. Revista Futuribles. No. 135. pp. 35-48
6) Para una diferencia teórica sobre los conceptos de Mundialización y Globalización ver: Chesnais. (1996. Pp. 233-270). Este autor establece una continuidad teórica con la obra de Christian Palloix quien anteriormente había trabajado sobre "La Internacionalización del Capital." En ibid.1977.Edit. Siglo XXI. Vease Tambien: John Borrego. (1998). Tambien . Zaki Laidi: (1997) Según Borrego: "El próximo paradigma de Hegemonía estará compuesto por formas sociales globales integradas con un sistema altamente disperso y cernido de sistemas regionales y locales de producción que alimentarán el mercado global. Esta formación es la esencia de la forma global que sustituye las formas nacionales hegemónicas".
7) En esta perspectiva se inscribe la obra de Herbert Schiller.The Global Information Highway.: Project for an Ingobernable World. En Brook y Boal (Comps). Resisting the Virtual Life. 1995. Pp. 17-33 Edward Said: (1994).
8) Existen interpretaciones del fenómeno de la globalización que tratan de explicarlo como producto de los cambios tecnológicos. Vease: Michael Talalay, Chris Farrands y Roger Tooze. (1997)
9) Véase Ulrich Beck. (1999 y 2000)
10) Jhon Tomlison. Globalización Y Cultura. Oxford University Press. Londres. 2001
11) Ibid. Pp. 22
12) Ibid Pp. 23.
13) Malcom Waters. (1995)
14) Mike Featherstone. (2001)
15) Georges Ritzer. (1996)
16) Vease. Renato Rosaldo. Ciudadanía Cultural en san José California. Incluido en: De lo Local a lo Global. Perspectivas desde la Antropología. Ed. U.A. M. 1994. Pp. 103-126
17) El mantenimiento de la utilidad de La ley del Valor aún en una economía con trabajo plenamente automatizado lo argumenta de manera interesante Amin en (1998)

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