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LA CLASE POLÍTICA MEXICANA EN SU 2006, Y LA CUESTIÓN DEL ESTADO.

María del Rayo Sánchez

Este es un estudio sobre el discurso de la clase política mexicana encaminada en la coyuntura electoral del 2006. Aquí examinamos el dispositivo de clases que hace política y que parece rodear al poder del estado en una actitud de disputa, que contiene también movimientos de legitimación y en su conjunto llega a ser "el estado mismo", "Como máscara del estado", y agente-propietario del imaginario de un cierto momento capitalista Y es aquí donde me encuentro con Philip Abrams, un autor poco conocido y menos discutido en México. Más adelante examinaré como veo su contribución a algunos desarrollos de mi trabajo.

En este ensayo intento llevar a cabo un esbozo sobre los recientes comportamientos de la clase política, relacionados tan íntimamente con la transformación del estado mexicano y una eventual crisis de gobernabilidad que asoma en el horizonte político y social en vísperas de la elección presidencial del año 2006. Estos sucesos, como se van desarrollando, muestran que no existe por un lado un movimiento de grupos políticos, y por otro, el estado. De algún modo se trata de un espejo doble, donde uno se ve en el otro y es la máscara del otro. La construcción del nuevo estado mexicano se ha llevado a cabo, tras la avanzada crisis del PRI y los Tratados de Libre Comercio, precisamente emparejado con la refundación de la clase política, lo que viene a ser un amplio proceso que conjunta economía, política, cultura y sociedad.

Existen, desde luego procesos de larga y mediana duración- de sentido braudeliano- que afectan al proceso político y a la caracterización que más recientemente podemos hacer de los agentes políticos. Ahí está la larga descomposición del PRI, que se remonta a los años sesenta, y los procesos que siguieron hasta la fundación del PRD, el discutido encumbramiento de Salinas, y los finales de los 90s, marcados por magnicidios, el aparecimiento del movimiento Zapatista, y la derrota del PRI en las elecciones del 2000 por parte de una coalición de derecha.

En estos años se origina también el estreno en política y en economía del neoliberalismo, el avance de la contrarreforma agraria, el cambio de modelo en favor de uno de puertas abiertas al capital trasnacional, refrendado por el TLCAN. El discurso político anteriormente monolítico, se fractura en diferentes corrientes que, sin embargo, unánimemente se encarrilan en la defensa del modelo. Esas fracturas también definen nuevos repartos del poder en todos los niveles federales, y la creación de oportunidades para nuevos agentes en busca de poder y enriquecimiento, entre las broncas de la privatización.

Los últimos seis años han sido de estabilidad en la conexión entre las facciones de la clase política, y sorprendentemente, a pesar de que se truncaron muchos augurios de desarrollo, de progreso y de mejor reparto del ingreso, no surgieron corrientes que vocearan alguna alternativa que trabajara para solucionar problemas de pobreza, desempleo y marginación.

El pueblo se encontró con que después de haber "elegido" la opción de la "alternancia", no encontró "alternativas", y que debía resignarse a la continuidad del modelo ya inaugurado en las fases finales del PRI, un modelo en donde se intensificaban simplemente sus peores rasgos macroeconómicos. Mientras tanto, debió presenciar el "Reality Show" de una corrupción universalmente compartida por toda la clase política .

Esta situación ha originado aquí en México, como en otros países (Europa y EEUU incluidos), una brecha entre el pueblo y "los dirigentes". Se advierte una fuerte desconfianza y un rechazo al trabajo de los políticos, y no se descubre el lazo que pudieran seguir manteniendo con "los de abajo". Eso ha originado, sino rupturas, al menos querellas en el interior de diversas facciones. Otras se unen "trasversalmente" sin embargo en un esfuerzo por renovar la confianza en "las instituciones", a las que intentan darles un sentido más sublime y abstracto que su propia actuación. En realidad ellos son el estado, y el estado no puede funcionar sin ellos, y confundidos defienden los mismos intereses. La corrupción visible para todos de la clase política se traduce en un fuerte problema de gobernabilidad. (un sistema de perdones recíprocos y sucesivos).

Esa corrupción consume el tiempo con los destapes del Distrito Federal de fines del 2004 y los consiguientes arreglos de mediados del 2005, para encontrar un nuevo momento estelar en el proceder abiertamente depravado de diversos gobiernos, particularmente el del Estado de Puebla y su "Gober precioso". Todo contribuiría a dar la impresión de un extendida crisis política, si no fuera por la constante renovación de pactos, acuerdos y perdones entre las diversas facciones en lucha, que a pesar de sus recaídas en la inconsecuencia, la corrupción y el discurso político vacío, se encaminan hacia un nuevo reparto de posiciones de poder.

El PRI se había caracterizado, incluso en la elección del año 2000, por contar con los apoyos de los sindicatos de trabajadores más grandes, como SNTE, la CROM, la CTM, es decir organizaciones que bajo las maniobras del PRI apoyaban a los candidatos del partido oficial y muchas de las cuales surgen después de la Revolución Mexicana como un pacto corporativo entre el gobierno de Lázaro Cárdenas y los trabajadores. Haciendo referencia a sectores como el de los obreros, campesinos, maestros, mineros, electricistas, del seguro social. Ahora la mayoría de estos sindicatos se encuentran en profundas crisis económicas y crisis de dirección, empobrecidos como fueron por las dinastías de Fidel Velásquez, la Guera Alcaine y Elba Esther Gordillo. La elección del candidato del PRI dio muestras nítidas de la falta de acuerdo y organización y donde cada vez se antepuso la ruptura escalonada de los diversos grupos que lo conformaban. Todo eso condujo a una considerable baja en las posibilidades de Madrazo. A eso se agregaba la falla estructural originada con la desaparición del dedazo presidencial y su substitución por el difícil acuerdo entre caciques u "hombres (y mujeres) grandes".

La cuestión sindical se agravó todavía más a comienzos del 2006, tras lo que se viene a ver como accidente y asesinato colectivo en la mina Pasta de Conchos en Coahuila. donde coincide la clase política y la directiva sindical en eludir la salvación de los mineros siniestrados. O en Lázaro Cárdenas Michoacán donde coinciden el Gobierno Estatal perredista y el Gobierno Federal en el desencadenamiento de una sangrienta represión antiobrera.

El PAN y el PRD también presentan importantes rupturas al interior y se han dejado ver, al igual que el PRI, con actos de corrupción, lo que deja muy claro que los membretes de derecha o de izquierda, no representan ninguna diferencia. Y la elección de sus respectivos candidatos se han llevado con dificultad, con roces internos , en donde si algo ha quedado atrás es el llamado de alguna "ideología fuerte". Eso estuvo ausente de la lucha interna en el PAN, como también en la del PRD, donde a pesar de la prosapia de "izquierda" ningún candidato supo zafarse de los cinturones de seguridad neoliberales. La batalla dejó bajas históricas, y caídos quedaron Cuahutémoc Cárdenas, Rosario Robles, Enrique Jackson, Arturo Montiel, Santiago Creel, la misma Martha Sahagún.

La mediatización es considerada una de las características principales de la presente elección presidencial y que sin duda muestra otro de los sectores corruptos que ha aglutinado gran cantidad de dinero, gracias a las costosas campañas electorales, así como de "favores" que se intercambian entre la clase política y los dueños de las televisoras y compañías encuestadoras. Lo que da muestra que los candidatos no buscan, ni les interesa presentar un programa o ideología diferente capaz de contrarrestar la situación que vivimos. Es más importante presentar una imagen publicitaria que los presente como adecuados para seguir administrando el sistema y lo de a conocer a todo lo largo del país, vía la televisión, principalmente. La tónica de las campañas es engañar más que convencer.

"El Estado soy YO" –decía Luis XIV. En nuestro caso nos encontramos con muchos Luises , en donde todos juntos entonan lo mismo a coro, con algunas voces más broncas, según las posiciones, con lo que la cuestión del estado—volviendo a Abrams—no se separa de la sociedad, pero en este caso mexicano- de una sociedad sui generis, integrada por una minoría de la población, una minoría que muy probablemente no pasa la prueba de la confianza y de la aceptación. Y entonces surge el problema de "leer" al estado a partir del modo como se conduce la política mexicana. Leerlo a través de los embolsamientos de Bejarano, de la venta de prebendas por el Niño Verde, o de las no sancionadas apropiaciones de Montiel. Y también a través de la manera de conducir las "luchas internas" en los partidos, o la aprobación en lo obscuro de las reformas energéticas, o el sometimiento a los proyectos del hermano imperial, como se ha venido demostrando en las actitudes de Fox frente al ALCA, --actuando como cortesano de Bush,-- o en la discusión del asunto migratorio. Y para allá van distintas voces o silencios, con banderas de diferentes colores y diferentes horarios en los programas estelares de la televisión mexicana.

¿Dónde queda así el poder del estado? ¿qué sería eso, aparte de una transa intrincada y poco valerosa? ¿De qué modo la clase política podría llegar a conformarnos con algún discurso de palabras gastadas sobre la reforma del estado o el desarrollo sustentable? Si bastó un huracán grado uno o dos, ambos los dos en el Sur mexicano, para dejarlo sin estado Con lo que puede concluirse que el estado mexicano es un frondoso imaginario, que vive en la medida que nos convence de su integridad, cuando—en el adecuado decir de Philip Abrams "pudiera ser en un importante sentido una fantasía" ("The Difficulty of Studying the State", p. 63). Y yo agregaría: "una fantasía perversa."

Para entender más concretamente este proceso, es importante examinar las transformaciones que ha experimentado el sector social en el poder—la llamada clase política, que se presenta como la auténtica coagulación de la democratización-- que desde los noventa ha experimentado una considerable expansión, claro que con ciertas características.. Grupos de oposición de escasa influencia otrora, hoy equilibran su fuerza. Todos ellos encaramados en la distribución de gobernaturas, poderes municipales y presencia legislativa. Todos ellos de alguna manera también disfrutando de parcelas ilegales del presupuesto. Hoy la clase política mexicana es cúpula tanto priísta como panista o perredista, en el ejercicio pleno del disfrute de parcelas de poder y de riqueza. La ideología común es el neoliberalismo, la libre empresa y la relación oculta con las fuentes legales e ilegales de enriquecimiento.

Con signos cotidianos de ingresos en promedio cincuenta veces superiores a los de los trabajadores mexicanos, consumo conspicuo, viejos y viejas allegados a la clase política, se exhiben en giras de placer internacionales (Verdes en Paris y Prisitas y perredistas en Cuba), colegios privados para las criaturas, tarjetas de crédito y grandes furgones, empujando permanente y frenéticamente su permanencia en los cargos públicos, de las que los despojos universitarios no son coto aparte.

Esta clase política maneja una difícil relación con más extensas bases sociales, de las que cada día la separa más su actitud de disfrutante en medio de la miseria extendida. Esta clase política comparte los ideales neoliberales, una visión de mercados apropiados que trabajen para los más poderosos, y un absoluto entreguismo al capital foráneo. Si bien invoca todavía símbolos del estado posrevolucionario, prefiere sus propias conmemoraciones en torno al libre comercio y su relación de Buen Vecino con la Potencia del Norte.

Esta nueva clase política, cuyas facciones han entrado a disputarse los poderes del Estado de una manera todavía gentil, ha hecho suyo el dogma neoliberal—como fórmula para la exportación—mientras en lo interno lleva adelante una acerada búsqueda de construidos y dependencias caciquísticas rentables. Sus convicciones neoliberales en economía se encuentran mitigadas por la corrupción, pero en lo que les resta de liberales, han abierto la economía mexicana al disfrute de las corporaciones trasnacionales, las verdaderas dueñas del modelo y de su estilo de "crecimiento". Pero los premios al coludirse en el reparto del excedente son muy grandes y la gentileza puede ceder lugar muy fácilmente a situaciones de bronca disputa. Y aquí, sin embargo, interviene o asoma el Gobierno norteamericano, que por boca de Condolezza Rice, se sincera y dice que "triunfe quien triunfe, cualquiera de las facciones le da las mismas garantías".

¿Quiénes constituyen hoy la clase política? Directamente "hombres (y mujeres) grandes" que ejercen el poder dirigente en el Estado y los partidos que se mueven en torno, teniendo como objetivo la apropiación de recursos públicos, a nivel de Municipios, Estados y reparticiones económicas. Sin variaciones notables comparten los mismos "criterios" neoliberales, mitigados por la corrupción. La nueva "clase política" emergente es autoreferencial en la persecución de sus intereses, y no trasciende hacia proyectos sociales de envergadura más generosa. Temas como "desarrollo social", "nacionalismo", que pudieron ser convicciones valiosas en el pasado, carecen de sentido para ella. Esto hace pensar que la nueva clase política mexicana ya rompió los puentes con el estado posrevolucionario. Si sus integrantes tienen un "valor", claramente no es ese el del "servicio público" ni es el de la "expertise" académica. En gruesa parte son aventureros(as), carentes de escrúpulos, moldeados en estilos mafiosos de dominio.

Esto podría dar a pensar en una homogeneidad en el seno de esta "clase política"—pero la homogeneidad pudiera ser sólo adjetiva. En sustancia se divide entre diversos grupos, con alianzas un tanto diferentes internacional, nacional como regionalmente, lo que sigue siendo caldo de cultivo para fuertes conflictos. Conflictos que, lamentablemente, no tienen nada que ver con los intereses de las clases subalternas. Las disputas y los discursos que plagan las actuales campañas, no son discusiones sobre el mejor servicio a las clases trabajadoras, no son discursos sobre la solución de necesidades muy sentidas, o de resistencia al Imperio,, ni adversos a la clase empresarial, sino expresiones de intrigas en el seno de esta "clase política". Lo que viene a constituir la llamada "guerra sucia". La elevación de la "candidatura" de Elba Esther Gordillo, por ejemplo, no tuvo nada que ver con ningún ideario sino con la intriga poderosa. .Los diferentes "programas" del PRD, tampoco parecen reflejar convicciones rupturistas con el modelo neoliberal, ni estarse dirigiendo a resolver problemas sentidos por las clases populares.

Lo mismo puede señalarse con holgura respecto a las posturas de las otras candidaturas. El discurso del panista Calderòn, a dos meses de la elección, sigue siendo un discurso fofo y vacío, que sobre todo trata de eludir su conexión con el actual gobierno panista y las malandanzas del modelo.

Cuesta pensar que el conjunto de los agrupamientos de la "clase política" estuviera por otra parte, convocando franca y directamente al sostenimiento del estado y de la economía neoliberal. Hay una ambigüedad flotante en los planteamientos de toda esta "clase política" que es conciente que hay que solapar a un modelo efectivamente en funciones y velar por sus propios proyectos, que se marcan por el triunfo del interés individual de los empoderados.

Al entrar a la recta final, la clase política mexicana puede que revele sus inclinaciones ancestrales, encaminada por las soluciones voluntariosas, donde la más saliente es la bufada tras "el bueno", que es ese que las máquinas de encuesta indicaran como vencedor imbatible. Eso hace pensar que no habrá finales estrechos, ni curiosamente, grandes derrotados. El problema de esta clase política, es que su destino no se juega en el país sino en un escenario mundial que parece ser conducido por una fuerza trágica.

Pero en esta tortuosa marcha triunfal, de una clase política cada vez más desclavada de bases reales, pueden darse situaciones –muy próximas a las que vivió México en la anterior sucesión, abiertas a una crisis generalizada del sistema y a un reclamo de participación en la escena de todo lo que aparece hoy como subordinado y "al margen de la noticia". El seguimiento atento de los sucesos en estos últimos meses y en los que vienen nos podría permitir substanciar las características de este giro histórico.

Frente a este cuadro de "las fuerzas principales" de México, pasa como una suave brisa "la otra campaña", que encabeza alguien que se descabala a veces de una moto-Rocinante para avisar que todo esto se viene a dar en una extraña "geometría" en donde lo que esté haciendo esta clase política se inscribe en un capitalismo mundial que va a la guerra. Y su hacer puede entonces ser parte de un momento negativo, destructivo, que el pueblo hasta ahora paga.

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