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TIERRA-TERRITORIO

Y EL PODER INDIGENA-POPULAR EN BOLIVIA


Pablo Mamani Ramirez

Sociólogo Qulla de Bolivia, México, octubre 2009.

Introducción

En Bolivia, tierra-territorio se ha convertido en unos de los hechos de mucha importancia histórica. Esto particularmente para los pueblos indígenas o los campesinos (diseminado en todo el país en tanto mayoría poblacional), y también para los sectores populares, y la sociedad toda. Es parte vital de la vida social y de la reproducción social indígena originaria. En los últimos años los campesinos o indígenas demandan con más radicalidad este derecho y el respeto a la tenencia de la tierra y al territorio, por tener los derechos naturales sobre ellas (son los primeros habitantes de estas tierras). Derecho que fue conculcado por la colonización española y luego por la república.

Pues la colonización española les ha arrebatado primero la tierra y el territorio y luego la vida social autónoma en tanto espacio éste de la vida humana y de la memoria histórica. Hoy tratan de recuperarla para mantenerse como pueblos y como civilización toda. Dado que en Bolivia todavía los grupos de poder económico y político (de origen europeo o “blancos”) concentran y usufructúan la tierra y el territorio desde los lugares corporativos y particulares (los agroindustriales y los hacendados), pese a la presencia del primer Presidente indígena, Evo Morales.

La referencia de ello es el conflicto sociopolítico que vivió Bolivia entre 2006 y 2008 (aún muy latente en la actualidad). En esto el tema definitorio son dos hechos: o es la posesión, gestión, distribución justa de la tierra o es la concentración de la misma en pocas manos. El primero implica hacer una justicia histórica para los sectores sin derecho a la tierra a la vez de participar o gestionar los recursos naturales renovables y no renovables como es el aire, el agua, los bosques, los hidrocarburos, minerales, es decir, el espacio vital de la vida material y de la vida espiritual de la sociedad. Y lo otro es mantener la injusta distribución de la tierra.

La primera implica redefinir el diseño institucional de la tierra y del territorio y de las instituciones que administran. Ahora ¿qué es tierra y territorio para el mundo indígena originario campesina? O ¿cómo podemos definir el territorio y la tierra desde la visión indígena o campesina? Y además ¿cómo está distribuido la tierra en Bolivia? Preguntas fundamentales para reflexionar de manera muy breve y preliminar aquí sobre un tema de mucha actualidad y de fuertes disputas (en la historia entre los pueblos indígenas originarios campesinos y los grupos de poder terrateniente y liberal).

Tierra-Territorio

La tierra y el territorio son los espacios vitales de la vida social de cualquier hombre-mujer indígena o no indígena. Es parte fundamental de un determinado tiempo recorrido y una realidad presente. Toda sociedad y pueblo escribe y reproduce en ella sus huellas, sus imaginarios simbólicos (Prada, 2996), su materialidad, o las memorias recorridas y por recorrerse. Así es parte de la vida social, económica, cultural, política de todo hombre-mujer y de toda sociedad humana y del animal. Para los indígenas originarios específicamente, tierra- territorio, es la vida misma porque en ella se resume su recorrido y el devenir histórico en el tiempo. Se diría que es la genealogía civilizatoria de toda una sociedad y es a la vez parte de los cuerpos individuales que habitan en ella. En ella escriben el paisaje de los cuerpos, de los pueblos que luchan, es parte de sus memorias y también de sus olvidos. Ello implica que éste es parte de la memoria colectiva y de la vida individual-familias. Lo cual es la tenencia o posesión material y a la vez es la soberanía y dignidad de los pueblos. Se expresa en ella la pertenencia y la forma de afirmar un tiempo-espacio de la vida y de la muerte.

Por lo que tierra-territorios, son espacios-tiempos vitales de toda comunidad de hombres y mujeres. Pero no sólo es eso, sino también, es el espacio-tiempo de interrelación con el mundo natural y el mundo animal que circunda y es parte constitutiva de ésta. Es decir, esto es parte de la interrelación de un complejo mundo donde se genera escenarios de sinergia y de complementariedad tanto para el mundo de los hombres-mujeres (que se reproducen cultural y biológicamente) y también para la reproducción del resto de los otros mundos que circunda al mundo humano. La misma para el mundo indígena se expresa en las montañas o lagos, en el vestuario de sus ropas, en los rituales a los Dioses, es parte de los saberes y conocimientos acumulados durante siglos. Aunque es difícil demostrar esto en la visión del positivismo europeo. Dado que las montañas son achachilas (abuelos) o pacha mama (madre tierra) que son los antepasados míticos o históricos y que hoy constituye el presente.

Aunque también no hay que perderse solamente en estas miradas, sino, obviamente, el mundo indígena es un mundo como cualquier otro mundo que tiene sus pragmatismos y sus contradicciones. No porque la montaña es “animada” no hay que trabajar en ella sino se puede producir alimentos y se trabaja en ella para vivir la vida material. Es más, en ella se trabaja para producir el sentido de pertenencia y el cuidado de la vida para luego seguir sembrando los productos necesarios y para vivir la vida. Y a la vez en ella se reproduce la espiritualidad definidas en las montañas o las selvas.

De otra parte también la tierra-territorio es fuente del poder o poderes inscritos como soberanía, como “escritura”, como normas, reglas, estética, en resumen, como una constitución socio-política. Para el mundo de los ayllus (unidades socio-territoriales andinas) es el autogobierno y lugares de reproducción de un tipo de cosmovisión, o mejor cosmovivencialidades. Lo es también para las capitanías o tentas de la Amazonía. Este último quiere decir que cada uno tiene sus propias particularidades geográficas y particularidades culturales o económicas. Es en este sentido que el territorio al ser un recorrido o huella se convierte como “escritura”, como forma de significación y representación de la comunidad de hombres-mujeres que la habita. Es decir, la geografía pura en cuanto convertido como territorio se convierte como soporte material para la reproducción histórica de la memoria colectiva o individual-familiar. Por esto la vestimenta de las autoridades originarias como los ponchos (para el hombre) y awayus (para la mujer) y otros símbolos se convierte en un complejo territorio. Y a la vez el cuerpo de las autoridades originarias son también territorios. Es decir, territorio de los ayllus.

Por ejemplo, desde nuestro punto de vista, el awayu que lleva la autoridad mujer es un territorio femenino y el poncho que lleva una autoridad varón es un territorio masculino. Cuando ambos territorios se juntan se entiende que es la articulación de todo el territorio del ayllu o marka (la marka en aymara o jatun ayllu en quechua es la unidad mayor del ayllu). Lo cual es la existencia de territorio femenino y un territorio masculino. La dualidad complementada de los dos territorios es la expresión del cuerpo de la sociedad entre los saya o dualidades de ararn o urin (arriba-abajo).

Y para los pueblos indígenas de la amazonía, la selva, los pantanos, las lagunas, las montañas también es una especie de “escritura” ya que en ella está todo el territorio en tanto espacio de vida social y será parte de los espacios y tiempos de su devenir. La selva como territorio es una “escritura”. Los viejos árboles son como sus constituciones sociales porque es parte de sus antepasados para vivir el presente. También las lagunas donde viven caimanes o peces son aquellos espacios en la que anida toda la memoria colectiva e individual-familiar. Por esto la selva es habitad llena de vida. Hay árboles que producen agua para vivir y también hay árboles que pueden matar. La misma no excluye en que lo indígena originario también deposita su escritura en los papeles y en los diferentes libros (de actas o en leyes). Esto es parte vital de la vida social y económica.

Entonces, tierra-territorio es parte de la alimentación biológica y a su vez parte del alimento espiritual, que según Yampara (2001) sería uraqpacha. Es el todo tanto para el hombre-mujer de los Andes o de la Amazonía porque ahí está la huelas de los huesos de sus antepasados y de su devenir de sus hijos o nietos.

¿Cuál es la proporción poblacional de lo indígena originario en Bolivia? En Bolivia los indígenas son más del 70 por ciento (según INE, 2002, 62%) que junto a los sectores populares suman cerca del 80 por ciento del total de la población nacional. Esto significa que la lucha por tierra-territorio no sólo se refiere a espacios reducidos al clásico concepto de treinta centímetros arables (en el caso de la tierra) sino es un espacio mucho mayor. Y el territorio tampoco es aquel espacio histórico único donde habitan un pueblo casi entendida en estado puro, sino éste (el territorio) es toda una totalidad compleja, que incluso en Bolivia llega a ser casi todo el territorio del estado boliviano. Lo que implica entender que la categoría indígena o india no sólo es aquel ser que vive en las extensas áreas rurales, sino también hay que pensar que vive en las grandes ciudades y en las ciudades intermedias. Lo indígena por eso no es minoría, sino mayoría en Bolivia. Así, el indígena no solamente es aquel que vive detrás de las alejas montañas como entendía la vieja antropología, sino lo indígena está en las grandes ciudades con el uso de los instrumentos culturares modernos o occidentales y también con una profunda re-valorización de lo propio.

Incluso lo indígena no solo es un dato cultural o antropológico, sino también es una categoría y dato económico, político e histórico. Es económica porque es fuente de la generación del valor, de la ganancia, de la producción de alimentos, del excedente mostrada en construcción de las ciudades, en la industria y en la materialidad de la arquitectura de los centros urbanos. Por ejemplo ¿quién construyó las ciudades? Pues lo han hecho los aymaras o quechuas, guaraníes y que en la mayoría de los casos es un esfuerzo propio. Es el caso de la ciudad de El Alto u otras ciudades como Cochabamba o Santa Cruz, Sucre, etc.

Lo indígena es una categoría económica porque produce economía aunque no en beneficio propio sino muchas veces a favor de los grupos de poder. Y es hecho político, y hoy es el hecho más importante de esto, porque produce luchas o movilizaciones anti-elites, por ejemplo contra las elites de Santa Cruz o Tarija. Un hecho, esto, que se está dándose (en movimiento) desde la dispersión de su población en casi toda la geografía estatal y social. Llamamos a ello poblaciones estratégicas porque habita casi todo los inmensos territorios. Desde ella define e incluso gobierna dichos espacios.

Tenencia de tierra

Pese a este hecho, la tierra jurídicamente y de facto sigue está en manos de los grupos de poder definidos como oligárquico y terrateniente, particularmente concentrado en el Oriente y el Chaco. La pregunta es ¿cuál es la tenencia de la tierra en Bolivia? Aquí algunos datos muy breves.

Bolivia tiene 109 millones de hectáreas de tierras entre montañas, lagos, bosques y ciudades, de ellas 106 millones aproximadamente son tierra para el saneamiento que implica que es para actividades agropecuarias y forestales (INRA, 2009; Pacheco, 2007). De ésta se entiende una gran parte está aún en manos de los terratenientes y empresas agrarias y muy poca tierra en manos de comunidades, ayllus o capitanías de manera particular. Hasta 2004 se sostenía que “la hegemonía la ejerce la empresa agraria que, siendo el 10% de las unidades agropecuarias, monopoliza el 90% de la tierra, frente a la pequeña producción parcelaria de los campesinos que, representando el 90%, sólo tiene acceso al 10% de la tierra” (Paz, 2004:183).

Este dato es revelador. Es decir, hasta hace 10 o más años, un 10% de unidades agropecuarias tenían el 90% de tierra cultivable o de ganadería la que habla de una desigual tenencia de tierra frente a un 90% de productores parcelarios campesina indígena que sólo tenían acceso a un 10% de tierra. Y de ésta, el primero, la producción de las unidades agropecuarias, va al mercado externo y el segundo abastece el mercado interno. Dado que “la empresa agraria está dominantemente vinculado al mercado externo y los campesinos al mercado interno” (Paz, 2007, citado a Urioste 1992). Dentro de ello incluso las empresas agropecuarias tienen mejores precios y posibilidades de acceder a diversos mercados y la producción campesina indígena tiene bajos precios en el mercado interno (aunque hoy productos indígenas como carne de llama en el altiplano tiene un mejor precio). Con esto la economía indígena o campesina subsidia al mercado interno o al consumo alimentario de la población nacional.

En Santa Cruz es donde más claramente hay esta desigualdad de la tenencia de la tierra, fenómeno que se ha dado a partir de la dictadura de Hugo Banzer entre 1971 y 1978. Esto es que “Entre 1955 y 1970, se dotaron un poco más de dos millones de hectáreas, mientras que entre 1971 y 1978, en siete años, se dotaron casi siete millones de hectáreas” (Sandoval, 2003). En siete años se han dotado gratuitamente siete millones de hectáreas a gente que nunca pensó en ser agricultor. Como resultado de esto luego la vendieron a otra gente. Esto quiere decir que estas tierras son mal habido. En realidad con ésta tierras algunos han empezado a formar su capital económico. Y ello se expresa gráficamente en que apenas un 2,7% que equivale a 1.146 unidades agropecuarias concentran la mayor cantidad del 72% de las tierras en Santa Cruz (Sandoval, 2003). Mientras que un 93% de unidades productivas indígenas campesinas en Santa Cruz no tiene, o tiene muy poco acceso a la tierra.

Aunque esto tiene algunos giros interesantes en la actualidad (por lo menos así lo muestran los informes del INRA, octubre 2009). Hasta 2007 se tenía 19,4 millones de hectáreas saneadas (Ministerio de Desarrollo Rural, Agropecuario y Medio Ambiente). Hoy, octubre 2009, según INRA, entre 2006-2009 se han sido saneado y titulados 28,4 millones de hectáreas de los 37,7 millones de hectáreas que viene desde 1996 (fecha en la que fue creado el INRA). Ahora de estos, 14,7 millones de hectáreas son tituladas y 13,6 millones de hectáreas identificadas como tierras fiscales (aún no distribuidas). En ella la TCO (tierras comunitarias de origen) ocupa un mayor número de tierra titulada con 15, 5 millones de hectáreas, un hecho interesante.

Y dentro de ello en 2008 se denunció que de los 19,4 millones de tierra saneada hasta esa fecha han sido consolidando tierras mal habidas a favor de las familias con poder económico y político.

Esto habla de un proceso complejo. Aunque es evidente que en el gobierno de Evo Morales se ha agilizado este proceso frente a los periodos anteriores.

Sin embargo (pese a ello) es evidente también que en el altiplano y los valles los llamados “nietos de la reforma agraria de 1952” (Urioste, 2007) siguen aún viviendo en un secante minifundio o surcufundio. La tierra en esta extensa región no alcanza para su distribución y menos para su re-distribución. Hecho que está provocando una alta migración hacia los centros urbanos, el Oriente y el Chaco, en la que en los últimos años los grupos de poder (que concentran la tierra) han reaccionado con un racismo inimaginable hacia estos migrantes de la región andina, llamados los kollas.

Finalmente hay que decir que a nivel nacional hasta 1987 los indígenas y campesinos tenían solamente 4 millones de hectáreas de tierra, mientras que las unidades empresariales acaparaban 32 millones de tierra (Urioste, 1987). Y éstas, o unidades empresariales acaparan las mejores tierras, mientras las peores tierras (o más o menos) estaban en manos de los indígenas y campesinos que es la mayoría nacional. Hoy aún faltan sanear 55,6 millones de hectáreas de tierra de los 106 millones en toda Bolivia según INRA. Ahí no sabemos con exactitud hasta la fecha cuánta tierra tiene las grandes empresas agropecuarias o agroindustriales y los terratenientes improductivos como los del Chaco de Tarija y el de Santa Cruz.

Este conjunto de datos demuestra en principio que aún hay una desigual tenencia de la tierra. Y también es importante decir que sigue las pequeñas unidades productivas parcelarias cubren el mercado interno o el consumo de alimentos. Todos estos datos finalmente reflejan que aún hay una gran falta de democracia de la tenencia de tierra. En base a ello se puede decir que la dictadura no solamente se mide por el hecho político o militar sino también por la desproporcionada, radical y desigual acceso a los recursos naturales. Porque, y como se observa, un reducidísimo grupo concentra y concertaba la gran cantidad de tierra productiva; esto bajo la modalidad de producción extendida o intensa agropecuaria, ganadería y de áreas de concesión forestal. Aquí el hecho curioso ha sido en que una vaca tenía más derechos a la tierra que el ser humano. Porque se definió (según la ley INRA anterior) que una vaca necesitaba cinco hectáreas de tierra, mientras que los campesinos e indígena, se entiende necesitan de una ínfima o pequeña parte de la tierra. La lucha de los movimientos indígenas y populares es revertir esta situación porque los campesinos originarios indígenas aún viven en parcelas de surcufundio y dentro de una discriminación racial, económica y política aún persistente.

Conclusiones

Tierra-Territorio como poder

Con los datos expuestos en principio se puede decir que no cambió estructuralmente la situación del indígena campesino después de 50 años de la reforma agraria en Bolivia. Aunque ahora esto al parecer tiene una situación diferente con el gobierno de Evo Morales. Ahí el reto de los movimientos sociales indígenas es cambiar radicalmente dicha situación. El latifundio sigue aún vigente en el Oriente y por otro también el minifundio en el occidente Andino.

Al que se suma la pobreza económica en la que aún viven los indígenas campesinos frente a la riqueza de un reducido grupo del solamente de cerca aproximadamente de un 0,5 de la población nacional (Corro, 2007); este grupo minoritario está compuesto por élites “blanca” o mestiza de procedencia extrajera y otro de origen local.

Sin embargo aquí aparece una contradicción fundamental. ¿Cómo explicar que la gran presencia indígena originaria campesina que habita casi todo el territorio nacional no haya podido de la misma manera consolidar la tenencia de la tierra y del territorio como espacio efectivo del poder? Aunque en esto hay reconocer en que hay una intensa construcción de los poderes locales y regionales indígenas originarias y populares.

De hecho este es un gran factor político para la elección de Evo Morales. Pero al mismo tiempo esta elección con un 53,7% en las elecciones de 2005 (que seguramente será repetida o superada en las elecciones de 2009), no se aplica con contundencia porque al parecer se ha negociado con las elites económicas del Oriente para no afectar la tenencia de grandes tierras. Esto porque en la nueva Constitución se establece en el artículo 399 lo siguiente:

“Artículo 399

    I. Los nuevos límites de la propiedad agraria zonificada se aplicarán a predios que se

    ayan adquirido con posterioridad a la vigencia de esta Constitución. A los efectos de la irretroactividad de la Ley, se reconocen y respetan los derechos de posesión y propiedad”.

Por ahora esto vale. Se supone que tendrá que reformarse este artículo pese a un buen avance en la titulación de tierra por parte del INRA. Si no se hace esto no se habría avanzado mucho. Ahí el hecho es ejercer la capacidad extendida de vivir en todo el territorio nacional de forma efectiva en la redistribución de la tierra. También se supone que tendrá que cambiar el ordenamiento jurídico de la tierra en el siguiente periodo. Ahora ciertamente lo indígena originario campesino se ha convertido como poder político.

Como dijimos, la tierra-territorio es soberanía, es dignidad, y es la materialidad de la vida social y también la espiritualidad o memoria colectiva. Lo es el sentido de pertenencia a un lugar. Por lo que es un poder en tanto parte de las relaciones sociales y económicas. Implica que ahora se tendría que ampliar ello de forma efectivo y territorializado la redistribución de la tierra. Incluso esto podría ser para la reconstitución histórica de sus territorios y sus autoridades originarias (Mamani, 2008).

Este último es una ingeniosa propuesta de cómo re-constituir los territorios históricos y sus autoridades para a partir de ella tratar de escribir una nueva arquitectura territorial e institucional de la sociedad y del estado.

De este modo, tierra-territorio, se convierte en un factor de poder o poderes sociales indígena campesina popular definidos en un nuevo bloque de poder territorializado. La apuesta es para cambian los tiempos de dominación y explotación históricas de las nacionalidades fundadoras de un nuevo devenir.

Por ello es de vital importancia entender la territorialización del poder indígena campesina popular (Mamani, 2004) para el caso como Bolivia (posiblemente también para Perú, Ecuador, Guatemala, etc.). Pues la presencia demográfica mayoritaria dispersa en la geografía nacional es parte de esta potencia para el viraje de la hegemonía de elites “blancas”. Algunos sostienen que la apuesta es poner en total crisis la hegemonía neocoloniales en una lógica social compartido del poder entre los diferentes niveles de la sociedad y de sus regiones. Ello en base a lo que llamamos la “geopolítica poblacional” (Mamani, 2005). Un hecho, esto, dado como fuerzas de poderes microbianas, móviles, difusas y también concretas que aparecen y desaparecen para configurar otro escenario de carácter nacional e internacional.

Si esto ocurriese estaríamos hablando de una revolución social indígena popular basada en la territorialización del poder de forma insospechada para constituir un giro histórico en el concepto de poder, del estado, la sociedad, territorio, autoridad, soberanía y normas o leyes. Al parecer este es le reto histórico de la siguiente etapa de la lucha social y de Evo Morales. Ahí sabremos de cuan efectivo es el poder territorializado de la lucha indígena originaria-popular en Bolivia.

Bibliografía

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