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Diciembre 2010

Ciudad Juárez, México

MARISELA

Myrna Pastrana

A Marisela le mataron a su hija hace dos años, en agosto del 2008 y todavía no puede ver al asesino de Rubí Marisol en la cárcel, ya una vez lo encontró en Zacatecas y logró que la autoridad lo trajera acá a Juárez; el detenido, confesó que la había matado y señaló el lugar donde había abandonado el cadáver, no obstante el tribunal oral designado al caso, acordó absolverlo por unanimidad en abril de este año, no es la primera vez que una sentencia dictada por un juicio oral sea controvertida, pero no definitiva, por lo menos para Marisela que se ha propuesto ver tras las rejas a Sergio, el hombre que una vez contrató para trabajar en su negocio de carpintería; ahí conoció a su hija Rubí, tenia entonces catorce años; la asedió hasta que la consiguió, luego vino lo del embarazo, el nacimiento de la niña y terminó por llevársela de la casa para vivir juntos una vida en la que los celos eran el origen principal de los pleitos.

Un mal día, según la versión de él, al llegar a su casa la encontró con otro hombre y la mató a golpes. Para ocultar su crimen, acudió a la casa de su padrastro, encargó a la bebé, le pidió prestada una camioneta Van que utilizó para trasladar el cuerpo envuelto en una cobija y se dirigió a unos terrenos utilizados como marraneras, al poniente de la ciudad, allá por el sector de la colonia Fronteriza Baja, cerca de la Policía Montada y de un panteón; luego entonces bajó el cadáver, le prendió fuego y regresó a la casa de su padrastro a entregar el vehículo.

No había transcurrido un mes de haberse cometido el crimen, cuando Marisela la echó de menos, ignorante de la tragedia, fue a buscarla al barrio donde vivía, encontró la casa cerrada con una cadena y al no contestarle las llamadas a su celular ni tener informes por los vecinos, la reportó como desaparecida ante la Unidad de Personas Ausentes, Extraviadas y Desaparecidas; para ese entonces ya sospechaba de Sergio y le empezó a seguir los pasos, llegó incluso a ofrecer 1500 dólares de recompensa a quien diera informes sobre su paradero hasta que lo encontró en junio del 2009 en Fresnillo Zacatecas y se le detuvo gracias a la colaboración de la Procuraduría de esa entidad que lo arrestó, lo envió de regreso a esta frontera y entregó la niña a su abuela materna.

Esto era apenas el principio, Marisela tenia a su nieta, le faltaba saber que había sido de su hija, localizarla viva o muerta. Pronto lo supo, con Sergio detenido y puesto a disposición del Ministerio Público de la Subprocuraduría Zona Norte, dijo en las indagatorias, que había matado a Rubí y precisó el lugar; hasta ahí llegó la policía ministerial, peritos de criminalística y de antropología forense que encontraron 39 partes de restos óseos que indicaron la correspondencia de sexo, edad y estatura con los datos de Rubí Marisol. De ahí en adelante, el caso fue turnado a la Fiscalía Especializada en Homicidios de Mujeres en Ciudad Juárez por lo que Sergio fue vinculado a proceso por el homicidio de Rubí Marisol Frayre Escobedo y citado a comparecer el 27 de abril de 2010 en un Tribunal de Juicio Oral.

Marisela esperó pacientemente la fecha programada, Sergio sería juzgado de acuerdo a la magnitud de su delito y para ello ocho días antes del juicio oral, caminó diariamente la distancia que media entre la Subprocuraduría de Justicia y la Ciudad Judicial –aproximadamente doce kilómetros- con un letrero y una foto atada a la espalda donde se leía: Sergio R. Barraza 25 años. Asesino. Pena Máxima. La acompañaban otra de sus hijas y su nieta en una carriola con otra cartulina: ¿dónde está mi mami? Pena máxima. Su trayecto diario –a preguntas de la prensa- tenía como objetivo llamar la atención de los jueces orales, “que sean empáticos, que se pongan un segundo en mis zapatos para que puedan juzgar a este hombre y que le apliquen la pena máxima de 60 años”.

La última semana de abril, los asistentes al juicio escucharon testimonios de familiares cercanos que sabían y les constaba el tipo de vida tan desgraciada que había llevado Rubí al lado de Sergio. Éste, que había permanecido callado los dos primeros días, en el tercero, pareció balbucear una confesión. Minutos antes de que se diera a conocer la resolución del tribunal, Marisela hizo uso de la palabra y dirigiéndose al acusado le dijo: “Sergio, no te perdono, que te perdone Dios si es que algún día te arrepientes, porque se que no lo haz hecho, de viva voz lo haz exteriorizado...” Sergio, que se había reservado su derecho a declarar durante los días que duró el juicio, le contestó como dando por supuesto que aceptaba su responsabilidad: “Como ella lo ha manifestado que no me perdona, de antemano te pido perdón Marisela porque yo se que es un daño grande y es cierto como tu dices dónde estaba Dios, y yo no conocía a Dios en otro tiempo…”

Entonces fue que se conoció en voz de la jueza presidenta la resolución del Tribunal: “Se absuelve por unanimidad a Sergio Rafael Barraza Bocanegra de la acusación que le hizo el Ministerio Público del delito consumado de homicidio agravado previsto y sancionado por los artículos 123, 125 y 126 del Código Penal”.

Final inesperado, ¿El motivo? La única prueba presentada por el Ministerio Público se resumía a la aceptación del crimen por el acusado ante dos agentes de la policía municipal, uno de la ministerial investigadora y a su padrastro; esto les pareció insuficiente a los jueces, no tenían valor probatorio para demostrar el hecho por sí solas, además su declaración no coincide con la que el acusado expresó a un menor de edad en agosto del 2008 respecto a que en efecto, la había matado pero con disparos de pistola. La contradicción sobre la forma de hacerlo, impidió al tribunal tener por verdadera alguna de las dos versiones; tampoco se pudo apoyar en el informe de la perito médico legista para establecer la causa de la muerte de Rubí por el deterioro de los restos encontrados, a lo sumo una fecha aproximada del deceso.

Por ello, la jueza ordenó levantar la medida de prisión dictada a Sergio, estaba libre, para Marisela esta decisión le significaba que habría que volver a empezar, buscar más pruebas, apelar, en eso estaba cuando el mismo gobernador ordenó la revisión del caso.

Mientras tanto, indignada, volvió a las calles a denunciar la injusticia, recabó firmas de los ciudadanos, el día de las madres incluso, caminó cargando un maniquí simulando ser la justicia, hasta que el 20 de mayo, los magistrados del Tribunal de Casación revisaron el caso, anularon la sentencia absolutoria y concluyeron que los jueces primarios que conocieron el asunto, no dieron valor pleno a las pruebas indiciarias y circunstanciales, luego ordenaron la instalación de un Tribunal de Juicio Oral diferente para que impusiera la pena a compurgar que debería ser entre 30 y 60 años de cárcel; y así fue como la tarde del miércoles 26 de mayo, Sergio fue condenado en ausencia, a 50 años por el asesinato de Rubí Marisol. Ahora, sólo falta encontrarlo.

A Marisela le mataron a su hija hace dos años, el sistema de justicia penal falló en primera instancia al juzgar al presunto, un error de apreciación de los jueces de un Tribunal Oral lo dejó libre, el de Casación valoró y lo encontró culpable y un segundo Tribunal Oral lo condenó en ausencia.

Habrá que hallarlo, de nueva cuenta sigue sus pasos como lo ha venido haciendo desde hace año y medio, ha declarado: “no lo voy a dejar dormir en paz… aunque me lleve la vida”, prometió sacarlo de donde esté, le dijeron que estaba en Jerez y hasta allá fue pero escapó. Esto no la desanima, sucederá tarde o temprano con o sin la recompensa de los 250,000 pesos que ofrece la Procuraduría de Justicia del Estado de Chihuahua.

En julio de este año fue a México a buscar a Felipe Calderón para exigirle que junte a los tres niveles de gobierno para que localicen al homicida de su hija, en agosto fue a Chihuahua capital a protestar enfrente de Palacio de Gobierno del Estado por la injusticia cometida en el juicio oral, en una manta exhibe a los jueces que lo liberaron, en otra, muestra fotografías de su hija desde que era pequeña hasta el tiempo de su fallecimiento con una leyenda: Rubí tenía derecho a la vida.



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