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Abril 2010

CHILE Terremoto terrorista



Robinson Salazar

Robinson.salazar@insumisos.com

Director de www.insumisos.com

Por los eventos de carácter natural que desató la tierra, dos fechas han dejado el mayor registro en la subjetividad colectiva de los habitantes en Latinoamérica: el 12 de enero de 2010 y la destrucción en la Isla de Haití con un saldo de más de 300 mil muertos y cuantiosas pérdidas materiales, la demanda de 11 mil millones de dólares para reconstruir el país y una década dedicada a reparar los descalabros en caso de contar con los recursos económicos mencionados.

Y por su parte, el 27 de febrero de 2010 en Chile con más de mil muertos, millón y medio de casas-habitación derrumbadas y declaradas inhabitables, dos ciudades derruidas, las arterias comunicacionales con averías de considerables siniestros, una demanda de 30 mil millones de dólares para hacer frente a la tragedia humana y la estima de un plazo de 5 años poder habilitar en un 90% las ciudades de Talca y Concepción que fueron las más afectadas por el sismo y los consecuentes temblores que se han suscitado.

La respuesta que la tierra dio a la humanidad fue contundente, harta de tanto abuso y experimentaciones le han vulnerado su cuerpo, pruebas atómicas que descargan misiles con cientos de toneladas de detonación, inyección de gases, explosiones en cavernas donde los mineros y las empresas transnacionales escarban en las entrañas para extraer minerales que la industria capitalista demanda, gases tóxico-contaminantes que emiten las chimeneas de la industria y agrandan el agujero de ozono, abusos con el agua, represas de ríos, nuevos contaminantes con los transgénicos y plaguicidas, tala abrumadora de arboles y destrucción masiva de bosques, han maltrecho al planeta y sus manifestaciones de rechazo son pocas, pero en lo que va del 2010 la contundencia ha demostrado que no podemos seguir maltratando a la tierra.

Los dos eventos de la naturaleza, uno en El Caribe, en la isla más pobre, con una población restringida en sus derechos desde la dictadura de François Duvalier e hijo desde 1957 a 1986, donde las empresas transnacionales y la política norteamericana se han ensañado y destruido totalmente sobre sus tierras hasta hacerlas negar la producción de arroz y caña que en pasado eran parte de su medio ambiente; desarticularon las relaciones de Haití con el resto del Caribe y América Latina, aperturaron en la zona franca maquilas que despojaron a los trabajadores de sus capacidad productiva a cambio de míseros salarios y los gobiernos al igual que los empresarios, no invirtieron en infraestructura de salud, educación, carretera ni planes de vivienda popular. Todo quedó en el olvido, la miseria creció, la pobreza arropó el cuerpo insular y la sociedad fue autodestruyéndose entre violencia entre grupos, sicariato y represiones.

El segundo evento sísmico fue en Chile, país suramericano con 37 años de economía y cultura sometida a la teología neoliberal, con 17 millones de habitantes anclados en 1 731.900 Km2 y 25% de la población afectada por el sismo, 2 millones de damnificados y la inexistencia de una estructura logística para administrar el desastre desnudó el discurso neoliberal que hablaba del éxito, la inexistente pobreza y administraciones políticas con nexos empresariales que desangraron al país con edificaciones y proyectos sin la cimentación que exhibían.

Neoliberalismo desnudo

La teología neoliberal pregonó, desde 1973 a la fecha, que el mercado era el motor de la sociedad chilena, de ahí que los factores de competencia, competitividad, individualismo, consumo, hedonismo y libertad serían los vectores que conducirían a Chile a ser un país del primer mundo.

El afán competitivo fue mandamiento que a diario permeaba la subjetividad colectiva de los chilenos, descalificando todo espíritu comunitario y forjador de cemento social dado que lo gregario conllevaba a un atraso al no permitir que el protagonista, el hombre dotado de inteligencia, habilidades, destrezas y recursos pudiese posicionarse como un verdadero líder, para ello crearon talleres y escuelas de nuevos liderazgos negadores de todo fundamento comunitario, pero cargados de euforia individualista, emprendedores y potenciales nuevos empresarios que serian los constructores de la nueva sociedad.

La propaganda llevada a cabo fue el mayor saqueo emocional a los chilenos a través de las telenovelas, reality show y propaganda fashion que pregonaba Rafael Araneda, quien en sus programas televisivos fue despojando al ciudadano de sensibilidad social y lo configuró como sujeto desimbolizado, light y desinteresado de los asuntos públicos.

Todo aquellos cercanos a la pobreza, los carenciados, los sin derechos o excluidos de las políticas públicas no eran escuchados, sencillamente eran invisibilizados y por ende fuera del discurso oficial, de los asuntos de gobierno y de los medios de comunicación, era el país recóndito o como diría Zygmunt Bauman, superfluo, que los empresarios y gobernantes ocultaban tras de la mampara de las luces de neón neoliberal.

Los 37 años fue suficiente para privatizar carreteras, concesionar puentes, desarrollos inmobiliarios que vendían en Unidad de Fomento (UF) donde 1 UF equivale a 21 mil pesos chilenos, indexada a la inflación y negocio, lucrativo para bancos e inversores, sin embargo los materiales utilizados en la construcción eran de pésima calidad y de pobre resistencia de ahí la debacle de más de millón y medio de casas y departamentos.

Asimismo, desestructuraron la organicidad de los gremios, rompieron los hilos asociativos que son parte de la densa red de relaciones sociales, dejando a cambio el exabrupto individualismo indolente, fragmentado, insular y desatendido de todo centro nucléico que conmina a formar comunidad. Sembró discordia entre los ciudadanos y los separó discursivamente entre ideologizados setenteros que duermen con la memoria puesta en el socialismo y los emprendedores modernos que aman la globalización, los negocios y el mundo del dinero.

Así crecía Chile, o dicho de otra manera, los dos Chile, el pobre y el vestido de parafernalia neoliberal que portaba lenguaje exótico, tele novelesco, olvidado de palabras como trabajo, fabrica, clase social, obrero, campesino, ideología, revolución y socialismo, en cambio se nutria de palabrería insignificativas como individuo, emprendurismo, empresario, empleo, consorcio, firma comercial, calidad total, educación acreditada y certificada, norma ISO 9000, sociedad del conocimiento y nuevas tecnologías, sin ubicarlas en un contexto ni mucho menos en una realidad empobrecida pero escondida como es la nación de Bernardo O´Higgins

Terrorismo telúrico

Los neoliberales y apologistas del mercado tienden a construir argumentos y ofensas contra todo objeto, acto, acciones o sujeto que ataca o confronta las exégesis que los adláteres de la comunicación y defensores del mercado esgrimen como verdad absoluta y triunfante en el mundo de crisis económica que vivimos, de ahí que el atentado que la tierra tuvo en contra de Chile, más no de Haití, es un acto de terrorismo natural que tuvo consecuencias impúdicas, desnudar y destrozar el vestido que los diseñadores del mercado habían confeccionado al alargado cuerpo chileno para esconder las “mal deformaciones” de su historia: El corto periodo presidencial de la Unidad Popular, las luchas obreras, la organización de los barrios pobres y sindicatos defendiendo la patria contra la tiranía de la dictadura, las luchas y sus hombres como Salvador Allende, Víctor Jara, Pablo Neruda, Miguel Enríquez, entre otros.

También, develó la fragilidad de una clase empresarial que obtuvo jugosas ganancias con las privatizaciones de los servicios públicos, ahora insuficientes para atender la desgracia que viven los chilenos, pero como aves de rapiña están al acecho para obtener de nuevo las concesiones y reconstruirlas, pero no han aportado, hasta ahora, un dólar para la reconstrucción de las ciudades derruidas.

Los requerimientos de láminas, madera, acero, vidrios, zinc, cerámica, ladrillos, cemento, ferretería entre otros materiales rebasa las posibilidades de las empresas del país y ha crecido 67%, así que el negocio se abre y las importaciones de Brasil, Turquía, China, Estados Unidos son acaparada por los empresarios que hacen grandes negocios de las necesidades humanas.

Las empresas transnacionales engrosaron a sus arcas 70 mil millones de dólares de 2005-2009 y han guardado en el banco nacional de Chile en el fondo de reserva 18 mil millones de dólares, recursos que no atenderán las penas y demandas de los empobrecidos, pero si fuese una catástrofe financiera que cada cierto tiempo inventan los financistas, ya hubiesen activado un monto especial del banco nacional para evitar la iliquidez.

Ante la imposibilidad de endilgar a la naturaleza semejante y descabellado adjetivo, re- direccionaron la acusación hacia los pobres para estigmatizarlos de saqueadores, ladrones, bandidos, asaltantes, pandilleros, forajido y todo, lo que parezca a un sujeto despojador de bienes ajenos.

Los medios de comunicación criminalizaron las acciones populares que de manera solidaria y recuperando la memoria colectiva de los pueblos, armaron urdimbre social para extraer los productos perecederos como carnes, verduras, frutas, agua, refrescos y productos de aseo personal para atender las necesidades de los pobladores que quedaron sin casa y expuesto a la intemperie.

Indudablemente que las compañías de seguro, empresarios y medios de comunicación enojados por la forma como resolvían los pobres y damnificados acudieron al llamado urgente de los militares para acordonar los supermercados y desproteger a la población desguarnecida por el terremoto, evidenciaba el cuadro dantesco una paradoja, cuidaban al mercado y sus mercancías y les importaba poco las vidas humanas y los desamparados.

Una vez contaron con el justificante adecuado, activaron el dispositivo de poder que el presidente entrante Sebastián Piñera requería: un Estado Policial para blindar su mandato y desde el, inicio contar con las Fuerzas Armadas de Chile a su lado, mandar la señal de un gobierno fuerte, represivo y dispuesto a reprimir al instante.

El dispositivo está creado desde el Plan Cuadrante instrumentado por los carabineros desde hace años donde los guardianes del Estado cuentan con un mapeo de cada barrio y manzana bajo responsabilidad de un numero de carabineros para conocer los movimientos de cada ciudadanos, principalmente de grupos y personas con actividad política que cuestiona las políticas gubernamentales, de ahí que la militarización pos terremoto sólo fue el amedrentamiento y blindaje del gobierno para esconder su incapacidad logística para atender a la sociedad en caso de emergencia ante desastre natural.

He aquí la debilidad de una sociedad neoliberal, que apuesta sus activos a la libre empresa, el mercado y los empresarios que han aprendido a lucrar pero no a otear escenarios de riesgos como el acaecido en Chile; claro está si el sismo hubiese trastocado la infraestructura empresarial y/o bancaria, la solución hubiese sido otra.

En países donde el neoliberalismo no ha depositado sus huevos para criar estas aves de rapiña, el Estado cuida sus activos y los pone a disposición de la sociedad en caso de desastres naturales; en Cuba con los huracanes que han provocado estragos en la economía nacional la pérdida de vidas humanas es ínfima dado que el gobierno instrumenta planes que yacen en la cultura cubana para evacuar de manera casi impronta millones de habitantes en pocas horas, los vehículos, paramédicos, médicos y personal técnico se habilita para atender la desgracia humana, dado que existe una red de reciprocidades, hilos asociativos y urdimbre social sólida y curtida con ejercicio periódicos para defender los activos comunitarios.

Por lo anterior, el pueblo chileno continua en el requerimiento de solidaridad latinoamericana, las fuerzas del pueblo no son muchas porque el neoliberalismo desgastó las reservas comunitarias y sembró árboles solitarios sin ramas que armen arcos convergentes para atender las voces y demandas que el pueblo reclama al gobierno sordo y policial en ejercicio de sus funciones.

La catástrofe es lección y aprendizaje para los pueblos que viven ensimismados en el modelo neoliberal individualista y consumista sin reconocer que la fuerza y colaboración de otro es necesaria para hacer frente a los terremotos, huracanes y ciclones que pueden derrumbar el futuro de los pobladores ajenos a las riquezas y los discursos empresariales de la globalización indolente y la economía de mercado.

La reconstrucción deberá transitar por el zaguán del fortalecimiento y reconstitución del capital social, en el cual el país tiene un déficit histórico... la recuperación de una comunidad dependerá no sólo del daño inicial, sino que también de la capacidad colectiva de sus integrantes para organizarse en torno a un objetivo común (resiliencia social). Esto hace que la construcción de capital social y de las consecuentes capacidades asociativas de la comunidad, sean elementos que tienen un gran impacto a la hora de gestionar recursos de forma ágil y eficaz (1).

En conclusión, el núcleo que re-crea las reciprocidades está en los sectores populares, quienes ante la desgracias apelan a sus sapiencias, escarban entre sus memorias históricas, trasvasan saberes y la caja de herramientas de sus memorias colectivas queda habilitada para socorrer al amigo, vecino y familiar, demostrando que es en los excluidos donde reposan los vestigios de la nueva sociedad chilena

Rodríguez, Jorge y Salazar, Carolina, 2010, Tras el desastre: rol de las capacidades asociativas locales, en http://blogs.lasegunda.com/thinktank/2010/03/10/tras-el-desastre-rol-de-las-ca.asp


En Globalización: Robinson Salazar Pérez

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