Crítica de cine

Sostiene Pereira

Federico García Morales

"Sostiene Pereira que la ciudad parecía estar tomada por la policía aquella tarde."

Sostiene Pereira que el café está amargo. Que se sentó a la orilla del mar a ver disolverse la tarde. Sostiene que todos los jefes del mundo están locos, particularmente su Director, tan ergido y con el brazo estirado como salchicha para saludar a alguien de arriba. Sostiene que le duele el corazón, pero que esa tarde se comió esa omelete de finas hierbas, se atragantó en un vaso de oporto, a la espera de la salida del periódico.

Sostiene Pereira que su historia es verdadera. Que es cierto que escribió aquel artículo que unos dijeron era antipatriótico y otros que era extremadamente valeroso. Y que por eso, con el retrato de su esposa en la maleta, debió partir ¿a España? ¿a Francia? Dice Pereira que fue en Francia donde encontró al amigo Tabucchi, que lo interrogó como si quisiera escribir una crónica de sus días pasados, sobre todo de los tiempos de Lisboa.

Antonio Tabucchi llegó joven a Paris. y de alli, dice que se fue a Portugal, por los 60s, en los finales de la dictadura eterna de Salazar. Alli recorrió esas calles de Lisboa donde, sostiene Pereira, estaba el café, su oficina y su casa, los laberintos donde transita ese relato que también tiene otras estaciones por la costa lusitana. El caso es que Tabucchi se enamoró de Portugal, y no de su dictadura, y que escribió sobre su gente, y hasta llegó a ser con el tiempo profesor de Literatura portuguesa en la Universidad de Siena, en Italia. Pero es esa otra historia, de la que cuelgan otras novelas: El juego al revés, Nocturno hindú, El angel negro, Requiem, Los tres últimos días de Fernando Pessoa, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro... Yo también he escrito sobre Pessoa, sostiene Pereira, y Monteiro es un apellido familiar, el de ese muchacho que me enviaba necrologías...Si, Monteiro Rossi, ese mismo, el que mataron y causó mi salida de Portugal.

Hace ya cincuenta años, cuando no creía en la resurrección de la carne y escribía necrologías de escritores ilustres y dirigia la pagina cultural del Lisboa que repletaba con traducciones de Maupassant, de Mauriac, de Daudet… Es que todo este libro es también un homenaje a algunos pocos escritores valientes. Por eso Daudet, que es como una llamada textual justo cuando Francia era la enemiga de Alemania. Y fue cuando traduje ese cuento: "la última lección" que terminaba con el profesor escribiendo en el pizarrón " ¡Vive la France!" Dice Pereira que nunca se imaginó cuando estaba sentado en su escritorio refunfuñando cada vez que Monteiro Rossi, un joven afortunado/desafortunado le entregaba alguna crónica ineditable o simplemente censurable para los funcionarios de Salazar, habría de seguir sus pasos. ¿Sus pasos? ¿Por qué los pasos de Rossi? ¿Por qué no los propios? Sostiene que ya entonces solía sentir lejanos impulsos generosos, las voces de un nuevo yo emergente. Ése que saludaria su médico Cardoso, como el nuevo presidente de la confederación de sus almas que vendría a hacerse cargo.

Sostiene Pereira que como en toda la obra de Tabucchi se extiende, persiste, una duda contaminante, sobre el héroe, sobre el mundo, sobre la situación del narrador, del autor, de sus lectores. Y no era extraño entonces, que como ahora todos, vivieran en un tránsito. Sostiene Pereira, es si, la historia de un tránsito. La novela ( y quizás porque es muy buena) es un rite de passage, con sus iniciaciones, estaciones, hierofantes y transformaciones.

Pero esas secuencias también van marcando que como sostiene, todas las situaciones, todos los personajes son como transitorios, y que asi como están construídos, pueden ser des-construídos. Y la realidad autoritaria, monolítica como parece, imparable, tiene rebordes con costuras débiles, abiertas a la rebelión.

Y así, sostiene anuncia su muerte y no muere, y el que propone la vida, muere, mientras los que disfrutan del poder son sólo carroña.

Sostiene...es como un sueño que se va repitiendo con algunos cambios cada noche, o en cada capítulo. Donde los personajes son como apariciones : Y miren como aparece Mastroianni detrás de su escritorio, las "apariciones" de Marta, o de la viajera coja. Los diálogos tienen una tesitura espectral, arrinconados en la síntesis simbólica que contiene condensado todo el sentido, y siempre referido a nuestra situación. Porque no cabe dudas de que todos los personajes y situaciones del Portugal de esa dictadura oblicua , por alguna razón de esta globalización que estamos viviendo, podemos o sabemos reconocer facilmente como familiares. Pareciera ser que Tabucchi de pronto tras una conversación, un viaje o una lectura, se dijo, sostiene Pereira, "carajos, que similar es todo esto". Y es una manera de vernos la que proporciona los sueños, al fin y al cabo tan en nuestra realidad. Y Tabucchi sostiene la situación onírica: la playa, la clínica, la pensión, la oficina, con sus construcciones de relajamiento y de angustia. Pero también con un retrato que ofrece posibilidades, esperanzas, reenvíos. Y por allí va desarrollándose la identidad, como por un laberinto. En estas construcciones se congela el tiempo. Y crece como espacio sólo el cuerpo de Pereira, sostiene. Sus tripas, su corazón, su grasa.

Sostiene Pereira, y es parte importante de su alegato, que estaba solo. Que rara vez alguien lo acompañaba al café. Que vivía soberanamente solo desde la muerte de su esposa a la que solía hablarle de las pocas cosas importantes que le ocurrían durante días y semanas solitarias, encorvado sobre su maquina de escribir, aferrado al Larousse. Esa soledad la rompían las clarinadas del regimiento vecino, el paso acompasado de los soldados, mensajeros de una sociedad que se quería definitivamente autoritaria y vertical, o personajes que vienen desde el lado obscuro( ¿Se acuerdan de algún pasaje de Kafka?) Sostiene que era este el clima de una república que había dejado de serlo sin darse cuenta, en donde nada democrático podía ya tener sentido.A más del Jefe, sólo existía la nulidad,no habían Otros. Y esa soledad es una clave, sostiene, porque tiene un límite. La soledad de cada quien sostiene al sistema, él busca parcelarnos en nuestras actividades, y en separándonos nos controla. Por eso el camino del doctor Pereira se va bifurcando en encuentros y solidaridades.. Y al final de cuentas, sostiene, no está tan solo.

Pero sostiene que tenía sentido lo que hizo, y era arrojarse con todo el cuerpo contra todo aquéllo. Sostiene, casi con alegría que en un mundo tan corrupto, la conducta de un solo hombre puede hacer la diferencia, puede marcar otros rumbos. Sostiene que alguna vez vio, ya en Paris, alguna película de Fellini con el joven Mastroianni de protagonista. Pero que nunca imaginó que después de muerto tendría un renacimiento de la carne en la última película de Marcello. No imaginó, sostiene, que caminaría hacia adentro de millones de espectadores, que después de sentir su propia transformación, ya no serían iguales. Y que habrían nacido para resistir, sostiene.

Sostiene el autor que a Pereira lo encontró de a poco, y que lo escribió de entre sus memorias de encuentros anteriores, poco después de la muerte del viejo periodista en 1993. Demonios, también la resistencia alarga la vida. Estabamos acostumbrados a la noticia de que todos los que resisten mueren.

Sostiene Pereira fue llevado poco después al cine, conducida por Roberto Faenza, la fotografía de Giurato Blasco y la música de Ennio Morricone, y se transformó en el testamento de Mastroianni. Uno inevitablemente ve a la primera personalidad como un mal augurio para el actor, casi relata su agonía. Pero de la personalidad que de alli surge, nos nace un presentimiento. En estos días, indudablemente, esta es la obra cinematográfica con mayor fuerza ética que hayamos visto. Recorre parsimoniosamente estos espacios burocráticos, parcelados,manipulados, alienados,¡eficientes!, policiales, militarizados, no imaginativos, casi imbéciles que conocemos. Nos pone frente a las poderosas afasias, esas invitaciones a no pensar a que peligrosamente nos estamos acostumbrando. Este espacio adornado de intelectuales-querubines, que dan aire con sus alitas al sistema moribundo. La película, con enorme fidelidad a la novela, nos conduce a un ambiente necrológico, y al lento surgimiento de la posibilidad reflexiva y racional, a partir de los temores. Y a la rebelión frente a todo eso de un hombre común, que no es un superman, sino alguien que vive aquejado de miserias y de dolores, obsesionado por un pasado perdido. Y entendemos que toda rebelión es presentidad, con un poderoso momento en donde de tajo se descabeza lo que parecía tan efectivo.

Algún cineasta japonés había hecho alguna vez una película donde también examinaba la conducta de un burócrata moribundo, en donde éste alcanza la posibilidad de una iluminación muy personal. En este otro caso, se da una elevación espiritual y carnal, en una fuerte asociación con lo que es bueno para el pueblo, y al final no origina una separación estéticista o mística, sino un encuentro, en la poderosa sutura de la marcha final, sostiene, de Pereira hacia nosotros. Sostiene Pereira nos pone también de frente al fascismo cotidiano. Que está alli aguardándonos, apenas salimos del cine, apenas cerramos el libro. Lo bueno del caso es que siquiera ahora lo podemos reconocer. Y también podemos reconocernos. La más mínima vanidad nos impide ya parecernos al Jefe.

En resumen esta novela y esta película nos lleva al corazón de la identidad en nuestro propio tiempo. De una identidad que no es sólo un desplazamiento inerte sobre un mundo/objeto, sino una intrincada lucha a través de confrontaciones/aceptaciones/rechazos ideológicos. Y esta estructura textual la entendemos y la gozamos por eso, porque, sostiene Pereira, nuestro mundo está ideológicamente sobresaturado. "Pero es mejor darse prisa, el Lisboa saldría dentro de poco y no había tiempo que perder, sostiene Pereira."

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