Crítica de Cine.

JERUSALEM En busca del Paraíso: Bille August y Selma Lagerlöf

Federico García Morales

Gertrud: "Det är ju Kristus!"... "Jag har sett Kristus".

Q u é formidable transformación la del rostro de esa muchacha, en este caso el de la actriz Marie Bonnaire, que encarna a Gertrud, cuando cree divisar a Cristo, o cuando le anuncia a Ingmar haberlo visto. Y las palabras se deben susurrar en sueco para que retengan el sentido de una caricia.

Esto ocurre en la película de Bille August, Jerusalem, que recrea con gran inteligencia, sensibilidad y respeto la obra de Selma Lagerlöf. Por fin estamos llegando a un tiempo de buenos directores que deciden aceptar en sus guiones a grandes escritores, y que tienen la habilidad de construir sus películas sin la intención de "cerrar" la obra. Más bien generan el interés por buscar más respuestas en el texto original.

Y por eso, es bueno recordar algo de la obra de la autora, y luego ver que ha estado haciendo en cine Bille August.

Selma Lagerlöf es bien conocida en el mundo latino por los niños, a través de ese relato "Viaje de Nils Holgerssons a través de Suecia", un libro que en su tiempo fue visto por los suecos como un manual escolar necesario. Pero su obra, donde describe esos mundos nórdicos en la transición hacia el siglo que terminó, sus pasiones, trabajos y esperanzas, con su idealismo y búsqueda de realidades, con sus poderosas incrustaciones de fe y de dudas, contiene relatos inolvidables como La Leyenda de Gosta Berlingen, Los Lagos Invisibles, Los Milagros del Anticristo, Herr Arnes, La leyenda de Cristo, Charlotte Löwensköld, Arna Svard, y sus memorias que abarcan un tiempo muy largo, ya que Selma Ottiliana Loisa Lagerlöf, que nació en noviembre de 1858, falleció en marzo de 1940. Fue Premio Nobel de literatura en 1909... Una infancia campesina, en un medio profundamente religioso provocó motivos principales que trabajó en un estilo vivaz y realista.

Suecia por hoy ofrece un imponente historial socialdemócrata y la visión de un país industrializado. Y sin embargo sus literatos y su cine transitan todavía impregnados de un profundo interés, podría decirse, más que con dios con la culpa, el pecado y una obscura búsqueda de salvación. Eso es muy visible en Laegervist, o en Bergman. Y este sentimiento parece responder a construcciones muy antiguas. Los suecos se mantuvieron paganos hasta el siglo IX, cuando son conquistados "espiritualmente" por misioneros benedictinos. La Iglesia sueca --la svenska kyrkan-- católica, muy poderosa económicamente, debió ser doblegada por el fundador de la monarquía, Gustavo Vasa, en el siglo XVI, que en cambio impone el luteranismo como religión de estado. Un establecimiento que funcionaria intocado hasta que en el siglo XIX se dieron las señales del pietismo, movimientos sectarios que exaltaban "la experiencia propia".

Los pastores de las novelas de Selma Lagerlöf oscilan entre estas dos últimas variantes. Y la disputa religiosa generalmente oscila entre el cuidado ordenado de las almas por el pastor más o menos institucional, y los reclamos de una exégesis dividida, más subjetiva, que a veces abre paso a nuevos profetas. Selma se acerca a estas individualidades y sopesa sus pasiones. Asi el caso de su héroe Gosta Berling, que busca sus caminos entre desfiladeros de tentaciones. O el magistral predicador venido de América, el Hellgum, con tantos rebordes satánicos de Jerusalem. Ella recuerda sus discursos, y esos discursos se fondean en el texto cambiando gramática, vocabulario, sintaxis, ritmo, la propia situación de todos los sujetos. Pero Lagerlöf es perceptiva de una multitud de problemas que no sólo atenasean las almas sino a la sociedad sueca en su conjunto. En esos tiempos, los problemas de la tierra,

la cuestión de la usura, del aumento poblacional, la ruptura de las normas familiares ante el empuje de una sociedad que busca renovarse, el reclamo democrático que toma rumbos extraviados en la exégesis y el utopismo religioso, la propia búsqueda del Paraíso en la tierra.

Y fue siguiendo a un grupo de campesinos de Dalarna, que según la prensa sueca, habían partido a construir "la nueva Jerusalen" a finales de 1880, que en 1900, Selma Lageröf viaja a Tierra Santa. Allí recoge testimonios que la llevan a la producción de la novela Jerusalem, de la que una primera parte que trata de Suecia , y en donde palestina es "tierra prometida", se publica en 1901, y la segunda, que trata de Jerusalem, y curiosamente de Suecia como deseo, en el año siguiente.

En la novela se cuenta la historia de una comunidad lidereada por la familia de los Ingmarssons, siempre Ingmars de padres a hijos, que se ven enfrentados a un diferendo religioso entre el pastor luterano y los reclamos pietistas y democráticos del pueblo, en los que viene a terciar un personaje venido de lejos, relacionado con una secta americana, Hellgum, que se apodera de la voluntad de la comunidad explotando sus diferencias y neurosis.

En la historia hay amores, como el de Ingmar hijo por Gertrud, hermana de crianza. Sin embargo, existe también el amor por la propiedad, e Ingmar, para salvar su heredad debe casarse con una joven de fortuna. De todos modos, a nivel masivo se impone el amor por Cristo, y la búsqueda anhelante de su mirada prometedora de mejores reinos en las roquedades de Tierra Santa, a donde los empuja el afán de poder del Hellgum, que los obliga a vender sus propiedades para ponerse al servicio de la secta. En el embarque participan Gertrud y la propia hermana de Ingmar.

El caso es que en Suecia ya se hacen valer otros valores, y la mujer de Ingmar decide darle la separación para que vaya en búsqueda de Gertrud y repare daños y culpas. Ingmar llega a Jerusalem, donde los buenos campesinos suecos son sujetos a un tratamiento concentracionario y tiránico por parte de una abadesa norteamericana que hasta los hace cantar aleluyas en inglés. Y de ese mundo, Ingmar rescata a su ex novia justo cuando ésta ya confundía la figura de Cristo con la de un derviche agitante. El regreso a Suecia, origina algunas separaciones y reencuentros, pero sobre todo es un reencuentro con un paraíso más verdadero.

En esta obra Lagerlöf hace gala de una capacidad para establecer situaciones dialógicas, construir comicidades y tragedias, diseñar ideologías alienantes, asumir las heteroglosias de situaciones sociales encontradas. Es interesante seguir la ruta realista de los discursos de Ingmar, el de las visiones exaltadas de su hermana o de Gertrud, las promesas y las citas que ocultan el autoritarismo y el egoísmo de Hellgum o de la Dama.

Todo esto es llevado al cine por Bille August, que ya tenía una consagración con historias de desarrollos, como en Las mejores Intenciones (1992), La casa de los espíritus (1994), El sentido de la nieve (1997) y Pelle, el Conquistador (1997).

En Jerusalem, contó con un reparto excelente, donde destacan Pernilla August, como la hermana de Ingmar, Ulf Friberg, como Ingmar, Maria Bonnaire como Gertrud, Sven-Bertil Taube como Hellgum, y el veterano actor Max von Sydow, como el pastor del pueblo. La fotografía, en todo sentido extraordinaria, estuvo a cargo de Jörgen Persson, que habíamos conocido por su obra en Elvira Madigan.

Y sobre esa fotografía vale la pena detenerse. Abundan las tomas largas, con edición en cámara, y en ellas el trabajo teatral precalculado que introduce a los actores en el momento y lugar apropiados, sin temor a sostener situaciones que pudieran aparecer como teatrales. Esas construcciones teatrales, a veces debieron demandar un trabajo muy cuidadoso, como en la memorable "escena de reflexión entre creyentes", que rescata al detalle la descomposición del ser humano ante el embate de la fe.

La fotografía se hace al espacio, incorporando el frío de la nieve o el hielo, la humedad de la lluvia o del rio, y casi podría decirse, el olor del bosque o del heno. En el contraste, seca los ojos en el desierto, abruma con las puestas de sol, el polvo y la mugre del viejo Jerusalem. Sabe burlarse de la sacerdotiza gringa, y extraer lo que debe del movimiento. Las escenas donde aparece Hellgum (el sólo apellido es infernal) sostienen en la distribución de planos y el enfoque del personaje las luces y sombras que dejan advertir su naturaleza mefistofélica.

Esta obra cinematográfica tenía también una dificultad: tomaba como base un texto que se fundaba en una mirada femenina, y se ve que August trata de respetarla. La narración corre por cuenta de las mujeres. En el caso de la aventura palestina, se reconoce que esa investigación la hizo la Lagerlöf, esta vez encarnando en Gertrud, y la linea narrativa sigue sus pasos, hasta abandonar ese mundo seco y regresar a Suecia.

El tratamiento que realiza Bille August, y hasta la selección de esta obra, apunta a un enfoque progresista del problema histórico, que en este caso permite la crítica de obscurantismos que han afectado y afectan nuestra actual fase de desarrollo. Y se observa que en la construcción de un nuevo templo deseado por el pueblo pueden emerger alternativas no deseadas, y hasta manipulaciones lejanas que contienen el cumplimiento cierto de una promesa de esclavitud.

Se sostiene también la frase de un viejecito que se niega a marchar hacia esa Jerusalem lejana: "¿por qué no construímos aquí el nuevo Paraíso?" En algún otro lugar, se deja aparecer otro contrapunto, esta vez entre la ciencia y el mito, y es cuando la madre viene a expresar su temor frente a una maldición que haría de su hijo recién nacido un ciego, y el médico que dice: eso se resuelve con unas gotas de colirio. Aunque esta reflexión a veces entre nosotros no aparece, y seguimos creyendo que la discusión de la ley del presupuesto es sólo eso, y que allí no está envuelto el problema de un modelo económico. Con lo que el niño sigue ciego.

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