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CURSO VIRTUAL:La memoria histórica.y el presente

EL COLAPSO DE LA PROSPERIDAD

(1929-34)

David Thompson

LA CONTRACCIÓN DEL COMERCIO MUNDIAL

En economía tanto como en política y diplomacia, el nacionalismo estaba en conflicto con el internacionalismo en 1929. Los legados del colectivismo de los tiempos de guerra, las necesidades de la recuperación y de la estabilización de la posguerra, las demandas de protección nacional de importantes industrias, todo conspiraba para hacer que los estados persiguieran, inmediatamente y con una visión estrecha, objetivos nacionales a expensas de perspectivas de más largo plazo en el comercio internacional. Y sin embargo era en la prosperidad del comercio internacional que dependía el bienestar y el estándar de vida de naciones crecientemente industrializadas de Europa. Al mismo momento en que el período de Locarno suspendía las tensiones anteriores entre Francia y Alemania, puso un límite a las fuerzas disruptivas que desde 1918 amenazaban a la vida económica de Europa. Esto produjo media década de aparente prosperidad y estabilidad. La "normalidad", se decía, había regresado con la "seguridad". La base de esta prosperidad estaba en el renacimiento del comercio mundial. Fundado principalmente en los préstamos de los EEUU a los países de Europa Central, que les permitió invertir capital en obras públicas y en empresas, y de este modo exportar bienes a cambio de las importaciones que necesitaban. Los engranajes de los negocios y de la industria giraban de consuno con las ruedas del comercio internacional, ya que fueron empujados hacia éste. Se encontraron nuevos medios para empujar la productividad y enviar mercadería barata por los canales del comercio internacional. La estandarización y la producción en masa de manufacturas, métodos más ágiles de comercialización y propaganda a alta presión, grandes programas de construcción comercial y habitacional, el surgimiento de nuevas industrias que fabrican automóviles y aviones, radios y gramófonos, se combinan para producir el boom comercial.

El centro de este boom estuvo en los EEUU, en donde con toda seguridad estos fueron los "roaring twenties" en donde la edad de la abundancia material parecía haber llegado. El Banco de la Reserva Federal estimulaba la inflación del crédito y una política de "dinero fácil". Esto produjo un período de inversión especulativa y de afiebrada actividad en las bolsas de valores. El precio medio de las acciones de Wall Street experimentó un alza del 25% en 1928 y otra de 35% en 1929. Hordas de especuladores amateurs competían con los operadores profesionales en busca de ganancias rápidas. Pero esos precios y su alza no correspondían de ninguna manera a un aumento en la oferta de bienes reales, o aumentos en el comercio mundial; el empleo industrial y la producción se expanden muy ligeramente entre 1926 y 1929. Todo el empuje era mera manipulación de las bolsas de valores y del sistema de créditos, bordeando en su irresponsabilidad en producir un desastre si es que la burbuja llegaba a pincharse. Cuando colapsó con catastrófica inadvertencia en Octubre de 1929, extendió la Gran Depresión a través de Europa y del mundo. Para mostrar las conexiones entre este boom especulativo en Wall Street y el encogimiento del comercio mundial que destruyó la prosperidad del período de Locarno, es necesario traer a la memoria las condiciones del comercio mundial en 1929.

El comercio mundial. Los EEUU, la suprema nación acreedora del mundo de la posguerra, no necesitaba ni quería las mercaderías producidas en otras tierras. Rico por sus propios recursos naturales muy diversificados, y por su inmensa capacidad industrial y agrícola, levantó tarifas muy altas en contra de las importaciones de otras tierras. Las importaciones de cualquier lugar eran vistas como competidores indeseables de la producción americana.

Sin embargo, afuera, los EEUU se manifestaban codiciosos reclamando el reembolso de sus créditos de guerra, y buscando colocar su propia producción . Había solamente dos maneras que permitirían a otras naciones pagar los intereses de sus empréstitos, cancelar sus deudas de guerra, y comprar producción americana-- a menos que América aceptara el planteamiento cristiano "de olvidar las deudas": una era pagar en oro o con promesas de pago en oro; la otra era pagar con bienes o servicios. La segunda fórmula quedaba descartada por el carácter de la política arancelaria de los EEUU y por la expansión de su propio sistema de transportes y seguros. Y entonces los deudores de los EEUU pagaron en oro hasta que sus reservas se secaron, y casi la totalidad del oro mundial quedó sepultado y a buen resguardo en las bóvedas americanas. Pero aún así, la única manera alternativa de asegurar dólares para el pago de deudas, mediante un aumento del comercio mundial, quedó impedida.

El único modo por el cual los EEUU podía asegurarse la exportación de su propia mercancía era prestar dólares a los demás para que la compraran. En un mundo en donde las deudas de guerra eran todavía un hecho sujeto a controversias, y en donde grandes deudas externas, como las de Rusia, habían sido repudiadas, los inversionistas eran muy resistentes a otorgar grandes créditos como solía ocurrir antes de 1914. La mayoría de los préstamos eran a corto plazo, sujetos a adelantos repentinos o a negativas, lo que le dio a las inversiones de capital un carácter algo frágil, que condujo a un máximo de inestabilidad. El dinero facilitado por otras naciones--los europeos neutrales como Suecia ,Holanda y Suiza-.- tendió también a concentrarse en préstamos a corto plazo. Los bancos y las corporaciones de inversión en estos países y en los EEUU, sintiéndose atorados de dinero mientras otras naciones estaban tan hambrientas, terminaron por ofrecer sus fondos a gobiernos y municipalidades del exterior. Fue aceptado y bienvenido en grandes cantidades. Pero ese capital siempre estuvo propenso a emprender la fuga ante el menor rumor de devaluación de las tasas de cambio o de inestabilidad política, y de esto había mucho en esa década. Grandes sumas fueron depositadas en Londres, Amsterdam, Nueva York, o dondequiera que la estabilidad pareciera más cierta, a la espera de que surgieran nuevas oportunidades.

Las bases de la estabilidad económica de la era de Locarno eran pues excepcionalmente frágiles y proclives al pánico.

Estas condiciones, ligadas a la controversia sobre las reparaciones, montó un ridículo ciclo de endeudamientos, que por su propia naturaleza tendía hacia el crack. El dinero americano fluyó hacia Alemania para ayudarla a reconstruir sus amenidades sociales y permitirle pagar las reparaciones. Los recipientes de estas reparaciones, principalmente Francia y Gran Bretaña pagaron parcialmente sus deudas de guerra a los EEUU a partir de esas reparaciones. El flujo de todo ese dinero permitió a su vez a América otorgar más créditos.

Y así, hasta el infinito. Pero todo el ciclo no hacía nada en absoluto para agregar algo al flujo real del comercio internacional; por el contrario, hizo más difícil para los exportadores europeos encontrar mercados para su producción. Incluso el comercio entre los países europeos se vio impedido por la necesidad de pagar intereses de deuda o cubrir el principal. Fue un círculo vicioso, que minó constantemente la única base sobre la que podía tener lugar un intercambio confiable y saludable de bienes entre países en necesidad .

El crack de 1929. Significativamente, el primer sector de la economía mundial que llegó a sentir los efectos de la tormenta que venía, fue el de la agricultura americana y canadiense. A través del continente norteamericano los precios agrícolas comenzaron a caer fuertemente después de 1926. La recuperación de la agricultura en Europa, y el aumento en muchos lugares de la producción agrícola, tornó superfluo el vasto excedente norteamericano, al menos para las necesidades europeas. Como continente, Europa era casi autosuficiente en materia de granos, y la demanda carecía de elasticidad. Sintiéndose afectado, el agricultor americano limitó sus gastos, y la industria americana comenzó a sentir el aguijón. Pero fue la burbuja especulativa la que atrajo el verdadero crack, y estalló en Wall Street en Octubre de 1929. Al finalizar el 23 y el 24 de Octubre --el "Martes Negro"-- hubo una corrida de pánico que llevó a los accionistas a vender. Solamente el 24, se vendieron cerca de treinta millones de acciones, y el Martes 29, otros 16.5 millones cambiaron de manos. Hacia el final del mes, los inversionistas americanos habían perdido 40 mil millones de dólares. Este colapso de la bolsa de Nueva York trajo consigo el colapso de los precios agrícolas en Norteamérica y lanzó un escalofrío de aprehensión sobre todo el resto del mundo. Tras una breve temporada de recuperación a principios de noviembre los precios comenzaron a caer de nuevo y continuaron cayendo de allí en adelante, insensibles ante los esfuerzos de banqueros y gobiernos por detenerlos en su caída.

Las repercusiones del colapso sobre las finanzas gubernamentales y sobre la industria va a paralelas con el golpe desvastador dado a los productores de alimentos y de materia prima. La década anterior había sido una de depresión crónica de la agricultura en todo el mundo, sobre todo en aquellas grandes áreas especializadas en la exportación de productos primarios. Los agricultores americanos, los fruteros y productores de carne australianos, los productores de café brasileños, los plantadores de azúcar de Java, se encontraron con que sus precios eran ahora depresivamente bajos. Los métodos científicos les permitían ahora crear una abundancia de bienes que nadie en el mundo podía comprar. La demanda de sus productos en los países más industrializados era rígida, y las masas subalimentadas de Africa y de Asia, que los necesitaban, no podían pagar ni los precios más bajos. Toda nueva contracción del comercio, tenía entonces efectos desastrosos. Después del crack del 29 la baja de precios fue una verdadera maldición de ruina para los productores de granos y algodón, de café y de cacao, de azúcar y de carne. La ruina de una parte tan extensa de tantas comunidades significó la caída en la demanda de todas las mercancías que esta gente ya no podía pagar. Entonces, los precios bajaron todavía más, y la crisis se extendió de un sector de la economía mundial a otro. El comercio entre las naciones se encogió rápidamente desde fines de 1929 hasta 1934, en un espiral de constante empequeñecimiento. Los esfuerzos de muchos países por dar protección a agricultores o manufactureros mediante tarifas protectoras o fijación de precios, sólo condujeron a limitar más el comercio internacional. En tanto, ocurrían bancarrotas y las fábricas bajaban su producción o se salían del negocio, y millones de obreros eran arrojados del trabajo. La declinación de su poder de compra limitó aún más la demanda de bienes. Y así surgió en el mundo la paradoja de la "pobreza en medio de la abundancia"--el extraño agravio de la "sobreproducción", mientras millones estaban hambrientos y sin techo,una situación que se manifestaba en la destrucción de las reservas de alimentos ya que eran muchos los que eran demasiado pobres para comerlos.

En sus efectos desastrosos sobre la prosperidad y la estabilidad Europea, la Gran Depresión es comparable con la Primera Guerra Mundial. En cuanto a sus víctimas tuvo la misma cualidad de un cataclismo o erupción volcánica, cuando la misma tierra se abre y no deja esperanzas de salvación. Los más grandes poderes financieros del mundo quedaron humillados. En tres años, cinco mil bancos norteamericanos cerraron sus puertas. Los americanos no sólo dejaron de prestar al exterior, sino que reclamaron la devaluación de sus préstamos a corto plazo. Ellos simplemente retiraron las bases de la recuperación europea, especialmente en Alemania y Austria, en donde la secuencia de bancarrotas se extiende en 1931. El primero en hundirse fue el Kreditanstadt de Viena, el banco más grande y respetable, que guardaba los dos tercios de los fondos austriacos. En mayo de 1931 se encontró insolvente. A pesar del apoyo del gobierno y de un préstamo del Banco de Inglaterra, su quiebra aplastó el sistema financiero de Europa Central. Los inversionistas extranjeros sacaron la mayor parte de sus capitales de Alemania, y a fines de mes el gobierno alemán estaba ante dificultades similares. El Presidente Hindenburg firmó decretos de emergencia cortando los gastos e imponiendo nuevos impuestos. El Canciller Bruning, buscó ayuda de Gran Bretaña. El 20 de junio el Presidente Hoover de los EEUU, lanzó su famosa moratoria, posponiendo por un año todos los pagos de deudas de otros gobiernos a los EEUU. Pero primero consultó a Gran Bretaña, no a Francia. Esto indicaba la existencia de fricciones entre estas dos potencias, ya que si bien Gran Bretaña daba la bienvenida a la moratoria, Francia veía eso, en un momento en que todavía no se sentía muy afectada por la depresión, como un paso en la dirección de una cancelación de las reparaciones de Alemania.

Pero hacia julio el crédito en Gran Bretaña comenzó a resentirse. Se esperaba que el siguiente presupuesto mostrara un déficit. Mientras en Francia el déficit presupuestario era algo normal, para los ortodoxos en Gran Bretaña esto sonaba a herejía. Con el Banco de Inglaterra perdiendo oro en razón de 2.5 millones al día, debía imponerse algún límite. El gobierno Laborista renunció, y un puñado de sus líderes dirigido por Ramsey MacDonald, se unió a un Gobierno Nacional que incluía a Liberales y Conservadores. Un presupuesto adicional impuso nuevas restricciones económicas, incluyendo cortes en los sueldos de los militares, lo que llevó a rumores de motín en la Armada en Invergordon, lo que a su turno fue otro golpe a la confianza que originó nuevos retiros de oro. El 2 de Septiembre, el Gobierno nacional formado para resguardar el oro y salvar la libra esterlina, sacó a Gran Bretaña del standard oro y condujo una devaluación de la libra en un tercio. Casi todas las bolsas de Europa cerraron, y por un corto tiempo la mayoría de los gobiernos europeos y de los Dominios también abandonaron el patrón oro. Al cabo de un año, los únicos países que permanecían con él, eran: Francia, Italia, Países Bajos, Suiza, Polonia, Rumania y los EEUU. De todas maneras el patrón oro, casi no tenía sentido en un continente desprovisto de oro.

Los gobiernos reactuaron frente a la nueva situación económica mundial de tres diferentes maneras. Primero, trataron de asumir medidas más enérgicas para controlar las monedas y las tasas de cambio; alzaron las tasas, impusieron cuotas a las importaciones, adoptaron, en resumen, medidas muy duras para proteger a sus países contra la depresión. Segundo: adoptaron acuerdos regionales, como lo hicieron los países escandinavos del "grupo de Oslo", o los países agrícolas del Este de Europa, o el Commonwealth Británico en su reunión de Ottawa de 1932. Tercero, intentaron acciones colectivas, como poner fin a las reparaciones en la Convención de Lausana de julio de 1932, o en la Conferencia Económica Mundial de Londres, en julio de 1933,en donde participan representantes de 66 estados. En los EEUU la situación se transformó por la elección de Franklin D.Roosevelt como presidente en el otoño de 1932, y también por el abandono del patrón oro en marzo de 1933. El nuevo Presidente trajo a la escena un nuevo espíritu de valor, vigor y determinación. Por algo había aprendido, en su condición de liciado por la parálisis, que las peores condiciones físicas podían superarse a fuerza de voluntad y espíritu. "Lo único que debemos temer, es al miedo mismo".

La dislocación provocada por el colapso fue tan grande como una guerra. En los EEUU la industria siderúrgica trabajaba a un décimo de su capacidad. En el mundo, las materias primas se cotizaban en la mitad que cinco años antes. . Así, la Conferencia Económica Mundial, pudo aquilatar que podía hacer muy poco, y que ni la labor regional de conjunto, ni el esfuerzo de los gobiernos separados podía hacer más. Lo que el mundo necesitaba era recuperar la fe en sí mismo--- en la habilidad de los hombres para liberarse de los absurdos de un mundo en donde treinta millones de gente estaban desempleadas, mientras grandes almacenamientos de bienes permanecían sin venderse. Los pueblos y los gobiernos se debatían en una pesadilla en donde la civilización estaba limitada por su propio poder para producir abundancia, pero en donde la mayoría sólo vivía la pobreza. Un mundo en donde los hombres se morían de hambre porque había mucha riqueza. A la crisis comercial, el encogimiento del comercio mundial, se había agregado una crisis financiera -la pérdida de confianza en todos los mecanismos existentes para hacer que los bienes sean hechos y distribuídos, vendidos y comprados a través del mundo. La depresión fue mayor de lo que financistas y economistas creyeron en el primer momento que sería-- un ejemplo particularmente severo de las depresiones cíclicas del comercio. Fue la quiebra del capitalismo en sí mismo, una crisis del conjunto de la estructura económica que se había venido desarrollando en los dos siglos anteriores.

Tomado y traducido para Globalización RMW, de David Thompson: Europe Since Napoleon,/p.680-685).Pelican 1966.

(Texto de uso en el Curso Virtual de Sociología Política

Temas de discusión: La crisis. Semejanzas y diferencias entre la crisis de 1929 y la crisis actual. La política de los gobiernos frente a una crisis mundial.

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